Hay que prepararse para el decrecimiento
Eduardo Lliteras Sentíes - Infolliteras
Hay que prepararse. Y no nos referimos a un llamado de corte mesiánico, como el que hacen tantas Iglesias. No nos referimos al rapto de los elegidos por extraterrestres ante el fin del mundo, por ejemplo. Pero la realidad es que hay que prepararse, prepararse para la crisis de recursos naturales en la que ya estamos. “Preparémonos”, así se llama el último libro de Luca Mercalli publicado en Italia por “Chiarelettere” (238 páginas).
Es necesario poner un alto al desperdicio de recursos. Al derroche y al consumismo que está llevando a los ecosistemas del planeta al colapso. A la extinción, como es el caso reciente del rinoceronte negro africano, para arrancarle su cuerno, al que los chinos le achacan propiedades “curativas”. O al saqueo del pepino de mar, para utilizar un ejemplo local, ser marino al que también los chinos ambicionan sin límite, contagiando su frenesí a incontables personajes sin escrúpulos en Yucatán.
Hay que prepararse. Nos espera una vida distinta. Más espartana, más esencial, dicen en un país en proceso de empobrecimiento como Italia.
Luca Mercalli, científico de la Sociedad Metereológica italiana y director de la revista Nimbus, advierte, en una entrevista con el diario “La Repubblica” realizada por Silvana Mazzocchi, que la crisis sigue siendo vista únicamente como un hecho financiero. Por el contrario, se trata de una profunda crisis estructural debida a la disminución de los recursos energéticos, minerales y naturales hasta ahora fácilmente extraíbles. Es decir, están aumentando los costos de extracción, vinculados a la creciente escasez de los recursos y a la necesidad de buscarlos en depósitos más difíciles de alcanzar.
Esta realidad se suma al aumento de la población, de los desechos y del cambio climático, insiste Mercalli. Y a la disminución de muchos recursos. O de plano, a su desaparición.
Por lo tanto, el cambio debe empezar por la disminución del desperdicio. Por un aumento en la eficiencia en el uso de la energía y de los recursos. También es necesaria una revisión, en el sentido filosófico, de las necesidades materiales del hombre, dice el científico italiano, quien habla desde el punto de vista de una sociedad opulenta, que ha vivido durante décadas en el despilfarro primer mundista.
Hay que garantizar, dice Mercalli, las necesidades fundamentales, pero hay que interrogarse sobre el sentido de lo superfluo. Hay que desear menos cosas, hay que decrecer, dice, rompiendo con el discurso demagógico del crecimiento constante que la clase política sigue utilizando en Italia o México, para convencer a la población a aceptar el statu quo, la inequidad en el reparto de la riqueza nacional, de la renta del país, la carga hacendaria a favor de los más ricos.
Desear menos cosas, decrecer, en pocas palabras, es la única receta para mantener la sustentabilidad de la especie humana en un planeta que no logra más alimentar todos nuestros caprichos, advierte.
Luca Mercalli afirma –como ya lo hizo el Club de Roma en el siglo pasado—que el crecimiento infinito, en un planeta finito, es imposible. Esto hay que metérnoslo en la cabeza, antes de que sean los procesos físicos, químicos y biológicos, los que nos impongan el fin de la fiesta, o más bien orgía, del desperdicio del mundo consumista en el que vivimos. Del compra y tira.
La forma en que dichos procesos y ciclos naturales pondrán fin a nuestro mundo del desperdicio no será de una manera agradable. Ni tampoco negociable, advierte Martelli.
“Los daños ambientales que estamos infligiendo a la Tierra y, por lo tanto, a nosotros mismos, son la suma de decisiones de siete mil millones de personas. También la simple botellita de plástico abandonada en un prado tendrá consecuencias de largo término. Entonces, debe madurar la consciencia en los individuos y en la sociedad, de que los actos de cada uno nosotros tendrá siempre un sentido si reducirá el gasto de recursos y la producción de basura y emisiones que alteran el clima”.
Respecto al programa político que significa hablar de decrecimiento, de no más crecimiento sin límites, Luca Mercalli, señala que en primer lugar, debemos decirnos francamente cómo están las cosas: el pastel de los recursos es siempre más pequeño y es una fábula seguir engañando a las personas con la historia del crecimiento infinito. Después, es necesario un programa político de construcción de la resiliencia, es decir, de la capacidad de un sistema para no colapsar cuando es sometido a un shock. Grecia es un ejemplo del decrecimiento de golpe. Y no gestionado. Los ciudadanos, en pocos meses, han perdido la capacidad de pagar la luz, la asistencia sanitaria e inclusive la comida. Un programa político para la resiliencia quiere decir invertir en la autosuficiente energética y alimentaria, en pocas palabras, garantizar a todos lo que es necesario para mantener un nivel de vida digno y abandonar los proyectos inútiles y el derroche absurdo. Al mismo tiempo, tendremos una ventaja desde el punto de vista ecológico, concluye Luca Mercalli, al utilizar energías renovables y disminuir el uso de energías fósiles, haremos un bien a la cartera y a la atmósfera.
La advertencia de Mercalli también nosotros en México y en Yucatán la debemos tomar muy en cuenta. Nuestro país, además de la brutal desigualdad en el reparto del pastel, es puerta abierta al saqueo de países extranjeros.
Ahora, la última ocurrencia de un grupito de diputados mexicanos, como Manlio Fabio Beltrones o el yucateco Raúl Paz, es entregar los litorales mexicanos a la especulación inmobiliaria con la reforma a la Constitución para que extranjeros puedan comprar en las costas del país.
Además de desatar, como los diputados quieren, la construcción de incontables casas en los ecosistemas costeros del país (de Yucatán) ya afectados severamente por el saqueo y el crecimiento depredador, tendremos a decenas de miles de extranjeros que llegarán a competir por los recursos.
En México ya se está aplicando un programa político de decrecimiento, pero como siempre, sólo a quienes están hasta abajo de la escala social. Ni los políticos, ni los grandes empresarios, y mucho menos los extranjeros que tienen en la mira los hidrocarburos, las costas, las minas, los bosques, los granos mexicanos, están pensando en apretarse el cinturón. No hay programa de resiliencia, sino una mala administración de la crisis de recursos que ya está aquí.
www.infolliteras.com
Hay que prepararse. Y no nos referimos a un llamado de corte mesiánico, como el que hacen tantas Iglesias. No nos referimos al rapto de los elegidos por extraterrestres ante el fin del mundo, por ejemplo. Pero la realidad es que hay que prepararse, prepararse para la crisis de recursos naturales en la que ya estamos. “Preparémonos”, así se llama el último libro de Luca Mercalli publicado en Italia por “Chiarelettere” (238 páginas).
Es necesario poner un alto al desperdicio de recursos. Al derroche y al consumismo que está llevando a los ecosistemas del planeta al colapso. A la extinción, como es el caso reciente del rinoceronte negro africano, para arrancarle su cuerno, al que los chinos le achacan propiedades “curativas”. O al saqueo del pepino de mar, para utilizar un ejemplo local, ser marino al que también los chinos ambicionan sin límite, contagiando su frenesí a incontables personajes sin escrúpulos en Yucatán.
Hay que prepararse. Nos espera una vida distinta. Más espartana, más esencial, dicen en un país en proceso de empobrecimiento como Italia.
Luca Mercalli, científico de la Sociedad Metereológica italiana y director de la revista Nimbus, advierte, en una entrevista con el diario “La Repubblica” realizada por Silvana Mazzocchi, que la crisis sigue siendo vista únicamente como un hecho financiero. Por el contrario, se trata de una profunda crisis estructural debida a la disminución de los recursos energéticos, minerales y naturales hasta ahora fácilmente extraíbles. Es decir, están aumentando los costos de extracción, vinculados a la creciente escasez de los recursos y a la necesidad de buscarlos en depósitos más difíciles de alcanzar.
Esta realidad se suma al aumento de la población, de los desechos y del cambio climático, insiste Mercalli. Y a la disminución de muchos recursos. O de plano, a su desaparición.
Por lo tanto, el cambio debe empezar por la disminución del desperdicio. Por un aumento en la eficiencia en el uso de la energía y de los recursos. También es necesaria una revisión, en el sentido filosófico, de las necesidades materiales del hombre, dice el científico italiano, quien habla desde el punto de vista de una sociedad opulenta, que ha vivido durante décadas en el despilfarro primer mundista.
Hay que garantizar, dice Mercalli, las necesidades fundamentales, pero hay que interrogarse sobre el sentido de lo superfluo. Hay que desear menos cosas, hay que decrecer, dice, rompiendo con el discurso demagógico del crecimiento constante que la clase política sigue utilizando en Italia o México, para convencer a la población a aceptar el statu quo, la inequidad en el reparto de la riqueza nacional, de la renta del país, la carga hacendaria a favor de los más ricos.
Desear menos cosas, decrecer, en pocas palabras, es la única receta para mantener la sustentabilidad de la especie humana en un planeta que no logra más alimentar todos nuestros caprichos, advierte.
Luca Mercalli afirma –como ya lo hizo el Club de Roma en el siglo pasado—que el crecimiento infinito, en un planeta finito, es imposible. Esto hay que metérnoslo en la cabeza, antes de que sean los procesos físicos, químicos y biológicos, los que nos impongan el fin de la fiesta, o más bien orgía, del desperdicio del mundo consumista en el que vivimos. Del compra y tira.
La forma en que dichos procesos y ciclos naturales pondrán fin a nuestro mundo del desperdicio no será de una manera agradable. Ni tampoco negociable, advierte Martelli.
“Los daños ambientales que estamos infligiendo a la Tierra y, por lo tanto, a nosotros mismos, son la suma de decisiones de siete mil millones de personas. También la simple botellita de plástico abandonada en un prado tendrá consecuencias de largo término. Entonces, debe madurar la consciencia en los individuos y en la sociedad, de que los actos de cada uno nosotros tendrá siempre un sentido si reducirá el gasto de recursos y la producción de basura y emisiones que alteran el clima”.
Respecto al programa político que significa hablar de decrecimiento, de no más crecimiento sin límites, Luca Mercalli, señala que en primer lugar, debemos decirnos francamente cómo están las cosas: el pastel de los recursos es siempre más pequeño y es una fábula seguir engañando a las personas con la historia del crecimiento infinito. Después, es necesario un programa político de construcción de la resiliencia, es decir, de la capacidad de un sistema para no colapsar cuando es sometido a un shock. Grecia es un ejemplo del decrecimiento de golpe. Y no gestionado. Los ciudadanos, en pocos meses, han perdido la capacidad de pagar la luz, la asistencia sanitaria e inclusive la comida. Un programa político para la resiliencia quiere decir invertir en la autosuficiente energética y alimentaria, en pocas palabras, garantizar a todos lo que es necesario para mantener un nivel de vida digno y abandonar los proyectos inútiles y el derroche absurdo. Al mismo tiempo, tendremos una ventaja desde el punto de vista ecológico, concluye Luca Mercalli, al utilizar energías renovables y disminuir el uso de energías fósiles, haremos un bien a la cartera y a la atmósfera.
La advertencia de Mercalli también nosotros en México y en Yucatán la debemos tomar muy en cuenta. Nuestro país, además de la brutal desigualdad en el reparto del pastel, es puerta abierta al saqueo de países extranjeros.
Ahora, la última ocurrencia de un grupito de diputados mexicanos, como Manlio Fabio Beltrones o el yucateco Raúl Paz, es entregar los litorales mexicanos a la especulación inmobiliaria con la reforma a la Constitución para que extranjeros puedan comprar en las costas del país.
Además de desatar, como los diputados quieren, la construcción de incontables casas en los ecosistemas costeros del país (de Yucatán) ya afectados severamente por el saqueo y el crecimiento depredador, tendremos a decenas de miles de extranjeros que llegarán a competir por los recursos.
En México ya se está aplicando un programa político de decrecimiento, pero como siempre, sólo a quienes están hasta abajo de la escala social. Ni los políticos, ni los grandes empresarios, y mucho menos los extranjeros que tienen en la mira los hidrocarburos, las costas, las minas, los bosques, los granos mexicanos, están pensando en apretarse el cinturón. No hay programa de resiliencia, sino una mala administración de la crisis de recursos que ya está aquí.
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