Fatland, cómo convertirse en un país de gordos y diabéticos

Por Héctor Béjar

Cómo Estados Unidos se convirtió en el país de los gordos y los diabéticos y expande la cultura de la comida basura a otros países. El sistema alimentario mundial que genera diabetes y obesidad, también genera hambre y desnutrición
Greg Crister cuenta la historia en su libro Fatland. How americans became the fattest people in the world (New York, Houghton Mifflin Co., 2003).
Primer momento. En 1971, Earl Butz era secretario de Agricultura de Estados Unidos, en el gobierno de Richard Nixon. Fue el hombre que cambió el sistema norteamericano de alimentación. En medio de la guerra de Vietnam los costos de producción eran altos y los precios de venta no eran suficientes. Los criadores llegaron a sacrificar un millón de puercos bebés para mantener los precios mientras las amas de casa protestaban por los altos precios. Mientras los granjeros querían más dinero por sus productos, los consumidores querían más productos por su dinero.
Por años, los precios del azúcar fueron mantenidos en una estructura mundial supervisada a través de un sistema de cuotas y precios. Pero en 1971, los científicos japoneses encontraron una manera más económica de producir azúcar: la high-fructose corn syrup (HFCS), hecha de maíz.
La fructosa, a diferencia de la sacarosa, toma una ruta diferente en el metabolismo humano. Va directamente, casi intacta, sin transformaciones internas, a ser asimilada por el cuerpo. Los biólogos encontraron que si se usa fructosa como endulcorante principal, se hace más fructosa en el proceso metabólico. Estas observaciones de la Universidad de Pensylvania fueron desoídas por el Departamento de Agricultura y, para bajar los precios, la fructosa entró en la fabricación de bebidas, golosinas y alimentos industriales. Coca Cola y Pepsi Cola usaron ciento por ciento de fructosa altamente saturada ahorrando veinte por ciento de sus costos.
Segundo momento. Los británicos introdujeron la Elaeisguineensis (palma africana) a Malasia a fines del siglo XIX. El gobierno malasio la subvencionó para apoyar a los plantadores pobres. A mediados de los años setenta las nuevas tecnologías la transformaron en una grasa comercial estable, adecuada para freír papas y hacer dulces industrialmente. Las calorías resultantes eran un problema menor. Lo importante era el precio increíblemente bueno. Un asunto fue descuidado: el aceite de palma era una grasa altamente saturada, pésima para el sistema cardiovascular, que podía bloquear las arterias y llevar a una muerte prematura. Pero el ochenta por ciento del presupuesto de Malasia procedía de la palma y Estados Unidos necesitaba a Malasia como aliado en el sudeste asiático. Y el aceite de palma fue bienvenido aun contra los intereses de los productores norteamericanos de soya.
Como resultado de estas medidas, los precios cayeron. Los productos con densidad de calorías invadieron los supermercados. En los años que siguieron, las harinas se hicieron más y más baratas y las porciones de bebidas y comidas, más y más grandes. MacDonalds empezó a freír sus papas en aceite de palma y construyó grandes plantas procesadoras en Malasia. Era el tiempo de comer… y comer.
Tercer momento. Por los setenta, David Wallerstein, director de la Corporación Mac Donalds, se dio cuenta de que se podía vender en los cines bolsas cada vez más grandes de popcorn salado, frito con aceite de palma, incrementando solo algo el precio de producción. Las ventas subieron asombrosamente y llevaron a porciones cada vez más grandes de Coca Cola. Así se llegó al jumbo size, la gran ración que la gente se mete al estómago mientras ve una película.
Por los años 2000, investigaciones de la Universidad estatal de Pensylvania mostraron que el hambre humana puede ser expandida ofreciendo porciones más y más grandes. La dimensión grande es adictiva porque da una sensación psicológica de poder.
Para generar utilidades para ellos, los industriales y vendedores de franquicias crearon un sistema alimentario mundial que genera diabetes y obesidad. Nos están convirtiendo a todos, en el planeta de los gordos y diabéticos. El asunto es si lo seguiremos permitiendo.

Héctor Béjar www.hectorbejar.com
Red del Tercer Mundo http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy

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