Agricultura orgánica para producir más y mejor




Por Supachai Panitchpakdi



Los mercados para productos orgánicos han crecido en proporciones superiores a 15 por ciento anual en las últimas dos décadas, afirma en esta columna exclusiva Supachai Panitchpakdi, secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).


GINEBRA, (Tierramérica).- La Evaluación Internacional del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola concluyó en abril de este año que “el modo en el que el mundo cultiva sus alimentos tendrá que cambiar radicalmente".

¿Para qué? "Para servir mejor a los pobres y hambrientos, para enfrentar los problemas de la creciente población y el cambio climático y para evitar la descomposición social y el colapso ambiental", decía ese estudio basado en el conocimiento de unos 400 científicos y otros expertos.

La agricultura orgánica es una de las opciones más promisorias para hacer frente a estos desafíos. 

El potencial para vender bienes a consumidores que están dispuestos a pagar más por una producción orgánica certificada en muchos países desarrollados genera significativas posibilidades de buenos ingresos para los agricultores del mundo en desarrollo. Los mercados para tales productos han crecido a ritmos superiores a 15 por ciento anual en las últimas dos décadas.

Se estima que en 2006 las ventas de productos orgánicos certificados sumaron más de 30.000 millones de euros (unos 38.000 millones de dólares en valores de hoy), lo que representó un incremento de 20 por ciento respecto de 2005. Y se espera que lleguen a 52.000 millones de euros (65.000 millones de dólares) para 2012. 

Mientras las ventas continúan concentrándose en América del Norte y Europa, la producción es global, con una mayoritaria y creciente participación de los países en desarrollo en las exportaciones.

La producción orgánica es también adecuada para los agricultores pequeños, que constituyen la mayoría de los pobres del mundo. 

Los agricultores orgánicos son menos dependientes de los recursos externos y obtienen cosechas más altas y estables, y por lo tanto mayores ingresos. Estudios realizados en África, Asia y América Latina indican que ganan más que los cultivadores convencionales. 

Los ingresos más elevados pueden ser una contribución importante para alcanzar la seguridad alimentaria. Como nos ha mostrado el fecundo trabajo de Amartya Sen sobre las hambrunas, no es siempre la falta de alimentos lo que las crea, sino también la imposibilidad de los pobres de pagar los alimentos que necesitan.

Un estudio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente que analizó 114 casos en África reveló que una conversión de las granjas a la producción orgánica conduce a un aumento de la productividad de nada menos que 116 por ciento. 

Por añadidura, la agricultura orgánica mantiene viva y fortalece la rica herencia de los conocimientos agrícolas tradicionales y la variedad de los alimentos.

Como sistema de producción sostenible y amigable con el ambiente, la agricultura orgánica se basa en el uso del agro-ecosistema y de los recursos locales, en lugar de depender de inversiones externas. 

Así los agricultores se ven menos afectados por los costos crecientes de los fertilizantes y agroquímicos. Mientras los precios de los agroquímicos suben a causa del encarecimiento del petróleo, esta agricultura, que usa agroquímicos no sintéticos, se hace cada vez más competitiva. 

Por otro lado, al confiar en recursos locales, las comunidades rurales se hacen menos vulnerables a la volatilidad externa causada por factores que van más allá de su control.

En una época de creciente preocupación por el ambiente, se agrega una ventaja adicional: la producción orgánica no contamina con agroquímicos y reduce las enfermedades y muertes causadas por la exposición a esos productos, que es una importante causa de mortalidad y morbilidad en todo el mundo. 

La agricultura orgánica conserva la biodiversidad y los recursos naturales. También mejora la fertilidad y la estructura del suelo y por lo tanto incrementa la retención del agua y la resistencia a la tensión climática, de modo que contribuye a la adaptación al cambio climático. 

Finalmente, mitiga el cambio climático pues requiere menos energía que la convencional, y además actúa como aislante del carbono, el principal gas invernadero.

Por todas estas razones, la agricultura orgánica es una herramienta poderosa para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, particularmente los referidos a la reducción de la pobreza y al ambiente. 

De momento es sólo un nicho del mercado, pues utiliza cerca de dos por ciento de las tierras agrícolas del planeta. Pero su potencial no ha sido todavía completamente explorado.

Hay asimismo desafíos para que los países en desarrollo aprovechen estas oportunidades, particularmente en la construcción de capacidades productivas, acceso a los mercados y obstáculos a la importación. 

Resulta irónico que, en una época de preocupaciones ambientales importantes en la agenda internacional, las barreras técnicas al comercio de productos favorables al ambiente, incluyendo los alimentos orgánicos, sean mucho más altas que para los productos convencionales. 

Ello va completamente en contra de las metas internacionales compartidas de alivio a la pobreza y protección ambiental.
* Secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) y ex director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Derechos exclusivos IPS.
FUENTE: http://www.tierramerica.info/

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