Patagonia chilena: Bajo el mar de Tortel




En las lejanías de un mar frío la vida destaca por su rareza y complejidad.

Por Fernando Luchsinger. Fotografías: Oceana / Eduardo Sorensen.

El viaje parece no terminar nunca. Después de dos horas en avión, 11 en camioneta y un poco más en lanchón llegamos a Tortel (Región de Aysén), pero no alcanzamos a pasar al pueblo. La marea y el tiempo están buenos y hay que aprovecharlos. Nos deslizamos por un espejo de agua entre islas pobladas de bosques, acantilados y cascadas. Después de ocho horas de navegación por fin alcanzamos el deseado punto de buceo, el Estero Arancibia.

Se trata de una lengua de mar que penetra como una cuña hasta el centro de la isla, un pedazo del Pacífico aislado del agua salada y que recibe agua de glaciares, cascadas y arroyos producidos por el deshielo y las lluvias. Una mezcla de aguas, de dulce y sal, que se refleja en los habitantes que deambulan por sus fondos

El mar está calmo pero oscuro, en algunos puntos hasta siniestro. Tal vez las sombras de las islas o el impenetrable follaje de los bosques agarrándose de las laderas oscurecen las orillas.

A las nueve de la mañana por fin quebramos la brillante superficie del mar y nos convertimos en el primer grupo de buzos que se sumerge en este punto de los fiordos de Aysén. Junto con el fotógrafo submarino Eduardo Sorensen y Fernando Loyola, comenzamos a explorar estas aguas de ocho grados Celsius para registrar la vida que ocultan.

Estamos aquí gracias a la iniciativa de la organización de conservación marina Oceana que, trabajando con la comunidad de Tortel, busca crear un área protegida en estos canales australes.

Esta zona todavía esta libre de explotaciones industriales a gran escala y se espera que continúe así, para que sólo se desarrollen actividades sustentables como el turismo y la pesca artesanal

Nuestro grupo es liderado por Cristián Gutierrez y lo integra también Matthias Gorny, un experto en operaciones con robots submarinos (ROV). Él registra el fondo a más de 100 metros con su sumergible a control remoto. La idea es recolectar la mayor cantidad de datos que muestren la riqueza de este lugar y así lograr la conservación efectiva de estos frágiles y desconocidos ecosistemas.

"Lo que hemos encontrado aquí es muy semejante a los ecosistemas antárticos", indica Matthias con acento alemán. "Es increíble que no haya universidades chilenas estudiando los fiordos. En los otros pocos países que cuentan con este ecosistema es un asunto prioritario".

"Tortel es excepcional desde todo punto de vista. Sus fiordos albergan una impresionante vida marina, sus paisajes son de una belleza inigualable y su gente está comprometida con el desarrollo sustentable", destaca Álex Muñoz, director ejecutivo de Oceana.

El buceo nos permite abarcar aquí una muestra de vida digna de un mar prehistórico.

En esta época comienza a haber más la luz del sol, que fomenta la producción de plancton. Lo que vemos como turbiedad del agua en los primeros cinco metros son cientos de formas de vida microscópica. La base alimenticia de los océanos.

Más abajo todo se aclara y un mar de intenso verde nos rodea.

El fondo y las rocas están cubiertos de un fango gris. Al tocarlo, produce una nube lechosa que nos rodea y estropea las condiciones para la fotografía y el video. Estamos obligados a flotar eternamente y no tocar ningún borde.

La importancia del río Baker para la subsistencia de este mundo se refleja, en parte, en este limo gris. El río arrastra nutrientes desde la cuenca del Lago Carrera por decenas de kilómetros. Otros torrentes descargan aguas glaciales a su cauce y llega al mar convertido en el río más caudaloso de Chile. Su aporte de agua y sedimentos es tan grande que se ha detectado a 300 kilómetros desde la orilla hacia el océano Pacífico, determinando la vida en esta porción de mar.

A medida que las rocas se pierden en la profundidad, aparecen surgencias frías del fondo que distorsionan la transparencia del agua. Obtener imágenes aquí no es fácil, pero vale la pena el esfuerzo por las altas probabilidades de encontrar nuevas especies.

Muchos cangrejos deambulan sumergidos en el sedimento: a veces sólo se ven sus derroteros por el fondo. Uno destaca por sus destrezas en el camuflaje: es el cangrejo araña, capaz de convertirse en un pedazo más del fondo lodoso, ilusión que funciona mientras se quede quieto. Las centollas son menos recatadas y al parecer estamos en la época en que se acercan a las orillas: desde miniaturas, copias exactas de las adultas, hasta enormes cangrejos que se explotan comercialmente.

Con cada buceo se entrena más nuestra visión, y como fantasmas van apareciendo las extrañas formas de vida que pueblan este mundo. Estrellas de todas las formas y colores, lentas o ágiles corredoras. Pepinos de mar y actinias resplandecen en mitad de las oscuras laderas, como si tuvieran luz propia. Sus tentáculos iluminan con rojos, blancos, rosados y naranjos. No son los únicos. Enormes y solitarios nudibranquios (babosas de mar) brillan bajo nuestras luces como faroles. Esponjas tubulares se afirman de los bordes del acantilado submarino y más abajo están los corales, sí, corales de agua fría. En un ambiente tan hostil estas colonias de pequeños animales crecen con extrema lentitud y en soledad. La lista es larga y seguirá creciendo en la medida en que valoremos este delicado espacio inexplorado. Un mundo que muchos ni siquiera se imaginaban que existía.

Fernando Luchsinger.
http://diario.elmercurio.cl

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