Millones de gases contaminantes vertidos a la atmósfera por el transporte animal y la ganadería intensiva





Por Noemí Rodríguez Batanero

En los últimos años, los grupos ecologistas y de protección han alertado a las instituciones políticas sobre la enorme importancia que la producción ganadera intensiva desempeña en el fenómeno del calentamiento global. Los actuales sistemas de producción mantienen al ganado “almacenado” en stocks de alta densidad que atentan contra cualquier comportamiento natural de su especie. Millones de pollos y gallinas pasan su vida en una jaula del tamaño de un folio, los cerdos viven hacinados entre una multitud sin acceso a una cama de heno y las vacas, las mayores productoras de metano dentro del mundo animal, son obligadas a producir más y más leche.


Organizaciones europeas como el Eurogrupo por los animales proponen la introducción, en los programas de desarrollo rural, de medidas para promover la extensión de las explotaciones ganaderas, y de una mejor administración de los pastos, como ya mantuvo la Comisión sobre Balance de Salud de la PAC. Esto permitiría que un mayor número de explotaciones tuvieran la oportunidad de permitir que los animales pastaran, respetando su bienestar, así como la conservación de la biodiversidad y la protección del paisaje. Una menor densidad animal tendría como consecuencia menos metano vertido a la atmósfera en un área dada. Los granjeros también deberían recibir fondos para la conversión de las tierras de cultivo en pasto, y permitir que su ganado se críe en condiciones naturales.
Asimismo, es necesario conseguir que el público sea consciente, y que los consumidores estén mejor informados sobre el impacto de la producción animal en el cambio climático y puedan cambiar sus hábitos de consumo, mediante la reducción de productos animales en su dieta u optando por la compra de productos animales provenientes de sistemas de producción con un menor impacto en el clima. De hecho, según datos aportados por el Eurogrupo por los animales, una dieta basada en la carne –así como en otros productos de origen animal, como los huevos y la leche requiere entre diez y veinte veces más cantidad de tierra cultivada que una alimentación vegetariana. En países como Bélgica ya se están introduciendo iniciativas como “el día semanal sin carne”.


La Hacienda Pública juega también un papel importante. Como se previó en la Comisión de Comunicación sobre la Contratación Pública Verde de la Unión Europea en 2008, la comida y los servicios de catering son un sector prioritario debido al enorme impacto que la producción intensiva de productos agrícolas tiene en el medio ambiente. Las soluciones propuestas incluyen la obtención de productos de granjas orgánicas y de sistemas de producción que respetan el bienestar animal. Organizaciones como la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA) creen que estas soluciones deben incluirse en las estrategias de la Contratación Pública Verde de los Estados Miembros como forma de apoyar los cambios en los sistemas de producción de las explotaciones en la UE y, de este modo, mitigar el cambio climático.
Sin embargo, y a pesar de la declaración de intenciones puesta de manifiesto por la Unión Europea para contemplar la lucha contra el cambio climático como uno de los nuevos retos de la Política Agraria Común (PAC), los países miembros son libres para determinar si incluyen los sectores ganadero y agrícola dentro de sus planes –derivados del Protocolo de Kioto- para reducir las emisiones a la atmósfera.
Pero el impacto de la industria ganadera sobre el clima se produce en un frente hasta ahora olvidado por las instituciones políticas: el transporte de ganado a larga distancia. Tan sólo hace falta un camión para transportar 24.000 kilos de carne de caballo, mientras que serían necesarios más de 5 vehículos para trasladar a las decenas de caballos de los que se obtendría esas carcasas. Este dato, que se puede aplicar de forma semejante a otros animales, demuestra que el transporte a larga distancia conlleva perjudiciales consecuencias medioambientales debido a la cantidad de gases contaminantes emitidos por los camiones que recorren distancias de miles de kilómetros, desde España hasta Italia, Grecia o Alemania.
España debería, por tanto, desarrollar una industria propia que permita vender los productos cárnicos con todo su valor añadido, y permitir que todas las ganancias derivadas de los mismos permanezcan en nuestro país. Mediante el sistema productivo actual, el ganadero sale beneficiado vendiendo sus productos en el extranjero. Sin embargo, macroeconómicamente hablando, los viajes a larga distancia suponen una expoliación de la riqueza en las regiones de origen, ya que los mataderos de destino se apropian del valor añadido de la carne. Además, los ganaderos caen en la dependencia de tratantes de ganado e importadores/exportadores, que no deberían afrontar si pudieran vender los animales a la industria española. Varias ONG como ANDA llevan años alertando de la necesidad de imponer un límite máximo de ocho horas para el transporte de animales vivos hacia los mataderos.
Muchas voces del sector de los transportistas han replicado que el impacto de esta limitación sería tal que podría acabar con el negocio. Sin embargo, desde estas organizaciones subrayan que este argumento no justifica el mantener una actividad perjudicial para los animales y el medio ambiente. “La clave está en transformar de forma profunda el sistema productivo”, pasar de la cantidad a la calidad, argumentan.
La misma solución podría darse para evitar el coste económico y ambiental que supone el trasladar los millones de toneladas de cultivos necesarios para alimentar al ganado, y que proceden, en el caso de Europa, de la otra punta del planeta. La voraz producción de este follaje está repercutiendo en la destrucción de las selvas y en la desaparición de preciados y únicos ecosistemas. Por ello, una alimentación basada en los pastos locales es de nuevo la opción más beneficiosa.
Sin embargo, no debemos olvidar que, más allá de las cifras y los porcentajes, de las ventajas económicas que estamos dejando pasar, dentro de esos camiones viajan seres vivos. Animales que sufren física y psicológicamente las consecuencias de la ineficiencia humana. Pensemos fríamente qué nos conviene a nosotros y, ¿por qué no?, qué les conviene más a ellos.

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Noemí Rodríguez Batanero. Periodista de la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales

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