Como el Titanic, a la deriva...







Escrito por Federico Mayor Zaragoza 

Estamos viviendo momentos de grandes turbulencias, porque se considera que no hay alternativa a lo que se hace, no hay otros caminos, no hay otras salidas. “No hay plan B”… 

Y nos adentramos progresivamente en la peor estancia: la de lo inexorable, la del fatalismo. Hay que reducir los déficits, hay que obedecer el dictado de los “mercados” (por cierto, ¿quién es, en realidad, el “mercado”?). Y hacerlo en plazos perentorios (¿porqué no se podrían aplazar los tiempos, para permitir una normalización de la economía, de cuya situación, además, no suelen ser responsables los presentes gobernantes?).
Hay que privatizarlo todo, debilitando todavía más a los Estados (ya se ha demostrado, ¡con qué heridas sociales!, que no es siempre el mejor camino). Y hay que reducir el empleo público (¿no habíamos quedado en que hay que crear empleo?).
No importa que se sitúe a algunos Estados –uno entre ellos se ponía como “ejemplo” a seguir hasta hace bien poco en los centros universitarios de MBA- al borde de la revolución. No importa nada. Los líderes no ven otra cosa que los resultados de las agencias de calificación ni escuchan otras iniciativas que la de los mercados.
Amin Maalouf, no me canso de repetirlo, nos ha advertido de que “situaciones sin precedentes requieren soluciones sin precedentes”. Pues nada, seguimos obcecados en dar puntualmente –porque si no los mercados nos castigan- respuestas de ayer a planteamientos de hoy.
Los “globalizadores” – economía de mercado, oligarquía plutocrática, deslocalización productiva, armas, tráficos supranacionales, petróleo… - siguen en sus estertores, dominando el escenario del poder. Y los planes de una economía de desarrollo global sostenible basada en el conocimiento; la refundación de unas Naciones Unidas fuertes, con un Consejo de Seguridad económico y medioambiental…; la re-localización de muchas producciones; el desarme, sobre todo nuclear y de armas propias de pretéritos conflictos; la eliminación de los paraísos fiscales y la regulación del tráfico y uso de drogas; energías renovables, ya!;… se aplazan indefinidamente.
Hace falta un “volantazo”. Algunos líderes mundiales deberían darlo ante el fracaso estruendoso, la total inoperancia de los G8 y los G20, con conflictos –Libia, Siria, Yemen…- completamente desbocados….
Si, hemos chocado –sobre todo en Europa- con los restos de un gran iceberg (el del “gran dominio”) y el Titanic comienza a hundirse, mientras que, como en la historia real, la orquesta sigue interpretando “Fascination” con pertinaces y obcecados bailarines… mientras el naufragio se consuma.
Estamos todavía a tiempo. A condición de que los principios democráticos se impongan, serenamente, firmemente, a los mercados. 



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Escrito por M. H. 

El rescate bancario le ha costado a cada español cinco mil euros que hemos pagado sin rechistar mientras las entidades bancarias -y a pesar de la crisis-, han seguido acumulando beneficios.
Los islandeses en cambio, ante la misma situación, han decidido plantar cara. Han conseguido que dimita el gobierno en pleno, que se nacionalicen los principales bancos y han acordado por referéndum no pagar la deuda contraída por las entidades bancarias y su mala gestión. Y todo ello, de forma pacífica. ¡Bravo Islandia! 
Islandia es un país muy pequeño, trescientos veintemil habitantes, con un PIB anual de 14.000 millones de euros. Para hacernos una idea la deuda a la que se enfrentaban superaba cuatro veces su PIB anual. A pesar de ser un estado pequeño se habían instalado en su suelo, entidades financieras de gran tamaño que desde aquí, hacían negocios con otros países de Europa -especialmente Gran Bretaña y Holanda-, sin ninguna supervisión ni control por parte de las instituciones competentes. La que en su día fue considerada la "Wall Street del Ártico" por su alto crecimiento, se había convertido en un país endeudado. 
En 2008 los tres bancos principales de Islandia quiebran y llevan al país a la bancarrota. La indignación de los ciudadanos no se hace esperar. Salen a la calle a pedir explicaciones y consiguen que dimita el gobierno en pleno por su mala gestión. Es el primer caso que se conoce donde un gobierno cae víctima de la crisis.
Cuando sale a la luz la cantidad que cada islandés tenía que abonar para pagar la deuda contraída por el poder financiero -3.500 millones de euros a pagar en 15 años al 5,5%-, los ciudadanos vuelven a alzar su voz ante la cara de asombro de los responsables; salen a la calle y solicitan un referéndum. El resultado fue de un 93% de votos a favor de "No pagar la deuda". El FMI intenta presionar al país congelando las ayudas económicas que hasta el momento recibía. Pero las cosas van más allá.
Los ciudadanos movilizados, eligen una asamblea popular y deciden iniciar una investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades de esta crisis. Ya lo advirtió el Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, en su día, "hasta que banqueros y responsables de las instituciones supervisoras del sistema financiero no terminen en la cárcel, la crisis financiera no se resolverá". Así que ni cortos ni perezosos, una vez que se demuestra la malas práctica de las entidades financieras y la complicidad de quienes debían haber supervisado su actuación, los equipos directivos de los bancos son llevados a los tribunales con petición de cárcel y sanción económica. La Interpol emite una orden de detención contra aquellos banqueros que consiguieron escapar del país.
Los islandeses han recordado al mundo que el auténtico poder y la soberanía sigue residiendo en el el pueblo para los que lo hayan olvidado. Y además, lo han hecho de forma pacífica. Han conseguido una investigación y justicia, mientras en el resto del mundo nadie investiga a los responsables ni sus decisiones, ni a los gobiernos que los protegen, ni al sistema judicial que mira hacia otro lado. Hace unos días el pueblo islandés volvió a decir en las hurnas, 'No' al suicidio financiero al que empujaban las autoridades de la UE. Y todo ello a pesar de que el actual gobierno socialdemócrata y verde animase a la población hacia el 'Si', temiendo las consecuencias que la negativa podría ocasionar. Está claro que ni Verdes, ni Liberales, ni Conservadores han podido con la decisión del Pueblo.
Sería deseable que se nombrara una comisión en el Parlamento español que se atreviera a poner encima de la mesa y a hacer público, el grado de responsabilidad de los equipos directivos, así como de las instituciones reguladoras y supervisoras del sistema financiero -Banco Central Europeo y por supuesto, Banco de España-. Comportamientos que han llevado a la ruina y al paro a millones y millones de personas mientras las empresas del Ibex-35 seguían acumulando ganancias y el Banco Santander conseguía 35.000 millones de euros de beneficios netos, convirtiéndose en la entidad que acumulaba más beneficios de todo el mundo, después de dos bancos chinos. 
El caso de Islandia nos recuerda que los ciudadanos debemos de recuperar nuestro poder para recuperar la democracia. Ahora entendemos por qué lo ocurrido en ese país no ha salido en los medios de comunicación ni ha sido objeto de debate. Temen el efecto contagio. 

http://www.revistafusion.com

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