Un abrazo a la alteridad: reseña de la película «El Abrazo de la Serpiente»
La película ‘El Abrazo de la Serpiente’, dirigida por Ciro Guerra, fue estrenada en 2015 y tuvo gran resonancia en el mundo del cine. Fue nominada a los Oscar como ‘Mejor Película Extranjera’ en 2016 y galardonada con numerosos premios en la región e internacionalmente, incluyendo el primer puesto en el Festival de Cannes 2015 y el premio a la mejor película latinoamericana en los Premios Ariel de México. Entre otras cosas, ha sido reconocida y analizada por la forma en que desafía discursos occidentales con relación al pensamiento indígena y el imaginario colonial.
Texto por Virginia Kargachin
Rodada casi íntegramente en blanco y negro, la película muestra dos viajes con treinta años de diferencia realizados por el Karamakate, un indígena de la selva colombiana y último miembro de su tribu, y dos extranjeros. En el primer encuentro, el etnógrafo alemán Theodor von Martius necesita ayuda para encontrar una flor, única cura de su enfermedad; en el segundo, Evans, botánico estadounidense, dice buscar la flor para consumirla y tener la experiencia de soñar. Recuerdos de un pasado de conquista y aniquilación provocan tensiones entre Karamakate, que ve a los extranjeros como una amenaza, y Evans y Theodor, que tiene que confiar en un conocimiento desconocido para encontrar la flor.
Aunque interesados en la selva y las experiencias indígenas, las intenciones de los científicos de querer registrar, entender y encontrar recursos con fines económicos se manifiesta en varios momentos de la película. Así, la cuestión del territorio y relaciones de poder marcan su tono crítico. Desde el punto de vista del pueblo amazónico, representado por Karamakate, no es sólo el territorio y sus recursos los que están en disputa. Para ellos, la comercialización de plantas y caucho supone romper el equilibrio que mantienen con las especies vegetales y animales, en el que cada ser forma parte de la selva como un todo. A los ojos de la ciencia y la sociedad agroindustrial, en cambio, representada por Theodor y Evans, la selva parece encarnar un paraíso de caucho y recursos que extraer y estudiar para avanzar en su interminable búsqueda de progreso y desarrollo.
Si no logramos que aprendan, será nuestro fin
Estas son las palabras de una tercera figura, Manduca, antiguo miembro de una tribu indígena y ayudante de Theodor, el etnógrafo. Con un pasado de esclavo al que ya se le ha impuesto la cultura de los colonos, Manduca conoce el mundo amazónico y el occidental y habla sus lenguas. Él puede ver la relación desigual de poder entre las culturas indígenas y colonas y la cegada ambición de la última. Por esto, insiste en defender la cultura indígena, explicarles a los extranjeros, traducir su cosmovisión a su lengua para ser respetados. Pero, ¿qué es, en su opinión, lo que deben aprender los extranjeros?
Dos objetos en el intercambio entre Karamakate y los científicos, una flor y una brújula, ilustran las diferencias entre estas dos cosmovisiones y puntos clave para un diálogo.
En la película, la flor de la yakruna puede verse como el elemento central para el desarrollo de la trama. Para Theodor y Evans, esta flor es un valioso recurso con propiedades medicinales y potencial comercial: cura enfermedades graves y aumenta el nivel de pureza del caucho si se cultiva en estos árboles. La búsqueda de la flor implica no sólo una exploración, sino también la posibilidad de poseer un novedoso recurso que estudiar y analizar en caso de encontrarla. Su posicionamiento es el de una visión antropocéntrica, es decir, que tiene al ser humano y sus intereses en el centro; y al cual los demás seres vivos del planeta –como animales o plantas– están supeditados. Esta visión plantea una lógica de jerarquías y categorizaciones que demarcan un(os) otro(s) distinto(s) e inferior(es). En esta línea, el humano tiene capacidades de las que otros seres vivos carecen y por ende es más poderoso y puede hacer uso de ellos. Se trata de los únicos creadores de conocimiento, y tienen el deber de descubrir, nombrar y clasificar aquello que los rodea.
Desde el punto de vista de Karamakate, en cambio, la yakruna es una planta sagrada: es el ingrediente principal de la caapi medana, un preparado utilizado en rituales que permite la comunicación con plantas y espíritus animales y, por ende, un elemento muy importante en la cultura de su tribu. Karamakate no considera la planta como algo subordinado a él, sino como un igual. Asimismo, él no ve al mundo como una suma de seres, sino como una fuerza fluida que todo lo atraviesa, transforma y une. Su concepción es abarcadora, en la que no hay separación entre lo material e inmaterial, sino un dinamismo en el que todo aquello que existe está inmerso. Así, la perspectiva de Karamakate en la película corresponde a una cosmología en la que la relación humana con el mundo, los animales y la naturaleza es de inmersión y donde no hay fronteras entre el yo y las demás cosas y seres. La decisión estética de Guerra de hacer la película en blanco y negro tiene que ver con esto. Al presentarlos con los mismos colores, la materialidad como punto común entre los humanos y la naturaleza es resaltada. No hay diferencia entre Karamakate, las rocas, el agua, el río, las plantas: todos comparten una relación de total interioridad.
Karamakate muestra a Evans la última flor de yakruna. ©El abrazo de la serpiente
La flor, punto de tensión entre dos visiones: recurso o igual, consumir o convivir
A diferencia de la flor, la brújula es un elemento de la cultura occidental, extraño para las tribus indígenas en la película. Como símbolo, la brújula es un instrumento de orientación en las interminables exploraciones del Nuevo Mundo. En este sentido, representa el conocimiento que guía a los humanos en su camino hacia la dominación, las conquistas y la extracción. En la película, Theodor tiene una brújula para orientarse en su viaje, que se vuelve objeto de discusión después de la visita a una tribu amazónica que los hospeda por unos días en su recorrido por la selva. En el momento de la despedida, el jefe de la tribu toma la brújula y pretende quedársela. Desde el punto de vista de Theodor, los nativos deberían devolver el objeto porque, al utilizarlo, olvidarían sus propias formas de orientación, basadas en el conocimiento de las estrellas y los vientos. Aunque la reacción de Theodor puede verse como una de respeto y conservación a las culturas y los conocimientos indígenas, también evidencia la noción de conocimiento como aquello que se posee y puede guardarse u ocultarse. La respuesta de Karamakate pone de manifiesto la comprensión amazónica del conocimiento como algo que escapa a la posesión y es disponible, compartido y comunitario. En sus palabras: «no puedes impedir que aprendan. El conocimiento es de todos»
Esta visión del conocimiento se conecta con otra escena de la película en la que Karamakate le pide a Theodor que deje a un lado sus posesiones para poder continuar el viaje más rápido. Alarmado, Theodor rechaza la idea y explica que sus cajas tienen todo el conocimiento reunido en cuatro años de viaje: “tengo que llevarlo de regreso para que crean todo lo que he visto. Dejarlos es dejarlo todo”. En este momento, la noción científica del conocimiento se hace evidente. En el caso de ambos etnólogos, sus descubrimientos necesitan ser registrados en libros no sólo para ser recordados, sino también para servir de prueba entre otros estudiosos y, de este modo, ser considerados verdaderos. Es un conocimiento que no tiene valor hasta que no es demostrado, aceptado y validado por otros pares. Es decir, el saber tiene una relación directa con el poder y la autoridad. Por el contrario, en la cultura de Karamakate, el conocimiento no se ve como una propiedad, sino como una especie de sabiduría fluida disponible para todos y producida por todos.
La brújula, elemento guía del descubrimiento y conocimiento
La idea de ‘objeto de investigación’ no existe en la cosmología amerindia, pues no hay objeto de conocimiento en un mundo donde todo está vivo, conectado y es fluido. Siguiendo la idea anterior de que la planta es parte activa del territorio, desde el punto de vista amerindio, dominar la naturaleza y la tierra y controlar el conocimiento es imposible. En lugar de llevar libros, notas y pruebas de una tierra exótica y ajena, Karamakate sugiere llevar conocimiento alterado en forma de canción, que contrarreste el conocimiento científico. Es decir, una suerte de contramagia al conocimiento científico de la comunidad occidental.
El pensamiento amerindio advierte contra la suposición de que ciertas facultades son exclusivas de los seres humanos. La superación de esto significa un abrazo con las formas y comportamientos de la alteridad; un reconocimiento de la otredad en sus formas animadas e inanimadas, donde plantas y animales comparten su existencia con los humanos. Este cambio implica también la renuncia a la oposición binaria entre naturaleza y cultura y una noción flexible del conocimiento que reconozca diversos modos de sabiduría.
En esta línea, la propia película de Guerra puede verse como contramagia. Del mismo modo que Manduca funciona como mediador entre las dos culturas de la película, en otro nivel, la película también lo hace. La producción pone el conocimiento aborigen en el centro y, a través de decisiones estéticas, hace visible un conocimiento y un mundo alterno. El título, El Abrazo de la Serpiente, insiste en un vínculo entre dos culturas. Como menciona el director en una entrevista, lo bueno de la película es que existe, y que representa la sabiduría y la cosmovisión de las tribus aborígenes, la mayoría de las cuales se han perdido. En este sentido, y hasta que la contramagia surta efecto, no hay aún una conclusión positiva del encuentro entre la cultura amazónica y la occidental.
Fuente: Revista Endémico - https://endemico.org/un-abrazo-a-la-alteridad-resena-de-la-pelicula-el-abrazo-de-la-serpiente/