Madagascar: Los ‘daños colaterales’ de la transición verde que no nos podemos permitir

Antes, de un terreno de una hectárea sacaban catorce sacos de cosecha, ahora solo producen diez. Las estaciones cambian antes de tiempo, la tierra se calienta, de repente llega el frío y los ciclos de cultivos se ven alterados. Paulette nos recibe en su casa, acompañada de una decena de mujeres agricultoras de la comunidad de Ankililaoka, al suroeste de Madagascar. Han dejado sus trabajos y caminado varios kilómetros para participar en nuestro encuentro.

Por: Marta Pérez Fargas
OBSERVATORI DEL DEUTE EN LA GLOBALITZACIÓ

El cambio climático, nos cuentan, no es la única amenaza para unas comunidades cuyo modo de subsistencia depende completamente de los bosques, la tierra y el mar. Desde hace diez años, un proyecto de minería de tierras raras pretende instalarse en la región de Toliara. Base Toliara, propiedad de la empresa estadounidense Energy Fuels, recibió finalmente el permiso de explotación en octubre de 2024.
Once son las comunidades que colindan con el área de explotación, donde viven los pueblos masikoro, vezo y mikea, con tradiciones y culturas muy arraigadas al territorio y que, con la llegada de este proyecto, ven amenazada su propia existencia. Aunque la actividad extractiva todavía no ha empezado, la empresa estableció su campamento principal para la obtención de muestras en los bosques cercanos a Tsiafanoke, un lugar sagrado para los masikoro. Los bosques proporcionan fuentes alternativas de alimentos, caza, leña para cocinar, medicinas, pastos para los cebúes y un lugar para enterrar a los antepasados.

IMG_9691 Comunidad de mujeres agricultoras de Ankililaoka, cerca de Toliara. ODG.

Con la llegada de la empresa, las comunidades temen por la reubicación de sus hogares y también de los lugares sagrados en los que entierran a sus antepasados desde hace siglos. Además, las terribles consecuencias del cambio climático en el sur del país, caracterizadas fundamentalmente por una gran sequía, implican que la disponibilidad de agua sea escasa y que haya que priorizar sus usos. Estas agricultoras malgaches lo tienen claro: antes la tierra que el dinero. Otros, en cambio, por lo que denuncian, han sucumbido a los presuntos sobornos de la empresa, que ha comprado supuestamente apoyos entre algunos líderes comunitarios.  
Los miedos a los impactos de la extracción no son infundados. A 600 kilómetros más al sureste, en la región de Anosy, la empresa Río Tinto lleva 17 años extrayendo arenas minerales y, desde 2018, extrae monacita –un mineral que contiene tierras raras–.
Se han producido múltiples incidencias a lo largo de la historia de esta mina. Después de dos episodios ciclónicos en 2022, la presa que contiene el agua residual llegó a un punto de casi colapso, y la empresa descargó un millón de metros cúbicos para evitarlo. Esto resultó en la muerte de cientos de peces en el lago Ambavarano y una prohibición de pesca de tres meses. La propia empresa reconoció niveles excesivos de aluminio y cadmio en al agua vertida y otro estudio independiente encontró elevadísimas concentraciones de plomo y uranio en algunos tramos del río. Las personas que trabajan para la empresa beben agua tratada en sus instalaciones, pero la mayor parte de la población consume directamente el agua del río y de los lagos.
No menos problemático es el intento de la empresa de compensar el impacto ambiental de su actividad. Río Tinto puso en marcha un proyecto de compensación de la biodiversidad que consiste en establecer áreas forestales protegidas y prohibir el acceso a ellas. Esto tiene un impacto en las comunidades rurales, ya que éstas necesitan acceder a los bosques para obtener leña para cocinar, alimentos y medicinas. La prohibición afecta especialmente a las mujeres rurales, que son artesanas, y obtienen la materia prima de una planta local llamada mahampy. Con ella fabrican cestas, alfombras, sombreros y otros objetos.

Embarcaciones de pesca tradicional en la costa de la Península de Ampasindava. ODG.

No solamente se trata de un impacto en el medio ambiente, sino también en la salud y en los medios de subsistencia de la población local. Una población eminentemente rural, que representa el 80% de toda la isla, y que concentra, sobre todo en el sur del país, los mayores índices de pobreza.
Aun así, el norte de la isla no se salva de la amenaza extractiva. En la última década, varias empresas han buscado controlar el depósito de tierras raras de la Península de Ampasindava, una zona que alberga los últimos bosques del norte de Madagascar, reconocidos como un punto crítico de biodiversidad mundial y el hogar de especies vulnerables y en peligro de extinción. Las comunidades que habitan la península de Ampasindava viven en armonía con el entorno. En su mayoría, viven de la agricultura y la pesca, tradiciones que se extienden generaciones atrás en una zona rodeada de agua y con un suelo fértil.
En Madagascar la minería se justifica bajo un relato de progreso ligado al crecimiento económico, pero la realidad es que lejos de percibirlo, las comunidades locales ven mermados sus medios de vida muy ligados al cuidado del territorio. “Somos cada vez más pobres”, sentenciaba un anciano de la comunidad de Mandromondromotra.

IMG_9422 Comunidad de Ambodifinesy, en la Península de Ampasindava. ODG.

En las sociedades occidentalizadas está tan arraigado el imperativo económico a toda costa que nos parece plausible que para lograr la tan necesaria transición energética se exploten territorios ajenos donde existen formas de vida que sí respetan y viven de su entorno. No nos parece un sinsentido que mientras en Madagascar el 75% del país no tiene acceso a la electricidad o dependa de una matriz completamente fósil para su economía interna, se exporten tierras raras para las energías verdes, los coches eléctricos y la industria militar de los países del norte global.
Y hasta que nos sigan pareciendo lógicos los llamados ‘daños colaterales’, nada va a cambiar. Quizás deberíamos aprender de esos sures, como Madagascar, donde la vida sucede desde lo simple, lo cercano, en relación completa con la tierra, el mar y el territorio.

Marta Pérez Fargas. Observatori del Deute en la Globalització. Coautora de Neocolonialismo en nombre de la transición verde. La minería de tierras raras en Madagascar. Imagen de portada: Pancarta hecha por la comunidad de Ankatafa al lado del cartel oficial de la minera: "No estamos de acuerdo con la minería de tierras raras por parte de Harena Resources en el distrito de Ampasindava - Antanibe Andrefa. Foto: ODG. - Fuente: https://climatica.coop/tierras-raras-madagascar-transicion-verde/

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