Mediterráneo: El temporal perpetuo
Hay un desconocimiento enorme y fatal de la realidad a la que nos vamos a enfrentar ya mismo en el litoral del mar que vio nacer a la civilización moderna: No me gusta estar escribiendo esto. Tampoco me gusta, a veces, saber lo que sé. Sin embargo, aún me gusta menos, mucho menos, que, sabiendo lo que sé, no lo supiera más gente, porque lo que nos estamos jugando es absolutamente incalculable. Cuando hay tanto en disputa, el silencio cómodo de quien sabe puede ser tan elocuentemente traidor como la peor de las mentiras.
Por Juan Bordera
Estamos viviendo inundaciones cada vez más recurrentes y fenómenos cada vez más extremos por toda Europa y el norte de África, cuyo origen está en el Mediterráneo. Esa balsa sobrecalentada que está mutando a jacuzzi. Buena prueba de ello es que cuando aún hay gente que no ha podido volver a habitar la que era su casa, tras la dana del 29 de octubre en Valencia, volvemos a vivir otra alerta, de menor virulencia, que afecta a partes del territorio español tan alejadas como Gran Canaria, Málaga o Castellón.
Habrá quien diga que Gran Canaria no está en el Mediterráneo… y no le faltará razón, pero quizá no por lo que cree. Efectivamente, no es sólo el mar más importante para Europa el que se está revolviendo, es todo el inabarcable mar de la Tierra, que está batiendo récord tras récord de temperatura. Es la circulación atmosférica desequilibrada. Son las corrientes oceánicas. Es el deshielo abrupto. Es el equilibrio climático del que dependemos el que se está alterando.
Este año en el que ni la influencia de La Niña en acción (la parte fría del ciclo ENSO, la oscilación más determinante de la Tierra, que calienta o enfría las aguas del Pacífico con repercusión en el planeta entero) es capaz ya de enfriar nada.
Esta circunstancia resulta determinante porque fue la desestabilización de esta anomalía la que causó la peor extinción masiva de la historia de la Tierra. Y cada vez hay más estudios, y pruebas, para quien quiera ver, que apuntan a que ya estamos empezando a desestabilizarla. Las “Niñas” vienen débiles, y cada vez menos; los “Niños” vienen crecidos y cada vez más fuertes. El punto final de esta desestabilización son alternancias entre sequías perennes y temporales perpetuos. Algo de poesía tiene el asunto.
Y habrá que repetirlo las veces que haga falta. El mar era la componente lenta del calentamiento global: hace falta 3.000 veces más energía, más calor, para calentar el mismo volumen de agua que de atmósfera, ergo, si algo se rompe, como se ha roto desde 2023 en el termostato marino, prepárense, porque, sin duda, la cosa se acelera. No hay tiempo para contarnos mentiras cómodas sobre avances tecnológicos. Hay que seguir investigando, sí, pero con menos tecno-optimismo, más principio de precaución y conciencia del momento histórico.
Todos los países con litoral mediterráneo formamos parte de la lista de lugares que van a salir peor parados con el caos climático que hemos desatado, y que nos empeñamos en menospreciar. Nos mentimos pensando que existe alguna forma de ponerle freno sin cambiar de manera radical el modelo de consumo y, sobre todo, de producción.
Aunque alguna vez la metralleta sin puntería apunta más lejos de la costa (Alemania y otros países de Europa Central sufrieron en 2021 un evento atroz con 242 víctimas), lo habitual es que los peores fenómenos se produzcan en los lugares que bordean los mares y océanos, y, más aún, en aquellos más frecuentemente inundables que, testarudos e inconscientes, nos hemos empeñado en robarle a la naturaleza. Albufera quiere decir “el lago” y Alzira, “la isla”, por alguna razón que no debimos olvidar para beneficio de cuatro constructoras.
Los modelos climáticos, en general, están fallando, pecando de optimistas
Grecia y Libia también comprobaron la furia creciente del Mediterráneo en 2023, con uno de los peores temporales que se recuerdan y que fue 50 veces más probable debido al caos climático que prácticamente nadie asume en las políticas que se implementan. Hubo más de 10.000 afectados, entre víctimas y desaparecidos.
Los mapas de peligrosidad, zonas inundables y periodos de retorno de inundación están absolutamente desfasados. Anacrónicos. Basados en un clima que ya no existe. Y esto no es una frase hecha, es que literalmente son modelizaciones estadísticas que se basan en un pasado que no puede servir como modelo, cuando hasta el mismo presente ya es tan diferente. De hecho, los modelos climáticos, en general, están fallando, pecando de optimistas, de moderación, para sorpresa de nadie que sepa cómo funcionan.
Del futuro mejor no hablemos ahora, aunque por el título ya se pueden imaginar por dónde va la previsión del asunto. Más aún si seguimos confiando en que la canalización, la obra dura, la ingeniería, nos van a sacar de esta encrucijada sin tocar nada más. Habrá que hacer canalización donde haya que hacerla, pero es más crucial renaturalizar y quitar hormigón que poner nuevo.
De todas formas, por si a alguien le interesa el futuro, quizá solo tiene que aprender del pasado, del de hace unos 12.000 años –un periodo inestable diferente, pero que comparte rasgos con el que vamos a vivir, llamado Younger Dryas–; ya comentamos aquí con más acierto del que querríamos, dos meses antes de la tragedia en la periferia valenciana, algunas claves de lo que se nos viene literalmente encima, pero hay más. Mucho más. Hay un desconocimiento enorme y fatal de la realidad a la que nos vamos a enfrentar ya mismo en el litoral del mar que vio nacer a la civilización moderna. Y tiene mucho que ver con la radiación creciente que está absorbiendo la Tierra y con el deshielo acelerado en ambos polos.
Pero, sobre todo, que no reaccionemos, que se siga asumiendo construir aún más cerca de la playa después de una dana como la del 29 de octubre, que no se haga apenas nada de nada de lo que habría que hacer, tiene que ver con que el sistema económico que hemos construido es alérgico a la verdad.
A saber cuántos puestos de trabajo y billones de euros en inversiones y propiedades dependen de que no se asuman los límites reales que marcan la física, la geografía, la biología y el sentido común. Y el mayor problema es que esa avidez de mentiras que tiene el sistema económico –porque se asienta sobre la gran mentira de que es posible crecer eternamente en un planeta finito– nos está contagiando al resto, y poco a poco nos lleva hacia el crecimiento del fascismo, debido al fascismo que esconde la mentira del propio crecimiento.
Juan Bordera es guionista, periodista y activista en Extinction Rebellion y València en Transició. Es coautor del libro El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022). Desde 2023 es diputado por Compromís a las Cortes Valencianas.
Fuente: https://ctxt.es/es/20250301/Firmas/48761/juan-bordera-temporal-mar-mediterraneo-cambio-climatico.htm - Imagen de portada: Imagen de la península ibérica captada por el satélite MODIS de la NASA el 1 de noviembre de 2024, durante la DANA. / Dominio público