La matriz del problema: hay que hablar de energía
La raíz de la crisis climática que vivimos no está en la matriz energética, sino en la propia lógica de lo que se entiende por 'energía’. Aunque hoy resulte difícil de imaginar, la noción de energía no siempre existió. Se creó con un fin muy concreto: la acumulación de capital. Mientras sigamos naturalizando la ‘energía’ como un recurso esencial para la vida humana, nunca nos enfrentaremos a las verdaderas causas del colapso climático que estamos viviendo: un sistema social diseñado para concentrar riqueza.
Secretariado internacional del WRM
Tenemos que debatir la propia idea de ‘energía’, porque quizás sea la pieza central para hacer frente al caos climático que vivimos actualmente. Y aquí no nos proponemos hacer un debate científico. Al fin y al cabo, el propio Premio Nobel de Física Richard Feynman declaró: “en la física actual, no sabemos qué es la energía”. Así que nos liberamos de ese debate científico para centrarnos en lo que realmente está en juego cuando se trata de ‘energía’: el origen de una guerra de mundos y cosmovisiones que ha dejado un rastro de destrucción, violaciones e injusticias.
Son muchos los pueblos que ni siquiera utilizan la palabra ‘energía’ para concebir sus mundos. Pero podríamos llamar ‘energía’ a todas las formas de mantener la vida de esos pueblos y comunidades que habitan los bosques, riberas, sabanas y otros territorios. Cuando el maíz crece a la luz del sol; cuando se recoge leña y se quema para asar un pescado; cuando se come ese pescado se consume y se transforma en nutrientes; cuando el viento o el río mueven un molino; o incluso cuando se utiliza el fuego para conectarse con el mundo espiritual. Esta energía está presente en los más diversos procesos cotidianos de supervivencia, tanto de humanos como de no humanos. Para cada entorno, para cada estación, cada cultura, hay una forma distinta de generar ‘energía’ para vivir.
Por otro lado, tenemos al ‘pueblo de las mercancías’ –como el pensador y chamán indígena yanomami, Davi Kopenawa, llama, entre otras, a la sociedad capitalista – que utiliza la ‘energía’ como una forma más de acumulación. Esa energía ignora los ciclos de la naturaleza y la diversidad cultural. Convierte la naturaleza en un ‘recurso’: los ríos, el viento, la luz solar y, por supuesto, los materiales orgánicos como el petróleo, el carbón y el gas natural. En estos casos, el centro de la energía no es la subsistencia, sino esa enfermedad tan propia del capitalismo: la insaciable codicia del dinero. Y esta ‘guerra de mundos’ tiene lugar precisamente cuando, movidos por la energía y en su búsqueda, el pueblo de las mercancías avanza sobre otros pueblos, generando graves violaciones.
Para muchos pueblos originarios, la palabra tiene un valor sagrado. Lo que se pronuncia tiene incidencia sobre el mundo y el poder de hacer que las cosas sucedan. Por eso es fundamental reflexionar sobre la invención de esta idea específica de ‘energía’, porque de esa palabra nació un mundo nuevo.
El mundo creado por la ‘energía’
Aunque hoy en día resulte difícil imaginarlo, la idea de la energía no siempre ha existido. El concepto de energía tal y como lo conocemos fue inventado a lo largo del siglo XIX por hombres blancos del norte de Europa, en plena Revolución Industrial. El origen de este concepto se encuentra en la ‘Ley de la Termodinámica’, formulada en su mayor parte por ingenieros vinculados a la industria de los combustibles fósiles en la sociedad capitalista. Esto, por sí solo, ya nos dice mucho. Como todos los inventos tecnológicos y científicos, este tampoco es neutral: tiene que ver con cuestiones raciales, de género, ideología y alianzas políticas y económicas.
La energía no es algo que se ‘descubrió’. De hecho, hay registros que atestiguan hallazgos de petróleo y gas natural en diferentes épocas y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, sin que la idea de ‘energía’ llegara siquiera a soñarse. Esta idea específica de energía surgió en las sociedades capitalistas industriales cuando los empresarios se dieron cuenta de que podían utilizar los combustibles fósiles para aumentar la productividad de las máquinas, controlar la fuerza de trabajo y acumular capital. Y es precisamente a partir de las características de esos combustibles fósiles y de su uso masivo por parte de las industrias que surgen las teorías que dan origen a la idea de la energía.
Una de las principales características de esos combustibles es que las reservas de materia orgánica (carbón, petróleo y gas natural) son como millones de años de luz solar fosilizada. Por lo tanto, tienen un altísimo poder de combustión. Para darse una idea, un estudio señaló que la cantidad de combustible fósil utilizado en todo el mundo en 1997, fue equivalente a la luz que todas las plantas del planeta utilizaron para crecer durante más de 400 años. (1)
Además de toda su potencia, los combustibles fósiles aportaron otras ventajas a una sociedad ávida por acumular: eran abundantes, fácilmente transportables y almacenables. Así, fue posible acceder a grandes cantidades de esos combustibles y mantener las máquinas en funcionamiento independientemente de los ciclos de la naturaleza. Del encuentro de la sociedad industrial capitalista y sus recién inventadas máquinas de vapor, con esos combustibles, surgió la historia que todos conocemos: el avance sin precedentes del capitalismo y su colonización.
Veamos un buen ejemplo para ilustrar estas conexiones. En ese mismo siglo XIX, en la costa de África Occidental, los comerciantes ingleses pudieron navegar por primera vez por algunos tramos del río Níger, a pesar de las corrientes y los vientos desfavorables, porque iban a bordo de un barco de vapor. El motor alimentado por carbón llevó la colonización europea a lugares donde nunca habría llegado con barcos de vela. Desde entonces y hasta la actualidad, empresas anglosajonas explotan a gran escala en esta región fuentes de combustible como el aceite de palma y el petróleo. (2)
¿Y cómo encaja la idea de la energía en esta historia? Sirvió como un traje atractivo, aparentemente neutro, que permitió al capitalismo industrial depredador avanzar de forma acelerada y a prueba de cuestionamientos.
Tras la teoría de la termodinámica, la energía pasó a entenderse como una ‘cosa’, algo abstracto, de aplicación universal, que podía cuantificarse y, por lo tanto, comercializarse. Es más, pasó a considerarse un recurso esencial para la vida humana. Se abrió el camino para que las élites económicas de una sociedad insaciable se organizaran en torno a esa nueva necesidad que ellos mismos crearon y que, por supuesto, ellos mismos suplirían: la energía.
Veamos un poco mejor cómo esto sucedió. Se pasó a considerar que la ‘energía’ es una sustancia abstracta, sin tener en cuenta la relación que tiene con los contextos naturales y sociales de su origen. Se puede producir, transportar, almacenar en grandes centrales eléctricas (o en pequeñas pilas) y distribuirla sin que sea visible la relación que hay entre su consumo y sus procesos de producción.
Esto impulsó la sociedad capitalista de varias formas. Permitió que las fábricas funcionaran en cualquier parte y durante las 24 horas del día. Además, hizo que la energía se volviera accesible a gran escala para un gran número de hogares, ampliando el mercado consumidor y creando un nuevo estilo de vida dependiente de la energía. Esa abstracción también hizo que la producción de energía se convirtiera en algo mistificado, es decir, las ‘personas comunes’ ya no conocen las técnicas con las que se produce la energía y se vuelven cada vez más dependientes de las empresas energéticas. Debido a su carácter abstracto, también resulta más fácil consumirla sin cuestionarse mucho. Quizás nuestras sociedades reaccionarían de otra manera si pudiéramos establecer una relación directa entre cada botón que pulsamos y la destrucción de enormes áreas de bosque que amenazan a las comunidades y pueblos que viven en ellas para la explotación de minas de carbón (3), yacimientos de petróleo, minas de litio o parques eólicos.
Esa ‘energía’ se considera universal porque permite convertir y comparar diferentes fuerzas: la fuerza del agua, la fuerza muscular de un buey, la fuerza del viento, el calor de la madera quemándose en una hoguera, el calor de los combustibles fósiles, la luz solar, etc. Todo se ha convertido en ‘energía’. Con eso, pasó a entenderse determinadas características geográficas como fuentes de energía y comenzó a medirse la naturaleza como ‘recursos naturales’ transables. Un río con una caída pronunciada del que no se extrae energía; un yacimiento de carbón, litio o uranio que no se explota; una región con vientos constantes sin un parque eólico: todo ello pasó a considerarse como ‘recursos naturales’ desperdiciados.
En su afán por encontrar nuevas fuentes de energía, las multinacionales y los gobiernos del ‘pueblo de las mercancías’ examinan los mapas en busca de nuevos territorios donde extraer recursos naturales según sus intereses económicos. La ‘energía’ es el negocio en sí mismo, pero también el combustible que hace girar a toda velocidad los engranajes de la sociedad capitalista industrial.
Bajo ese atractivo disfraz que les ha prestado el concepto de ‘energía’, pueden mover sus negocios como si se tratara de una supuesta ‘misión humanitaria’. Es decir, satisfacer la creciente demanda de energía y hacer llegar este bien a todo el mundo –e incluso las Naciones Unidas pasaron a considerar el acceso universal a la energía como un derecho fundamental de la humanidad. Con ello, de forma rápida (impulsados por la energía fósil, hidráulica, solar y eólica), invaden e intervienen en los diversos mundos de otros pueblos con los que comparten el planeta.
La colisión de mundos: la violencia movida por la energía
Para muchos pueblos, el primer contacto con el mundo de los blancos fue y sigue siendo aterrador, como mínimo. Por regla general, este encuentro se produce de forma violenta, cuando los colonizadores invaden sus territorios y los devastan en busca de ‘recursos naturales’. Desde que los colonizadores empezaron a moverse por la energía, se hizo cada vez más difícil frenarlos e incluso expulsarlos de los territorios que invaden.
En Nigeria, los pueblos indígenas Ogoni, Ikot Ada Udo, Oruma y Goi, por ejemplo, han visto sus ríos y estuarios destruidos por la extracción petrolera a gran escala tras la llegada de empresas multinacionales. En 2013, Shell fue condenada como responsable de algunos de esos impactos. Sin embargo, actualmente otras empresas como Chevron Corporation, ExxonMobil y la estatal nigeriana NNPC siguen operando en esas zonas, con planes de inversiones multimillonarias en exploración petrolera en la región del Delta del Níger para los próximos años. (4)
También podemos hablar de los pueblos indígenas Cofán, Siona, Secoya y Waorani, situados al norte de la región amazónica, en Ecuador, además de los Napo-kichwas y varias familias Shuar que también viven en esa zona. Todos ellos vieron su mundo ser devastado violentamente por la petrolera estadounidense Chevron Corporation –entonces Chevron-Texaco. Durante 26 años, la empresa extrajo más de 1500 millones de barriles de petróleo y vertió enormes cantidades de residuos tóxicos en el entorno. (5) Es difícil imaginar el impacto que puede tener algo de tal magnitud.
“Nos da mucha rabia cuando queman árboles, destrozan la tierra y contaminan los ríos. Nos da rabia cuando nuestras mujeres, nuestros hijos y ancianos mueren continuamente por el humo de las epidemias [es decir, por las muertes provocadas por la invasión, sobre todo por epidemias]. No somos enemigos de los blancos. Pero no queremos que vengan a trabajar en nuestros bosques porque no hay forma de compensarnos por el valor de lo que destruyen aquí“. Estas palabras de Davi Kopenawa se suman a las voces de los líderes de diferentes pueblos que se han levantado para defender sus territorios.
La lista de pueblos y territorios que han sido invadidos es extensa. Pero la colisión entre esos mundos tan diversos y el mundo de los blancos siempre guarda muchas similitudes. Las diferentes concepciones sobre qué es la energía para esos pueblos y cuál es su significado para los blancos están en el centro de este conflicto.
Energías diferentes para mundos diferentes
Antônio Bispo dos Santos, el Nego Bispo, pensador brasileño de una comunidad rural quilombola (6), defiende como estrategia contra-colonial subvertir las palabras de los colonizadores. Por eso, decidió darle un nombre a la energía como la conciben los pueblos: ‘energía orgánica’. Explica que esa era la energía que movía las carretas de bueyes con las que iba a la ciudad. Para él, “lo orgánico es todo aquello a lo que todas las vidas pueden acceder. Lo que no pueden acceder es mercancía, ya sea con veneno o sin él”. (7) La energía orgánica respeta las diferentes vidas y culturas y está directamente vinculada a la naturaleza y su entorno.
En contraposición, Bispo sugiere que la energía del colonizador es la ‘energía sintética’, al observar el nuevo colonialismo de la ‘transición energética’ que llega a su comunidad y, con gigantescos parques eólicos y paneles solares que han ahuyentado a todos los seres vivos, se lleva “el viento y el sol que se transforman sintéticamente en energía eléctrica”. Para él, los colonizadores siempre buscan transformar todo en ‘sintético’, es decir, siempre quieren uniformizarlo todo, que todo sea igual. Según Bispo, los colonizadores hacen esto porque no soportan la diversidad de cosmovisiones, son ‘cosmófobos’, afirma.
Lo ‘orgánico’ frente a lo ‘sintético’, como plantea Nego Bispo, nos ayuda a comprender un poco mejor la diferencia entre esos mundos y cuáles son las energías que los mueven. Según la cosmovisión de la sociedad capitalista industrial, la humanidad es universal, esto es, única, al igual que su ‘energía sintética’. Y los derechos humanos, que los hombres blancos inventaron para solucionar los problemas que ellos mismos provocan, garantizan a toda la ‘humanidad’ el derecho a desarrollarse como ellos. Pero no consideran que hay pueblos con otras cosmovisiones que quizás no quieran ser como ellos. Al contrario, valoran negativamente los modos de vida ‘desarrollados’ por esa sociedad industrial ávida por acumular cosas y totalmente desconectada de la naturaleza.
En realidad, cuando los países ricos industrializados llevan lo que ellos llaman ‘desarrollo’ a otros pueblos, siempre lo hacen para explotar sus recursos y enriquecer aún más a los que ya son ricos. Expropian las verdaderas riquezas de esos otros pueblos —sus territorios y la naturaleza— y los ‘incluyen’ en esa ‘humanidad universal’ en condiciones de pobreza. Pasan a ser considerados pobres que carecen de zapatos, de casas de mampostería, de comida enlatada, de energía, y un largo etcétera. Todas esas carencias, por regla general, son cosas que hay que comprar con dinero. Es decir, este ‘desarrollo’ no es más que el viejo y conocido ‘colonialismo’. Y la ‘energía’ también forma parte de este ‘paquete civilizatorio’ de la sociedad industrial capitalista para ‘incluir’ a otros pueblos.
Pero esa ‘energía sintética’ no es necesariamente algo que necesiten todos los pueblos igualmente. Como dijo Davi Kopenawa: “A nosotros nos basta con lo poco que tenemos. No queremos arrancar los minerales de la tierra, queremos que el bosque sea siempre un lugar silencioso y que el cielo permanezca despejado para poder ver las estrellas cuando cae la noche”. (8)
Al igual que el pueblo Yanomami del que Kopenawa forma parte, muchos de esos otros pueblos viven bien con el estilo de vida que ofrece la ‘energía orgánica’, por usar el término que propone Nego Bispo. Están acostumbrados a tener las cosas que ellos mismos pueden hacer y por las que no tienen que pagar. A hacer lo que corresponde durante la temporada de lluvias y lo que corresponde durante la temporada de sol. A trabajar al ritmo de la naturaleza y producir lo suficiente para llevar una vida sana y sin muchos bienes materiales. Algunos pueblos desarrollan incluso sistemas para generar ‘energía orgánica’ con lo que hay a su alrededor, con lo que les ofrece la naturaleza. Desarrollan sistemas de biocombustores, o de pequeños molinos impulsados por la fuerza de los ríos o del viento, entre otras formas de generar ‘energía’ con autonomía y dignidad.
Y, en realidad, muchos de esos pueblos describirían a los blancos con pena y lástima. Las luces y los aparatos tecnológicos que muchos blancos suelen ostentar como trofeos no despiertan envidia en todos los pueblos, al contrario de lo que ellos creen.
Kopenawa, con su potente voz que resuena desde lo más profundo de la selva amazónica, habla un poco sobre esto, algo con lo que muchos otros pueblos seguramente estarían de acuerdo. “Pero los blancos son gente muy diferente a nosotros. Deben creerse muy listos porque saben fabricar montones de cosas y lo hacen sin parar”, y continúa: “Su mente está concentrada en sus objetos todo el tiempo. No dejan de fabricarlas y siempre quieren cosas nuevas. Por eso, no deben de ser tan inteligentes como creen que son”. (9)
Desde su aldea, la líder guaraní Mbya, Jerá Guarani, hace una provocación al pueblo del mundo desarrollado e invita a los blancos que se dicen ‘civilizados’ a “convertirse en salvajes, a convertirse en personas no civilizadas, porque todas las cosas malas que están sucediendo en el planeta Tierra son obra de personas civilizadas, personas que, en teoría, no son salvajes”. (10)
La solución no puede venir del problema
Desde la invención del concepto de energía hasta la actualidad, se ha quemado mucho combustible fósil para generar energía. El uso excesivo de este combustible se señala como el principal responsable del caos climático que vivimos. Pero el atractivo disfraz del concepto de ‘energía’ —la sintética— la exime de toda responsabilidad en este escenario apocalíptico en el que nos encontramos. No solo no se la señala como culpable, sino que encabeza todas las supuestas soluciones a la crisis climática presentadas por quienes más contaminan: ‘transición energética’, ‘energía limpia’, ‘energía verde’, ‘eficiencia energética’, por citar solo algunas. Y esto debería preocuparnos, porque estas ‘soluciones’ son una parte importante del problema.
Puede que algunos piensen que, al reemplazar el combustible fósil por la ‘energía verde’ y poner en marcha la tan anunciada ‘transición energética’, habría tiempo para frenar el calentamiento global. Pero se equivocan. Diversas investigaciones señalan que el aumento del uso de energías ‘limpias’ no ha dado lugar a una reducción significativa del uso de combustibles fósiles, sino todo lo contrario (11) (12). Los datos señalan que, a pesar de todos los acuerdos climáticos, los gobiernos, los bancos y los inversores institucionales siguen invirtiendo billones de dólares en el desarrollo de combustibles fósiles y que este sector crecerá exponencialmente hasta 2050. (13). Además, la supuesta ‘energía verde’ se genera a costa del sacrificio de los territorios de varios pueblos que viven en los bosques, en las aguas y sabanas, entre otros. En estos territorios se encuentran los yacimientos de litio para producir baterías de coches eléctricos, la madera de balsa para producir las hélices de las turbinas eólicas, las inmensas áreas deforestadas para producir monocultivos de agrocombustibles, por citar solo algunos ejemplos. La base de esas ‘energías verdes’ se encuentra, por regla general, en la destrucción de los territorios del Sur global para abastecer de energía al Norte global. Y esta devastación también intensifica el calentamiento global. (14)
En este contexto, algunos podrían sugerir como solución el aumento de la ‘eficiencia energética’. Es decir, productos que consuman menos energía, lo que supuestamente reduciría la demanda global de la misma. Sin embargo, lo que muestran varios estudios es que esos cambios tecnológicos suelen llevar a un mayor consumo absoluto de energía, debido al incentivo a la producción, al consumo y a la expansión de la infraestructura que traen consigo. Un ejemplo de ello es que la demanda de energía aumentó más rápidamente en los sectores que registraron un mayor aumento de la eficiencia: el transporte y el consumo energético en los hogares. (15)
La raíz de la crisis climática que vivimos no está en la matriz energética, sino en la propia lógica de la ‘energía’ y su uso para beneficiar a las élites de la sociedad capitalista industrial. La ‘energía sintética’ no solo mueve las máquinas de esta sociedad, sino que es la base de la cosmovisión de este ‘pueblo de las mercancías’. Y le ha prestado al colonialismo un bonito disfraz de ‘derecho’ universal e incuestionable.
Para poder plantear una propuesta seria para superar la crisis climática, hay que cuestionar la propia idea de ‘energía’. Son muchos los pueblos con otras cosmovisiones que llevan años trabajando para demostrar que hay otros caminos posibles. Hay que apoyar las luchas cotidianas de las comunidades contra todos los proyectos destructivos de ‘energía’, ya sea fósil o ‘verde’. Más aún, hay que reforzar la búsqueda de fuentes de ‘energía orgánica’ que fortalezcan la autonomía de los pueblos.
Referencias
(1) University of Utah, Burning buried sunshine: human consumption of ancient solar energy
(2) WRM, Los intercambios desiguales y perversos entre Nigeria y los poderes corporativos colonialistas: de los combustibles fósiles a las plantaciones industriales de palma aceitera y a REDD
(3) Watchdoc, Sexy Killers (full movie)
(4) APNews, Nigeria moves to restart oil production in vulnerable region after Shell sells much of its business
(5) WRM, Petróleo en los bosques – el caso de Ecuador
(6) Las comunidades quilombolas son comunidades negras formadas por un grupo étnico-racial con identidad cultural propia y una trayectoria histórica particular que viene de su resistencia a la esclavitud y la opresión.
(7) A terra dá, a terra quer (Libro en portugués, sin traducción al español)
(8) A queda do céu - palavras de um xamã Yanomami, Davi Kopenawa e Bruce Albert (p. 356). Nota de la Traductora: Obra traducida al español por la editorial Capitán Swing, de España. Sin embargo, en el momento de elaborar este boletín no tuvimos acceso a la traducción, por lo que hemos traducido libremente las citas del libro a partir de la versión en portugués.
(9) A queda do céu - palavras de um xamã Yanomami, Davi Kopenawa e Bruce Albert (p. 418)
(10) Piseagrama, Tornar-se selvagem
(11) Planet: Critical, Techno-Optimism Won't Save the Day.
(12) "More and More and More", Jean-Baptiste Fressoz
(13) DW, “Who is funding fossil fuel expansion?”
(14) WRM, La amenaza mundial del petróleo y el camino hacia sociedades post-petroleras WRM Boletín 196
(15) The Corner House, Energy Alternatives: Surveying the Territory
Todo el debate en torno al concepto de energía en este artículo se ha inspirado y basado en diversos textos e investigaciones elaborados por The Corner House y sus colaboradores.
Fuente: Boletín WRM 275