DEGRADACIÓN AMBIENTAL, CONSERVACIÓN DE BALLENAS Y DÍA DE LA TIERRA












En el discurso de 1970 brindado por el fundador del Día de la Tierra, Gaylord Nelson, éste señaló que “Nuestro objetivo no es sólo belleza escénica, aire y el agua limpios. La meta es un ambiente de decencia, igualdad y respeto mutuo a todas las formas de vida humana y no humana”.

Desde la primera celebración del Dia de la Tierra hace 41 años atrás, los temas relacionados con la conservación del medio ambiente y la biodiversidad han tomado una creciente relevancia en la agenda ciudadana e internacional. Sin embargo, a pesar del tiempo y los múltiples esfuerzos dedicados a conocer la estructura y el funcionamiento de la naturaleza, nuestra dependencia de ella y la necesidad de conservarla para el bienestar de las futuras generaciones, no se ha logrado detener la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ambientes terrestres y acuáticos.
Durante los últimos años, hemos sido testigos de la extinción del delfín del rio Baiji (China) por causa de la constante intervención humana a su hábitat acuático en pos del denominado “progreso”. Evidenciamos la falta de voluntad de los gobiernos para detener la extinción del atún rojo (o de aleta azul). Esto a pesar que la ciencia demuestra que desaparecerá irreversiblemente de los océanos sino se detiene de manera urgente su explotación. Vemos cómo gigantescos derrames de petróleo e históricos accidentes nucleares van quedando impunes a pesar de los incalculables impactos negativos ambientales y sociales que generan. Sin embargo, debajo de la abrumante cantidad de malas noticias para el medio ambiente existen casos de conservación destacables que suelen ser ignorados o tergiversados. Uno de ellos fue el resultado de la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que se realizó en junio de 2010 en Marruecos.
A pesar de varios titulares y conocidas organizaciones como WWF, Greenpeace y Pew Environemnt Group,evaluaron la reunión como un fracaso, al no adoptarse un acuerdo que supuestamente habría reducido el numero de ballenas cazadas por Japón, la realidad es que el contundente rechazo a la propuesta de parte de millones de personas alrededor del planeta - una gran la mayoría de ONG y casi todos los miembros de la CBI - salvaron la vida de cientos de ballenas en 2011 ,constituyendo la base para lograr el cierre definitivo de las operaciones balleneras.
De haberse aprobado el acuerdo – impulsado por Estados Unidos y Nueva Zelanda – hoy la caza de grandes cetáceos en el Santuario de Ballenas del Océano Austral sería una actividad legítima y aceptada por el sistema político y financiero global. La moratoria sobre la caza comercial de ballenas, quizás el mayor logro en la historia del derecho ambiental internacional, estaría muerta. Las operaciones balleneras continuarían realizándose fuera del control efectivo de la CBI y nuevas naciones, como Corea del Sur, habrían reanudado la caza comercial de ballenas.
El cupular y excluyente acuerdo también habría servido al gobierno de Japón para avalar ante el sistema financiero los millonarios subsidios necesarios para la construcción de una nueva flota ballenera de alta mar, ya que la actual necesita ser urgentemente reemplazada pues no cumple con las regulaciones que entrarán pronto en vigencia en el Océano Austral.
Finalmente, lo más preocupante es que de haberse adoptado el acuerdo ballenero rechazado en la reunión de la CBI en el 2010, se habría profundizado el debilitamiento de las políticas e instituciones globales de conservación ambiental.
La eliminación de la moratoria - principal medida para estas especies íconos de la conservación internacional - habría sentado un demoledor precedente que hubiese impulsado una mayor flexibilización de las políticas de conservación en otros foros internacionales relacionados a la naturaleza. El legitimar las operaciones de "caza científica" de ballenas en la antártica, una zona que cuenta con medidas de protección especiales y cuyo océano circundante es santuario de ballenas desde 1994, habría sentado las bases para legitimar la explotación comercial de mamíferos marinos en esta delicada zona del planeta.
Pero no fue así. Millones de personas informadas, cientos de organizaciones civiles movilizadas y varios gobiernos – entre los que se destacan los de América Latina – se unieron en rechazo a la propuesta y a sus implicancias para el medio ambiente y la biodiversidad marina. Hoy, podemos celebrarlo como un hito en el Día de la Tierra y continuar trabajando para consolidar los cambios culturales y las políticas de conservación que garanticen la protección de los ecosistemas y las especies del planeta, incluida la nuestra.

Por Elsa Cabrera (Centro de Conservación Cetacea) y Juan Carlos Cárdenas (Centro Ecoceanos)

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RELATO DE UN ARTISTA REVELA LA CRUELDAD SOBRE MATANZA DE BALLENAS



En 1923, durante el periodo que se conoce como “ballenería Antártica” el artista holandés Willem van der Does viajó a bordo de la nave ballenera noruega "Ross", documentando mediante escritos e ilustraciones, la tormentosa muerte de las ballenas. " Inesperadamente la ballena, agotada, comenzó a flotar en la superficie, silenciosa e inmóvil. Pero la parálisis temporal duró poco y el cetáceo, enloquecido por el dolor, golpeó su cuerpo con fuerza contra el agua. Olas de sangre salían de la herida, que se había enterrado más en el colosal cuerpo. La espuma sangrienta levantada por el viento cayó como lluvia roja sobre la embarcación. El gigante cuerpo se revolvía a causa de fuertes convulsiones en una piscina de espuma rojiza".
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El siguiente resumen de la descripción realizada por van der Does acerca sobre la matanza de una ballena azul evidencia la crueldad inherente a las operaciones balleneras y el nivel de sufrimiento que padecen las ballenas, que con fines “científicos” o comerciales continúan siendo cazadas en la actualidad por un puñado de naciones. Los tiempos habrán cambiado y la tecnología habrá mejorado, pero el padecimiento que enfrentan las ballenas continúa siendo muy similar a principios del siglo pasado, pudiendo llegar a padecer horas antes de morir.

Extracto del libro Tormentas, Hielo y Ballenas (Willem van der Does).
El agua no permitió al arponero ver dónde había impactado el arpón. Después que la nube de pólvora se disipó con el viento, finalmente pudo ver que éste se había clavado demasiado arriba en el colosal cuerpo de la ballena, hiriendo sólo los tejidos.
El animal se mantuvo inmóvil por unos segundos hasta que escuchamos una explosión ahogada y un shock recorrió el gigantesco cuerpo: la granada había explotado.
Uno de los barcos auxiliares rápidamente navegó en dirección al cuerpo de la ballena pero ésta inesperadamente comenzó a convulsionar y posteriormente levantó su enorme cola - que pasó rozando al arponero - para luego perderse en las profundidades del mar.
Para los balleneros, la ballena estaba asegurada y a pesar que no se encontraba mortalmente herida era sólo cosa de tiempo y paciencia para dominarla.
El animal nadó con rapidez hacia el fondo del mar, esperando liberarse de la cosa que le causaba tan tortuoso dolor.
Después de unos momentos la línea que unía el arpón a la ballena se tensó y la embarcación comenzó a navegar empujada por la fuerza del cetáceo hasta alcanzar una velocidad de ocho nudos. El motor se encendió y se colocó en reversa para someter a la presa a un mayor esfuerzo con el fin de dejarla exhausta lo más rápido posible. Por suerte para nosotros el animal nadó hacia el océano y no hacía el hielo. En su confusión, el animal herido, desesperado como debía encontrarse por el dolor, podría haber elegido la protección de los hielos. Pero no pensó en sus enemigos nadando enceguecidos detrás de ella, sino en escapar del quemante dolor y alejarse lo más rápido del lugar donde se le había clavado esa horrible cosa.
Tras varios minutos, el gigantesco soplo de la agotada ballena se levantó por los aires y se sumergió para seguir arrastrando la embarcación ballenera. Sólo después de un largo rato, el animal comenzó a dar signos de agotamiento, soplando con menos fuerza y nadando más lentamente. Pero a pesar que el motor de la nave se mantenía encendido a media potencia y en reversa, la ballena siguió remolcando la nave por más de una hora a una velocidad de cinco nudos en un mar agitado.
Inesperadamente la ballena, agotada, comenzó a flotar en la superficie, silenciosa e inmóvil. Pero la parálisis temporal duró poco y el cetáceo, enloquecido por el dolor, golpeó su cuerpo con fuerza contra el agua. Olas de sangre salían de la herida, que se había enterrado más en el colosal cuerpo. La espuma sangrienta levantada por el viento cayó como lluvia roja sobre la embarcación. El gigante cuerpo se revolvía a causa de fuertes convulsiones en una piscina de espuma rojiza.
Y la sangre continuó escapándose por la herida que la granada había ocasionado a la ballena. Con las fuerzas que aún le quedaban golpeó violentamente su cuerpo a la derecha y a la izquierda y se retorció en toda clase de curvas para sacarse esa cosa que quemaba su cuerpo como fuego.
En una oportunidad incluso saltó, sacando todo su cuerpo completamente del agua, cien mil kilos de huesos, carne y grasa, sólo para caer de espalda con un tremendo golpe. Parecía como si una gigantesca bomba hubiera explotado; la espuma alcanzó el mástil.
Esta horrorosa batalla contra la muerte continuó por más de un cuarto de hora. La criatura ya no trataba de huir de la embarcación o del arpón; buscaba alejar a la muerte con sus últimas fuerzas, la cual sentía aproximarse.
Gradualmente los movimientos retorcidos del leviatán se debilitaron y finalmente el gigante herido de muerte flotó completamente quieto en la roja superficie del mar.
La lucha contra la muerte de este enorme animal fue terrible de observar, por sobre todo porque a pesar de sus increíbles dimensiones, en realidad estaba completamente indefensa. Tales escenas siempre fueron repulsivas, y nunca fui capaz de animarme a elegir este sangriento drama como el tema de una pintura. Era demasiado cruel para ello.

Traducción y resumen: Centro de Conservación Cetacea
Fuente: Ecoceanos.cl

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