La lenta agonía de la Mata Atlántica en Brasil








Ricardo de Bittencourt (XINHUA)

La divulgación esta semana del sexto Atlas de los Remanentes Forestales puso nuevamente sobre la mesa la situación de la Mata Atlántica, la floresta tropical más destruida de Brasil.

La publicación, realizada por la organización no gubernamental SOS Mata Atlántica, trae datos hasta cierto punto "positivos", como la reducción del ritmo de la deforestación de ese bioma, aun cuando en los últimos tres años perdió otros 312 kilómetros cuadrados.

De acuerdo con informaciones obtenidas por satélites y sistematizadas por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), eso representa una reducción del 70 por ciento en relación al periodo 2005-2008, cuando se habían deforestado 1.029 kilómetros cuadrados (km2).

Los gráficos de SOS Mata Atlántica indican que la deforestación viene cayendo acentuadamente desde 1990. Mientras en el quinquenio 1990-1995 se había destruido la vegetación de 5.003 km2, en el siguiente (1995-2000) la devastación se limitó a 4.459 km2.

Luego, en el periodo 2000-2005, la disminución fue más brusca: se deforestaron 1.748 km2 para luego, en los cinco años siguientes, alcanzar los 1.341 km2.


Y aunque los números parecen positivos, en realidad revelan que se deforesta menos porque cada vez hay menos selva que deforestar:
Del área original de la vegetación litoraleña de Brasil solamante sobrevive el 7,9 por ciento.


Cuando los portugueses llegaron a Brasil, en el año 1500, la superficie cubierta por la Mata Atlántica y sus variaciones alcanzaba los 1,3 millones de km2, el 15 por ciento del territorio que actualmente tiene Brasil.

Desde el extremo sur y hasta el noreste del país, una serie de formaciones forestales "con características particulares en cada región" se extendía a lo largo de la costa y entraba hasta 600 kilómetros hacia el interior del continente.

A la altura del actual estado de Paraná, esa selva diversificada se extendía hasta donde hoy están Paraguay y Argentina, y lo poco que queda de ella se concentra ahora en los Parques Nacionales de las Cataratas del Iguazú.

El inicio de la explotación económica de la nueva colonia portuguesa se basó, en su primer ciclo, en la explotación del palo brasil, madera tintórea con gran demanda en Europa, pero también de todo tipo de maderas nobles. Esto significa que, desde el inicio de la colonización, la construcción de este país estuvo marcada por la destrucción de las selvas.

Hasta bastante avanzado el siglo XX, la ocupación del territorio brasileño fue costera y, aun en la época de la minería del oro (siglos XVII y XVIII), lo más adentro que habían llegado los colonizadores era hasta Minas Gerais y Goiás. Todas, áreas de Mata Atlántica.

Como resultado de la acción humana, hasta ahora el 92,1 por ciento de aquel bioma fue destruido y en las regiones antes cubiertas por la selva, viven ahora 110 millones de brasileños, cerca del 62 por ciento de la población nacional.

Ese proceso es irreversible, aunque algunas iniciativas aisladas muestren que es posible recrear áreas forestadas con especies nativas.

En el estado de Río de Janeiro, cuyos 43.800 km2 estaban originalmente cubiertos en su totalidad por la selva atlántica y sus sistemas asociados (manglares y cordones litoraleños), ahora sólo quedan 8.620 km2 de esa formación.

Y ello es así porque en el centro del estado existe una extensa región de sierras, donde la dificultad de acceso permitió la sobrevivencia de la vegetación y su región sur se mantuvo aislada de las grandes ciudades hasta la década de 1960.

Esta semana, en el Día Nacional de la Mata Atlántica (27 de mayo), el gobierno local pudo anunciar un hecho sin precedentes: en los últimos dos años, la superficie de áreas legalmente protegidas en el estado se multiplicó por dos.

De acuerdo con el secretario del Medio Ambiente, Carlos Minc, de los 1.010 km2 en unidades de conservación en 2009, se pasó este año a una superficie protegida de 2.090 km2.

Eso fue conseguido, en gran parte, con la promulgación de una ley que incluye, entre los criterios para la distribución de impuestos provinciales entre los municipios, la adopción de medidas efectivas de protección ambiental.

Con ello, muchos municipios decidieron destinar áreas ociosas pero poco degradadas a la creación de unidades de conservación. Sin embargo, eso es todavía poco, si se considera que los otros 6.530 km2 de Mata Atlántica que sobreviven están sin protección.

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