Colonias del Siglo XXI: alimentos, especulación y arrebato territorial
Por GRR Grupo de Reflexión Rural
Dentro del modelo extractivista y las reestructuraciones globales asociadas a los agronegocios, la Patagonia es nuevamente presentada como un lugar lleno de “riquezas” fronterizas. Las fuerzas políticas nacionales deberían reconsiderar el significado de ese término, “riqueza”, pues remite al cálculo distante y a la aplicación de métodos puramente extractivos, a la supuesta inevitabilidad de “explotar los bienes comunes” como si fueran “recursos” propios, para y del capital transnacional, con la mayor rentabilidad, y a subordinar territorios a los caprichos de los grandes centros de consumo, a crear otro patio trasero que se explota y se contamina sin considerar la multiplicidad de consecuencias sociales y ambientales asociadas, a corto y largo plazo. Estos nuevos cercamientos van más allá de correr alambrados para apropiarse de la tierra fértil que queda en el mundo.
El gobierno de Río Negro gestiona inversiones para agronegocios, en este caso de China, con una superficie inicial de 200.000 hectáreas. Organizaciones sociales y políticas provinciales y nacionales, estudiantes, investigadores, productores y vecinos de las localidades comprendidas en estos nuevos “mapas del poder transnacional”, ya han marcado las razones del rechazo. El gobierno provincial, sin embargo, insiste en replicar el libreto de las agencias internacionales de crédito como el BID y el Banco Mundial, o de instituciones como el INTA y el CONICET, sumamente enredadas con las corporaciones de la alimentación, con el manejo privado de cuencas y energía y el mercado de semillas. Además, actúan por delegación, sustrayendo a la propia población del proceso productivo/creativo y se usa el secreto respecto a las negociaciones.
Es por ello que consideramos estratégico proponer los siguientes ejes para un debate más amplio:
Dentro del modelo extractivista y las reestructuraciones globales asociadas a los agronegocios, la Patagonia es nuevamente presentada como un lugar lleno de “riquezas” fronterizas. Las fuerzas políticas nacionales deberían reconsiderar el significado de ese término, “riqueza”, pues remite al cálculo distante y a la aplicación de métodos puramente extractivos, a la supuesta inevitabilidad de “explotar los bienes comunes” como si fueran “recursos” propios, para y del capital transnacional, con la mayor rentabilidad, y a subordinar territorios a los caprichos de los grandes centros de consumo, a crear otro patio trasero que se explota y se contamina sin considerar la multiplicidad de consecuencias sociales y ambientales asociadas, a corto y largo plazo. Estos nuevos cercamientos van más allá de correr alambrados para apropiarse de la tierra fértil que queda en el mundo. Sólo en África, calcula la ONU, se han entregado al control externo más de 50 millones de hectáreas, casi una vez y media la Provincia de Buenos Aires. Igual proceso ocurre en América Latina. Es ahora el gobierno de una provincia de la Patagonia el que intenta agregar territorio a esos espacios del capital transnacional.
A partir del golpe militar del 76 con Martínez de Hoz a la cabeza y particularmente en los últimos veinte años, nuestro país ha sufrido a escalas nunca antes vistas, la presión de gobiernos y corporaciones para “integrar” a la Argentina a las exigencias de los mercados globales. Esas sujeciones de nuestra economía, que con tanta liviandad presentan técnicos y funcionarios gubernamentales como “demandas del mercado”, son importantes para comprender las consecuencias habidas en todos los planos de la vida nacional. Desde los despoblamientos territoriales a las urbanizaciones de miseria en que se concentran los desarraigados del campo, desempleados de la agricultura y de la industria. Desde las modificaciones en los hábitos alimentarios de los argentinos a la reproducción de partidos políticos sin ideales que tengan relación con un Proyecto Nacional, ni mayores diferencias programáticas, que se turnan en la administración de la cosa pública, mientras el verdadero poder reside en las corporaciones con sus hombres de confianza que ocupan altos puestos de gobierno y diseñan las Políticas de Estado.
Se trata fundamentalmente de un modelo de agroexportación de commodities transgénicas, en un principio destinado a proveer forrajes para las producciones de carnes en encierro tanto en Europa como en China, así como harinas y subproductos industriales de la producción de aceites. Ese modelo se complementó con un sistema de agronegocios que modificó radicalmente el espíritu del productor tanto como el del consumidor. La imagen ganadora del agronegocio logró cambiar los modos de hacer agricultura, impulsando la escala y el uso masivo de insumos, a la vez que desarraigando al agricultor de su tierra, sujetándolo a la búsqueda de rindes mayores y de máximas ganancias. Con la instalación de un sistema de cadenas agroalimentarias e hipermercadismo, se apropiaron asimismo de la mesa de los argentinos, modificaron las pautas alimentarias de la población, supeditaron el consumidor a los nuevos gustos y a los nuevos sistemas de venta, e impusieron la comida chatarra, que en el país se desconocía, comidas industrializadas y basadas en pastas básicas de sojas y maíces transgénicos con añadidos químicos. En realidad lo que en su momento denominamos con buena capacidad de síntesis, como una agricultura sin agricultores, fue el comienzo de un arrebato masivo del territorio por parte de las corporaciones, que culmina actualmente, en la desolación de un pueblo privado de sus suelos y del arraigo a la tierra…
Un momento decisivo de este proceso en constante crecimiento, se produce durante la llamada Crisis del Campo en el transcurso del año 2008. Mientras los medianos y grandes sojeros cortan rutas, sitian de alimentos casi un mes a medianas y grandes ciudades y se desgastan en un enfrentamiento contra el Gobierno de Néstor Kirchner, el resto del complejo sojero/aceitero exportador, incluyendo a los grandes grupos de inversión y de siembra y a los propietarios con tierras en ambas márgenes del Río Uruguay, no solamente mantienen su poder exportador, aún más todavía, lo acrecientan, y además, aprovechan la crisis para realizar un crecimiento exponencial, hacia todo el Cono Sur. De hecho la llamada Crisis del Campo expresa una gigantesca reconfiguración del poder sojero de la Argentina y su extensión a Uruguay, sur de Brasil, Paraguay y además, Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Todos hablaron de los grupos de siembra, nadie frenó su poder [1].
La crisis financiera de 2008 dejó al desnudo, más que ninguna otra de las anteriores, los espejismos y las caóticas improvisaciones que rigen en la economía mundial, que es incapaz de sostener una economía social y ambientalmente sustentable. Sus capitanes y subalternos, por el contrario, proponen acelerar el curso de las acciones y hacer más de lo mismo a mayor velocidad. La capacidad de reacción social es puesta a prueba porque además de la trama subterránea y los simulacros de “participación”, como las audiencias públicas previstas que el régimen extractivo logró imponer, o con proyectos como el PEA, Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal, se produce una oleada especulativa a nivel mundial mucho más profunda. El PEA, precisamente, tiene como meta aumentar el volumen de exportaciones de agrocombustibles y forrajes, a la vez que impulsar la ingesta de soja genéticamente modificada por parte de la población, en especial los sectores más pobres. Pensemos que las extensiones anunciadas de los territorios agrícolas dedicados a la producción de soja, en especial para agrocombustibles, inevitablemente avanzarán sobre zonas fértiles dedicadas a alimentar a la propia población, poniendo en riesgo de esa manera mucho más que ahora, la capacidad del país de alimentar a los argentinos.
Derrumbado el mercado inmobiliario, los negociantes de los mercados globales salen a buscar nuevos objetos de especulación, especialmente tierras fértiles, agua y alimentos, además del oro, metales estratégicos y cuencas hidrocarburíferas. Son capitales de inversión privados, un puñado de corporaciones, pero también gobiernos de países que no sólo buscan dar respaldo tangible a sus divisas vacías de valor sino que, adictos a las fábulas de “crecimiento”, descubren ahora que no pueden alimentar a su propia población y salen a buscar tierras en propiedad o arriendo. El mismo Banco Mundial reconoce los riesgos de estas aventuras:
Muchas inversiones [...] no pudieron cumplir las expectativas y en vez de generar beneficios sustentables, contribuyeron a la pérdida de propiedades y dejaron a la gente de la localidad peor que antes de las inversiones. De hecho, pese a que se ha hecho el esfuerzo de cubrir un amplio espectro de situaciones, los estudios de caso confirman que en muchas ocasiones los beneficios fueron menos que lo que se esperaba o no se materializaron en lo absoluto [2]
Esa misma institución, en clara contradicción de términos, sugiere en el mismo documento un “prometedor horizonte para negocios” de esta categoría. En términos similares se expresa el relator de la ONU Olivier de Schutter quien, en un reciente informe (ver), reconoce que se están vulnerando los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y que los riesgos son inmensos…
A partir de 2009, en el país, comienzan a producirse agrocombustibles en una escala importante, cuyas bondades intenta publicitar la llamada ley Falcó, senador por Río Negro (ley 26.093/2006, Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y uso sustentables de biocombustibles). Esa estrategia coincide con posteriores declaraciones del Sr. Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, quien pretende garantizar la recuperación financiera de ese continente por medio de la compra o arriendo de inmensas superficies destinadas a la producción de combustibles de origen vegetal. Por supuesto no en zonas rurales de Europa, sino en África, Asia y América Latina, que deben ceder tierras fértiles antiguamente destinadas a producir alimentos a cambio ahora de monocultivos destinados a la agroexportación. En una vena similar se encuentran los “empleos verdes” y la segunda Revolución Verde, dependiente de tecnologías transgénicas, grandes capitales, agrotóxicos e insumos en gran escala.
Esa negación de la Soberanía Alimentaria cierra con un plan continental de infraestructura, el IIRSA [3] directamente asociado, en su aspecto discursivo a nivel continental, al lenguaje domesticador de “Responsabilidad Social Empresaria-RSE” (antes de eso fue la Alianza para el Progreso), “Soja Responsable” y, para el caso que nos ocupa, Inversiones Agrarias “responsables” [4] donde la aplicación de normas “éticas” como no cabía esperar de otra manera, resulta voluntaria [5].
Pese a todas las advertencias habidas, y dando crédito a las leyendas del crecimiento exponencial como algo inevitable, “natural”, obligatorio, estadístico, competitivo y principalmente subsidiado (de otra manera no sería posible), se incorporan constantemente, más y más espacios (“agrandar la torta”, en la jerga de los liberales del Siglo 19 y neo-liberales del Siglo 20) dedicados a la producción de commodities. A esto se agregan la aceptación de qué producir, cómo hacerlo y en qué condiciones… negando la consideración de las consecuencias y ramificaciones de cada caso, que quedan en el plano discursivo o en promesas de manejo y remediación tecnocrática.
Ya han sido suficientemente comprobados, y el GRR ha dado cuenta de ello desde hace más de una década, las consecuencias producidas por los monocultivos de soja transgénica, por el uso masivo de agrotóxicos y, fundamentalmente, por el modelo extractivo y agroexportador. Y añadiríamos que estamos convencidos que, no es a través de la prohibición de uno de los agrotóxicos usados, o mediante la delimitación de áreas restrictivas, como puede desarmarse este modelo, todo lo contrario, cuando la conciencia de la población está madura para comprender la situación de las dependencias coloniales, esas propuestas que suelen no ser inocentes, pueden convertirse en frustrantes caminos sin salida. La economía se limita de esta manera, en nuestra sociedad neocolonizada, a un mero productivismo y extractivismo que, para muchos condicionados por lo pequeño y por ideologísmos, se reduce a pugilatos entre patrones y sindicatos, o entre gobierno central y gobiernos locales, tironeos por el reparto de “regalías”, fondos sojeros y retenciones..., sin que se nos permita preguntarnos, cómo se obtuvo la renta o si ésta refleja las pérdidas de la situación laboral o las consecuencias ambientales que hipotecarán el futuro de los argentinos aún no nacidos.
Los modos de producir, industrializar, prestar servicios, transportar o comercializar mercancías no son separables del orden social que los acompaña y justifica. El modelo actual genera éxodo rural, inseguridad en las ciudades, persecución y enfermedades para los habitantes del campo, hace dependiente a la población de improbables rentas (regalías, retenciones, impuestos), a la multiplicación de trabajos asociados a tecnologías que requieren de permanente subsidios (TICs - Tecnologías de la Información y la Comunicación), turismo, espectáculos, prestación de servicios, hipermercadismo, especulación financiera, drogas, casinos, trata de personas. Para el caso de la soja y la trata de personas [6], nuevos tipos de delincuencia, etc.. A esto se suma una histórica descalificación del trabajo físico, sea en talleres propios, en ferias y mercados locales, en trabajos rurales o construcción biodinámica, que hoy empiezan a revalorizarse por algunos sectores contestatarios, como modos novedosos de impugnar los modelos implantados.
De todos modos, sería más que ingenuo juzgar el modo de producción asiático que se abre paso hacia la Patagonia en términos de “rindes” por hectárea, contaminación como consecuencia de las fumigaciones o uso abusivo del agua de riego. La instalación de un territorio para la producción de Soja RR por los Chinos sin mayores mediaciones, significa un riesgo incomparablemente mayor que los simples impactos producidos por una agricultura química y a una gran escala. Este proyecto, de concretarse, significaría la conformación de un enclave en el propio territorio patagónico, a niveles similares a los que tanto la propia China como diversos países europeos, llevan adelante actualmente en el continente africano, comprando y apropiándose de inmensos territorios vaciados de sus poblaciones, para usarlos como granjas de producción intensiva de alimentos o forrajes, o sea como enormes retaguardias alimentarias y para la producción de agrocombustibles para sus automotores y transporte aéreo. En definitiva, que con este acuerdo del gobierno rionegrino, el modelo instalado de producción de commodities transgénicas se profundiza como en una vuelta de tuerca, hacia nuevos horizontes de neocolonizacion y pérdida de la Soberanía Nacional.
Los partidos políticos, los funcionarios y muchas fuerzas sociales que participan o se involucran en estas decisiones, no consultan, no debaten ni comparan antes de tomar o suscribir disposiciones de tal magnitud, trátese de agronegocios, pesca, hidrocarburos, o minería que afectan decididamente la Soberanía Nacional. En cambio, recurren a los simulacros participativos, en este caso, temerosos de la política entendida como aprendizaje relevante y manejo de la cosa pública, y responden a la movilización social, descalificando o criminalizando las propuestas que se les oponen.
Lamentablemente, la pesada herencia de la última Reforma Constitucional dejó a nuestra Patria sin potestad sobre el suelo y el subsuelo, es decir sobre los bienes comunes a todos los argentinos, quedando en manos de los gobernadores y grupos de poder provinciales el disponer indiscriminadamente del destino nacional en beneficio de negociados como el que nos ocupa actualmente en la provincia de Río negro. Estos atrapamientos o encierros de las luchas políticas, son producidos por los modelos coloniales vigentes, que convierten en inocuos y frustrantes los esfuerzos parciales, y ello quedó claramente expuesto en la Ley de Bosques nativos y en la última Ley de Glaciares, que fueron aprobadas entre forcejeos de las Cámaras legislativas con los barones provinciales, fragmentando una vez más, el cuerpo político y social de la Nación, que continúa careciendo de un Proyecto y de un liderazgo que la unifique y le marque un destino.
GRR Grupo de Reflexión Rural - Septiembre/Octubre de 2010 - Argentina
Referencias:
[1] ver “Las Repúblicas Unidas de la Soja”, Ed. GRR, 2007, en http://redaf.org.ar/noticias/?p=439 y el libro “La mafia judía en la Argentina” de Fabián Spollansky http://www.fabianspollansky.com.ar/.
[2] Banco Mundial, “Rising Global Interest in Farmland: can it yield Sustainable and equitable Benefits?”, Washington, DC, septiembre de 2010, http://www.donorplatform.org/.... Ver también http://www.solluscapital.com.br/... de cómo los grandes sojeros argentinos como Los Grobos, se ligan e integran con Capitales financieros para constituir nuevas Corporaciones transnacionales.
[3] Ver “IIRSA, una ficción de integración latinoamericana”, REDES, autores varios, Montevideo, 2006, en: http://www.redes.org.uy/...
[4] Ver Informe de GRAIN http://www.grain.org/articles/?id=66
[5] Verzeñass, Daniel: Amanco, Avina y el Agua en América Latina. "Cuando la limosna es grande..." en http://www.ecoportal.net/content/view/full/61996
[6] ver Hernán Scandizzo: Trata de mujeres y niñas: bajo la ley de la oferta y la demanda, en: http://alainet.org/active/38466