Carta al ambientalismo argentino. En relación a la reintroducción del yaguareté como parte del Proyecto Ibera de CLT
Durante las últimas semanas hemos empezado a hacer público nuestro interés en preparar un proyecto destinado a reintroducir al yaguareté en la Reserva Natural Iberá, Corrientes. Ante esta noticia han sido varios los colegas conservacionistas que han mostrado su sorpresa o incertidumbre con respecto a esta idea. Esto se ha visto incrementado al publicarse recientemente una nota sobre el proyecto en el diario Clarín.
Algunos de los que trabajan con la especie o tienen una preocupación especial en ella se plantean: ¿Por qué tratar de crear una nueva población cuando hay otras tres que existen y están amenazadas? ¿No tendrá más sentido trabajar con ellas, en lugar de invertir grandes recursos en una nueva? Los que conocen el Iberá y los conflictos existentes en la región con respecto al uso y conservación de los recursos naturales pueden pensar: ¿Para qué complicar más la cosa cuando es seguro que algunos sectores, como los ganaderos, se van a oponer frontalmente a esta iniciativa?
Creemos que estos cuestionamientos son legítimos y justificados. Pero también creemos que hay mucho más que ganar que perder en favor de la conservación de la biodiversidad con esta idea, y queremos tratar de trasmitir las razones de esta creencia al resto de nuestros compañeros que se preocupan por esta temática.
Antes que nada debemos explicar a quienes no nos conocen qué es The Conservation Land Trust (CLT) y a qué nos dedicamos. CLT es una fundación que se dedica a conservar grandes ecosistemas naturales en el Cono Sur, más concretamente en Chile y Argentina. Junto con otras organizaciones amigas estimamos que hemos contribuido a crear más de 600.000 ha de reservas naturales en la región, las cuales se encuentran actualmente bajo alguna categoría alta de conservación.
Toda institución tiene un mandato operativo y geográfico. Esto pasa también en las instituciones de conservación. La APN, FVSA, WCS, ProYungas, la Red Yaguareté, Ministerio de Ecología de Misiones o la Dirección de Recursos Naturales de Corrientes, por citar algunos ejemplos, tienen objetivos y áreas de trabajo claramente diferenciados. Dentro de este marco, CLT se dedica a crear grandes áreas protegidas que contengan ecosistemas lo más íntegros posibles. En Argentina hemos seleccionado a Iberá como lugar de trabajo por razones que tienen que ver con los enormes valores naturales y culturales de la región y, sobre todo, con la existencia de un área protegida provincial de 1,3 millones de hectáreas, la cual es resultado del interés de los correntinos por conservar esta ecoregión.
Nuestra meta última es crear un gran parque de 600.000 a 700.000 ha dentro de la Reserva Natural Iberá. Idealmente este parque estaría compuesto por las tierras fiscales de la provincia y las que CLT done. De hecho, el parque ya existe, y está compuesto exclusivamente de terrenos fiscales mayormente anegados. Una de las debilidades de este parque está relacionada con que no ofrece adecuada protección a los pastizales y montes que constituyen buena parte del Iberá y rodean a las áreas anegadas. CLT ha adquirido 150.000 ha de estos hábitats (algunos de ellos entre los más amenazados del país, como son el espinal y el malezal) para incrementar la superficie y, sobre todo, la diversidad de ambientes del parque ya existente.
La otra debilidad tiene que ver con que Iberá ha visto como se extinguían varias de sus especies de fauna más representativa. Entre éstas se puede citar el pecarí de collar, el tapir, el lobo gargantilla, el oso hormiguero y el yaguareté. Otras, como el venado de las pampas, todavía viven en bajos números en el exterior del actual Parque Iberá, dentro de áreas privadas que están experimentando una rápida transformación de los hábitats naturales. Como respuesta a esto, es que hemos iniciado un programa destinado a devolver al Iberá sus grandes mamíferos extintos.
Este tipo de restauración ecológica es novedoso para la Argentina pero está siendo realizado actualmente en muchos países de larga tradición conservacionista. EEUU restauró la presencia del lobo gris en el Parque Nacional de Yellowstone en los 90. Francia y España trabajan por devolver al oso pardo en la cordillera pirenaica. España está iniciando la restauración de su matorral mediterráneo mediante la recuperación de las poblaciones de conejo, águila imperial y lince ibérico. Los países árabes están restaurando sus ecosistemas de desiertos llevando de vuelta el casi extinto oryx de Arabia y el reem o gacela de las arenas. Pero, probablemente, el ejemplo más exitoso en este ámbito es el de Sudáfrica que, después de la caída del apartheid y la llegada de Nelson Mandela a la presidencia, ha logrado restaurar ecológicamente cientos de miles de hectáreas para crear reservas naturales con toda su megafauna (i.e. leones, rinocerontes, jirafas, elefantes, hipopótamos, perros salvajes, búfalos, cebras, etc.) que se extinguió de la mayor parte del país a finales del siglo XIX o principios del XX.
Si Sudáfrica está logrando esto actualmente, ¿qué impide que Argentina, con decenas de profesionales bien preparados, pueda ir restaurando sus ecosistemas naturales allá donde hayan tierras disponibles e instituciones comprometidas con esta meta? Es en este contexto internacional y nacional que consideramos que Iberá podría ser una de las mejores oportunidades de restauración ecológica del Subtrópico americano. Este es nuestro gran sueño: contribuir a la creación de un parque que sería el mayor de pastizales subtropicales de la región, que cuente con todas sus especies más carismáticas y que sirva como verdadero motor de desarrollo económico y social en una de las regiones más pobres del país, nutriéndose de un mercado de más de un millón de turistas anuales que vistan las cercanas cataratas de Iguazú.
Este último aspecto es especialmente crucial para nosotros, porque hemos visto como la creación de la reserva primero y el ecoturismo después han convertido a la comunidad de Carlos Pellegrini en uno de los pueblos más prósperos de Corrientes, haciendo que gente que antes vivía de la caza y los contratos agrícolas eventuales, ahora puedan poseer sus propios negocios y tener mucho mayor control sobre su economía y sus vidas. Creemos que un gran parque que contenga todas sus especies originales puede hacer que el ejemplo de Pellegrini se multiplique a lo largo de la cuenca y genere riqueza para miles de personas.
Imaginemos un área donde convivan en poblaciones importantes ciervos de los pantanos, osos hormigueros, pumas, yaguaretés, venados de las pampas, aguará-guazúes, corzuelas, carpinchos, águilas coronadas, yetapás de collar, tordos amarillos, pecaríes de collar y tapires. Incluso, soñando en alto, que sirva para que vuelva a verse el lobo de gargantilla en nuestro país. Iberá puede convertirse en un parque del nivel de Yellowstone en EEUU o Kruger en Sudáfrica, con todo lo que esto implica a nivel de conservación y desarrollo; pero para que esto suceda necesitamos que vuelvan “los que se fueron”. Creemos que existe la oportunidad de crear esta gran área y pasarla a nuestros hijos.
Hay un aspecto en que debemos ser claros: no pensamos que la restauración del yaguareté en Iberá sea la solución o la “bala de plata” que salve a la especie en el país. Al contrario. Estamos convencidos de que las áreas prioritarias para este fin son las tres poblaciones ya existentes y que allá deberán centrarse los esfuerzos prioritarios para conservar al tigre criollo. Esperamos saber comunicar esto a la gente que se acerque a preguntarnos sobre la reintroducción de la especie en el Iberá. Aún así, creemos que dentro de nuestro mandato territorial e institucional, además de crear esta gran área protegida podemos ayudar a la conservación del yaguareté mediante el establecimiento de una cuarta población de la especie sin que esto reste nada a los esfuerzos de conservación de las otras tres. Pensamos que el proyecto de reintroducción de la especie servirá para desarrollar técnicas de cría y manejo de yaguaretés que puedan ser liberables en vida libre (es decir, que sepan cazar y no se acerquen a las personas), ampliar nuestro conocimiento sobre su ecología mediante el seguimiento de los animales liberados (algo que ya estamos logrando con los osos hormigueros y los venados de las pampas que hemos reintroducido y estamos monitoreando mediante telemetría) y descubrir un montón de información biológica y técnica de utilidad para su conservación. ¡Quien sabe si esta cuarta población no será clave para asegurar el flujo genético entre los yaguaretés de la Argentina!
Al mismo tiempo somos conscientes de que este tipo de proyectos tienden a atraer las miradas de la opinión pública de una manera que es a menudo desproporcionada a su importancia real para la conservación de la especie y esperamos poder usar esta posible atención a favor de la conservación del Iberá y la especie en las áreas donde actualmente vive.
Estamos seguros de que habrá un largo camino que recorrer, lleno de desafíos biológicos, técnicos, políticos y administrativos. El sueño de crear un gran parque en Iberá tiene larga data y ha sido impulsado por personas e instituciones pioneras como han sido Perico Perea Muñoz, Pico Fraga, Juan José Neiff, Marcelo Beccaceci, Tomás Waller, Marcos García Rams, la Facultad de Ciencias Exactas de la UNNE y el IBONE, juntos con decenas de guardaparques y trabajadores anónimos. Pero, sobre todo, fue impulsado por el gobierno correntino cuando decidió crear una reserva en 1983 y fortalecer la idea del parque dentro de ella en el 2009. Como resultado de estos esfuerzos realizados durante más de dos décadas las poblaciones de ciervos de los pantanos, carpinchos y yacarés aumentaron espectacularmente en el Iberá.
Más recientemente desde CLT nos hemos sumado a este esfuerzo con la adquisición y protección de tierras, unidas a la reintroducción del oso hormiguero y el venado de las pampas. Pensamos que la reintroducción del yaguareté, junto a la del pecarí de collar o el tapir, sería un paso más en esa dirección para crear ese gran parque que proteja a perpetuidad los humedales, pastizales y montes del Noreste de Argentina y a todas (o, la menos, la mayor parte de) las especies que los habitaron originalmente. Esperamos poder sumarnos a esta larga tradición de conservación en la región y aportar lo mejor de nuestros recursos para que “las aguas que brillan” lo hagan en su máximo esplendor.
Sofía Heinonen
Presidenta de CLT Argentina