Publicidad de HidroAysén: ¿Para quién? ¿Para qué?
¿Por qué HidroAysén decide invertir millones en una campaña publicitaria con presencia en radio, televisión, diarios, letreros carreteros y más? Si fueran tan buen proyecto, ¿habría necesidad alguna de vociferarlo tantas veces, aplicando de paso un estado de alarma severo sobre el futuro del país?
La explicación que implícitamente da la empresa es que la gente que se opone al proyecto no sabe, está confundida. Por eso, la verdad sea dicha y para evitar más confusiones, HidroAysén aclara: Si alguien pide una pizza, una persona ve interrumpida su crucial operación; si alguien usa un secador de pelo, el tiro libre del partido lleno de espectadores se suspende; si alguien usa una juguera, se detiene la producción de una fábrica.
Lo dicen porque tienen la completa verdad y estos burdos ejemplos son la muestra más clara de que acá no se está jugando. No importa si a uno le gusta el proyecto, si cree que es lo mejor o lo que sea. Seamos claros, la estabilidad de todo el país, después de 200 años de independencia, depende exclusivamente de HidroAysén. Todas las otras energías y propuestas de inversión en la matriz energética son, con mucha suerte, un chiche caro que poco y nada alcanza para lo que Chile necesita. ¿O acaso quieren más pobres, menos inversión minera, vivir a punta de velas?
El oligopolio, con más del 90% de la generación en el SIC, será la manera que nunca ha funcionado para bajar los precios de la cuenta de todos los chilenos. Y esto no puede ser cuestionado, dado que HidroAysén se auto confiere el rol tutor con derechos de agua incluidos, de manera gratuita y por decreto, frente a un múltiple y diverso alumnado opacado, sobreviviente en la confusión de haber sido omitidos en una decisión clave para la tramitada intervención humana más grande en la historia de Chile, con el lobby feroz en su máxima expresión de casi sigiloso ataque.
Lo óptimo es que dado este cuadro dividido, nadie opine ni reclame, porque las abundantes críticas son influidas por ONG que usan posters que lavan el cerebro. Mejor derivar la inquietud natural hacia la observación pasiva y reiterada en todos los medios de sus comerciales. Sin quejarse, porque basta con oponerse a un proyecto energético en particular para ser un “ecologista”, lo que implica una serie de prejuicios cercanos a la caricatura que exagera burlesca y peyorativamente la posición.
¿Convence? Ni cerca. El rechazo de la publicidad es severo y manifiesto sobre todo, donde no se paga para decir lo que se piensa: Facebook, Twitter, blogs, escenarios diarios de expresión ante las constantes falsas alarmas. El caos sembrado como cierto no funda su reino, la publicidad hidroayseniana no es más cierta que la verdad arraigada en el sentido común de oposición frente a la destrucción evitable.
El gran error de la campaña publicitaria de HidroAysén fue pensar que la gente no sabe y está manipulada y/o confundida. Eso desmerece el discernimiento de las personas, para luego del ninguneo, amenazar con la estabilidad de una nación sobre la cual cada quien pone su trabajo y esfuerzo diariamente, tal como se ha hecho durante varias generaciones.
La gente nos damos cuenta de que ellos hacen esta alegoría del caos justamente porque quieren vender su proyecto privado y llevarse una cantidad importante de millones de dólares de utilidad lo antes posible. Interés privado, legítimo, pero a costa de un impacto que tiene que ver con todo el país y sus habitantes. ¿Cómo va a ser correcto entonces que la relación de la empresa con la comunidad se base en publicidad de baliza y donaciones de plazas, becas, capacitaciones, instrumental médico, entre otras tantas cosificaciones que jamás reemplazarán un debate inclusivo y directo?
No basta con difundir una publicidad, sino que se necesita también tener un buen proyecto, que sea un aporte y no lo que hasta el día de hoy presenta HidroAysén como algo más que conveniente, inevitable. Esa dinámica cierra el debate hacia la posición de que si no son mega represas son más termoeléctricas a carbón y apelando a los costos de implementación de ERNC (energías renovables no convencionales), dar portazo y aplauso a su proyecto de modificación eterna de Patagonia chilena.
Lamentablemente, para muchos contaminar es gratis, pero lo sigue pagando la mayoría de la gente con su salud, y el turismo con el impacto determinante para el desarrollo del rubro, entre otros afectos no menores. Nadie está contra el progreso. La inquietud de generar más energía existe, pero destruir la Patagonia y hacer un mega cableado de 2 mil kilómetros para incentivar el mega centralismo, habiendo alternativas modernas y limpias, como que no tiene mucho sentido.
La campaña publicitaria de HidroAysén no contribuye. La soberbia de creerse mucho y crecer en base de intentar disminuir al otro, genera un espiral de negatividad y duda, instancias que cabecean con las denuncias de irregularidades en el estudio de impacto ambiental.
Las opiniones con valor en la decisión y no mera decoración, incentivan un debate necesario que no se trata sólo del medio ambiente, sino que sobre el país que se quiere ver en el futuro. Chile debe ser tomado en cuenta no como una audiencia pasiva y confundida, sino como partícipes integrantes de la opción de generar la intervención más grande en la historia nacional. Y por si acaso, según la última encuesta Ipsos, el 58% de los chilenos se opone.