El mensaje de los árboles




Los árboles nos cuentan una historia, una historia de cómo fue el mundo. Es entonces lógico que el jinete hipotético ate las riendas de su caballo a uno de ellos y se disponga a escuchar.

Por Leonardo Moledo

–¿Por qué no me cuenta en qué consiste su trabajo?

–Porque es difícil.

–Bueno, empiece y vamos viendo.

–¿Cómo puedo hacer para explicárselo simplemente? Bueno, le diría, para empezar, que soy especialista en el Holoceno tardío y trato de ver todas las cuestiones relacionadas con el clima de ese período.

–¿Hace cuánto tiempo es el Holoceno tardío?

–Hace unos 2 mil años.

–¿Y qué es lo que hacen para estudiarlo?

–Utilizamos el ancho de los anillos de los árboles para determinar cuáles son las variaciones climáticas que se produjeron en ese período.

–A ver cómo es eso...

–Esta técnica tiene el nombre complejo de “dendrocronología” (dendro= árbol, cronos= tiempo, logos= conocimiento). Es una técnica relativamente sencilla y muy barata, lo cual es muy conveniente. Al poco tiempo que uno empieza a estudiar esta técnica se da cuenta de que tiene una enorme cantidad de aplicaciones. Quizás usted, que es matemático, me va a entender bien. Cuando uno puede fijar en el tiempo un fenómeno con mucha precisión, ese hecho es necesario, imprescindible y fantástico para un montón de cosas. Por ejemplo, con esta técnica puedo tomar cuadros de un pintor holandés del siglo XV o XVI y, viendo la madera, puedo fecharlo y decir si la madera sobre la que está pintada es de la época o no, determinando así si el cuadro es auténtico o no. ¿Por qué pasa eso? Porque los árboles son seres vivos y se comportan como nosotros. Cuando tienen un clima que les es favorable (temperatura, humedad, etc.), crecen un poquito más, con lo cual producen un anillo de crecimiento ancho; cuando tienen condiciones adversas, “hacen dieta” y el anillo es más pequeño. Cuando uno observa el árbol, encuentra anillos más anchos y más estrechos, que son comunes a los árboles de una región (porque el clima los afecta de la misma manera). Aparte se forma un anillo todos los años. Entonces si yo parto de la zona más externa del árbol, donde está la corteza, y empiezo a contar hacia adentro, sé cuánto tiempo vivió ese árbol; pero además puedo medir el ancho y tengo una representación de cómo fue el clima. Y tengo entonces un patrón, que es como si fuera un patrón de barra, de la región de donde provino esa madera. Esta técnica se ha aplicado para estudios del Holoceno. Hay unos árboles que son muy longevos. Una de las especies está en el Sur, cerca de Bariloche, y es el alerce. El alerce llega a vivir hasta 2500 años. Hay otros árboles que también son interesantes, como el austrocedro, que también llega a más de 1500 años vivo, o las araucarias. De manera que podemos hacer series bastante largas de lo que fue el clima. Y eso nos permite, por ejemplo, determinar la variación climática que hubo en los últimos mil años. La variación que estamos viendo es efectivamente mucho más grande que el rango de variación climática que se manejaba hasta ahora.

–¿Es verdad eso?

–Sí, claro. En la Patagonia, en los últimos mil años, nunca ha habido temperaturas tan altas como ahora. Y eso se corrobora con otro tipo de fenómenos, como el derretimiento de los glaciares, la aparición de otros insectos, los movimientos de la línea de árboles (que sube porque encuentra mejores temperaturas arriba en la montaña). Es decir que la observación de los anillos complementa otras observaciones que son, también, fundamentales.

–¿Y usted qué hace con esas mediciones?

–La información que tiene un árbol es muy variada. Una vez me pidieron que explique para niños qué era lo que hacía. A mí no se me ocurría cómo hacerlo, pero una colaboradora les preguntó a sus hijos cómo describirían el trabajo que hacíamos nosotros con los árboles. Los chicos respondieron: “Es muy fácil. Los arbolitos van a la escuela y aprenden a escribir. ¿Dónde escriben? En su panza. ¿Y cómo escriben? Con anillos. Y lo que ustedes hacen es leer todo lo que los árboles escribieron”. Y es efectivamente eso lo que hacemos: saber a partir de esos anillos si llovió o no, si hubo un incendio, si hubo una avalancha, si el suelo se movió y el árbol tuvo que crecer de otra manera para enderezarse, si hubo algún insecto que le comió parte de las hojas y le produjo una cicatriz, si hubo un terremoto. En fin: tienen un lenguaje que hay que saber leer y traducir, que es lo que nosotros hacemos. Tratamos de maximizar una señal que queremos estudiar. Es importante destacar que la técnica no es destructiva: para los árboles que están vivos se usa una herramienta especial mediante la cual se le hace un agujerito mínimo (que no le produce ningún daño al árbol). Es más o menos como hacer una biopsia.

–Retrocedamos 2 mil años. ¿Cómo era todo entonces?

–Depende de la región. Acá, en la región de Cuyo, no era muy diferente de lo que es ahora. Quizás había períodos donde la montaña tuvo más cobertura de nieve, más hielo, hubo períodos donde la temperatura fue más alta (coincidiendo con lo que pasó en otros lugares del mundo, en lo que se denomina el “óptimo medieval”). Esas temperaturas fueron muy buenas para el hombre, no sé si para el árbol. Pero para el hombre era mucho más templado y cómodo de lo que fue posteriormente, en lo que se llamó la “pequeña edad del hielo”. Acá hubo manifestaciones de esa edad, que están centradas más o menos desde 1650 hasta 1850. En ese período de 200 años tenemos en la Patagonia un período frío. En lo que respecta a la montaña acá de Mendoza hay un pequeño problemita, que es que la montaña no tiene muchos árboles. Pero sí se encuentran árboles del lado chileno, y esos árboles nos permiten ver más o menos qué pudo haber pasado de este lado de la cordillera. No se olvide que nuestra cordillera recibe su humedad viniendo desde el Pacífico, de manera que lo que ocurre en Chile, le ocurre a nuestra cordillera. Y acá sí ha habido períodos de sequía más o menos prolongados y períodos de mayor abundancia de lluvias. Lo interesante es que estos períodos están disminuyendo. Del 1900 a esta parte, la tendencia que se observa (tanto en los árboles como en otros proxy) es que la precipitación está bajando.

–¿Por qué?

–Uno de los problemas puede ser el cambio climático.

–¿Pero desde 1900? ¿No es un poco temprano para hablar de cambio climático?

–Hay dos cosas que se superponen en el cambio climático. Una es la variabilidad natural y la otra es el efecto antropogénico. Separar ambas señales no es una tarea fácil. Uno tiene la tendencia a decir que el cambio es más visible en la serie de temperaturas que en la serie de precipitaciones. La serie de precipitaciones puede tener varios otros motivos, como por ejemplo la acción diferencial de algún forzante climático...

–¿Qué es un forzante climático?

–Un forzante climático es alguna condición que obliga al clima a cambiar. Un forzante son las corrientes del Niño o la Niña: esa condición atmosférica hace que la variación climática aumente. Hay otro forzante, que es la oscilación decadal del Pacífico. Es una modulación del Niño y produce una señal que puede verse en los caudales de nuestros ríos, en los anillos de árboles. Tiene un centrado de cerca de 30 años. Tampoco podemos descartar las influencias solares.

–Antes habló de “proxy”. ¿Qué es eso?

–Llamamos así a aquellos datos que, si bien no son exactamente climáticos, representan un poco el clima. No son datos instrumentales, no se pueden cuantificar del mismo modo que otros. Hay varios: los corales, los testigos de hielo que se toman en la Antártida, las estalactitas, que tienen depósitos calcáreos donde quedan fijados isótopos del agua y del oxígeno...

–En Mendoza es más o menos igual el clima. ¿Y en el Sur?

–Más al Sur se ve mejor la variación de la “pequeña edad del hielo” y del máximo medieval.

–¿Qué fue el máximo medieval?

–Un máximo de temperatura, que se dio alrededor del 1000 o el 1200.

–¿Y con relación a hace 2 mil años?

–No hubo demasiadas variaciones. Para encontrar variaciones más importantes hay que irse más atrás. Pero eso no lo podemos hacer porque no nos da el árbol.

Informe: Nicolás Olszevicki.

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