Carta póstuma de Lee Kyung Hae
Tengo 56 años. Soy un granjero de Corea del Sur y hemos intentado resolver nuestros problemas nosotros mismos, con una gran esperanza en las uniones campesinas. Sin embargo, por lo general he fracasado, como han fracasado la mayoría de dirigentes campesinos en otras partes.
Poco después de que se firmó el acuerdo de la Ronda de Uruguay, nosotros, los campesinos coreanos y yo, nos dimos cuenta de que nuestros destinos ya no están en nuestras manos. Además, impotentes, no pudimos hacer nada más que ver las olas que destrozaron nuestras comunidades rurales, asentadas desde hace cientos de años. Para armarme de valor he intentado buscar las razones verdaderas que explican la gran fuerza de estas olas.
He llegado a la conclusión, aquí en Ginebra, en la puerta de la OMC, y estoy gritándoles a ustedes las palabras que han hervido en mi cuerpo por mucho tiempo.
¿Para quiénes están negociando ahora? ¿Para el pueblo o para ustedes mismos?.
Dejen de hacer sus negociaciones en la OMC, llenas de lógica falsa y de palabras que son meros gestos diplomáticos.
Saquen la agricultura de la OMC.
Es cierto que los programas coreanos de reforma agrícola incrementaron la productividad de algunas granjas individuales. Sin embargo, también es un hecho que el incremento en la productividad simplemente añadió más volumen a un mercado de sobreoferta en el cual los bienes importados ocuparon la porción de menor precio. Desde entonces, jamás hemos recibido nada que supere los costos de producción. En ocasiones se han registrado caídas en los precios cuatro veces superiores que la tendencia normal. ¿Cuál sería tu reacción emocional si tu salario de repente cayera a la mitad sin entender claramente la razón?.
Una parte de los campesinos abandonaron sus granjas y migraron a los barrios urbanos. Los demás, que intentaron escapar del círculo vicioso, enfrentaron la bancarrota con deudas acumuladas. Por supuesto, algunas personas afortunadas han podido seguir adelante; sin embargo, sospecho que no todos podrán hacerlo. Yo no he visto nada más que casas vacías y maltratadas. Lo único que pude hacer fue revisar las casas y esperar a que regresaran. Una vez corrí a una casa donde un campesino abandonó su vida tomando un químico tóxico debido a sus deudas impagables. No pude hacer nada sino escuchar los aullidos de su mujer. ¿Qué sentirías en mi lugar?.
Si caminas en los pueblos rurales de Corea, lo primero que ves son muchas estructuras arruinadas, la mayoría techos para el ganado e invernaderos de vidrio, que tragaron enormes cantidades de dinero. Si entras a algunas casas, te encuentras con ancianos que sufren en su mayoría de alguna enfermedad. La comodidad de la vida rural sólo se siente viajando en coche. De hecho, los caminos pavimentados sirven sólo para los grandes apartamentos en los que viven a menudo más de mil personas, a los edificios y a las fábricas en Corea. Las tierras ahora pavimentadas eran arrozales que por miles de años proporcionaron los alimentos y materiales para la vida cotidiana. Ahora, en la sociedad contemporánea las funciones ambientales de los arrozales son aún más necesarias desde el punto de vista ecológico e hidrológico. ¿Quién guardará la vitalidad rural, las tradiciones comunitarias, el medio ambiente?.
Con la ayuda de la Unión Campesina tuve la oportunidad de viajar a otros países y ver qué hacen otros granjeros para competir y, por lo menos, sobrevivir. Fue bueno ver que en la Unión Europea los granjeros mantienen su orgullo en la conservación de sus comunidades, sus alimentos, su patrimonio tradicional y sus culturas. Al ver sus fuertes sentimientos de responsabilidad social, organización y los altos apoyos del gobierno me di cuenta que no abandonarán el trabajo en sus tierras.
Fueron lo suficientemente eficientes para manejar grandes extensiones de tierra con un mínimo de trabajo familiar. Sin embargo, sin esos apoyos no podrán seguir cultivando y tendrán que abrir negocios turísticos. Las dificultades de los pequeños productores fueron parecidas a las nuestras.
Las granjas en Estados Unidos parecen grandes y bien planeadas pero tienen más riesgos. Querían exportar más pero vivían preocupadas por la bancarrota.
Me preguntaba por qué no eran felices con estas grandes granjas y buenas máquinas. Varios de ellos me dijeron que con la permanente caída de los precios apenas obtienen ganancias para sobrevivir, a pesar del incremento en las exportaciones. Más bien, dijeron que los estómagos de sus socios empresariales (los comerciantes de granos, agroindustriales, procesadores) crecieron cada vez más. En conclusión me contaron que muchos granjeros en Estados Unidos pronto se quedarán en la bancarrota, si no hay subsidios adicionales debido a la dificultad de pagar el interés de los préstamos adquiridos para pagar el incremento de sus tierras y sus insumos.
Creo que la situación de los granjeros de muchos países en vías de desarrollo es parecida, aunque los problemas internos son diferentes. Sin embargo usualmente los problemas de dumping, importaciones masivas, falta de presupuesto gubernamental, y densidad de población son comunes. Para ellos las protecciones arancelarias sería la solución más práctica.
Me da pena ver la televisión y escuchar las noticias que dicen que el hambre prevalece en muchos países menos desarrollados, a pesar de que el precio internacional de granos está muy bajo. Ganar dinero a través del comercio no debe ser su manera de conseguir alimentos. Sin embargo deben tener acceso a la tierra y al agua. Cuando veo este desastre para los seres humanos, pienso en las personas gordas que viven en las ciudades del norte.
¿Caridad? ¡No, déjennos volver a trabajar!.
Mi mensaje va a todos los ciudadanos para decirles que los seres humanos están en una situación de peligro debido a la falta de control sobre las corporaciones multinacionales y un pequeño número de miembros de la OMC que nos llevan a una globalización inhumana, antiambiental, asesina y no democrática. Debe pararse de inmediato, porque si no la lógica del neoliberalismo matará la diversidad global en la agricultura y sería un desastre para todos los seres humanos.
Lee Kyung Hae.