Científicos sobre "la carretera hídrica" en Chile: “Se asume que el agua del río Bíobío sobra, y eso es una falacia”

La comprensión y el cuidado de los ecosistemas son fundamentales para enfrentar y mitigar la crisis hídrica que afecta a gran parte del país. Investigadores llaman a tomar decisiones de largo plazo, basadas en la evidencia y naturaleza, como el manejo integrado de cuencas, la conservación del bosque nativo, entre otros. Preocupación y desconcierto ha causado la posible construcción de la denominada “Carretera Hídrica”, una iniciativa que pretende transportar agua desde la Región del Bíobío hacia la zona centro y norte del país.

El proyecto ingresa este martes a la oficina de concesiones del Ministerio de Obras Públicas (MOP) y promete, de acuerdo a lo descrito en su página web, “solucionar el problema hídrico de muchas regiones, ciudades y comunas”, así como hacerse “cargo del cambio climático, ayudando a mitigar los efectos de éste”.
“Me parece muy difícil o imposible que un proyecto de este tipo puede hacerse cargo de un problema global y de largo plazo, como son los cambios en abastecimiento hídrico debido al cambio climático. Una solución a estos problemas requiere un enfoque adaptativo, es decir, estrategias que son basadas en el conocimiento y flexibles frente a distintos estados futuros del problema”, advierte Juan Armesto, científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académico de la Universidad Católica.
El investigador aclara que, si bien se tiende a responsabilizar solo al cambio climático de este problema, “las crisis hídricas tienen múltiples causas, por tratarse de recursos como el agua que tienen relación con el funcionamiento de ecosistemas completos. En el caso de la zona centro, por ejemplo, el déficit hídrico en la agricultura, en un año particular, puede atribuirse a muchos factores concurrentes, como los usos competitivos del agua (industrias, agricultura, mineras, centros urbanos), falta de infraestructura, uso ineficiente del recurso, degradación de los suelos y los ecosistemas, entre otros”.
Pese a que hace un mes se reportó que la provincia de Bíobío posee entre un 20 y 25% de déficit hídrico, la iniciativa público-privada contempla una inversión, según Statista, de US$20 mil millones, que incluye una infraestructura destinada a captar, almacenar y transportar el “excedente” de agua de los ríos de la región, lo que a su vez recuerda otras afirmaciones expresadas en torno a este tema, que aseguran que el agua de los ríos “se pierde” en el mar.
Frente a esas aseveraciones, Armesto refuta categóricamente: “el agua que los ríos llevan al mar no son ‘excedentes’ sino que contienen biodiversidad y nutrientes derivados de los ecosistemas terrestres, que aportan energía a las cadenas tróficas de los sistemas acuáticos en los ríos, lagos y costas”.
En la misma línea, el investigador del IEB, Cristián Frêne, señala que “se asume que el agua del río Bíobío sobra, y eso es una falacia, porque lo que ocurre es que los ecosistemas, tanto terrestres como acuáticos, y con esto me refiero también a los del borde costero, se van a ver afectados por una disminución importante del caudal. Ese caudal del río Bíobío que llega al mar no se pierde, sino que es fundamental para todos los procesos ecológicos que ocurren en el borde costero”.
Dicho de otra forma, el agua no se encuentra en exceso 
en ningún lugar del país.
Además, Frêne observa que “es una inversión demasiado costosa, que tiene un costo de operación y mantención gigante”, y que la intervención en el caudal no solo podría perjudicar a la biodiversidad y actividades socioeconómicas locales, como la pesca artesanal, sino que también podría provocar la pérdida de miles de litros de este valioso recurso, en caso de que la infraestructura sucumba ante fenómenos usuales en Chile, como sismos y terremotos.
Armesto recalca que “en el contexto de cambio climático debemos buscar alternativas de manejo de los recursos hídricos que sean adaptativas, y que permitan satisfacer todas las demandas de la sociedad y los sistemas ecológicos de los que dependemos en el largo plazo”.
Algunas medidas de menor costo que apuntan a ello serían el remplazo de cultivos con alto consumo de agua por otros más eficientes que requieran menor cantidad; el desarrollo de variedades más eficientes de los mismos cultivos; medidas para un mejor manejo del agua en el suelo; sistemas de uso cooperativo del agua; y el reciclaje de aguas residuales mediante plantas de tratamiento o tecnologías como humedales artificiales.
Existen ejemplos en otros lugares del mundo con aridez permanente, como el desierto del Néguev, donde se ha optado por invertir de manera local en plantas de desalinización, lo que en algunos sitios de las costas de Chile podría evaluarse como opción.
Sin embargo, un aspecto esencial, pero muy ignorado en la práctica, es el rol crítico de la naturaleza, donde ocurre el ciclo hidrológico y se forman los servicios ecosistémicos que nos abastecen, precisamente, del agua que bebemos y usamos.
Por ello es necesaria la conservación y restauración de los ecosistemas nativos (como bosques), así como un mejor ordenamiento territorial que permita el almacenamiento natural del agua en los suelos, promoviendo el buen funcionamiento de los ecosistemas, una mejor calidad de vida de los habitantes y el desarrollo socio-económico local.
Frêne subraya: “Es muy importante trabajar bajo el concepto de manejo integrado de cuencas, que permite ordenar los usos de la tierra y del agua en el tiempo y el espacio. Permite primero identificar a los usuarios de una cuenca, a los habitantes de ella, y luego priorizar usos que propendan al bienestar local, y no solamente que se esté utilizando este recurso con criterios económicos. Por lo tanto, esto viene aparejado de un cambio de paradigma, que tiene que ver con entender al agua como un bien común, y dejar de entenderlo como una mercancía o bien de mercado”.
Por otro lado, el investigador manifiesta la necesidad de modificar tanto el Código de Aguas como la Constitución, para que el Estado tenga mayor control sobre este recurso cada vez más escaso.

Fuente Codexverde
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Chile, casi sin reservas: Embalses con agua para el consumo humano promedian un déficit del 58%

La situación más crítica se presenta en Valparaíso con Aromos, que cuenta con un 6% de su capacidad. El de Peñuelas, por otro lado, está seco, según reportó la Dirección General de Aguas. Pese a esto, Esval afirma que el suministro de agua potable está asegurado para la presente temporada.
Los embalses están en sus mínimos históricos. Así lo refleja el más reciente informe de la Dirección General de Aguas, dependiente del ministerio de Obras Públicas, con el estado de las reservas hídricas del país al 31 de marzo de 2020. De acuerdo a este reporte, “a nivel nacional y en términos globales, los embalses presentan un déficit con respecto a sus promedios de un 50%”.
Lo que más apremia es la merma en las reservas de agua acumulada para el consumo humano. Ahí destaca la escasez en el embalse Aromos (Limache) que es la reserva con que cuenta la costa norte de la región de Valparaíso y que está a un 6% de su capacidad (2 millones de metros cúbicos). Además, se confirma que Peñuelas se encuentra seco, un lago que hace tiempo dejó de aportar con agua potable la capital de la región.
Ante esta situación, Esval, la empresa sanitaria a cargo del saneamiento y suministro de agua potable en gran parte de la región de Valparaíso, afirma que el abastecimiento está asegurado para la presente temporada.
“La situación es crítica en nuestra región, por eso constantemente buscamos nuevas alternativas para robustecer nuestro servicio. Sin las inversiones que hemos hecho con la sequía actual ya tendríamos racionamiento”, señala Luis Riveros, gerente regional de Esval.
El ejecutivo de la sanitaria agrega que “en la actualidad el 60% de nuestra producción viene de fuentes subterráneas y nuestro gran proyecto para el mediano plazo es la conexión de la planta Concón con Aromos, para poder recargarlo durante el invierno y dar respaldo al gran Valparaíso hasta 2040”.
Los embalses con agua para el consumo humano registran un déficit del 58%, según los datos revelados por la DGA. “El déficit más significativo corresponde a los embalses mixtos (riego y generación de energía) con un 63%. El menor déficit corresponde a los embalses dedicados sólo a la generación (energía) con un 13%”, detalla el reporte estatal.
Al comparar marzo con febrero (2020), hay una disminución del 11% en el volumen de agua acumulada. “El almacenamiento global corresponde a un 30% de la capacidad total”, recalca la Dirección General de Aguas.

Baja el caudal de los ríos
“Durante marzo, todos los ríos experimentaron una disminución en sus caudales producto de la falta de precipitaciones y/o el término de las reservas de nieve, con la excepción del río Copiapó, lo que se podría explicar por precipitaciones estivales en la zona durante los meses de enero y febrero”, detalla el reporte de la DGA.
Sólo los caudales de los ríos Copiapó y Biobío se mantienen por sobre sus promedios. “El resto de los ríos están por debajo de sus promedios y, en la mayoría de los casos, por debajo de su mínimo histórico o muy cercano a él”, afirma el reporte.

Fuente CHVN

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