Virus y armas biológicas: Notas para convertir el confinamiento y el dolor en reflexión hacia una sociedad desmilitarizada.

El impacto de la pandemia covid-19, el mareo de datos, noticias, mentiras y planes, la saturación de nuestros hospitales, el dolor de la muerte en solitario, la precariedad e inseguridad de tantos y la emoción del aplauso en los balcones, hacen del confinamiento un buen momento para una reflexión sosegada sobre el presente y las perspectivas de futuro.

Julio González Reyero

La pandemia nos iguala a todos en la amenaza a la salud, pero no es lo mismo afrontarla desde un chalet con jardín que desde un piso de 40 m2 o desde el paro. Eso nos hace replantear qué es la seguridad y qué es lo que hay que defender, y nos urge a un cambio de prioridades, objetivos y presupuestos.
El dolor y la indignación no nos hacen perder la memoria y la dignidad. Hoy más que nunca es evidente que los recortes en la Sanidad y los servicios públicos, con los que se lucran entidades privadas, hacen más difícil la atención necesaria y urgente. Aunque lo repitan cada día en TV con medallas en el pecho, ni somos soldados ni esto es una guerra: es una pandemia, una enfermedad infecciosa, a la que se le hace frente con profesionales y científicas preparadas, con personas trabajadoras de todo tipo, con una sociedad organizada, informada, democrática, y no con armamento y palabras altisonantes de entrega, servicio y sacrificio. Es evidente que nos hemos equivocado en las prioridades y las inversiones: nos sobran militares y cuarteles, y nos falta personal de cuidados y hospitales.
Hay razones para la sospecha
Parece que no están claros los orígenes del virus. Por una parte, la OMS ya llevaba tiempo alertando sobre posibles pandemias infecciosas para los humanos.  La hipótesis más aceptada plantea que la covid-19 sea una zoonosis, es decir, una enfermedad de origen animal que en un determinado momento pasa al ser humano. 
Lo cual no nos exime de responsabilidad, pues esto puede suceder y agravarse por la degradación de los ecosistemas, el aumento de la temperatura, la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Parece inevitable la amenaza de nuevas pandemias si no cambiamos con urgencia nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza, de producir, de acumular, de consumir, de movernos...
Por otra parte, envueltos en la desinformación y el ocultamiento, y con teorías sensacionalistas o conspirativas sesgadas sobre laboratorios de investigación de virus, desarrollo de nuevas armas biológicas, conflicto EE UU-China… no se puede evitar la sospecha de que su origen esté en la acción humana, intencionada o no. Este virus no se ha desarrollado en un laboratorio con una intencionalidad política o militar, pero desgraciadamente tampoco nos extrañaría de haber sucedido así.

Parece inevitable la amenaza de nuevas pandemias si no cambiamos con urgencia nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza, de producir, de acumular, de consumir, de movernos...
    
No estamos en guerra. Pero si algo tenemos que aprender de esta terrible realidad y del sufrimiento al que nos lleva, es a poner los medios para poder evitarlo. Una realidad similar podría producirse por la acción directa humana, militar. La historia del uso del armamento químico y biológico nos inquieta.
Ya con el Protocolo de Ginebra de 1925 fueron prohibidas las armas bacteriológicas y los gases asfixiantes y tóxicos, prohibición que no impidió su amplia utilización desde entonces en las guerras del sangriento siglo XX y hasta ahora, con el ántrax, el gas mostaza, los gases neurotóxicos tabún y sarín, la toxina del botulismo, el sulfuro de cloroetileno, las bombas de fósforo blanco y napalm, agentes defoliantes “naranja”, herbicidas, y un lamentable etc., de incidencia sobre las personas, pero también para la agricultura, la fauna y el agua.

¿Desde cuándo la investigación en salud es competencia del ejército? ¿Quién controla sus experimentos? 
¿Hemos dejado un aspecto tan fundamental para la seguridad humana, como la salud, en manos militares?
 
Posteriormente se han firmado otros protocolos internacionales con más prohibiciones, la Convención de Armas Bacteriológicas (Biológicas) y Toxínicas en 1972 y la Convención de Armas Químicas en 1993, que no han impedido su desarrollo posterior (secreto) y su utilización. El listado de enfermedades seleccionadas para ser usadas como armas es muy extenso: el carbunco, el ébola, el cólera, el virus hemorrágico de Marburgo, la tularemia y la brucelosis, el tifus, la fiebre amarilla, la viruela, la encefalopatía japonesa, la peste y tantas más, enfermedades contra las que la humanidad está luchando desde siempre, algunas cuyos agentes ya están extinguidos como tal, pero que se mantienen en los laboratorios, como por ejemplo, la viruela.
Nos hicieron creer que era cosa del pasado
Es de información pública la existencia de Fort Detrick, el centro del Comando Médico del Ejército USA en Maryland, base de su programa de armas biológicas desde 1943. Su cierre temporal en agosto de 2019 no nos puede dejar tranquilos. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC) lo han clausurado debido a la falta de seguridad durante una investigación con gérmenes letales (ébola, ántrax, peste) por no cumplir con los estándares de bioseguridad establecidos que eviten la pérdida de los patógenos, ni con los procedimientos requeridos para tratar las aguas residuales, con lo que puede “representar una amenaza grave para la salud pública”. Los CDC no han proporcionado más detalles por “razones de seguridad nacional”. Algunas publicaciones lo relacionan con esta pandemia.

Que no nos engañen, seguridad humana y seguridad militar son hoy 
dos realidades contrapuestas
                                     
En marzo de 2018 la prensa informa que un exespía ruso y su hija han sido envenenados en Londres con novichok, un agente neurotóxico ruso. Y los rusos sugieren que el tóxico ha salido de Porton Down, próximo al lugar del envenenamiento. Porton Down (Inglaterra) es el Laboratorio Científico y Tecnológico de Defensa inglés, en activo desde hace 100 años, y que en la actualidad se centra, con el más alto nivel de secreto, en la búsqueda de soluciones posibles ante uno de los más grandes temores actuales, el ataque a una gran ciudad con un arma biológica. Que los ejércitos están investigando con armas biológicas, en fin, lo demuestra también que en la Academia Militar de Investigación Médica China, la doctora Chen Wei, investigadora militar que hizo una vacuna contra el ébola, desarrolla en la actualidad una vacuna contra el virus SARS-CoV-2, causante de la pandemia covid-19.
También en España. Reuniendo laboratorios dispersos, se inauguró, en 2011, el Instituto Tecnológico “La Marañosa”, en San Martín de la Vega (Madrid), el mayor centro de investigación e innovación militar, de carácter dual, con 7 especialidades, entre las que está la Defensa Nuclear, Química y Biológica.
Armas biológicas: un secreto militar insostenible
Es muy ilustrativo el artículo que presenta la periodista Nazanin Armanian sobre los ensayos del ejército norteamericano desde principios del siglo pasado, para probar, sobre su propia población y soldados, diversos patógenos y agentes químicos, su incidencia, modo de propagación, capacidad de dispersión o permanencia en distintos medios. Cómo en distintos momentos ha rociado ciudades como New York o la Bahía de San Francisco, Minnesota y ciudades del Medio Oeste, zonas tropicales como Hawái, o túneles del metro de New York, con negros para probar si hay distintas sensibilidades raciales, o con objetores de la Iglesia adventista para adecuar las dosis de cada bomba. Y siempre en secreto, sin avisar previamente, y sin reconocer posteriormente ninguna responsabilidad.

Debemos desarrollar ya alternativas civiles a los ejércitos y evitar el despilfarro y peligro de sus instituciones y armamentos, deben iniciarse ya procesos calendarizados de reconversión militar.
   
Todos los ejércitos tienen laboratorios de investigación médica y biológica para fabricar medicinas, antídotos y vacunas contra los efectos de las armas Químicas y Biológicas, evidenciando así, claramente, la existencia de estas armas, por más que estén prohibidas.
Un periódico digital informaba en un artículo publicado en noviembre de 2019 que el ejército español desarrollaba una inyección para frenar epidemias como el ébola. El artículo pasó desapercibido pero es muy preocupante, no tanto por lo que dice como por los interrogantes que suscita. ¿Desde cuándo la investigación en salud es competencia del ejército? ¿Quién controla sus experimentos? ¿Hemos dejado un aspecto tan fundamental para la seguridad humana, como la salud, en manos militares? ¿Estamos ante un caso más de militarización e intrusismo?  Quienes se han erigido en nuestros defensores y hasta en salvadores, se exhibían en el IFEMA con los flamantes trajes especiales, mientras en muchos hospitales y residencias, el personal sanitario tenía que garantizar su seguridad y la de los pacientes con bolsas de basura.
Militarización, securitización y control social
Ante los grandes riesgos que estas armas conllevan, también para el Norte Global, proyectos de I+D+i de investigación militar desarrollan nuevas Armas no-letales (NLW, Non-Letal-Weapons), rayo de dolor, armas sonoras, láser y energía dirigida, enjambres de drones, robots asesinos, control de frecuencias de ondas… en una escalada de control y dominación de las poblaciones, donde ya no hay límites entre la seguridad y la militarización, impulsadas por el afán lucrativo de corporaciones industrial-militares, sin escrúpulos ni control.

Es evidente que nos hemos equivocado en las prioridades y 
las inversiones: nos sobran militares y cuarteles, y nos falta personal 
de cuidados y hospitales.

Las amenazas de pandemias y del Cambio Climático son ya conocidas y esperadas desde hace tiempo, tanto por la OMS como por los distintos países, que las han incorporado a sus protocolos de seguridad y son contempladas por la industria militar y las corporaciones como una amenaza de la que defenderse, lucrándose con un gran desarrollo tecnológico, en vez de hacer frente a sus causas, generadas la mayoría de las veces, por ellas mismas. A pesar de saberlo, han primado los intereses de unos pocos sobre la salud de la mayoría. No se reforzaron los servicios públicos y sociales. No se ha reforzado el tejido social y las redes productivas que sustentan una vida digna. Han previsto soluciones militares y autoritarias, no para atajar las causas, sino para contener y controlar las consecuencias, con medidas securitizadoras que ya funcionan en las fronteras, con un alto coste en vidas humanas. ¿Será este confinamiento, además de una necesidad coyuntural, un ensayo de control social?
La carrera de armamentos con la que los estados quieren hacer frente a los problemas globales nos llevará hacia el abismo si no somos capaces de pararla. Desgraciadamente todavía ningún partido plantea límites a este militarismo desbocado. Una vez más, tendrá que ser la ciudadanía quien tome las riendas para revertir esta situación.
Quienes creemos en los derechos humanos, quienes creemos que ningún ser humano es ilegal, quienes creemos en el derecho a una vida digna para todas, tenemos el reto de poner la vida y los cuidados en el centro de la política. Que no nos engañen, seguridad humana y seguridad militar son hoy dos realidades contrapuestas. En el eje de las amenazas para la humanidad nos encontramos hoy con los ejércitos que, de un modo muy importante, forman más parte de los problemas que de las soluciones.
Alternativas civiles para una reconversión militar
Este auge del militarismo y la securitización nos lleva a plantear la necesidad urgente de cambios socio-políticos, de un nuevo contrato social, en el que es necesario pensar en la verdadera defensa y seguridad de las sociedades del mundo global. Para ello debemos desarrollar ya alternativas civiles a los ejércitos y evitar el despilfarro y peligro de sus instituciones y armamentos. Parece utópico. Pero deben iniciarse ya procesos calendarizados de reconversión militar, para que nunca más, ante las graves amenazas pandémicas y de cambio climático, tengamos más armas que respiradores o placas solares y alimentos.
         Ni una mujer, ni un hombre, ni un euro para la guerra.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/planeta-desarmado/virus-pandemia-y-armas-biologicas

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