El discurso de Petro en la ONU y la “búsqueda de sí mismo”

En ocasión del discurso de Gustavo Petro en la Asamblea General de la ONU  en Nueva York, que muchas personas han calificado de lírico, poético, crudo, agresivo, explosivo, retador y hasta cruel, planteo algunos aspectos de su accionar político. No se trata de justificar o idealizar sino de ubicar lo “diferente” o “nuevo” con respecto a otras experiencias de América Latina. Petro se expresó como una víctima o como el representante de las víctimas de un modelo económico injusto, depredador e irracional. Usó el tema de la coca y la cocaína, de la guerra contra las drogas y de la lucha contra el cambio climático para plantear una crítica profunda y sentida al capitalismo. Aunque se asumió como vocero de los colombianos y defensor de la Amazonía, en su catilinaria incluyó a los estadounidenses que mueren por sobredosis, a las comunidades negras (“afros”) que son discriminados y encarcelados, a los migrantes que son rechazados y/o expulsados, y a muchos otros sectores de la población global. Habló como humanidad y para la humanidad.

Por Fernando Dorado

De alguna manera su discurso incluyó a los poderosos porque ellos no pueden superar su adicción a las ganancias, al poder y al dinero. Petro habló como un psicoanalista del “sur global” que le muestra al “norte desarrollado” un camino ecológico para superar su “soledad narcotizada” por el consumismo suicida. Petro con su beligerante discurso hizo avergonzar al mundo. Desnudó la hipocresía existente. Denunció la “adicción a la ganancia” como la madre de todas las adicciones que lleva a toda la humanidad hacia su extinción. Se enfrentó –siendo presidente de una nación- a la lógica de muerte del gran Capital sin caer en la trampa del alineamiento internacional.
Lo interesante del proceso político que impulsa Petro es que actúa a varios niveles y con cierto eclecticismo y flexibilidad. Él mismo ha dicho que su proceso es “una búsqueda”. En lo interno, dirige un gobierno (su equipo de ministros y colaboradores) con mucho sentido práctico y poca ortodoxia. Petro no oculta la variada composición social y política de su gobierno (“alianza inter-clasista”), la hace evidente y la convierte en una ventaja tanto a nivel interno como externo.
Paralelamente, se mueve en otros terrenos de la administración y de la vida del país apoyándose en otros funcionarios (y organizaciones) más cercanos a su idea, como es el caso del comisionado de paz y otros personajes que promueven la participación de la gente en diversos niveles y escenarios. Impulsa actualmente los “diálogos regionales vinculantes” adaptando su temática y participación a las necesidades de la gente en amplios territorios. Así mismo, se apoya en la “coalición multipartidista” para aprobar leyes y propuestas en el Congreso sin tener que “tensionar mucho la pita”. Ha nombrado en cargos importantes a gente experimentada con enfoques relativamente tradicionales, pero también permite y estimula que dirigentes surgidos de movimientos sociales o de la academia se prueben y aprendan en el campo de la gestión del Estado.
Igualmente, Petro ha empezado a moverse en varios niveles en el campo internacional. Desarrolla relaciones bilaterales; promueve la comunidad andina; construye alianzas ambientales; tiene como eje a América Latina pero no pierde de vista lo que ocurre en el mundo. Es crítico del capitalismo pero sabe que tiene que “actuar dentro de él”. Es consciente que no puede enfrentarse con el gobierno de los EE.UU. porque fácilmente lo pueden aislar. Tampoco puede hacerlo frente al BM o al FMI, dado que debe relacionarse con ellos. Por ello, es capaz de rechazar las guerras (todas) y no se alinea con ningún bloque o potencia. Y todo ello, le permite tomar decisiones que ningún gobierno progresista o de izquierda de “línea dura” se atrevería a asumir, como aprobar de entrada una reforma tributaria o incrementar los precios de los combustibles para enfrentar la grave situación fiscal que heredó del anterior gobierno.
Petro es el primer gobernante progresista de la región que parece actuar con una visión sistémica, compleja y “no lineal”. De esa manera, los pueblos y los trabajadores pueden apoyarse en él sin que ello implique delegar toda la acción social y política en su liderazgo. Él mismo ha pedido que los movimientos y organizaciones sociales mantengan su autonomía. Tampoco se ha propuesto construir una organización política tradicional (“partido”), porque sabe que hasta allí llegaría “su búsqueda”. Es consciente que ese tipo de organización cae con facilidad en prácticas burocráticas y verticales que debilitan los procesos reales y anulan las relaciones creativas entre dirigentes y militantes de diversos grupos y movimientos. Todo indica que le interesa construir una “corriente de pensamiento” que sirva de referente para la acción social y política.
En ese sentido, Petro combina el aprendizaje de lo vivido en países vecinos o que han tenido “procesos progresistas” (Bolivia, Ecuador, Brasil, México, España, Grecia, etc.) con el estudio teórico de diferentes autores clásicos y actuales. Y le apuesta a desarrollar su propia experiencia.
Es por todas esas particularidades que Petro todavía no es interpretado por las izquierdas que colocan como tarea central el enfrentamiento con el gobierno de los EE.UU. Los más radicales “ambientalistas” tampoco lo entienden porque Petro ha planteado la necesidad de desarrollar el capitalismo, así tenga en mente una variante que combina un “nuevo tipo de industrialización” con la superación de la matriz energética dependiente de combustibles fósiles. Y menos es comprendido por los sectores más extremos de derechas e izquierdas que tienen esquemas preconcebidos y no saben cómo reaccionar frente a esa variedad y multiplicidad de enfoques y conductas.  
Así y todo, el discurso de Petro en la ONU llamó la atención. Su “búsqueda” se abre nuevos espacios, avanza en nuevos terrenos y aprende (y enseña) sobre la marcha. Petro sorprende afuera y adentro, y de alguna manera se enfrenta a los paradigmas existentes. Recién empieza a gobernar pero en menos de seis (6) semanas se ha hecho sentir.

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Fuente: Fuentes: Rebelión

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