Principio de reciprocidad: ¿Cuándo olvidamos el principio de reciprocidad, ese que dice que si recojo frutos devuelvo semillas?
Era el típico hombre muy mayor. Con su pantalón de hombre muy mayor, su camisa blanca de botones blancos ligeramente nacarados y unas manos de esas que saben entender la rugosidad de los troncos de los árboles. Estaba en el mismo parque que yo. Un parque dentro de una ciudad inmensa. Clonc. Silencio. Clonc. Clonc. Silencio. Me paré a mirarle. Con una mano sostenía un bote que había sido una lata que, en algún momento, debió contener un alimento que no supe identificar. Con la otra iba recolectando, una a una, las aceitunas que estaban a su alcance en el único olivo del parque. Clonc. Fue llenando la lata. Sin prisa. Como disfrutando de un chapuzón en un río de montaña en verano. Dejó muchas olivas todavía en el árbol. Antes de irse sacó de la lata algunas y las tiró al suelo al lado del olivo. Ploc. Ploc. Ploc. Las olivas sobre la tierra suenan casi a lluvia.
María González Reyes
Me pareció que acababa de ver un ejemplo de lo que Robin Kimmerer, en su libro Una trenza de hierba sagrada, llama “Cosecha honorable”. Tomar de la naturaleza solo lo que se nos ofrece, utilizarlo bien, agradecer el regalo, dar algo a cambio. Ese principio de reciprocidad que va más allá de la gratitud, que genera un vínculo. El hombre mayor y su camisa blanca con el olivo. Las hojas del olivo que tocan las manos del hombre de camisa con botones ligeramente nacarados cuando recolecta. Él no coge todas las aceitunas. Mete en su lata solo las que necesita. El olivo las ofrece y el hombre devuelve algunas a la tierra. Se las deja a los descomponedores. Al suelo. A los hongos. A los mirlos. El hombre mayor. El olivo. Las aves. Los insectos. Todos se benefician de esa reciprocidad. Todos están conectados.
¿Cuándo comenzamos a concebir la tierra como propiedad y dejamos de verla como parte de nuestra identidad, como el hogar de la familia no humana, como reserva de medicamentos, como biblioteca, como el origen de todo lo que nos permite vivir? ¿Cuándo olvidamos el principio de reciprocidad, ese que dice que si cojo frutos devuelvo semillas? ¿Cuándo dejamos de darnos cuenta de que esa reciprocidad beneficia al suelo, al olivo, al mirlo y a nosotras? ¿Cuándo llega el momento en el que asumimos que los desequilibrios y las desigualdades y el deterioro ambiental tienen que ser admitidos como el orden normal de las cosas? ¿Cuándo dejamos de cuestionarnos si este es el único orden posible? ¿Cuándo nos rendimos? ¿Nos hemos rendido?
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/vida-ya/principio-reciprocidad - Imagen de portada: DAVID F. SABADELL