La ideología de los ‘tecno-lores’
La base ideológica de Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg aúna las doctrinas neoliberales con racismo científico, una visión antihistórica de retorno al feudalismo y la aceleración hacia el colapso social y medioambiental, y tiene unos efectos catastróficos para la Humanidad: Sentados frente a frente en sofás grises, Peter Thiel y Ross Douthat continuaban con otra entrevista propagandística para el New York Times. Thiel es el multimillonario propietario y fundador de Palantir, la mayor empresa de vigilancia privada del mundo, uno de los principales financiadores de OpenAI y uno de los ideólogos más influyentes de Silicon Valley. Douthat le preguntó a Thiel: “Preferirías que la especie humana sobreviviera, ¿verdad?”. Tras dudar, Thiel respondió: “No lo sé”. Al vislumbrar el impacto de su respuesta y el asombro del periodista, se corrigió: “Yo, yo preferiría, yo preferiría”. ¿De verdad lo preferiría?
João Camargo
Investigador en crisis climática y militante de Climáximo.
Thiel es uno de los principales promotores de la ideología arcaica que domina el pensamiento de hombres como Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Tim Cook, Sundar Pichai, Andreessen Horowitz, Sam Altman o Bill Gates. Aunque estos señores de la tecnología se presentan como neutrales u orientados por la tecnología, la realidad es diferente. Su adaptación a la extrema derecha ya no sorprende. Los tecnolores han dictado algunas de las piedras angulares de la política autoritaria y han proporcionado los medios para el auge de la nueva ideología del retorno al pasado.
¿Qué defienden entonces Thiel y los demás tecnolores? Su base ideológica se aglutina en torno a algo llamado “Iluminismo de las Tinieblas”, también conocido como “Movimiento Neorreaccionario”. Se trata de una mezcla de doctrinas libertarias con racismo científico, una visión antihistórica de retorno al feudalismo y la aceleración hacia el colapso social y medioambiental. Según Curtis Yarvin, otro de sus ideólogos, este Iluminismo Sombrío es el reconocimiento formal de las realidades del poder existente, alineando los derechos de propiedad con el poder político actual y la defensa de que “el poder corporativo capitalista debe convertirse en la fuerza organizadora de la sociedad”. Pretenden afirmar la desigualdad no como un accidente, sino como una estructura. A todos los efectos prácticos, la ideología de los tecnolores pretende derribar cualquier ilusión democrática e instalar en su lugar una división feudal de los territorios, bajo los que mandarían los señores supremos, monarcas tecnológicos, presidentes-CEO, los Tecnolores.
Podemos ver lo que anhelan en la ciencia ficción más banal: un mundo de La guerra de las galaxias con un Emperador Supremo que gobierna toda la galaxia, un mundo de Dune, en el que las casas nobles dominan las tecnologías, los planetas, los recursos y las religiones, o un mundo de Los juegos del hambre, en el que, tras una rebelión global, la producción se ha distribuido geográficamente a la fuerza y los diferentes pueblos tienen que matarse entre sí para entretener a la élite. La ideología es tan perezosa que no ha evolucionado más allá de los libros que leen en su mayoría adolescentes para distraerse durante las vacaciones. El rechazo de la educación formal, con el abandono de los estudios universitarios por parte de estos hombres, tan pregonado en su propaganda del “hombre hecho a sí mismo” que se atribuyen, les ha privado de información esencial sobre Historia, Biología, Química, Física y otras áreas neurálgicas del conocimiento. Los mercados recompensan su audaz ignorancia ofreciéndoles a cambio de cada usurpación y crimen elogios y dinero. No es de extrañar que se crean semidioses y busquen racionalizaciones ideológicas para su privilegio. En los tecnolores, la lectura de estas obras de la cultura de la ciencia ficción popular es contraria a la de las personas con un instinto básico de justicia. En La guerra de las galaxias, los tecnolores defienden al emperador Palpatine y a Darth Vader; en Los juegos del hambre, al Capitolio y al presidente Snow.
En una obra como El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, donde el eugenismo atraviesa la narrativa por todos lados, los tecnolores parecen apoyar la posición más pérfida. Palantir, la empresa que Peter Thiel creó para vigilar y robar datos y entregarlos a gobiernos autoritarios o a quien le pague, es un nombre sacado de esta ficción. El Palantir es una bola de cristal que revela información, pero que en realidad está siendo utilizada por el villano principal, Sauron, para engañar y pervertir a magos y reyes, volviéndolos contra sus territorios y pueblos. Sería difícil interpretar este nombre de otra manera.
La ideología de los tecnolores se opone directamente a la democracia, considerada un obstáculo para la acumulación y el mantenimiento de la riqueza y el poder de los ricos. Defienden monarquías empresariales y ciudades-estado autoritarias controladas por ellos mismos, alabando la ciudad de Singapur como modelo. Para destruir la democracia, defienden el desmantelamiento de los aparatos institucionales de los Estados-nación, no por causa de ninguna opresión o desigualdad, sino para garantizar que las injusticias no tengan oposición social y que, si la hay, pueda ser fuertemente reprimida. Abogan por la eliminación de casi todos los funcionarios y servicios públicos, aumentando el número de las fuerzas armadas y policiales, la capacidad de represión por parte del poder, ya no público, sino corporativo y empresarial. El DOGE liderado por Elon Musk, combinado con la expansión de una policía política miliciana como el ICE, es un ensayo de esto. Este mes, el Gobierno estadounidense ha anunciado un contrato de 10 000 millones con Palantir para crear una superbase de datos que agrupe información de todas las agencias federales y una plataforma para detectar movimientos migratorios en tiempo real.
Otro vértice de la ideología de los tecnolores es el aceleracionismo, que aboga por la liberación de cualquier restricción al crecimiento capitalista y al desarrollo tecnológico, hasta provocar colapsos sociales y económicos. Como afirmaba Zuckerberg, “muévete rápido, rompe cosas”. Esta idea no difiere fundamentalmente de la ideología neoliberal pero, a diferencia de esta, no oculta que el colapso social es un objetivo de la desregulación, en lugar de un efecto secundario que hay que ignorar u ocultar. La liberación de restricciones en el aceleracionismo sirve precisamente para crear colapsos sociales que permitan a los tecnolores instalarse como los nuevos amos. Al ser aceleracionistas, describen cualquier oposición a su infraestructura ideológica —redes sociales, “inteligencia artificial”, viajes a Marte o al espacio sideral— como ataques al progreso. Esta es la vertiente ideológica que está tratando de crear un sentimiento generalizado de que el desarrollo de los Grandes Modelos de Lenguaje, publicitado como “Inteligencia Artificial”, es inevitable. No hay ninguna posibilidad de que los modelos de lenguaje no sean prejuiciosos y racistas. Basándose en estos y otros prejuicios, el aceleracionismo defiende que debemos ignorar el sufrimiento actual de miles de millones de personas para optimizar el desarrollo tecnológico que cree el entorno en el que los humanos del futuro colonizarán el espacio. Ese sufrimiento está destinado a personas que no son los tecnolores, que no dejan de construir búnkeres para esconderse.
Al conjunto de creencias de los tecnolores se suman otros segmentos de la ciencia ficción, todos ellos anticientíficos: la inminente colonización del espacio, la fusión física del humano con lo digital, la Singularidad (momento en el que la IA supera a la inteligencia humana) y la idea infantil de que la “inteligencia artificial”, los Grandes Modelos de Lenguaje, resolverán todos los problemas de la Humanidad . Autores como Yuval Noah Harari y campos de “investigación” como AI Safety intentan consolidar estas ideas en la cultura general y en el mundo académico.
Las ficciones científicas en las mentes de estos multimillonarios, articuladas con los líderes huérfanos de los nuevos movimientos fascistas en ascenso, tienen efectos concretos y materiales. Están produciendo, además de sufrimiento a gran escala, un catastrófico desperdicio de tiempo y recursos ante la mayor crisis de la historia de la humanidad, la crisis climática. Los tecnolores pretenden llevar a la humanidad al borde del colapso y luego, en un truco de magia, ascender al poder, salvando a la especie o a ellos mismos como últimos especímenes. Lideran un movimiento político que se levanta hoy contra el futuro de toda nuestra especie, queriendo someter a todas las sociedades a una distopía tecnológica en la que los directores ejecutivos mandan y se comportan como los supervivientes del apocalipsis (¿y qué es el frenesí reproductivo de Elon Musk sino su idea de que puede ser el señor de la guerra después del apocalipsis zombi de The walking dead, es decir, el colapso climático, y repoblar el mundo y la galaxia como un nuevo Adán?).
Los tecnolores no solo son peligrosos. Son el refugio ideológico y la infraestructura de difusión sin parangón de la nueva extrema derecha. Ya utilizan la “inteligencia artificial” para imponer su ideología en la educación, la información, los servicios públicos, la justicia, las artes y todos los campos que logran usurpar. Han tendido las trampas y llevamos mucho tiempo atrapados en ellas. El espacio digital mainstream es un chaleco de fuerzas complacientes y un agujero negro de energía e ideas. Los algoritmos nos aíslan y nos privan de información útil para nuestra vida colectiva. Los tecnolores y su ideología son enemigos mortales de la humanidad y no se detendrán ante nada para imponer sus distopías en los próximos años, tratando de impedir que detengamos el colapso de todas las civilizaciones humanas. Convertir el espacio digital controlado por Meta, Alphabet, Apple y Amazon en un campo de batalla es aceptar luchar bajo el agua con las manos atadas y pesos en los pies. Pero es en su arrogante ignorancia donde se encuentran sus vulnerabilidades. Estos gigantes tienen, de hecho, pies de barro que es importante derribar, y su ideología es aquí fundamental: desprecian la realidad material, rechazan lo colectivo y lo social como realidades y están sumergidos en la ficción. Salir de su campo preferido, el de las redes sociales, puede ser uno de los primeros pasos hacia su fin.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/opinion/ideologia-tecnolores - Imagen de portada: Elon Musk y Javier Milei en la Conferencia Política de Acción Conservadora. Foto de Gage Skidmore (Flickr).