«Necesitamos una política que, además de hacer planes de emergencia, haga planes de futuro»

Este 13 de diciembre se celebrará en Cornellà de Llobregat la segunda asamblea del Pacto por la Soberanía Alimentaria de Cataluña, organizada por la Assemblea Catalana per la Transició Ecosocial (acTe). Con esta cita como telón de fondo, hemos conversado con una de las voces de la organización, Eva Vilaseca, para que nos explique en qué consiste el trabajo que están desarrollando en Catalunya. Bióloga, activista ecologista y divulgadora, Vilaseca ha estado muchos años vinculada a la economía social y solidaria y participa en movimientos vecinales contra la turistificación. Además, es impulsora de la Escuela de Transiciones y ha coordinado el libro Futurs (im)possibles.

Entrevista de: ATXE

¿Qué es lo que le mueve para dedicar gran parte de su vida al activismo climático?
Yo sigo insistiendo en generar posibilidades para salir de esta porque es mi única manera, o la manera que he encontrado, para sostener y habitar el malestar, el miedo, la rabia o todas esas emociones que me genera la crisis ecológica y sus consecuencias. O intervengo o… en fin. Me da un sentido personal, un pulso. Y creo que es importante moverse porque quienes estamos habitando este momento histórico, y tenemos cierta capacidad de intervenir políticamente en los procesos, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de generar un cambio de rumbo hacia un futuro que no sea un apocalipsis gobernado por Trump y sus amigos. Este margen existe históricamente hablando. Estamos en un momento de cambio, por eso también están surgiendo otras alternativas, como los fascismos. Todo esto tiene un punto apasionante. A mí realmente me lo parece: es un poco raro, sí, pero justamente porque esa pequeña posibilidad de cambio existe, lo vuelve algo esperanzador. Por ejemplo, esos momentos, cada vez más recurrentes, en que se expresa la crisis ecosocial, pueden ser pequeñas oportunidades que desaten un momento de efervescencia social que impulse ese giro de guion que deseamos. Son momentos que ahora no podemos predecir, pero sí podemos prepararnos y generar músculo para cuando lleguen.
El cambio climático es ya una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía. Incluso podríamos decir que hemos entrado en otra fase del movimiento ecologista. ¿Ahora qué hacemos con todo esto?
La tarea ahora es la de construir una propuesta que sea deseable y movilizadora, que sea radical pero que, a la vez, sea posible, que no caiga en la fantasía. Que sea posible en el contexto económico, social y sobre todo cultural de hoy. ¿Cómo salimos de esto? ¿Cómo construimos otro futuro? ¿Cómo construimos otro camino? ¿Y cómo será ese horizonte? Necesitamos construir una propuesta que conecte con todo eso. Esta es la tarea pendiente del movimiento ecologista, que hasta ahora se ha centrado en la labor de demostrar o explicar la cuestión climática. Paralelamente, hay una tradición ecologista importante que se ha centrado en la defensa del territorio y que ahora está cogiendo mucha fuerza. Por ejemplo, en Cataluña, con movimientos como Revoltes de la Terra. Pero ese avance de un programa político propio, de un proyecto de futuro anclado en la realidad, no lo hemos conseguido construir todavía y es la tarea que nos hemos propuesto y en la cual se centra la acTe.
¿Cómo lo están concretando?
Para nosotros, tiene que ser una propuesta que nos permita imaginar ese futuro más allá del colapso, del mundo gobernado por genocidas, y que integre tres ideas centrales.
La primera es que se perciba como una mejora real de la vida cotidiana de la gente y que tenga la capacidad de unificar en una sola agenda política, en una misma propuesta, la agenda social y la agenda ecologista, sin priorizar una sobre la otra.
La segunda es que ese proyecto tenga la capacidad de pensar en macro. Las iniciativas pequeñas son importantes, pero llevamos también mucho tiempo dando respuestas micro a situaciones macro. A veces hay una disociación entre un diagnóstico y una propuesta, y creemos que es hora de avanzar también hacia iniciativas de mayor escala.
Y la tercera idea es que ese proyecto tendría que tener la capacidad de resolver la cuestión del trabajo y de nuestra esfera productiva. Y eso significa que debería centrarse mucho en pensar cómo nos organizamos económicamente y qué respuesta daremos a la gente trabajadora de los diferentes sectores que se van a ver afectados por la crisis climática en las transformaciones necesarias para hacer frente a ella. Me refiero a la automoción, el turismo, etc.
Por último, un punto fundamental es que tiene que ser un proyecto compartido con el máximo de actores diversos y el máximo de gente posible. Para hacer deseable ese proyecto, necesitamos que sea un proyecto compartido. Por eso nuestra propuesta es invitar a la gente a sentarse a hablar y a ponerse de acuerdo, que es una cosa más vieja que el ajo.
¿Puede explicar un poco qué es la acTe?
acTe se fundó hace dos años, a raíz del Fòrum per la Transició Ecosocial que se celebró en Cataluña, con la voluntad de ser un frente común para esta transición. Cuando la fundamos teníamos muchos objetivos, era algo muy ambicioso, pero a medida que hemos avanzado en el tiempo nos hemos dado cuenta de que, de todos los objetivos que teníamos, había uno en el que podíamos contribuir más, que creíamos que era políticamente más necesario porque no había nadie que lo estuviera sosteniendo: el objetivo de generar una propuesta en mayúsculas, un proyecto para la transición ecosocial de Cataluña que permita articular un frente común amplio. Hay otros movimientos, otros espacios, que están respondiendo a distintas necesidades y estrategias de intervención política, pero esa era la que menos desarrollada estaba. Ahí es donde arrancamos con los pactos ecosociales, un proceso para que mucha gente muy diferente se siente a construir conjuntamente este proyecto que todavía no existe. Es una tarea que tendría que estar haciendo el Gobierno y, ante ese vacío, nos hemos propuesto llevarlo a cabo nosotras desde la acTe. ¿Cómo conseguimos hacer frente a la crisis ecológica de forma justa, es decir, incluyendo a toda la gente? Pues eso nadie lo ha pensado y es bastante desesperante. Es un trabajo ingente y a veces pienso que es un poco surrealista lo que estamos intentando hacer, ¡pero es que alguien lo tiene que hacer! Y no se está haciendo. Ahora mismo nadie está pensando cómo vamos a hacer la reconversión productiva del país. Así que lo que nosotros estamos planteando es: vamos a sentarnos a pensar realmente cómo vamos a hacer esta transición ecológica. Y para ello vamos a hacer pactos en torno a los diferentes ámbitos productivos: la alimentación, la energía, el turismo, la industria y también la movilidad.
¿En qué consisten los pactos?
Los pactos consisten en un proceso de diálogo, mediante asambleas por toda Cataluña, donde gente diferente nos sentamos para ponernos de acuerdo y generar alianzas. En primer lugar hacemos una serie de propuestas políticas nacidas de un proceso de base con el máximo consenso posible. Sería algo parecido a un programa. En segundo lugar, pensamos en una agenda política compartida: cómo impulsar campañas conjuntas en torno a esas propuestas. Como resultado de ello, más allá de todo el proceso de alianzas y de propuestas de imaginarios que eso genera, queremos que esto tenga un camino legislativo y queremos impulsar una iniciativa legislativa popular.
El pacto por el que estamos empezando es el sistema alimentario, el modelo de producción agroindustrial. Hemos hecho un trabajo muy grande de recogida de informes y de asesoramiento por parte de un colectivo de expertos y ya tenemos una batería de propuestas sobre las que vamos a hablar en las asambleas. En esas asambleas nos vamos a centrar en lo que hemos identificado como conflictos y se van a realizar en los lugares donde se expresan esos conflictos. Por ejemplo, el conflicto en torno a la necesidad de reducir la ganadería de la industria del porcino de Cataluña, que choca con la seguridad laboral de las personas que viven de ese sector. Por eso esa asamblea se va a llevar a cabo en Vic, donde emerge este conflicto. Esto ocurrirá también con el tema del agua o con el sector de la fruta para exportación. Trataremos temas que generan malestares reales: el uso del agua que conflictúa con el turismo y la agricultura intensiva, la precariedad de los agricultores, o la precariedad de los consumidores, condenados a comprar en el Mercadona, ya que consumir de proximidad y ecológico es un privilegio actualmente. Estos aspectos tienen que formar parte del enfoque del pacto sobre el sistema alimentario.
Esto es la esencia de la política, ¿no? Que la sociedad se organice y tome parte activa de las decisiones que nos afectan. Para esto, necesitamos participación ciudadana.
Lo que hace falta hoy es un movimiento de masas a nivel internacional para forzar el cambio de rumbo que necesitamos. Porque no podemos esperar que ese cambio se dé ahora desde las instituciones. La pelota está en el tejado de la sociedad civil. No hay ningún partido con capacidad de ganar que pueda llevar a cabo algo así, y si existiera un partido que se presentara con una propuesta meramente ecologista, nunca ganaría las elecciones. Primero, porque no hay una mayoría social que desee eso, y después, porque tal vez las medidas ecologistas que estamos planteando no son suficientemente deseables para el conjunto de la sociedad o les falta incorporar miradas para que sean percibidas como una mejora social. Tal vez nos hace falta rehacer nuestras propuestas para que sean más inclusivas y para interpelar más a todo el mundo. Necesitamos generar un proceso de acumulación de fuerzas, un proceso de base, de calle. El problema es que hay una fragmentación muy grande y hay muchos movimientos sociales que no ven clara la lucha ecologista porque piensan que esto no va con ellos, que es una cuestión que no resuelve sus reivindicaciones sociales. Por eso, el principal reto que debería obsesionarnos es generar una propuesta de futuro que sea compartida, deseada y luchada por la mayoría social.
En la acTe estamos para generar un proyecto de referencia para la transición ecosocial en Cataluña, pero nuestro objetivo de fondo es contribuir a construir fuerza social organizada. Queremos ser una herramienta para construir un relato y una propuesta política para llegar a las mayorías sociales.
Entiendo que hay que poner orden en los discursos y encauzarlos hacia un interés común tangible, ¿no?
Los lemas los tenemos, pero ¿cómo los aterrizamos? ¿Cómo se materializan esas ideas de manera realista? Eso todavía no lo tenemos. Y en eso nos ganan otros agentes políticos, que sí tienen propuestas más claras o más concretas. Y es increíble, porque son propuestas que se presentan con un plan de futuro que no mira el presente ni al propio futuro. Es lo que hace el fascismo, pero también la socialdemocracia, que sigue sin incorporar la realidad ecológica. Ninguna propuesta política, ni de movimiento social ni partidista, va a tener éxito si no parte de nuestra realidad material: el agua que tenemos, qué futuro nos espera si no reducimos las emisiones, nuestra capacidad para alimentarnos, las danas que vendrán, etc. Hoy, no se está haciendo política mirando a la realidad ecológica y eso es un problema muy grande. Necesitamos una política que, además de hacer planes de emergencia, haga planes de futuro, pero un futuro ubicado en nuestro planeta, no un futuro donde se puedan ampliar infinitamente los aeropuertos. Necesitamos desplegar en cascada todas esas transformaciones radicales, pero eso solo va a venir tras un punto de inflexión donde se revolucione un poco todo: las instituciones, la lógica partidista pero, sobre todo, la calle.

Fuente: https://climatica.coop/eva-vilaseca-entrevista/  - Imagen: Foto: Eva Vilaseca.

Entradas populares de este blog

No hay peor sordo que el que no quiere oír : El rol de las plantaciones de pinos en los incendios forestales de Epuyen y Mallín Ahogado

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué

La oligarquía del plástico: apenas 7 países y 18 empresas dominan su producción