Ciencia arte y medio ambiente

por:Maria Novo
Entre los retos que plantea el milenio que estamos iniciando, está el de encontrar fórmulas innovadoras para integrar el conocimiento y la información que se producen en distintos campos del saber . Porque uno de los problemas más significativos de nuestra época es el hecho de que la comunidad científica internacional, los artistas, los políticos, los decisores, encuentren verdaderas dificultades para salir de sus propios ámbitos de estudio y de sus lenguajes específicos, a fin de dialogar con expertos de otras áreas de conocimiento.
El fenómeno es resultado de la implantación, en los últimos siglos, de un paradigma tecno-científico de corte mecanicista , que ha potenciado un modelo diseccionador del mundo y, consecuentemente, visiones parciales, a veces demasiado lejanas y “extrañas” las unas de las otras, acerca de procesos complejos que requieren de una visión integrada, como es el fenómeno de la vida en toda su extensión, física y social.
En efecto, la vida, en sus diversas manifestaciones, nos reta hacia una interpretación en la que las distintas formas de conocimiento se abran al diálogo, dispuestas a abandonar ese extrañamiento que las hace lejanas unas de otras. Se trata, esencialmente, de aceptar lo incompleto de cada una de ellas y la necesidad de un encuentro en las fronteras. Porque, felizmente, hoy comenzamos a comprender que al viejo paradigma de exclusión le sucede otro de inclusión, de encuentro fecundo entre distintos saberes.
De las varias formas de conocimiento que se ven invitadas a dialogar, la Ciencia y el Arte representan dos importantes vías de acercamiento al mundo, desde distintos métodos y lenguajes pero con la misma finalidad: desvelar el misterio de lo vivo; alcanzar representaciones complejas de la naturaleza y de la sociedad; incorporar al sujeto en la historia y el contexto.
Por fortuna, hoy vivimos tiempos estimulantes, que hacen posible abordar el necesario diálogo entre ellas. La Ciencia del siglo XX ha transitado hacia un nuevo paradigma en el que tienen cabida el azar, el desorden, la complejidad de lo vivo. Un paradigma que habla más de probabilidades que de certezas y que asume las certidumbres científicas como logros provisionales e incompletos.
Porque, siendo imprescindible contar con visiones científicas rigurosas, hoy los propios científicos comienzan a reconocer que sus leyes y principios, por obtenerse a través de métodos específicos que hacen necesario acotar y reducir parcelas de la realidad , resultan válidos, imprescindibles, pero incompletos para proporcionar una visión exhaustiva del entramado físico y social que constituye nuestro hábitat, si no es a través de procesos de integración posteriores en los que se reconstruya la totalidad del objeto estudiado.
Son muchos los científicos que sienten así la necesidad de acudir al arte, a la imaginación creadora, cuando los límites del conocimiento analítico flaquean, cuando se ven confrontados con la diversidad, ante el reto de lo único, lo irrepetible, lo que no puede ser sometido a la regularidad de las leyes... también ante situaciones problemáticas como la del medio ambiente global. Baste recordar las palabras de Albert EINSTEIN que sirvieron para presidir la Cumbre de Medio Ambiente en Río 1992: “Que la imaginación, en momentos de crisis, pueda ser más importante que el conocimiento”.
Del mismo modo, muchos artistas han traspasado las fronteras de sus saberes para asomarse al mundo científico y acceder, de su mano, a espacios no ocupados por la conciencia cotidiana. Nuestro tiempo es expresión de una conciencia generalizada acerca de un necesario diálogo para que “las artes y la experiencia sean capaces de tender un puente por encima del abismo que separa el discurso del conocimiento del discurso de la ética y la política, franqueando así un pasaje hacia la unidad de la experiencia” (HABERMAS).
El siglo XXI que ahora comienza se nos aparece así como un espacio de oportunidades que invita a reinstaurar el diálogo roto entre Ciencia y Arte , dos formas legítimas de interpretación del mundo desde las cuales se comienza a asumir que el conocimiento más necesario, el que habla de la vida, se produce en las intefases entre razón y emoción , entre lo que sabemos y lo que sentimos, en la relación cuerpo-mente que es, al fin, la relación de lo visible con lo invisible.
Aplicar este conocimiento integrado al análisis, planeamiento y gestión de los procesos y problemas ambientales, es un reto, por cuanto tiene de innovador en el tratamiento que habitualmente viene recibiendo el medio ambiente ; pero es también, sin duda, una oportunidad de avanzar hacia procesos transdisciplinarios que den cuenta de la complejidad de nuestro entorno, de los fenómenos de la vida en toda su extensión
http://www.ecoarte.org

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