La crisis económica, vista desde la economía ecológica (fragmento)


En los últimos meses es inevitable recordar el libro de Frederick Soddy, Wealth, Virtual Wealth and Debt (Riqueza, Riqueza Virtual y Deuda) publicado en 1926. Soddy tenía el premio Nobel de Química y era catedrático en Oxford. También Herman Daly ha descrito las propuestas de reforma monetaria de Frederick Soddy que descansan en las proposiciones siguientes. Es fácil para el sistema financiero hacer crecer las deudas (tanto del sector privado como del sector público), y es fácil también sostener que esa expansión del crédito equivale a la creación de riqueza verdadera. Sin embargo, en el sistema económico industrial, el crecimiento de la producción y el crecimiento del consumo implican a la vez el crecimiento de la extracción y destrucción final de los combustibles fósiles. La energía se disipa, no puede ser reciclada. En cambio, la riqueza verdadera sería la que se base en el flujo actual de energía del sol. La contabilidad económica es por tanto falsa porque confunde el agotamiento de recursos y el aumento de entropía con la creación de riqueza.
La obligación de pagar deudas a interés compuesto se podía cumplir apretando a los deudores durante un tiempo. Otra manera de pagar la deuda es mediante la inflación (que disminuye el valor del dinero) o mediante el crecimiento económico que, no obstante, está falsamente medido porque se basa en recursos agotables infravalorados y en una contaminación a la que no se da valor económico. Esa era la doctrina de Soddy, ciertamente aplicable a la situación actual. Fue sin duda un precursor de la economía ecológica.
En otras palabras, la economía tiene tres niveles. Por encima está el nivel financiero que puede crecer mediante préstamos al sector privado o al estado, a veces sin ninguna garantía de que esos préstamos puedan devolverse como está ocurriendo en la crisis actual. El sistema financiero toma prestado contra el futuro, esperando que el crecimiento económico indefinido proporcione los medios para pagar los intereses de las deudas y las propias deudas. Los bancos dan crédito mucho más allá de lo que han recibido como depósitos, y eso tira del crecimiento económico al menos durante un tiempo. Por abajo está lo que los economistas llaman la economía real o la economía productiva. Cuando crece, realmente eso permite pagar una parte o toda la deuda. Cuando no crece lo suficiente, quedan deudas por pagar. La montaña de deudas había crecido en el 2008 mucho más allá de lo que era posible pagar con el crecimiento del PIB. La situación no era financieramente sostenible. Pero tampoco el PIB era ecológicamente sostenible pues en el tercer nivel, por debajo de la economía real o productiva de los economistas, está la economía real-real de los economistas ecológicos, es decir, los flujos de energía y materiales cuyo crecimiento depende en parte de factores económicos (tipos de mercados, precios) y en parte de los límites físicos. Actualmente, no solo hay límites físicos en los recursos sino también en los sumideros: el cambio climático está ocurriendo por la quema excesiva de combustibles fósiles y por la deforestación, amenazando la biodiversidad. Otra amenaza directa a la biodiversidad es el aumento de la HANPP, la apropiación humana de la producción primaria neta de biomasa.
El decrecimiento económico y las emisiones de dióxido de carbono
La crisis económica implica un cambio de tendencia en las emisiones de dióxido de carbono por lo menos en los países occidentales cuyas economías han entrado en lo que graciosamente se llama “crecimiento negativo”. En los cinco años anteriores al 2008, las emisiones de dióxido de carbono producidas por los humanos estaban aumentando a más del 3 por ciento anual lo que llevaba a doblarlas en 20 años cuando lo necesario es que bajen al menos a la mitad lo más pronto posible. El objetivo de Kyoto de 1997 es muy generoso con los países ricos pues les concede derechos de propiedad sobre los sumideros de carbono (los océanos y la nueva vegetación) y sobre la atmósfera como depósito temporal de dióxido de carbono a cambio de una promesa de reducción del 5 por ciento en sus emisiones del 2010 respecto a las de 1990. Este modesto objetivo de Kyoto será ahora cumplido mucho más fácilmente si la crisis económica se prolonga dos años más. El comercio de emisiones de carbono desaparecerá totalmente a menos que los países ricos se impongan a sí mismos la obligación de bajar sus emisiones como deberían hacerlo pues todavía son muy excesivas. El transporte aéreo, la construcción de viviendas, las ventas de automóviles están bajando en muchos países europeos y en Estados Unidos en la segunda mitad del 2008. Los automovilistas estadounidenses compraron 9 por ciento menos gasolina en las primeras semanas de octubre del 2008 que en el mismo período del 2007. Bienvenida sea la crisis económica!
Efectivamente, la crisis económica da una oportunidad para que la economía de los países ricos adopte una trayectoria distinta con respecto a los flujos de energía y materiales. Ahora es el momento de que los países ricos, en vez de soñar con recuperar el crecimiento económico habitual, entren en una transición socio-ecológica hacia menores niveles de uso de materiales y energía. La crisis debe dar a la vez una oportunidad para reestructurar las instituciones sociales según las propuestas de los partidarios del “decrecimiento económico socialmente sostenible” (tal como se explicó en el número 35 de la revista Ecología Política, 2008). El objetivo social en los países ricos debe ser vivir bien dejando de lado el imperativo del crecimiento económico. Parece además que está comprobado que la felicidad no crece ya cuando crece el ingreso, a partir de un cierto nivel de ingreso. Además, hay que recordar que la contabilidad económica no cuenta bien los daños ambientales ni el valor de los recursos agotables. La ciencia económica ve la economía como un carrusel o “tío vivo” entre los consumidores y los productores. Se encuentran en los mercados de bienes de consumo o en los mercados de los servicios de los factores de la producción (por ejemplo, al vender fuerza de trabajo a cambio de un salario). Los precios se forman en esos mercados al intercambiar las mercancías o comprar servicios de los factores de la producción. La contabilidad macroeconómica (el cálculo del PIB) agrega las cantidades multiplicadas por sus precios. Eso es la Crematística.
En cambio, la economía puede describirse de otra manera, como un sistema de transformación de energía y de materiales, incluida el agua, en productos y servicios útiles, y finalmente en residuos. Eso es la Bioeconomía o la Economía Ecológica. Ha llegado el momento de sustituir el PIB por indicadores sociales y físicos al nivel macro. La discusión sobre el decrecimiento económico socialmente sostenible que Nicholas Georgescu-Roegen planteó hace treinta años, debe ahora convertirse en el tema principal de la agenda política en los países ricos.
El fin del boom de las materias primas
Con la crisis económica, ¿habrá ahora un final a la expansión de exportaciones de energía y de materiales, disminuyendo así la presión destructora en las fronteras de la extracción?
Alf Hornbog escribió en 1998: “los precios del mercado de materias primas son el medio mediante el cuál los centros del sistema mundial que son grandes importadores netos de energía y materiales extraen exergía (es decir, energía disponible) de las periferias”. Hubo un intento en 2003 de lograr 2 o 3 mbd extra de Irak, que falló como reconoce tristemente Alan Greenspan en sus memorias. La OPEP había logrado a partir de 1998 y del acceso de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela recuperar el precio del petróleo, manteniendo la oferta bajo control y con la ayuda del crecimiento económico de la China y de la India. El precio del petróleo llegó a su máximo a mediados del 2008. Las cosas iban tan bien para los exportadores de petróleo que el presidente Rafael Correa cuando Ecuador reingresó en la OPEP en noviembre del 2007, propuso que la OPEP pusiera un eco-impuesto a la exportación de petróleo destinado a fines sociales y a ayudar a la transición energética mostrando así que a la OPEP también le preocupaba el cambio climático.
Los grandiosos planes de mayores exportaciones de América latina fueron apoyados sobre todo por el Presidente Lula de Brasil. Más carreteras, más oleoductos y gasoductos y tendidos eléctricos, más puertos e hidrovías, más exportaciones de petróleo, de gas, de carbón, de cobre, de mineral de hierro, de madera, de harina de pescado, de celulosa, de soja y de etanol, ese ha sido el credo de Lula para América latina. En octubre del 2008, en oposición total a lo que dice la Vía Campesina y el MST, el presidente Lula se fue a Delhi para apoyar en la ronda de Doha la apertura total de las economías a las importaciones agrícolas, como si quisiera aumentar la tasa de suicidios de los agricultores de la India. En vez de esto, debería haber discutido en Delhi como impedir el derrumbe del precio del mineral de hierro (siendo tanto Brasil como India grandes exportadores). Es verdad que el boom de exportación le dio a Lula dinero para propósitos sociales, aumentando su popularidad. Petrobrás se convirtió en una empresa no menos peligrosa para el medio ambiente y los pueblos indígenas de América latina que Repsol o la Oxy. La obsesión de Lula por la exportación de materias primas le impidió hacer nada para frenar la deforestación de la Amazonía y llevó a la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, a la dimisión en 2008. ¿Cuál será ahora la estrategia del presidente Lula y de la izquierda latinoamericana tras la crisis del 2008?
A finales del 2008, la crisis económica está derrumbando los precios de las materias primas o commodities. Desde julio del 2008 a finales de octubre, el trigo, el maíz, la soja han bajado 60 por ciento de precio, como también el cobre, el níquel, el aluminio, el mineral de hierro. Una parte del boom financiero en Islandia se basó en inversiones exteriores destinadas a un desaforado crecimiento de la fundición de aluminio. Los ecologistas protestaron contra esas instalaciones y las plantas de electricidad que iban a destruir bellos lugares intocados, con un costo no reconocido en las cuentas económicas. La economía de Islandia se paró en octubre del 2008, los bancos no podían devolver los depósitos y han sido nacionalizados.
En la década de 1920, las commodities ya bajaron de precio unos años antes de 1929, pero esta vez el aumento de los precios de las commodities (ayudados por los desencaminados subsidios a los agrofuels y por el cartel de la OPEP) han continuado hasta julio del 2008, algunos meses después de que las acciones de las empresas empezaran ya a bajar desde enero del 2008. Ahora ya esos precios están bajando. El llamado Baltic Dry Index que mide los precios del transporte en barcos de mercancías a granel se ha hundido desde julio 2008 en parte por la menor importación de hierro de China. La multinacional mexicana CEMEX anunció el 16 de octubre del 2008 que reduciría su fuerza de trabajo en el mundo en un diez por ciento por el descenso en la demanda de materiales de construcción y de cemento, mientras las fábricas de automóviles de Europa y Estados Unidos están reduciendo producción desde mitad del 2008. Todo eso puede ser bueno para el medio ambiente aunque aumente el desempleo: hace falta una reestructuración social que permita en los países ricos un decrecimiento económico que sea socialmente sostenible.
Quienes desean un regreso a la normalidad pueden reconfortarse por el descenso del precio del petróleo a finales del 2008. Ese descenso sucede no porque haya aumentado la oferta sino porque disminuye la demanda. Estamos muy cerca del pico de extracción de petróleo y eso puede dar un apoyo a la OPEP en su intento de frenar la caída del precio en 70 u 80 dólares por barril. Algunos proyectos de extracción de petróleo de bajo EROI y alto costo marginal (como las arenas bituminosas de Alberta en Canadá y los petróleos pesados del delta del Orinoco) tal vez sean aplazados, como también la extracción del ITT Yasuní en Ecuador.
En el caso de otras mercancías distintas al petróleo, es posible que los países exportadores reaccionen irracionalmente manteniendo o incluso aumentando la oferta en su esfuerzo de mantener el ingreso. Posiblemente haya una guerra de precios de la soja entre Argentina y Brasil. En cambio, éste sería un buen momento para que América del Sur, Africa y otras zonas que son exportadoras netas de energía y materiales piensen en el desarrollo endógeno y avancen hacia una economía ecológica y solidaria. Además, muchos países del Sur verán como caen las remesas monetarias de sus emigrantes. El rechazo del Sur a continuar proporcionando materias primas baratas para las economías industriales, imponiendo impuestos sobre el agotamiento del “capital natural” o “retenciones ambientales” y cuotas a la exportación, también ayudaría al Norte (incluyendo partes de China) en nuestro necesario camino de largo plazo hacia una economía más sostenible que use menos materiales y energía.
Y tanto en el Norte como en el Sur, ese camino a una economía ecológica y solidaria debe incluir la voluntad de frenar el crecimiento de la población. El planeta (tanto sus habitantes humanos como los no-humanos) estaría mejor con 4 o 5 mil millones de personas que con 8 o 9 mil millones, aunque eso sea contra-indicado para el crecimiento económico que en cualquier caso está mal medido.
A primera vista parece que el Sur se perjudica si el Norte no crece porque hay menor oportunidad de exportaciones y también porque el Norte no podrá dar créditos y donaciones. Pero son precisamente los movimientos de justicia ambiental y el ecologismo de los pobres del Sur los mejores aliados del movimiento por el decrecimiento económico socialmente sostenible del Norte.
Fuente: Ecoportal.net

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