Entrevista a la primatóloga británica Jane Goodall
Lidera un movimiento que aspira a restablecer el equilibrio entre el ser humano, los animales y el medio ambiente.
La mujer que despojó al hombre de su superioridad frente al reino animal recuerda a un ángel de la guarda, lleno de sabiduría y bondad por los años de servicio. Su cara luminosa despliega tantas arrugas como experiencias vividas, irradiando serenidad y esperanza. En 1966, la vida le citó con su destino. Conoció al prestigioso paleontólogo Louis Leakey, quien le propuso realizar el primer estudio de los grandes simios.
Jane se entregó de lleno a explorar el universo desconocido de los chimpancés. Causó sensación en el mundo científico al demostrar que los chimpancés usaban herramientas, hasta entonces característica distintiva del hombre. Hoy sabemos que Leakey tenía razón: los grandes simios y el ser humano provenimos del mismo antepasado.
¿Por qué seguir investigando a los grandes simios?
–Llevamos recopilando datos de forma ininterrumpida desde hace 40 años. Tener documentada la trayectoria de un individuo desde su nacimiento hasta su madurez o muerte es un tesoro inestimable a la hora de evaluar interacciones, relaciones y reacciones.
¿Espera otros descubrimientos revolucionarios?
–Quedan muchas preguntas pendientes. Por ejemplo, una de mis chimpancés favoritas tuvo tres bebés, que fueron robados por su propia abuela. Ésta no los cuidó bien y murieron al poco tiempo. ¿Por qué lo hizo? Aún no lo sabemos, pero cuanto más cerca y continuamente podamos observar estas actuaciones, más fácilmente entenderemos los motivos y los procesos que marcan sus vidas.
¿En qué se centra la investigación?
–Uno de nuestros principales temas es cómo afectan las vivencias de la infancia en el comportamiento del adulto. Si una experiencia resulta perjudicial en nuestro pariente más cercano, el chimpancé, deberíamos preguntarnos si provoca el mismo efecto en el ser humano. Es una pregunta importante, sobre todo en relación al comportamiento disfuncional que vemos hoy en nuestros adolescentes. ¿En qué medida se debe a nuestra forma de educarles?
¿Cuáles son los mayores peligros para los chimpancés?
–Yo diría que la pérdida del hábitat a causa de la deforestación, lo que está ocurriendo de forma alarmante en Gombé (Tanzania). Al estar cada vez más cerca de las poblaciones humanas, los chimpancés se contagian de enfermedades humanas. Además, el comercio de carne de animales salvajes se ha convertido en un negocio suculento.
Desde 1986 usted viaja por la jungla humana. ¿Qué le parece?
–Me resulta realmente muy desconcertante comprobar que tenemos el cerebro más sofisticado de todas las criaturas, capaz de planificar el futuro. ¿Cómo puede este mismo cerebro estar destruyendo el único mundo que tenemos? Es nuestro planeta el que estamos destrozando, y de hecho, estamos acabando con él. Me pregunto cómo puede suceder algo así y creo que se trata de una desconexión entre este cerebro poderoso y el corazón, el amor y la compasión. Hoy, el directivo de una gran empresa toma decisiones basadas en cómo afectarán a la reunión con los accionistas dentro de tres meses, mientras que antaño los indígenas se planteaban cómo iban a afectar sus decisiones a su pueblo dentro de tres generaciones. Hoy puede que de palabra afirmemos que nos preocupa el futuro de nuestros hijos, pero al mismo tiempo por nuestro estilo de vida, los estamos lastimando a ellos, a los chimpancés y a las demás criaturas. Tenemos que hacer cambios, de inmediato, porque urge. Mi razón de viajar constantemente por el mundo es hacer comprender a las personas que lo que hacemos día a día, tiene mucha importancia para el futuro de todos nosotros y de nuestros hijos y nietos.
Fuente: http://www.georevista.es Texto: Claudia Oppitz