Elefantes marinos: Punto de arribo

Escrito por: Susan Casey Foto de Yva Momatiuk y John Eastcott
Una época de celo ruda y pasional de los elefantes marinos de la Isla Georgia del Sur.
Es fácil subestimar al elefante marino del sur. No tiene el porte señorial del cachalote, ni la elegancia aerodinámica del tiburón blanco o el CI sobresaliente de la orca. ¿Y quién explicaría su nariz, una trompa ridícula que puede llegar a medir casi medio metro de longitud y que le ha ganado el nombre de elefante marino? A juzgar por su apariencia, sí que es una criatura extraña. Del tamaño de un automóvil y con forma de dirigible, en tierra, al elefante marino del sur (Mirounga leonina) se le puede ver por lo general desplazándose torpemente por la playa. Pero, la verdad se encuentra en las profundidades. Es cierto que no es un supermodelo, pero debajo de su apariencia grasosa, resulta ser un superhéroe cuya vida es una serie de magníficas proezas.
Para ver dónde tiene lugar la acción, recorre hacia abajo con el dedo un mapa de América del Sur hasta que llegues a Tierra del Fuego; entonces vira bruscamente hacia el Este. Unos 1 450 kilómetros después de las Islas Malvinas encontrarás la isla Georgia del Sur, una silueta de 160 kilómetros de longitud de escarpados picos cubiertos de hielo que sobresalen en el Océano Antártico, la inmensa faja acuática que rodea la Antártida. Es una región inhóspita para los humanos, accesible sólo a través de un duro viaje en barco que puede durar hasta cinco días en medio de los vendavales del Atlántico Sur. Pero para los elefantes marinos, que pasan 80 % de su tiempo cazando en estas aguas, Georgia del Sur es un lugar ideal de reunión. Cuando comience la época de celo, unos 400 000 de ellos llenarán sus costas.
La congregación empieza a mediados de septiembre, cuando llegan a las playas los primeros machos y, casi de inmediato, empiezan a pelear. Llegan a ser batallas sangrientas durante las cuales las narices resultan desgarradas, la piel desollada y los globos oculares acaban en el suelo. Se apuesta fuerte: sólo una tercera parte de estos machos ganará la oportunidad de reproducirse, un número pequeño si consideramos que todos ellos están cargados de testosterona e igualmente dispuestos a transmitir sus genes. En estas contiendas, un factor definitivo es el tamaño. Los machos llegan a pesar hasta cuatro toneladas, lo mismo que una SUV de gran tamaño, y los machos más grandes suelen dominar. Estas guerras territoriales también ponen mucho énfasis en el despliegue de esa inverosímil nariz, incluso rugen con ella, la hinchan y, en general, la pavonean.
Cada maco triunfador, o amo de la playa, controlará un harén, el cual puede variar en tamaño (desde 20 hembras los más pequeños hasta grandes cónclaves de 300 y, en casos extremos, de más de 1 000). Cuando estas llegan a principios de octubre y se establecen –primero para tener a sus crías, después para amamantarlas y luego, unas tres semanas posteriores al parto, para volver a aparearse–, parte del trabajo del amo de la playa es proteger a sus hembras de las atenciones no solicitadas de los machos merodeadores.
“Existen riesgos importantes en todo este asunto de los harenes marinos”, afirma Mike Fedak, biólogo del National Environment Research Council Sea Mammal Group, de Gran Bretaña. Cuando los científicos se mueven entre los harenes, deben tener cuidado de no quedar atrapados entre un amo de la playa y sus rivales. “Los elefantes marinos, para ser animales sin brazos ni piernas, pueden moverse con sorprendente facilidad”, agrega.
Hacia finales de noviembre, la fiesta está por concluir y los elefantes marinos adultos, que no han comido durante casi tres meses, han perdido hasta la mitad de su peso. Mientras tanto, los cachorros han aumentado cuatro kilos y medio a diario durante las tres semanas que fueron alimentados con la nutritiva leche de sus madres. Cuando una hembra se prepara para regresar al mar, se aparea y luego desteta abruptamente a su cría, abandonándola a sus propios recursos. Y entonces se marcha, preñada con la cría que parirá el año siguiente en estas mismas playas.
Pronto la seguirán los machos y las crías, y es entonces cuando este mamífero se muestra como uno de los predadores mejor adaptados del planeta. Mientras se encuentran mar adentro, los elefantes marinos machos hacen viajes de más de 12 875 kilómetros y bucean a 1 525 metros de profundidad, más allá del alcance de la mayoría de los submarinos. Por meses, cazan calamares y peces, buscando los lugares donde las corrientes depositan más nutrientes. Pueden permanecer sumergidos hasta dos horas y necesitan sólo unos cuantos minutos en la superficie para recuperarse. Todo esto debido a algunos trucos fisiológicos que incluyen desconectar partes de su metabolismo para conservar el oxígeno. Los elefantes marinos están dotados con sangre rica en oxígeno.
Dadas las dificultades existentes para estudiar a una criatura que puede encontrarse a más de kilómetro y medio bajo el hielo del mar Antártico, los científicos han empezado recientemente a ponerles transmisores satelitales a los elefantes marinos. Además de mostrar la trayectoria de los animales, proporcionan un beneficio adicional: ayudan a los oceanógrafos a comprender los efectos del cambio climático. “Justo ahora hay una preocupación real de que los patrones de circulación oceánica estén cambiando” –advierte Fedak, que describe un escenario que podría tener repercusiones masivas para el clima de la Tierra–. El Océano Antártico desempeña un papel crucial en esto y, sin embargo, es una de las zonas más pobres en cuanto a datos. Estos animales pueden llevar los aparatos a lugares de los que no sería posible tomar muestras de otra manera”. Ahora se está recopilando información sobre la temperatura del agua, la salinidad y las corrientes en algunos de las zonas menos accesibles del Océano Antártico.
Así que no importan su ridícula nariz y su cuerpo desgarbado. Bajo un paisaje azul de hielo, el elefante marino del sur no se ocupa sólo de sus asuntos; como cualquier superhéroe que se respete, está ayudando a salvar el planeta.
Fuente: http://ngenespanol.com/2008/11/01

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