Acción por el clima: ¿Qué se necesita para evitar un cambio climático desastroso?
Autor: Sarah van Gelder, Madeline Ostrander y Doug Pibel
Para casi cualquier catástrofe—natural, económica o militar—hubo un momento en que la tragedia pudo haberse evitado. En la última década, los expertos advirtieron que una burbuja de hipotecas de alto riesgo podría conducir al colapso financiero y que un huracán podría devastar a Nueva Orleans. Pero nuestros líderes fracasaron en evitar el desastre, y el público supo muy poco hasta que fue demasiado tarde.
Ahora nos enfrentamos al mayor Katrina latente que el mundo jamás haya visto, una catástrofe inminente a la que nos referimos como "cambio climático". Ni tu alcalde, ni tu senador, ni sin duda, tu Presidente han declarado la emergencia climática. Pero desde el momento en que pudiste haber visto An Inconvenient Truth (Una verdad incómoda), las emisiones mundiales han empeorado, y las predicciones científicas se han vuelto mucho más aterradoras. El dióxido de carbono que ya hemos puesto en la atmósfera hace que sea casi una certeza que nuestros océanos serán cada vez más ácidos, destruyendo finalmente los arrecifes de coral y la vida marina. Los glaciares continuarán derritiéndose año tras año, amenazando eventualmente el suministro de agua de hasta un 25 por ciento de la población humana [1]. Los niveles del mar ya están aumentando y continuarán aumentando durante cientos de años. En muchas partes del mundo, la emergencia climática ya ha llegado. Se estima que 26 millones de personas ya han sido evacuadas por el aumento de los huracanes, las inundaciones, la desertificación y la sequía, provocados por el cambio climático [2]. En el Atlántico Norte, los huracanes de categoría 5, los más destructivos, se producen tres a cuatro veces más a menudo que hace una década atrás [3]. Si bien ningún evento meteorológico individual puede vincularse directamente al calentamiento global, las sequías, las tormentas de polvo y los incendios forestales se hacen cada vez más comunes en todo el mundo, y los modelos climáticos predicen que esta tendencia se acelerará. Los incendios forestales del sur de California, los peores en 30 años, quemaron 80 kilómetros cuadrados [1] durante la primavera pasada. Y en septiembre, Sydney, Australia, se ahogó en su propia versión del Dust Bowl (Cuenca de Polvo): más de 5.000 toneladas de tierra naranja se arremolinó alrededor de la ciudad durante una de las peores sequías de la región. Ya no estamos hablando de las generaciones futuras; se trata de nosotros. ¿Por qué nuestros líderes no han respondido? Ellos han estado confiando en estimaciones antiguas y conservadoras acerca de los efectos del calentamiento global. Las proyecciones del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de 2007 utilizaron escenarios de referencia de la década de 1990, cuando los científicos y los líderes del gobierno suponían que, para ésta época, el apoyo popular y político nos habría llevado a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero [4]. Esto significa que los políticos y la gente que ellos representan han estado considerando proyecciones optimistas basadas en mejoras que no sucedieron. De hecho, los combustibles fósiles y las emisiones industriales de carbono a nivel mundial han crecido un 3,5 por ciento anual desde el año 2000, más rápido que el peor de los escenarios pronosticados por el IPCC, galardonado con el premio Nobel [4]. Las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico están ahora en sus niveles más altos de los últimos 15 millones de años, desde antes de que los seres humanos caminaran sobre la tierra [5]. Luc de Gnacadja, alto funcionario de las Naciones Unidas, dijo recientemente a la prensa que para 2025, el 70 por ciento de los suelos del planeta podría estar sufriendo de sequía [6]. En Estados Unidos, un informe elaborado por Union of Concerned Scientists dice que en sólo un par de décadas los veranos en Illinois, el granero del país, podrían ser más calientes que la ola de calor de 1988 que acabó con cultivos por un valor de 40.000 millones de dólares [7]. En los próximos 12 años, hay una probabilidad del 50 por ciento de que una combinación de cambio climático y sobreexplotación sequen los lagos Mead y Powell, dicen los científicos de Scripps Institution of Oceanography [8]. Estos lagos suministran el 90 por ciento del agua de Las Vegas, junto con el riego y el agua potable para más de 20 millones de personas en Los Angeles y a lo largo de Nevada y Arizona. La gran mayoría de los científicos coinciden en que si evitamos que la temperatura de la Tierra aumente 3,6 grados Fahrenheit (2° C) por encima de los niveles preindustriales, tenemos una posibilidad de evitar los impactos del cambio climático que más sacudirían a la civilización. Los líderes del G8 estuvieron de acuerdo con este objetivo en su reunión de julio. Si cruzamos más allá de este límite, los ecosistemas del planeta pueden entrar en un punto de no retorno. Estamos empujando a la Tierra hacia círculos viciosos de retroalimentación que hacen las cosas aún más calientes. El hielo marino se derrite y el océano abierto oscuro absorbe más calor. La selva amazónica se quema y libera más gases de efecto invernadero hacia la atmósfera. Los patrones climáticos como El Niño se transforman de ocasionales eventos a fenómenos anuales capaces de generar huracanes [1]. Los cultivos de grano fallan [4]. De mil a tres mil millones de personas enfrentan escasez de agua. Los sistemas básicos que nos sustentan, nuestras sociedades y la vida sobre el planeta, comienzan a quebrarse. Tenemos los medios necesarios Debemos tomar una decisión. De acuerdo al consenso de centenares de científicos del clima, podemos evitar que el planeta se desplome sólo si hacemos un fuerte viraje en U a nivel mundial para 2015: estabilizar las emisiones en todo el mundo y reducirlas en las próximas décadas [4]. Para ello, debemos cambiar a medios de transporte, de fabricación y construcción mucho más eficientes, y a energía solar, eólica, de mareas y de biomasa. La agricultura debe realizar una rápida transición hacia las prácticas orgánicas y ecológicamente racionales. El Worldwatch Institute estima que el ganado es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Debemos detener la destrucción de bosques para construir ranchos ganaderos, plantaciones de palmeras para aceite, y pasta de papel, para así poder preservar su capacidad para absorber carbono. Necesitamos que los gobiernos del mundo lleguen a acuerdos ambiciosos y vinculantes en Copenhague y más allá. Estos acuerdos deben regular y poner un alto precio a las emisiones, y crear incentivos para una transición hacia una economía de energía limpia. Los acuerdos deben incluir ayuda para los países del tercer mundo para hacer la transición hacia una economía ecológica. Tenemos los recursos económicos para. El artículo The Economics of 350 (La economía de 350), publicado recientemente por Economics for Equity y Environment Network, dice que el costo de reducir el CO2 a 350 partes por millón—la cantidad necesaria para evitar que la temperatura aumente 3,6 grados—estaría entre el 1 y el 3 por ciento del PBI mundial. Costará mucho menos que el 3,3 % del PBI destinado mundialmente a los seguros, o menos que el 4 por ciento o más del PBI que Estados Unidos gasta en sus fuerzas armadas. Y hará más que cualquiera de ellos para aumentar nuestra seguridad. Las inversiones en energía renovable, remodelaciones edilicias, y transporte público eficiente llevaría a las personas a trabajar y a crear industrias nuevas, poniendo en marcha una recuperación económica que inmediatamente beneficiará a los ciudadanos. La cultura de bajo carbono que necesitamos para evitar una catástrofe climática no es una cultura de privación. Podemos alejarnos de la cultura de “consumir por consumir”, ganando tiempo para disfrutar de nuestras vidas más plenamente, y creando un mundo donde nuestros hijos y nietos tengan la oportunidad de prosperar. ¿Qué nos detiene? Contrariamente a la percepción popular, la comunidad científica ha alcanzado un amplio consenso de que el calentamiento global es un hecho y que los seres humanos lo han causado. Entonces ¿por qué Estados Unidos ha sido tan lento para reaccionar ante las advertencias? La desinformación sembrada por “refutadores del cambio climático” financiados por las industrias, la falta de liderazgo nacional y el fracaso crónico de los medios de comunicación de EE.UU. para informar la historia, dejan a muchos estadounidenses confundidos sobre qué pensar. Luego está la excusa conveniente de que aquellos que pertenecemos a los países del primer mundo debemos esperar hasta que los países en vías de desarrollo, particularmente India y China, acuerden actuar a la misma velocidad. Ese argumento ignora el hecho de que la gran mayoría del CO2 que actualmente se encuentra en la atmósfera proviene de las naciones industrializadas. Las emisiones de carbono per cápita de EE.UU. son cuatro veces mayores a las de China y 18 veces a las de la India. Hay una justicia fundamental para requerir a las naciones ricas que limpien el desorden que hemos creado y que ayuden a las más pobres a evitar cometer los mismos errores. Más concretamente, las naciones del tercer mundo sólo podrán aceptar un acuerdo que les permita garantizar alimentos y un futuro económico para sus ciudadanos. Si el acuerdo no es justo, no sucederá. Una movilización por la justicia climática
¿Cómo reunir la voluntad política para hacer los cambios necesarios? El pueblo estadounidense se movilizó eficazmente en la preparación para la Segunda Guerra Mundial. Cuando nos enfrentamos a una emergencia de guerra, no tomamos medidas a medias: convertimos fábricas de automóviles en fábricas de tanques y aprendimos a reciclar todo. Los desempleados obtuvieron trabajo—aún aquellos que anteriormente eran excluidos, como las mujeres y las personas de color. La movilización bélica fue el principio organizador de la vida, y muchos creen que no sólo nos sacó de la Gran Depresión, sino también nos lanzó a décadas de prosperidad sostenida. Piense en el sentido de propósito en común que ha resultado de esa movilización, y empezará a ver el potencial. Hoy, un movimiento popular del siglo XXI se está generando, motivado por la crisis climática junto con la oportunidad de un futuro de energía limpia. Los jóvenes de los países ricos están apoyando la justicia sobre el clima para los pobres. Científicos como James Hansen se arriesgan a la detención junto con defensores de la justicia social. Gremialistas se unen a ecologistas. Como otros movimientos sociales que han cambiado nuestro mundo, el movimiento de justicia por el clima está tomando fuerza mediante estrategias inteligentes. Se está ciñiendo a estrategias no violentas, invitando a los ciudadanos a ser parte de la creación de un mundo limpio y próspero. Y está insistiendo en un trato justo para todos los pueblos del mundo. El cambio económico Las personas están animadas por la perspectiva de una economía ecológica y tecnologías nuevas y limpias, y quieren la oportunidad no sólo para impedir una catástrofe climática, sino para ayudar a construir un futuro mejor. El setenta y siete por ciento de los encuestados por Public Agenda dice que "invertir en la creación de formas de obtener energía de fuentes alternativas como la solar y eólica" es la mejor manera de mantener la economía en marcha, mientras que sólo un 16 por ciento cree que "invertir en la búsqueda de más fuentes de petróleo, carbón y gas natural" es la respuesta. Este entusiasmo es especialmente evidente entre los que se quedaron fuera de la última oleada de crecimiento económico y hoy son marginados por la llamada "recuperación sin empleo". Entre los partidarios de los empleos “verdes” y la energía limpia están los jóvenes urbanos, los trabajadores del acero, los desarrolladores de energía solar, los arquitectos, los agricultores y todo tipo de personas que ven las perspectivas de una recuperación económica limpia que realmente ponga a las personas a trabajar. El movimiento por el clima está exigiendo acción en Washington, pero no está esperando que el Congreso actúe. Las empresas están adoptando prácticas ecológicas y están saliendo de las asociaciones que niegan el cambio climático, como la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Los lugares de trabajo, hogares, lugares de culto y las escuelas están siendo mejorados para ser más respetuosos con el clima y menos costosos de operar. Las comunidades están haciendo compromisos serios para reducir sus emisiones de carbono, reestructurar sus economías y hacer vecindarios ecológicos, resistentes e inclusivos. Las campañas de “compra local” están reduciendo el transporte a larga distancia y las emisiones climáticas. Las economías locales fortalecidas ofrecen diversos medios de subsistencia que satisfacen las necesidades inmediatas de la gente mientras tejen juntos las relaciones que ayudan a la gente a capear tanto la recesión económica como la catástrofe climática. El cambio cultural
Desde "No Impact Man" (Hombre sin impacto) hasta “The Story of Stuff” (La historia de las cosas), una idea diferente sobre nuestro modo de vida está ganando terreno. La vida sencilla, estilos de vida ecológicos y la compra local se están convirtiendo en la tendencia general. La gran mayoría está dispuesta a cambiar sus vidas para hacer una diferencia. Vamos a tener que acelerar esos cambios para enfrentar la crisis climática en el tiempo y la escala que tenemos disponible, y muchos estadounidenses saben que no será fácil; el 48 por ciento de los encuestados por Public Agenda dice que reducir los efectos del calentamiento global requerirá grandes sacrificios. Ningún movimiento social pone a todos a bordo. Pero los movimientos tienen éxito cuando miles cambian sus actitudes y prácticas, y luego hablan e influyen en otros. Un estilo de vida respetuoso con el clima se está convirtiendo en "cool", incluso en heroico. En la vieja economía, los héroes eran quienes habían hecho un montón de dinero incluso a expensas de otras personas o del planeta. Los nuevos héroes son aquellos que defienden el planeta. Restauran la tierra que está degradada y envenenada, limpian las fuentes de la contaminación que altera el clima, renuevan el suelo y plantan árboles y vegetales. Y no temen ser arrestados cuando llega el momento de adoptar un compromiso. Reconstruir nuestra economía significará que más personas tendrán un trabajo significativo. Una sociedad más frugal significa menos residuos, menos tiempo dedicado a "cosas," y más tiempo para las cosas que conducen a la auténtica felicidad. Y podemos crear bienestar que no dependa de que alguien más sacrifique el suyo. Cuando aprendemos a vivir dentro de nuestro medio ecológico, no necesitamos pelear guerras por recursos como el aceite o el agua. Los hombres y las mujeres de uniforme pueden ser reasignados a las tareas críticas de restaurar los ecosistemas dañados, a hacer frente a los inevitables desastres naturales inducidos por el clima, y a renovar las infraestructuras para que puedan resistir las tormentas venideras. Aún hay tiempo Todavía podemos evitar las sequías extremas, inundaciones, tormentas y desplazamientos que podrían darse si el cambio climático llega a puntos de inflexión críticos. Todavía es posible salvarnos a nosotros mismos y a las generaciones venideras de un clima tan inestable que ya no pueda mantener la civilización tal y como la conocemos. Pero no podemos dejárselo a nuestros líderes para que lo arreglen; la posibilidad sólo existe si nos organizamos y actuamos ahora.
Sarah van Gelder, Madeline Ostrander y Doug Pibel escribieron este artículo para Acción por el clima, la edición de invierno de 2010 de YES! Magazine.
Fuente: http://www.yesmagazine.org