El movimiento antinuclear cobra protagonismo en Japón
Periodismo Humano
“Miles de personas se han unido a nuestras protestas contra la energía nuclear en estas semanas posteriores al desastre. Eso señala un enorme cambio en relación al pasado, cuando luchábamos para ganar la atención pública”, dijo Sawako Sawaii, portavoz de la no gubernamental Red Ciudadana de Información Nuclear (CNIC, por sus siglas en inglés).
La creciente popularidad de la CNIC es ahora la fuerza motora detrás de las manifestaciones habituales en todo el país contra la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio, que operaba la central nuclear de la prefectura de Fukushima, dañada por el terremoto. “Supongo que la tragedia hace que el público despierte ante el rol crucial que juega la sociedad civil”, dijo Akiko Nakajima, experta en construcciones post-desastres en la Universidad Wayo de Mujeres. “Al erosionarse rápidamente la confianza en el gobierno luego del accidente nuclear, la gente ya no está feliz con los funcionarios” que están en el poder, planteó.
El avance de la sociedad civil en Japón se ha plantado contra una larga historia de conservadurismo que priorizó la armonía social por sobre los intereses individuales, creando una sociedad basada en normas estrictas que forzaron la conformidad con las regulaciones oficiales, explicó Nakajima.
Pero como ahora Japón se esfuerza por frenar la contaminación radiactiva de los reactores nucleares que los funcionarios habían prometido serían a toda prueba, la fragilidad del viejo sistema quedó expuesta, dijo Nakajima.
El movimiento antinuclear japonés se abre camino de modo dinámico. El periódico Asahi señaló el miércoles que el 41 por ciento de los encuestados telefónicamente están en contra o quieren que se reduzca la energía nuclear. Esto supone un drástico aumento en relación al 28 por ciento registrado en un sondeo similar de 2007.
Los datos también revelaron que apenas cinco por ciento querían un aumento de la energía nuclear, mucho menos que el anterior 13 por ciento.
Las incursiones de las redes ciudadanas en la sociedad japonesa se han fortalecido, especialmente después del terremoto de 1995 en Kobe, cuando los activistas se ganaron el respeto público por su trabajo voluntario para ayudar a los afectados, dijo Fumihiro Maruyama, del Centro de Investigaciones en Educación de la Universidad Nacional.
El desastre causado por el terremoto y tsunami del mes pasado puso de relieve la importancia del contacto entre las personas, sostuvo. “Organizaciones de la sociedad civil preparan alimentos, ayudan a caminar a los ancianos o los bañan en los centros de evacuados, que han pasado a un primer plano por su rol crucial. Los funcionarios simplemente no pueden afrontar la situación sin su ayuda”, dijo Maruyama.
Los expertos señalan que la catástrofe afectó a las comunidades agrícolas y pesqueras, integradas por personas más ancianas cuyos hijos viven en las grandes ciudades. La comunidad rural envejecida depende cada vez más del apoyo de afuera.
“Ya no existe la sociedad japonesa tradicional, donde la norma era que grandes familias se ayudaran entre sí. Hay mucha necesidad de que actúen los voluntarios. Los concejos locales no están en contra de los cambios simplemente porque tienen que aceptar la realidad”, sostuvo Maruyama.
Otro hito del poder de la sociedad civil se observó en la tarde del miércoles. La filial de la Red de Madres de Lactantes en Koriyama, Fukushima, realizó su primera conferencia de prensa para lanzar una convocatoria nacional a fin de presionar al gobierno japonés para iniciar el control de la contaminación radiactiva en la leche materna.
La organización está respondiendo a una ansiedad pública cada vez mayor en torno a los niveles de radiación en el aire, el agua y los alimentos a causa del daño en los reactores, explicó a IPS la portavoz de la entidad, Kikuko Murakami.
El gobierno ordenó que escuelas y jardines de infantes abrieran sus puertas esta semana, argumentando que no hay riesgos para la salud humana.
“Pero con la noticia de que la radiación continúa escapando del lugar del accidente nuclear, el gobierno debe hacer más. Uno de nuestros reclamos es que organizaciones sin vínculos con el gobierno realicen controles, así como compromisos para garantizar la evacuación de las madres de lactantes luego de que un análisis de su leche mostró una mayor contaminación radiactiva”, dijo Murakami.
Si se responde a esos reclamos, los activistas estarán iniciando o por lo menos sentando las bases para nuevas condiciones sin precedentes en la política nuclear de Japón.
Mientras, Sawaii está encantada con el estado de ánimo público. Pero también cree que queda un largo camino por delante.
“Nuestro desafío es contener este creciente cambio en el público, que puede debilitarse con el paso del tiempo”, opinó.
Sawaii agregó que los activistas tuvieron que hacer frente a empresas poderosas y ricas y a entidades gubernamentales que impulsaron una retórica según la cual la energía nuclear es imperativa para que Japón reduzca sus gases de efecto invernadero, además de ajustarse a un país que depende del petróleo extranjero.
“Ahora estamos luchando para que las empresas de energía usen nuevas estrategias a fin de aplacar la ansiedad pública prometiendo el uso de tecnologías sofisticadas que garanticen la seguridad”, dijo.
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Imagen: Daniel Pudles
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Sobre el peligro de un terremoto asesino en el archipiélago japonés
El desastre nuclear que podría destruir Japón… y el mundo
Hirose Takashi
CounterPunch
Las centrales de energía nuclear del Japón envejecen a toda velocidad, al igual que sucede con lo cibernético, manteniéndoselas en funcionamiento mediante la sustitución continua de sus piezas. Y ahora que Japón ha entrado en un período de actividad sísmica y que en cualquier momento podría sobrevenir un accidente grave, la gente vive en estado de constante ansiedad.
Los sismólogos y los geólogos están de acuerdo en que, tras cincuenta años de inactividad sísmica, a partir del terremoto de Hanshin-Awaji de 1995 (terremoto que se produjo al sur de la Prefectura de Hyogo), el país ha entrado en un período de actividad sísmica. En 2004, el terremoto Chuetsu golpeó la Prefectura de Niigata, ocasionando daños en el pueblo de Yamakoshi. Tres años después, en 2007, un terremoto que se produjo en el fondo del mar cerca de la costa de Chuetsu dañó gravemente los reactores nucleares de Kashiwazaki-Kariwa. En 2008, tuvo lugar otro terremoto en las Prefecturas de Iwate y Miyagi, haciendo que toda una montaña despareciera por completo. Después, el terremoto de la Bahía de Suruga puso en estado de emergencia la planta nuclear de Hamaoka. Y ahora, el 11 de marzo pasado, sufrimos el terremoto que se produjo en el fondo del mar cerca de la costa noreste. Y se teme que el período de actividad sísmica continúe durante décadas. Desde la perspectiva de la sismología, un espacio de diez o quince años no es más que un momento en el tiempo.
Debido a que la Placa del Pacífico, la mayor de las placas que envuelven la tierra, está en movimiento, predije que habrían fuertes terremotos por todo el mundo.
Como me temía, tras el terremoto de la bahía de Suruga de agosto de 2009, que se produjo en forma de triple choque, le siguieron en septiembre y octubre los terremotos de Samoa, Sumatra y Vanuatu, de magnitudes de ente 7,6 y 8,2. Eso significa de tres a once veces la fuerza del terremoto de la Prefectura del Sur de Hyogo.
Todos estos seísmos se produjeron alrededor de la Placa del Pacífico como centro, y cada uno de ellos tuvo lugar en los límites de esa placa o de una placa bajo su influencia. Después, al año siguiente, en enero de 2010, sobrevino el terremoto de Haití, en el límite de la Placa del Caribe, impulsado por las Placas del Pacífico y Cocos; a continuación, en febrero, se produjo el inmenso terremoto marino de magnitud 8,8 cerca de las costas de Chile. Estuve rezando para que estas series de terremotos a escala mundial se acabaran, pero el movimiento de la Placa del Pacífico no daba muestras de detenerse y así llegamos al terremoto del pasado 11 de marzo en el noreste de Japón y a la posterior fusión del reactor nuclear de Fukushima.
Hay grandes fallas sísmicas capaces de producir terremotos de magnitud 7 u 8 cercanas a cada una de las plantas nucleares de Japón, incluida la planta de reprocesamiento de Rokkasho. Es imposible imaginar que una planta nuclear no resulte dañada con un terremoto de magnitud 8.
Un caso representativo en sí mismo es la Planta de Reprocesamiento de Rokkasho, donde quedó claro que la falla existente bajo el mar cercano se extiende también hacia el interior de la tierra. La planta de Rokkasho, donde se recogen los deshechos nucleares (cenizas muertas) de todas las plantas nucleares de Japón, está ubicada en una zona terrestre bajo la que se encuentran las Placas del Pacífico y la Placa de América del Norte. Es decir, que la placa que más peligros presenta para la planta de Rokkasho está precisamente ahora en movimiento en las profundidades de Japón.
La planta de Rokkasho se construyó en sus orígenes con un factor muy bajo de resistencia a los terremotos, 375 gal [*]. Actualmente, ese factor de resistencia se ha aumentado a sólo 450 gal, a pesar del hecho de que los recientes terremotos en Japón, que han registrado más de 2.000 gal, se han ido sucediendo uno tras otro. Peor aún, la Península de Shimokita es una formación geológica extremadamente frágil que estaba en el fondo del mar en fechas tan recientes como cuando apareció el mar en el período Jomon (Transgresión Flandriense) hace 5.000 años; si allí llegara a producirse un terremoto, quedaría completamente destruida.
La Planta de Reprocesamiento de Rokkasho es donde se recoge el combustible nuclear consumido en todas las plantas nucleares de Japón, que después se vuelve a procesar para separar el plutonio, el uranio y los residuos líquidos restantes altamente radioactivos. En resumen, es la fábrica más peligrosa del mundo.
En la planta de Rokkasho hay ahora almacenados 240 metros cúbicos de residuos líquidos radioactivos. Un fallo en el tratamiento de tales residuos podría provocar una catástrofe nuclear que superaría a la fusión de un reactor nuclear. Esos residuos líquidos generan continuamente calor, por lo que deben ser constantemente enfriados. Pero si un terremoto llegara a dañar las tuberías de refrigeración o se cortara la electricidad, el líquido empezaría a hervir. Según un análisis elaborado por la industria nuclear alemana, una explosión en estas instalaciones afectaría a las personas que se encontraran en un radio de cien kilómetros a partir la planta con una radiación entre 10 a 100 veces superior al nivel letal, lo que indefectiblemente significa muerte instantánea.
El 7 de abril, sólo un mes después del terremoto del 11 de marzo del noreste de Japón, se produjo una réplica de gran magnitud. La electricidad se cortó en la Planta de Reprocesamiento de Rokkasho. Los generadores de emergencia consiguieron apenas enfriar la piscina que contiene el combustible nuclear y los residuos líquidos radioactivos, lo que significa que Japón estuvo al borde de la destrucción. Pero los medios de comunicación japoneses, como es habitual y prácticamente en su totalidad, decidieron hacer mutis por el foro.
Nota de la traductora:
[*] El gal, o galileo, es una unidad que se utiliza para medir los picos de aceleración terrestre durante los terremotos. A diferencia de las escalas que miden la intensidad general de un terremoto, mide el movimiento terrestre en lugares concretos.
(Douglas Lummis tradujo este artículo del japonés al inglés. Lummis es científico político, vive en Okinawa y es autor de “Radical Democracy”. Se puede contactar con él en: ideaspeddler@gmail.com)
Hirose Takashi ha escrito muchos libros, la mayoría sobre la industria de la energía nuclear y el complejo militar-industrial. Posiblemente, su libro más famoso sea “Nuclear Power Plants”, en el que lleva la lógica de los promotores de la energía nuclear a una conclusión racional: “Si estáis tan convencidos de que las centrales nucleares son seguras, ¿por qué no las construís en el centro de la ciudad en vez de a cientos de kilómetros perdiendo así la mitad de la electricidad en los cables?
Fuente: http://www.counterpunch.org/takashi04252011.html
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández