Suiza se plantea el abandono definitivo de la energía nuclear
Tras el accidente de Fukushima, el gobierno suizo decretó el abandono de los tres nuevos proyectos. Hoy va más allá y su Presidenta Micheline Calmy-Rey, ha declarado que no excluye ninguna opción, incluido el abandono de la energía nuclear. La Presidente de Suiza, Doña Micheline Calmy-Rey, en una reunión mantenida en Viena con el presidente austriaco, D. Heinz Fischer, le hizo saber a éste que tras el accidente de Fuskushima estaban “examinado varios escenarios, incluida la salida” de la energía nuclear. Por su parte, el Señor Fischer contempló estas declaraciones con satisfacción diciendo que Suiza “haría cualquier cosa para otorgar la máxima seguridad a su población”. Hay que tener en cuenta que Austria es uno de los países que abandonó la energía nuclear tras un referéndum que se produjo en 1978.
Suiza tiene cinco reactores en funcionamiento, con 3.370 MW de potencia instalada, que produjeron en 2009 el 39,5% de la electricidad del país. Tras el accidente de Fukushima, las autoridades suizas decidieron abandonar los tres nuevos proyectos otros tantos reactores. Además, decidieron realizar las pruebas de seguridad por su cuenta y de acuerdo a sus propios criterios en los cinco reactores en funcionamiento, sin esperar a las decisiones que se tomaran en la Unión Europea sobre este extremo. Los debates entre los diferentes organismos reguladores han mostrado el desacuerdo sobre las pruebas de seguridad necesarias que garanticen la estabilidad de los reactores. Ecologistas en Acción solicita de las autoridades españolas que sigan la senda marcada por Suiza y se planteen el abandono escalonado de la energía nuclear. Al fin y al cabo, aquel país obtiene de sus nucleares, porcentualmente, el doble de electricidad que España.
Fuente: Ecologistas en Acción
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• “¿Necesitamos la energía nuclear?. Verdades sucias”3
por: Eduardo Rincón y Gustavo Ampugnani
1. Las nucleoeléctricas sí generan fuerte contaminación de Gases de Efecto Invernadero. Para realizar un correcto y completo análisis científico de la relación existente entre: i) la producción de energía nuclear y ii) la contribución al calentamiento global del planeta; no basta con estudiar las emisiones de GEI de los reactores, es necesario analizar todos los procesos del ciclo productivo-consuntivo nuclear: a) mineros, b) de enriquecimiento de uranio, c) de fabricación del combustible, procesamiento y disposición de los residuos. La incorporación de estos elementos a la valoración integral de la energía nuclear, la plantea como altamente contribuyente al calentamiento global y la descarta como alternativa frente al cambio climático. Asimismo los reactores nucleares no son limpios de GEI, pues si bien no generan altas cantidades de CO2, sí producen otros gases. Amén del despilfarro y la contaminación de ese bien vital que es el agua.
2. La energía nuclear es pobre como fuente energética. El Uranio es la más pobre de las 4 principales fuentes energéticas no renovables (carbón, gas natural, petróleo y uranio). Todas juntas resultan insignificantes cuando se les compara con la energía solar: ya que en dos semanas interceptada por la Tierra supera todas las reservas conocidas de estos energéticos y el Sol −con sus explosiones nucleares naturales−, continuará enviando su energía a la Tierra como ahora por los próximos 4.5 milmillones de años. Ninguna fuente no renovable puede garantizar el suministro energético en el mediano o largo plazos.
3. No existe solución verdadera y definitiva para los desechos nucleares. Como ya lo comentamos arriba éstos son peligrosísimos residuos radiactivos: algunos de ellos tienen actividad por miles de años. Si se optara por más centrales atómicas, éstas darían un poco de energía por unos cuantos años (menos de 5) pero sus residuos serían una terrible herencia para las generaciones que vivan en decenas de milenios por venir.
4. Estimula la proliferación de armas nucleares. De una u otra manera la tecnología y los productos y subproductos de la industria nucleoeléctrica (incluidos, por supuesto, los residuos) están vinculados y propician el incremento de tecnologías y materiales nucleares utilizados con fines no civiles, es decir armamentistas y militaristas.
5. Son costosas y caras. Pese a las promesas del lobby pronuclear, los datos duros demuestran que los costos de esta energía son elevadísimos. Por ejemplo, la planta nuclear de Shoreham, en Nueva York, fue presupuestada en 350 millones de dólares, y terminó costando más de 5.4 mil millones de dólares ¡más de 15 veces más¡. A pesar de los miles de millones de dólares gastados en subsidios (su verdadero “combustible”, según A. Nadal) por los gobiernos, los 444 reactores en operación proporcionan un ínfimo porcentaje (2.8%) de la energía primaria consumida en el mundo. Además hay que incluir en su coste, los gastos de diseño, construcción, operación, mantenimiento de desechos y desmantelamiento al final de su vida útil.
6. Son bombas de tiempo. El lobby pronuclear alega que la probabilidad de sufrir un accidente nuclear es muy bajo. Quizás sí, pero cuando este sucede (descontando los numerosos incidentes y accidentes ocultados perversamente a la opinión pública), como lo hemos visto en Three Miles Island (nivel 5, 28 de marzo de 1979, Pensilvania, USA), Chernobil (nivel 7, 26 de abril de 1986, Ucrania, ExURSS) y recientemente Fukushima (nivel 7, 11 de Marzo de 2011, Japón); las consecuencias son enormes e irreversibles. El terrible riesgo (que considera probabilidad y efectos) es inaceptablemente alto desde el punto de vista humanista y no capitalista. Y como han ocurrido ya varios incidentes y accidentes de diversos grados y en diversas situaciones las probabilidades de que sigan ocurriendo no son para nada bajas, por el contrario, en un mundo globalizado por el capital “salvaje” cada vez más inestable, inseguro, turbulento y militarizado (incluidas las propias armas atómicas) las posibilidades son cada vez mayores.
7. Aumentan la dependencia tecnológica, científica y energética. Los países que no tuvieron la posibilidad de desarrollar su propia tecnología nuclear (que son la inmensa mayoría ya que sólo unos cuantos países la desplegaron a partir de sus intereses militaristas como los Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón o la ExURSS) y en los que se instalan plantas nucleares, se vuelven totalmente dependientes y tienen que emplear tecnologías y aparatos adquiridos a precios altísimos, lo que a su vez genera mayor sometimiento de ellos.
8. No beneficia a las poblaciones necesitadas y a quienes aún no tienen electroenergía. La energía de las nucleoeléctricas (la de toda megaplanta, nuclear o convencional) sólo sirve a los megaconsumidores –armadoras de automóviles, fundidoras, grandes edificios, hoteles, etc. – y no a quienes carecen de energía eléctrica convencional.
9. El tiempo de instalación de una planta se mide en lustros. En contraste, una planta eólica, solar o fotovoltaica se instala en meses. Si los desorbitados e infames planes de los gobiernos −en contubernio con el lobby pronuclear−, de instalar más de 200 plantas en los próximos años se llevaran a cabo, dizque para combatir la emisión de GEI; éstas estarían listas cuando ya el destino (fin del mundo real) nos haya alcanzado y jamás los reducirían, sino que contribuirían a llevarlos al máximo.
10. La aportación de la energía nuclear a la producción energética mundial se reduciría si se instalarán los más de 200 reactores proyectados. Existen alrededor de 450 reactores nucleares, para duplicar esta cifra sería necesario construir un número correspondiente de plantas nucleares en los próximos años. A pesar de ese enorme esfuerzo, la contribución de la energía nuclear a la producción energética global no se duplicaría sino que se reduciría, ya que, en términos absolutos, se espera que la demanda energética mundial aumente en al menos 50% en 25 años. Por tanto, para duplicar la participación de la energía nuclear no bastaría duplicar, sino triplicar el número de reactores; habría que conectar a la red eléctrica ¡1,320 nuevos reactores en los próximos 25 años! Delirante, incosteable y extremadamente peligroso: una amenaza real y potencial del fin del mundo.