"Los ministerios de salud nunca se han preocupado de estos temas, han sido siempre los ministerios de energía o de industria”
Entrevista a Eduard Rodríguez Farré, profesor del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, realizada en 2006 (II)
Salvador López Arnal
El Viejo Topo
Nota edición: Reeditamos esta entrevista, fechada en 2006, por la aproximación detallada que en ella puede verse a lo nuclear y a su industria, una industria que, tras Fukushima, está herida de muerte, esperando que la ciudadanía antinuclear del mundo la arroje al basurero de las distopías fáusticas alocadas e interesadas.
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La energía nuclear está de moda. El mismo año en que recordamos la tragedia de Chernóbil, se señala desde diversas instancias las ventajas de este tipo de energía e incluso la administración Bush, por boca de su presidente, la ha presentado como una energía alternativa dado que “no contamina ni contribuye al cambio climático”. Para conversar sobre los efectos de la industria nuclear en el medio ambiente y en la salud humana, hemos entrevistado a Eduard Rodríguez Farré, doctor en Medicina, Profesor de Investigación en Fisiología y Farmacología en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (CSIC-IDIBAPS) y miembro de CIMA (Científicos por el Medio Ambiente)
Estábamos en las rupturas cromosómicas. ¿Qué son?
Se entiende por rupturas cromosómicas aquellas lesiones causadas por un agente físico ¾ radiaciones ionizantes en este caso ¾ o químico –raramente- en el material constituyente de los cromosomas y que llevan a la fractura de éste. Ello implica una rotura del filamento de ADN contenido en el cromosoma y, por lo tanto, una discontinuidad de la información genética. Las consecuencias son variables dependiendo de la capacidad de reorganización cromosómica y de reparación del ADN, así como de la zona de información alterada y del tipo de célula afectada. Pueden ir desde efectos nimios o nulos hasta la inducción de diversas patologías, en especial cáncer.
De acuerdo Eduard. ¿Y entonces qué puede concluirse del experimento que explicabas?
Podemos concluir que no es inocuo vivir en una zona de alta radiactividad natural comparándola con una zona, insisto, de baja radiactividad natural.
Este estudio que he narrado quedo ahí, quedó como un dato, pero se ha comprobado en otras zonas. Cuando la radiactividad natural de un área, por las razones que sean (porque hay potasio 40, porque hay uranio, porque hay elementos de las series radiactivas en general), es alta ¾ existen diferencias de 1 a 5 o más ¾ , la gente que vive allí puede tener más rupturas cromosómicas o determinadas afecciones. Este tipo de afecciones sigue siendo motivo de estudio, pero hay muy poca investigación en los últimos años sobre esta materia.
Este es otro tema sobre el que debería hablarse y del que no se habla apenas. La investigación sobre estas cuestiones quedó prácticamente parada en los años ochenta. En muchos casos eran estudios militares, estaban financiados por agencias militares y se difundían muy poco, o tan sólo en áreas restringidas.
Pero perdona Eduard, según tu punto de vista, el parón investigador en estas temáticas, ¿por qué crees que se produce?
Yo creo que se produjo a raíz de Chernóbil. En 1986, yo formada parte del Comité de Investigación en Salud de la Unión Europea, un comité en el que había representantes de varios países. La mayor parte éramos médicos o personas del ámbito sanitario. Pues bien, ese comité, unánimemente, recomendó que, ya que se había producido el accidente, se estableciese un sistema de vigilancia epidemiológica y se estudiase la radiactividad de cada zona con los efectos que podía haber, a largo plazo, en la población. La recomendación fue rechazada de plano por las autoridades de la Comisión Europea.
Hay otro aspecto muy interesante también en este asunto.
¿Puedes dar cuenta de él brevemente?
No sé si te has fijado que a lo largo de los últimos cincuenta años los departamentos o ministerios de salud nunca se han preocupado de estos temas, que han sido siempre los ministerios, los departamentos de energía, de industria; lo mismo ocurre en el marco de las Naciones Unidas. Ahora mismo hay una polémica muy importante sobre Chernóbil. La Organización Mundial de la Salud (OMS) firmó en 1959 una especie de convenio o acuerdo, un memorandum of understanding que dicen en inglés, con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) de Viena por el que todas las cuestiones relacionadas con la utilización de la energía atómica o con la radiactividad necesitaban el acuerdo de la AIEA. De este modo, los estudios que publica la OMS han pasado anteriormente por la Agencia; tampoco ha habido, desde entonces, programas de investigación propios de la OMS. La misma Agencia europea tenía y tiene un comité de radioprotección o radiovigilancia pero no son temas que hayan pasado nunca por los estudios de salud. Hay muy pocas investigaciones independientes epidemiológicas, radiobiológicas. La mayor parte de los departamentos de radiobiología dependían o tenían relación con instituciones militares: en Francia, el Comisariado de Energía Atómica; la Agencia de Energía Atómica en Estados Unidos; en Inglaterra, el Medical Research Council tenía unidades que estaban íntimamente ligadas con los departamentos de energía y con el de asuntos militares. Ha sido, pues, un sector que siempre ha quedado apartado, ha sido un sector reservado: o en manos militares o en manos de departamentos de energía o industria, pero nunca en departamentos de salud. Con lo cual, a la hora de mirar la literatura científica contrastada en revistas con revisión por pares, donde hay un consejo científico que es muy duro a la hora de aceptar un artículo, nos encontramos con que hay muy pocos estudios significativos y, además, con un parón claro en los años ochenta. Hasta Nature publicó estudios hechos por investigadores alemanes sobre la contaminación de Sellafield (Gran Bretaña, en la costa del mar de Irlanda)) y de La Hague (Francia, en la costa de Normadía), investigando cómo la contaminación por plutonio y otros radionúclidos llegaba hasta Noruega, por las corrientes marinas, y al interior de las regiones donde se ubican las plantas, por los aerosoles del mar (como esas instalaciones suelen verter sus aguas al mar, puede existir polución marina). Estos investigadores estudiaban cómo los aerosoles que forman las olas llegaban al interior del continente, cómo estaban contaminadas las especies marinas. Pero jamás, que yo sepa, se han vuelto a estudiar todos estos aspectos.
Si hay estudios, seguro que los habrá, son informes que quedan reservados dentro de las instalaciones de la industria o dentro de los departamentos militares. Sellafield en Inglaterra y La Hague en Francia tienen un control militar muy importante. Pero no aparecen en la literatura científica abierta y rigurosa, donde, prácticamente, no aparecen este tipo de estudios. Haberlos “haylos”, pero son estudios muy puntuales. Aquí mismo, por ejemplo, en el marco de mi departamento de investigación del IIBB/IDIBAPS (Hospital Clínic de Barcelona), hicimos en 1997, un estudio con un neoropatólogo sobre afectación de neuronas por radiaciones ionizantes. Teníamos una financiación genérica y la destinamos a esto; publicamos posteriormente nuestro estudio. Puedes encontrarlo. Pero, como te decía, son artículos muy aislados.
¿Y estudios epidemiológicos, se realizan este tipo de estudios?
Hay alguno, en España hay alguno, un estudio que se hizo en el Instituto Carlos III sobre la incidencia de la leucemia en la población cercana a las centrales. Se han hecho también estudios en Inglaterra. O sea, hay estudios que muestran el riesgo de estas instalaciones y del ciclo nuclear, pero han ido disminuyendo notablemente a partir de los años noventa.
El problema fundamental para mí, por ejemplo, es conseguir financiación para este tipo de investigaciones. Ya sabes que en cualquier país europeo, en los Estados Unidos o en países desarrollados en general, la investigación se hace a través de convocatorias de programas que en su gran mayoría son para áreas específicas. Por ejemplo, en el área de biomedicina se propone estudiar la biología molecular de diversas enfermedades, se estudia la contaminación de un lago determinado, pero si un tema no está definido en estos programas es muy difícil conseguir fondos. Nosotros mismos nos encontramos con graves problemas. Tú no puedes pedir financiación para temas que interesan, y que crees de interés general, si no están en estos programas. Puedes ir al apartado de “promoción general del conocimiento”, como se llama en España, que es investigación muy básica, pero entonces te responden que eso es aplicación y que no hay programas adecuados.
En la Unión Europea, en los programas marco de investigación, no hay ningún tema de este tipo. Sólo existe en el Euratom pero aquí no hay convocatorias de investigación libre. Pueden haber contratos, trabajos que se hacen con instituciones de energía nuclear, programas orientados, pero, por lo general, no son estudios científicos independientes que aparezcan en la literatura de libre acceso.
¿Y qué es el Euratom?
El Euratom es la Comunidad Europea de la Energía Atómica (acrónimo de European Atomic Energy Community), una de las organizaciones constituyentes ¾ junto con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y la Comunidad Económica Europea ¾ de las Comunidades Europeas, entidad establecida en julio de1967 al fusionarse los ejecutivos de estas instituciones y precursora de la actual Unión Europea. Euratom fue fundado en 1958 para promocionar la energía nuclear en Europa; creó un centro de investigación en Ispra (Joint Research Centre), Italia. Por los tratados fundacionales Euratom sigue manteniendo actividades y programas científico-tecnológicos con presupuesto ¾ muy considerable ¾ propio e independiente del Programa Marco de Investigación de la UE, si bien bajo el control de la Comisión Europea.
Volviendo a un tema que has tocado anteriormente, el relativo a las enfermedades actuales. ¿Se podría afirmar entonces documentadamente que enfermedades como el cáncer o su mayor incidencia, que determinados tipos de cánceres tienen como origen el uso de este tipo de energía? ¿Crees que existe una relación de causalidad o alguna correlación positiva sospechosa entre ambas cosas? ¿Se podría afirmar una cosa así sin caer en tremendismos, o en formular una conjetura alegre o una afirmación sin base?
Sí, sí, yo me atrevería a afirmarlo, como creo que harían muchos otros científicos; creo que se puede afirmar una cosa así. Lo que hay que matizar si acaso es que una parte -no digamos todos- de estos cánceres pueden estar originados por la energía nuclear, por los radionúclidos contaminantes del medio. La cuestión es que, por ejemplo, en un cáncer de tiroides tú no puedes distinguir si está originado por la radiactividad o si está determinado por otras causas; lo que sí puedes hacer es distinguir la incidencia de casos, como ha ocurrido en el accidente de Chernóbil. La tasa de cánceres espontáneos, de los que no sabemos su causa, es en principio constante; en el caso del cáncer de tiroides, no lo recuerdo exactamente, pero pongamos que fuera de 2 por cada 100.000 habitantes. Lo que está claro, lo que se ha comprobado sin sombra alguna de duda, es que a partir de 1986 tanto en Ucrania como en Bielorrusia y en Chequia, o como en muchos otros países en los que se ha podido investigar, en todos -insisto en todos- se incrementó esa tasa en los niños entre 5 y 10 y hasta 30 veces ¾ según la contaminación local ¾ durante 4 o 5 años y luego se ha mantenido alta respecto a la existente antes del accidente (Éste es un cáncer muy precoz porque el iodo 131 que se emitió en Chernóbil, y que contaminó muchas áreas, dura pocos días, tiene una vida media muy corta, pero si en ese tiempo se concentra en la glándula tiroides, ahí puede inducir cáncer). Aquí sí que tenemos una buena comparación entre poblaciones no expuestas, o mejor dicho, entre poblaciones antes y poblaciones después, una serie histórica o una serie caso-control que llamamos nosotros: donde no había radiactividad inducida por el accidente existía esa incidencia de 2 por 100.000 habitantes; donde hubo iodo 131 la tasa subió el doble, el triple, o 5, 10 o más veces por cada 100.000 habitantes.
Está claro que hay una correlación entre esta contaminación y los cánceres. Lo que yo no sé, lo que no se puede afirmar, es si el cáncer concreto del señor X está determinado por esta contaminación o juega también en su caso la tasa espontánea de cáncer. Se puede llegar a saber midiendo la radiactividad pero como el cáncer aparece unos cinco años después de la exposición, en el caso del tiroides, el iodo radiactivo ya ha desaparecido, con lo que no hay pruebas objetivas de laboratorio, digamos, para determinarlo, pero lo que sí tenemos es la prueba estadística y epidemiológica de que hay una correlación directa entre la tasa de radiactividad del iodo y la aparición de estos cánceres.
Y una correlación así, tan nítida, ¿es la primera vez que se conoce?
No, en absoluto. Esto se conoció también en el área del Pacífico. Cuando las explosiones atómicas de los Estados Unidos en las islas Marshall en los años cincuenta, se produjeron unos accidentes. Calcularon mal la distancia a la que se iba a desplazar la nube radiactiva y, desde unas islas de los atolones de este archipiélago, llegaron hasta 500 o 600 kilómetros de distancia, hasta allí llegó la nube radiactiva; todos los habitantes de aquella zona quedaron contaminados. Evacuaron a todas las personas afectadas, las llevaron a Estados Unidos y a todos los niños, que fueron los que quedaron más afectados, tuvieron que extirparles el tiroides.
Esto se ha podido comprobar también en Chernóbil. En los años 89, 90, 91, 92, en niños que vivían en las zonas afectadas apareció una tasa elevadísima de cánceres de tiroides; hubo que extirpárselo. Estos niños están sufriendo dado que tienen, y van a tener, una terapéutica sustitutiva toda su vida porque si no tienes tiroides hay que tomar hormona tiroidea, que es lo que está produciendo esta glándula en funcionamiento. Pero, por otro lado, incluso en adultos, años después, incluso hoy en día, está apareciendo una mayor incidencia de cánceres de tiroides.
Después de todo ello, podemos afirmar con fundamento que esta radiactividad ha determinado una serie de problemas muy directos como este tipo de cáncer, pero leucemias o linfomas también se pueden producir. Lo que ocurre es que hay un tasa de fondo; hay linfomas, hay cánceres de otros tipos, y esto incrementa las tasas habituales. Cuando hay radiactividad natural más elevada, muy probablemente también puede ocurrir un incremento así, si comparamos la situación con otra de radiactividad más baja. Lo que no podemos aceptar es esa afirmación, que es falaz, de que la radiactividad natural esta ahí y no hace ningún daño. Como te decía, sí que hace daño, o sea, puestos, mejor que no hubiese, sin duda está haciendo algo. Lo que no podemos es cuantificar exactamente qué papel juega cada cosa porque muchas de estas enfermedades son multifactoriales, hay muchos factores que están incidiendo sobre todo ello. ¿Queda claro?
Creo que sí, creo que queda claro. Se habla también en ocasiones, al comentar estas cuestiones, que la radiación es acumulativa. ¿Qué se quiere decir con ello? ¿Qué significa afirmar que la radiación es acumulativa?
El problema de las radiaciones a la hora de medirlas de cara a su efecto es la dosimetría. Aunque la actividad radiactiva físicamente se mide en unidades de desintegración por segundo (esta unidad se denomina becquerelio (Bq): 1 Bq es una desintegración por segundo), el efecto biológico no depende sólo del número de desintegraciones, lo que llamamos actividad, sino que depende de la naturaleza de la desintegración. Así, no es lo mismo una radiación gamma, que es muy penetrante por no tener masa ni carga eléctrica, que puede atravesar grandes cantidades de materia (paredes, metales), como hacen los rayos X, por ser más energéticas, y que es, por tanto, más peligrosa desde el exterior, que una radiación beta que es un electrón negativo (existen electrones positivos que son los positrones pero esto no viene al caso) o una radiación alfa, como la del uranio o la del plutonio, que es un núcleo de helio (dos protones y dos neutrones),que tiene dos cargas positivas y una gran masa.
La radiación alfa, es cierto, es poco penetrante. Esta es una de las cuestiones que también se discuten. Puedes parar una radiación alfa con una hoja de papel. Si aquí hay una fuente de uranio, le pones un papel, no sé, por ejemplo, media cuartilla del DIN A4, y un contador no detecta prácticamente ninguna partícula. La hoja la ha parado, no la ha podido penetrar. Una radiación beta, sin duda, tiene más penetrabilidad pero no debe pasar del milímetro. En cambio, una radiación gamma tiene una penetrabilidad de metros. Esta radiación es la que se usa en las fuentes de cobalto para mirar, por ejemplo, la textura interna de las vigas de acero (es similar a una radiografía) o en metalurgia para ver si están bien construidas las estructuras.
Así, pues, el efecto biológico va a variar enormemente según la naturaleza de esta radiación, no sólo por el número de desintegraciones. En la mayor parte de las radiaciones hay que distinguir además si la fuente de radiación es interna o externa. La externa tiene efectos pero preocupa menos. Sin duda, cuando hay mucha exposición a las radiaciones externas, como en el caso de los radiólogos, puede haber efectos importantes. Hasta no hace tanto tiempo la mayor parte de ellos tenían las manos esclerosadas, sufrieron muchos efectos porque estaban expuestos a radiación de rayos X, que es un tipo de radiación gamma débil, pero que atraviesa el organismo y puede romper el ADN. Pero lo que más importa, en lo que estamos hablando, son las radiaciones beta y las radiaciones alfa, las del plutonio, las del uranio, la radiación beta que pueda producir el estroncio 90. Esta radiación nos va a llegar fundamentalmente por la contaminación de las cadenas tróficas y se incorporará a nuestro organismo vía alimentos.
Eso sería entonces lo que se llama, lo que llamabas, irradiación interna.
Exacto. Esto es lo que llamamos la irradiación interna (Irradiación significa exposición a las radiaciones). Esta partícula alfa que con una hoja de papel, como decía, la puedo frenar, cuando he ingerido el radionúclido y se me ha acumulado dentro de una célula, al desintegrarse en su interior, prácticamente toda la energía se va a disipar allí y aunque su penetrabilidad es muy pequeña (si proviene del exterior puede quedar acumulada en la piel, pero sin atravesarla), al desintegrarse, decía, o bien mata la célula, y esto ocurre cuando hay buena suerte porque una vez la célula está muerta no pasa nada, o bien, por desgracia, si no la mata, en esta célula lo que hace es romper las cadenas de ácidos nucleicos; esta ruptura produce una mutación y esta mutación puede desencadenar a largo plazo un cáncer.
Pero hay también, no lo olvidemos, muchos otros efectos. Normalmente siempre se habla de que las radiaciones producen cáncer. Pero hay muchos otros efectos que no son los carcinógenos y que, en los últimos años, se les está dando más importancia en la literatura científica independiente por el siguiente motivo: estas radiaciones lo que hacen es producir lo que se llama un estrés oxidativo de la célula. Toda esta energía en realidad se disipa en el medio de la célula y, dentro de la célula, en el agua, y esta agua se ioniza, se transforma en agua oxigenada, o se transforma en peróxidos de hidrógeno, en una serie de moléculas llamadas “altamente reactivas”. Es decir, el agua normal que está dentro de una célula es inerte, pero si se ha transformado en lo que se llama un radical libre, un radical que la energía de la desintegración ha transformado, este radical va a originar un proceso oxidativo que altera o destruye las proteínas, destruye las membranas, ocasiona un envejecimiento, disminuye la inmunidad, altera las funciones de las mitocondrias, modifica toda una serie de parámetros que hacen que el organismo sea mucho más vulnerable a otros efectos. De este modo, este organismo puede estar afectado por una serie de trastornos sea endocrinos, sea su poca resistencia a infecciones, sean alteraciones incluso neurológicas, etc.
Esta es entonces la gran diferencia entre la radiación interna y la externa.
En efecto. Ésta es la gran diferencia entre la radiación interna y la externa y ahí viene entonces la cuestión de la dosimetría y de la dosis acumulativa de las que hablábamos anteriormente. La dosis acumulativa se produce cuando lentamente, a lo largo del tiempo, vamos acumulando en nuestros huesos estroncio 90, cesio 137 en los músculos, o cuando el uranio 238, el mal llamado “uranio empobrecido”, por inhalación, se acumula en los pulmones en los ganglios linfáticos, en los huesos. Todo esto va acumulando la dosis de radiación.
Hay aquí una polémica a la que me referí de paso anteriormente. Aquí aparece lo que se llaman efectos estocásticos, esto es, efectos debidos al azar. Si la desintegración, una simple desintegración, altera un ácido nucleico ahí estaremos ante un efecto de todo o nada; si ha destruido el ácido nucleico va a originar una mutación y no va a depender de la dosis sino que va a depender del azar. La energía puede romper el ácido nucleico, y entonces ahí ya se ha producido un efecto, mientras que pueden ocurrir diez desintegraciones que no tocan el ácido nucleico. Es una cuestión probabilística. Este es el grave problema de la dosis alfa y beta de radiaciones: cualquier cantidad es muy peligrosa si consideramos que el resultante es probabilístico. Por tanto, el efecto resultante va a depender de una serie de variables: de la capacidad de la célula para reparar el daño, de las características específicas de aquella célula (no es lo mismo una célula epitelial que una célula del pulmón o que una célula del estómago). Hay, pues, toda un serie de factores, pero en parte está es la base de las fuertes discusiones que puede haber sobre si esta dosis es inocua o no .
Pero entonces, según lo que señalas, no existen propiamente umbrales por debajo de los cuales el peligro es inexistente.
Existe bastante consenso en que no hay un umbral de dosis por debajo del cual no pasa nada y por encima sí. Lo que pasa es que las reglas de las normativas reguladoras establecen unos umbrales; por debajo de ellos, se dice, no ocurre nada. Esto es muy difícil de aceptar: decir que “0,99 de radiación no produce efectos nocivos y 1,01 sí” es conceptualmente normativo pero en absoluto biológico; dependerá de la vulnerabilidad de los sujetos, de si son niños, de si son mayores, de si son adultos, de si es un feto, etc., hay toda una serie de aspectos de vulnerabilidad que no se pueden olvidar, pero, por otro lado, existe el grave problema de si, a diferencia de muchos otros compuestos de los que sí podemos afirmar que por debajo de una dosis no hay efectos nocivos, en las radiaciones y en algunos otros casos, existen estos efectos estocásticos con lo que resultaría que no hay un umbral cero, que no hay ninguna dosis que no tenga efectos.
Pero teniendo en cuenta esto que acabas de comentar, y el tema de las patologías que no serían forzosamente cancerígenas, se puede entonces sostener lo siguiente: bueno, sí, hay un riesgo para la salud pero si nos fijamos en los países desarrollados, los lugares donde fundamentalmente se usa este tipo de energía, la esperanza de vida se han incrementado notablemente. A principios del siglo XX se vivía unos 40 o 50 años, pongamos, en cambio a finales, suele vivirse bastantes años más. Consiguientemente, aunque sea un peligro, como muchas otras situaciones, no hay por qué alarmarse. En definitiva, vivir con tecnología implica una serie de riesgos y éste es uno de ellos.
Cierto, es un hecho que la expectativa de vida tiene una correlación enorme con las condiciones de vida y el grado de riqueza. Esto no es nada nuevo. En la época romana los senadores tenían probablemente una expectativa de vida de más de 80 años, lo que pasa es que, como sabemos, era una minoría muy, muy reducida de la población. Siempre los ricos han vivido más que los pobres, para decirlo en terminología llana.
Hay una correlación muy alta entre condiciones de vida, riqueza y esperanza de vida. La cuestión es distinta en este caso. Primero, dentro de condiciones de este tipo, no tiene por que ser admitido sin más éste, y cualquier otro tipo de contaminación, si se demuestra que hay riesgos para la salud o para el ambiente. Es posible que la esperanza de vida pudiera ser mayor si no existiese toda una serie de variables a las que estamos sometidos, sean las partículas microscópicas de la atmósfera emitidas por los automóviles, sean las chimeneas de combustión, sean los productos tóxicos que producen las incineradoras, sean las radiaciones que producen las centrales. Estos factores es evidente que están actuando. Por otra parte, no hay que centrarse exclusivamente en la esperanza de vida, sino en la calidad de vida y de salud. Toda una serie de patologías crónicas pueden estar influidas, favorecidas o determinadas, por los contaminantes ambientales.
Por otro lado, hay que tener en cuenta también la contaminación global. Es difícil pensar que esta contaminación va a quedar circunscrita sólo a los usuarios de este tipo de centrales. Las centrales que están en Francia no sólo contaminan Francia sino que están contaminando probablemente muchos otros lugares. Hay casos muy paradigmáticos, muy claros, de que la contaminación que se ha producido en un determinado lugar está afectando a territorios situados a millares de kilómetros.
Antes dadas un ejemplo de ello. ¿Podías darnos otro?
Sí. Hay un ejemplo a este respecto de los años setenta, de principios de los ochenta, de la época en la que Francia todavía hacía explosiones atómicas en la atmósfera. En un determinado momento apareció en la leche que se consumía en el Estado de Florida, de Estados Unidos. unos altos niveles de radiactividad, de iodo (bueno de iodo, de estroncio y de otros productos radiactivos), cuando no se habían producido explosiones en la atmósfera y no existían centrales nucleares en aquel entorno. ¿De dónde podía provenir entonces todo aquello? Téngase en cuenta que Estados Unidos hay una red de radiovigilancia muy importante que, por cierto, no existe en muchos países europeos. La investigación llegó a la conclusión de que en varias granjas de Florida habían importado pienso forrajero de las islas del Pacífico Sur y que estas islas, y este pienso forrajero, habían quedado contaminados por las explosiones atmosféricas francesas. ¿Por qué había pienso forrajero en Florida? Porque los comerciantes de pienso compraron en el mercado el más barato, las plantas forrajeras más económicas, y en aquellos momentos, por varias razones, estaba de oferta el pienso de aquellas islas.
Pero si este es el caso, si el principal riesgo proviene de las cadenas alimenticias, ¿no podría entonces practicarse una política de prevención muy rígida, muy extremada que impidiera de alguna manera que productos contaminantes afectasen a las poblaciones?
En teoría podría existir, pero representaría un coste muy importante porque lo que entonces debería hacerse es el control radiactivo de lo que estamos consumiendo y esto implicaría un sistema de radiovigilancia y de analítica muy considerable que no existe prácticamente en ningún lugar. Existen redes de radiovigilancia ambiental en países como Estados Unidos, existen en Suecia. Cuando el accidente de Chernóbil fueron los suecos los que alertaron que estaba ocurriendo algo porque detectaron nubes radiactivas (entonces no existían en Europa Occidental más que dos o tres sistemas de vigilancia radiactiva). Es probable que Francia tuviera alguno, alguna otra de las potencias atómicas, Suecia y para de contar. Pero realmente es muy difícil pensar que se puedan hacer inversiones tan costosas para una cosa cuyo funcionamiento es, además, intermitente; o sea, las contaminaciones que puedan producirse son puntuales a menos que haya un caso de accidente.
Pero creo, en todo caso, que el tema que has puesto sobre la mesa es importante porque es evidente que hay una correlación entre expectativas de vida, calidad de vida y tecnología industrial. Pero esto, a pesar de todo, también es insostenible. Tenemos que pensar en los límites del crecimiento. El planeta no puede mantener el nivel de vida de Europa y de Estados Unidos durante mucho tiempo, con las tecnologías actuales, incluyendo la nuclear, porque entre otras consideraciones el uranio natural también es limitado y podría durar quizá unos 20 años más, multiplicando a escala las centrales que existen ahora y construyendo unas 1.000 más.
Pero, entonces, perdona que te interrumpa de nuevo, los defensores de este tipo de energía, que a pesar de este tipo de datos y reflexiones siguen siéndolo, suelen argumentar que las personas críticas a lo nuclear y a este tipo de desarrollo y crecimiento económico no tienen alternativa. Según su punto de vista, lo que proponen los críticos equivaldría a volver a una situación poco desarrollada, poco civilizada, a usar pocas tecnologías y además muy elementales, en definitiva parar la vida, detener el progreso, detener las mejoras. ¿Este seria el caso según tu punto de vista?
Yo no lo veo así. Lo que sí creo es que falta un nuevo modelo de sociedad. Estamos pensando, estamos presuponiendo que el sistema actual, que según mi criterio y según el criterio de muchos otros, es insostenible, implica un ilimitado crecimiento continuado. El sistema actual se basa, dicen, y no hay dudas razonables sobre ello, en el crecimiento, pero, al fin y al cabo, ¿qué quieren decir con esta afirmación? Yo creo que es un eufemismo para decir: o los grandes ¾ y no tan grandes ¾ consorcios empresariales, la industria, los servicios, siguen incrementando sus ganancias, o, si no es el caso, el sistema no se mantiene.
Otra cosa es hacer productos que sean duraderos. La lógica económica actual, este sistema civilizatorio se basa en el recambio continuo de las manufacturas. Un ordenador se queda obsoleto a los dos o tres años, y eso siendo conservador. Todas las máquinas hay que renovarlas continuamente. La tecnología para hacer máquinas que duren más existe. Todos recordamos lo que duraban las neveras hace unos años; hay gente que ha tenido una nevera durante casi 30 años. Hoy una nevera dura, de promedio, 4 o 5 años, con dos compresores, con tal o cual supuesta innovación, con lo que quieras. La mayor parte de las tecnologías actuales, y las máquinas que producen, están diseñadas con una obsolescencia fija. Existen departamentos de obsolescencia en toda la industria para conseguir que el aparato que se adquiere no dure más que un tiempo determinado y, por ello, tengas que recambiarlo con cierta frecuencia. Esto, de entrada, ya indica un sistema de producción, un proceso de fabricación y distribución que habría que cambiar. Viviendo en las mismas condiciones, viviendo en la misma situación tecnológica en la que estamos hoy en día, sabemos que cualquiera de las cosas que usamos podría durar muchísimos años. Pero, claro, si tú eres el industrial que quiere fabricar ese producto, entonces suturarás el mercado en poco tiempo, no lo vas a poder renovar sino de forma lentísima, y esto, es evidente, es una cosa que al sistema capitalista, tal como lo conocemos, no le puede interesar en absoluto. Es inherente al propio sistema estar en crecimiento constante, lo que implica un consumo brutal de energía y, también, no lo olvidemos, de materiales, de materias primas. Tenemos cantidad de sistemas que están consumiendo, derrochando más bien, energía, sea el sistema de transporte, sean sistemas de consumo energético privado o de servicios, etc.
Yo no soy partidario de volver a un supuesto sistema bucólico y rural, como se preconiza en algunos ámbitos, a la Arcadia feliz, que nunca existió, porque esto generalmente ha sido un sistema de miseria y muy poco sano por lo demás. Aunque digamos a veces lo contrario, el campo de hoy no es el campo de hace 70 años donde teníamos tifus, cólera, carbunco, ántrax, donde había fiebres de malta,… todo esto ya ha desaparecido en muchos lugares, aunque no en todos, gracias a los avances sanitarios. Pero, fijémonos bien, ¿cuáles han sido los grandes avances sanitarios del siglo XX? Mucha gente piensa que han sido los medicamentos. Los fármacos han contribuido, sin duda; yo soy médico especializado en farmacología de formación. Pero las bases de la calidad de vida actual han sido los sistemas de saneamiento y de mejora de las condiciones higiénicas de las aguas, de los alimentos, de los hábitats, de la higiene, las vacunaciones de toda la población, etc; esto ha sido la clave para eliminar una cantidad enorme de enfermedades. La conservación de los alimentos, por ejemplo, el refrigerador, ha sido uno de los elementos que ha contribuido más a la sanidad. Fijémonos ahora, por ejemplo, en uno de los problemas del Irak ocupado: se corta la corriente continuamente, los alimentos no se conservan, los ciudadanos nos lo pueden aprovechar, los alimentos se contaminan, crecen bacterias en pocas horas.
Los sistemas de condicionamiento de alimentos, como decía, el saneamiento de ropa, es decir, sistemas muy de base que no representan grandes consumos energéticos comparados con lo que estamos consumiendo hoy en día, han contribuido a la sanidad enormemente. Esta renovación incesante de productos que tenemos, que estamos obligados a hacer, representa una enorme cantidad de energía. Y, evidentemente, estos aspectos no son más que algunos de los complejos factores -económicos, sociales- que están interactuando en nuestras sociedades de crecimiento continuado. Sin olvidar, además, que representan la meta, el santo grial deseado por las sociedades pobres, paupérrimas en muchos casos, del denominado tercer mundo.
Y además están los residuos que generamos en esta loca aventura de consumo innecesario e irresponsable.
Efectivamente. Fijémonos en las basuras que se están generando, en que tenemos que consumir las bebidas en latas de aluminio, en los miles de millones de toneladas que hay que eliminar, en las incineradoras que están procesando, mediante la combustión, esos residuos y gastando aún más energía y generando, por otra parte, contaminantes ambientales que afectan también a la salud pública. Esto es en esencia el sistema de producción actual. Tal como están las cosas, lo único que se nos puede plantear es la fecha de su colapso ¿Cuándo ocurrirá el colapso de esta forma de producir, de distribuir y consumir?