El movimiento 15-M en España (y quienes marchan en Chile): “Enfadados, pero contentos”







Ecosistemas 10.06.11.

Entrevista a Carlos Taibo. Por Hernán Dinamarca corresponsal de Ecosistemas en Alemania. El 8 de junio fui invitado a escuchar y luego a conversar en la Universidad de Heidelberg, Alemania, con el destacado politologo y escritor español Carlos Taibo*. Obviamente que para la atenta mirada de Taibo fue insoslayable analizar el Movimiento del 15 de Mayo (15-M), los indignados de España. Precisamente él venía de allí, de la Plaza del Sol, en Madrid, donde están los acampados. Como académico fue enfático en acotar sus reflexiones a Madrid y a Galicia, aunque la indignación es un movimiento que recorre España (y Chile, Italia, el mundo, agregamos nosotros, en una suerte de neo 68).

Lo que escribiré a continuación sobre el movimiento del 15-M, a manera de preguntas y respuestas, es una síntesis mía de lo escuchado y charlado con Taibo.
- ¿Por qué ha tenido éxito el 15-M? Primero, por el talento de los actores. Han sido notables su capacidad de uso de las redes sociales e Internet y su decisión de perfilar un movimiento en el que no hay siglas. En la plaza del Sol y en todos los lugares están participando sujetos individualizados. Ellos no están ahí por representar ni a partidos, ni a sindicatos, ni a otros movimientos.
Segundo, por su asertividad anti-corrupción. Los indignados cuestionan la avaricia y usura de bancos y empresas privadas, así como reaccionan ante la privatización y mercantilización de la educación.
Tercero, porque el movimiento se activó al calor de una campaña electoral muy triste, en la que los partidos políticos no decían nada.
Cuarto, por el trabajo desarrollado silenciosamente durante años por los movimientos sociales críticos y contraculturales que con sus ideas y acciones han ido generando una conciencia y un estado de ánimo entre diversos actores.
Quinto, por el eco simbólico de la reciente revuelta arabe, y sexto, porque el éxito rutilante del movimiento fue un atractor para que se plegara más y más gente.
- ¿Cuántas almas tiene el movimiento 15-M? Por lo menos, dos. El alma de los movimientos sociales críticos: el ecologismo, el feminismo radical, movimientos sociales autogestionados, el sindicalismo alternativo. Todos ellos críticos ante el capitalismo realmente existente. Y el alma que expresan muchos de los jóvenes que hoy están airados e indignados. Ellos, muy educados y cualificados, sienten tener méritos para más, sin embargo, están padeciendo los efectos de un mercado laboral que en el peor de los casos los excluye y en el mejor los precariza.
De hecho, hay una potencial tensión entre estas dos almas. Un solo ejemplo: en la acampada de Madrid en un momento se colgó un lienzo que decía "La Revolución será feminista o no será." Y esto fue abucheado por un sector de la gente, hecho que para quienes conectan con la primera alma sin duda les pareció incomprensible. Estas dos almas parecerían tener expectativas diferentes. La primera alma quiere abrir nuevos espacios autogestionados, mientras la segunda quiere reformas al sistema para que este les abra espacios.
- ¿Por qué su éxito y sus ecos ha producido tensión entre las "gentes de orden"? Es que el movimiento ha sintonizado con un sentido común presente en la sociedad española. Y esta sintonía preocupa a los estamentos de poder. Por eso los medios de incomunicación del sistema (incluido el País y la TV pública, para no referirme a medios que han denostado al movimiento y que más parecen humoristas), han mostrado simpatía con el M-15 y alaban su pacifismo; pero no han abierto ninguna discusión y debate serio respecto a los temas de fondo que el movimiento
ha planteado.
- ¿Cuál es el futuro del movimiento? Luego seguramente las acampadas se van a levantar. Pero se han activado asambleas de barrios en Madrid y se ha descentralizado el movimiento, lo que evita la burocratización y que sea cooptado. Claro que en España estamos a las puertas del verano, por lo que el movimiento debería "invernar" y reciclarse en otoño.
Su potencial horizonte esta abierto. Una opción es que el movimientro se diluya en la nada, lo que es poco probable. Otra, que se articule políticamente, algo también poco probable, ya que el movimiento es político pero apartidario. Un tercer horizonte es que el 15-M de pie a fenómenos de desobediencia civil anómicos y episódicos. Y un cuarto horizonte es que se podría ir gestando una una red de autogestión y asambleas en la sociedad española, que convoque a discutir sobre la construcción de una sociedad antipatriarcal, antiproductivista y anticonsumista, con conciencia ambiental y planetaria o internacional.
Es que Taibo es partidario del decrecimiento y de la democracia directa. Considera que "la globalización avanza hacia un caos que escapa a todo control" y también es crítico de la lógica del crecimiento económico, pues esta lógica hoy no es sinónimo de progreso y bienestar. Observa con preocupación que los gobiernos y el poder financiero no quieren cambiar. Por el contrario, están atrincherados en la defensa de una capitalismo-modernidad realmente existente que concentra y acumula como nunca antes. El riesgo es que en el proceso el poder cave su propia tumba, pero que con ellos nos lleve a todos nosotros. Hoy el sistema económico, junto a la exclusión social, continúa atentando exponencialmente contra la naturaleza.
Por eso es importante la acción de los movimientos sociales críticos. Estos deben continuar desarrollando espacios de autogestión donde se activen nuevas formas de vivir en lo social y en la relación con la naturaleza.
Hasta ahí Taibo. Quiero ahora agrego un par de reflexiones respecto a si ¿tienen relación los indignados de España con los indignados con HidroAysén? Creo que sí. De hecho, el masivo movimiento social en Chile, que se opone al proyecto en la Patagonia, trasciende la legitima preocupación ambiental y expresa una diversidad de malestares más o menos en el tono de los indignados de España. Allá y acá los ciudadanos y los jóvenes han usado con talento la democracia comunicacional que hoy posibilita Internet. Allá y acá confluye una diversidad de ciudadanos-sujetos, ni partidos ni ismos, aunque es también profundamente político y con distintas almas unidas por el malestar. Allá y acá los movimientos ocurren en un entorno de política institucional "muy triste."
El malestar en Chile es inequívoco. Y tal como lo recordaba Claudio Orrego en una reciente y lúcida columna de opinión, es un malestar contra el Gobierno y una Concertación que, según la encuesta Adimark, concita un rechazo aún mayor. "El malestar –dice Orrego- tiene distintos fundamentos: falta de espacios de participación, vulnerabilidad frente al abuso de privados y el Estado (letra chica), falta de seguridad sobre el futuro (educacional, salud, laboral), desigualdad brutal de oportunidades y condiciones de vida, predominio del criterio de rentabilidad en la toma de decisiones (ambientales, urbanas, etc.), falta de credibilidad en la clase política, falta de protección laboral, un consumismo desenfrenado que deshumaniza, instituciones débiles y poco independientes...". Como se lee, en lo sustantivo nada distinto a los indignados de España.
Por su parte, el historiador Gabriel Salazar en una entrevista en el Mostrador hoy constata que los movimientos sociales "tienden a la convergencia manteniendo la diversidad y eso es mucho más dialéctico y democrático. Se autogestionan o autoeducan, son generadores de protestas o propuestas de cualquier tipo". Nada distinto a España y tampoco distinto a la emergencia que desde hace años promueven los movimientos sociales críticos –según el decir de Taibo-: que en España y también en Chile –y en otros lugares- han venido promoviendo una nueva manera de hacer política, en colaboración y en diversidad de redes.
La indignación, allá y acá, es ante una sumatoria de injusticias sociales y ambientales. Y ante eso, allá y acá, de distintas maneras y en nuevas interacciones comunicativas en Internet (Las multitudes inteligentes, según el concepto acuñado por Howard Rheingold en su obra Smart Mobs: The Next Social Revolution – 2005), los ciudadanos hoy se rebelan.
Como epilógo de esta crónica, una bella anécdota narrada por Taibo. "Mientras caminaba por la Plaza del Sol me encontré con un amigo argentino y su hija de cuatro años. El me contó que un rato antes, cuando su hija empezó a ver a la multitud de gente acampada, le pregunto: -Papá, ¿por qué están en carpas? Mi amigo respondió a su hija: -pues, ellos estan enfadados. La niña entonces no dijo nada... Luego se paseo curiosa entre la gente, hasta que en un momento ella se dirigió a su padre para decirle: -estarán muy enfadados, pero a mi me parece que están todos muy contentos".
* Taibo es Profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, además de prolifico autor de una veintena de obras sobre las transiciones en la Europa central y oriental contemporánea.


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La indignación de los indignados

Jaime Richart

Muchos y muchas no conocen la indignación permanente. Sólo la conocen de oídas o aislada, cuando sufren el desaire o el abuso de alguien al que no pueden replicar, o bien cuando se han visto afectados sus intereses y tampoco encuentran (o no existen) vías de solución para lo que consideran una injusticia. La impotencia es la madre de la indignación...

Estos dos casos son de la indignación de una persona frente a alguien poderoso, persona física o jurídica, que abusa de nosotros. Pero la dignidad personal se puede sentir herida por otras causas.

En esta ocasión que vivimos actualmente la indignación, una vez más, es colectiva. Es el estado de ánimo extraordinario focalizado en un sector muy amplio de la sociedad motivado por la conducta defectuosa de incompetencia, de pusilanimidad o de malicia de los obligados a hacer justicia social y no la hacen o no la hacen suficientemente.

Pues bien, la situación extraordinaria generada por esas conductas de acción u omisión torpes, negligentes o consentidoras generan a su vez la necesidad de respuestas extraordinarias por parte de los ciudadanos directa o indirectamente afectados por ellas Y la única respuesta colectiva que cabe sólo puede darse en la calle, por otro lado el único lugar donde se puede drenar la indignación y hacerla patente de manera pública.

Los estados de excepción declarados institucionalmente por los gobiernos sitúan el epicentro de la causa en causas extraordinarias. Pero no porque grandes masas de población se sienten marginadas y olvidadas por ellos, humilladas por los opulentos que apenas se resienten tributariamente, y expoliadas por los mercados. Por eso el "estado de excepción" no sólo existe cuando lo declaran por decreto quienes mandan. También existe cuando tantos que ni son súbditos ni son vasallos sino ciudadanos que se supone viven en libertad no tienen trabajo ni techo o no llegan a fin de mes, mientras otros se enriquecen. De ello dan cuenta estentóreamente y expresan así su indignación. En ese momento y en ese trance nos encontramos...

Porque extraordinario es el lamentable estado económico de la sociedad en general; extraordinaria es la tremenda desigualdad entre lo que cobran los políticos retribuidos desmesuradamente de las instituciones, y los directivos y ejecutivos de las empresas públicas y privadas; y situación extraordinaria es el desempleo crónico que afecta a millones de personas -y entre ellas a un 40% de los jóvenes-, y la nula esperanza de encontrar la mayoría de ellos empleo o incluso de sobrevivir con dignidad...

Y las situaciones extraordinarias dan lugar a respuestas extraordinarias. Y esa parte de la sociedad no siente el respeto de los poderes instituidos pese a los derechos reconocidos en las leyes y en la constitución. Los poderes no atienden esos derechos porque no pueden al ser los verdaderos dueños de la sociedad los que lo han sido siempre: las clases adineradas, los que se enriquecen a cuenta de la política y la Iglesia católica, y, desde que pertenecemos al G20, los mercados. Por eso sienten indignación. Pero es un grave error que ciudadanos que no sientan el aliento de ese mismo desprecio por parte de quienes lo dispensan, no entiendan que las acampadas, los mítines y las manifestaciones sean su única manera de expresarla. Y otro error negar el derecho y los deberes de los ciudadanos indignados en función de los bandos de orden público y otras medidas pensadas sólo para situaciones y tiempos ordinarios alterados sólo por alborotadores sin causa.

Responder a todo esto de otra manera es falta de inteligencia. A ver si lo entienden así de una vez todos los poderes públicos, los periodistas reaccionarios y los millones de egoístas indecentes que pueblan este país.

Por cierto, es encomiable que la mujer más rica de España, Rosalía Mera, simpatice con los Indignados y hasta sienta la tentación de acampar. Pero más encomiable sería todavía que, ya que jamás se lo hemos oído explicar convincentemente a ningún hombre, nos explique ella cómo es posible que, sin que medie ningún crimen no ya de ella sino de sus causantes, haya amasado una fortuna de 3 mil millones de euros asimismo sin paraísos fiscales ni fraude fiscal, o sin la complicidad de las leyes o de los inspectores tributarios. Pues el común sentido sobre la justicia social dicta que nadie se puede enriquecer hasta esos extremos, sin que los costes de fortunas como estas los paguen precisamente los Indignados.

(ARGENPRESS.info)

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