¿Iguales o diferentes?

Reclamar la igualdad, como mujeres, me parece la expresión equivocada de un objetivo real. Reclamar la igualdad implica un término de comparación. ¿A qué o a quién desean igualarse las mujeres?. ¿A los hombres?. ¿A un salario?. ¿A un puesto público?. ¿A qué modelo?. ¿Por qué no a sí mismas?.

Un análisis mínimamente riguroso de las pretensiones de igualdad las justifica en el plano de una crítica superficial de la cultura, pero desvela su naturaleza utópica como medio de liberación para las mujeres. Su explotación está basada en la diferencia sexual y sólo por la diferencia sexual puede resolverse. Ciertas tendencias de nuestra época, ciertas feministas de nuestro tiempo, reivindican ruidosamente la neutralización del sexo. Neutralización que, de ser posible, significaría el fin de la especie humana.
La especie está dividida en dos ‘géneros’ que aseguran su producción y su reproducción. Lo realmente importante, al contrario, es definir los valores de la pertenencia a un género que resulten aceptables para cada uno de los sexos. Lo indispensable es elaborar una cultura de lo sexual, aún inexistente, desde el respeto a los dos géneros.
La mujer debe ser madre y el hombre padre dentro de la familia, pero que carecemos de valores positivos y éticos que permitan a los dos sexos de una misma generación formar una pareja humana creadora y no meramente procreadora. Uno de los principales obstáculos para la creación y el reconocimiento de tales valores es el dominio, mas o menos velado, de modelos patriarcales y falocráticos en el conjunto de nuestra civilización desde hace ya siglos.
Es de pura y simple justicia social, reequilibrar el poder de un sexo sobre el otro, dando o devolviendo, ciertos valores culturales a la sexualidad femenina. La igualdad entre hombres y mujeres no puede hacerse realidad sin un pensamiento del género en tanto que sexuado, sin una nueva inclusión de derechos y deberes de cada sexo, considerado como diferente, en los derechos y deberes sociales.

Para saber más: Yo, tú, nosotras. Luce Irigaray. Fuente: decrecimiento.info

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