El periodista japonés Kolin Kobayashi habla sobre las consecuencias del accidente nuclear: "No hablamos de los peligros tras Fukushima porque entraríamos en pánico”

El antiguo primer ministro japonés Naoto Kan ha hecho saber que se le informó, al día siguiente de la explosión de la central, de que el secretario general de la agencia de seguridad nuclear no era un “especialista de la energía nuclear” sino ¡un economista! ¿Una metáfora global?
 
Sí. La situación era realmente caótica porque las autoridades japonesas no estaban del todo preparadas para afrontar un gran accidente nuclear. El gobierno no podía imaginarse un accidente de la magnitud de Chernobyl. No supieron gestionar la situación y creo que nada ha cambiado hasta hoy. ¡La situación es la misma! De todas formas un accidente de este orden es ingestionable. Pero el lobby nuclear internacional intenta mostrar que es capaz de asumir un accidente nuclear y habla de él como si se tratara de un riesgo natural a gestionar, como un tifón o un seísmo. El accidente nuclear importante se considera entre estos riesgos; uno entre otros, en resumen: ése es el discurso oficial. ¡Pero es incomparable! Dos años después del 11 de marzo de 2011, en la ciudad de Sendai, se llevó a cabo un gran simposio internacional con las organizaciones de la ONU. A pesar del hecho de que se trata de un accidente que nos deja todavía hoy en un estado de urgencia, no hablaron en absoluto de Fukushima. Es increíble ¿no?
¿Cuál es la situación de las 130.000 personas desplazadas en Japón debido a la situación nuclear, y a las que se invita a regresar?
Hay 100.000 personas que están desplazadas en el interior y el exterior del departamento de Fukushima. ¿Por qué motivos deciden las autoridades japonesas hacer regresar a esos refugiados? Es un problema social y económico extremadamente importante. Amenazan con recortar las subvenciones a los refugiados que salieron hacia otro lugar y que no volverían. Las autoridades intentan decir: finalmente, las consecuencias radioactivas no son tan importantes, podéis volver, sólo habrá que prestar atención a no comer alimentos contaminados, a no pasar por tales o cuales barrios un poco contaminados; así, podréis seguir viviendo. Pero la población vivía mayoritariamente de la tierra; la gente era campesina o agricultora, el departamento era uno de los centros agrícolas más importantes… Está el pueblo de Iitate: ¡era un hogar de la agricultura biológica! Justo después del accidente, todo se contaminó. Un documental también se dedicó a esta cuestión: Iitate, crónica de un pueblo contaminado, del realizador Doi Toshikuni. No se puede limpiar el bosque, la montaña o los campos; no se puede arrasar todo, levantar 30 centímetros de tierra y ponerla en otro sitio. Entonces se limpia un poco así, de forma de saludo diplomático, pero no más.
¿Es una manera para el gobierno de minimizar la catástrofe?
Por supuesto. No hay que dejar que la población entre en pánico y crear una crisis económica. La cuestión de la energía nuclear es inseparable de la cuestión militar y civil.
¿Eso le pasa a la mayoría de la población?
Hay algunos agricultores particularmente atados a su terror. Varios, desesperados, se han suicidado. Otros intentan colaborar con científicos para minimizar la contaminación radioactiva y recuperar sus campos. Los agricultores de edad no pueden vivir ya en una casa prefabricada de 29,7 metros cuadrados de media prestada por el estado; están tan traumatizados… Aquellos que tenían casas familiares que pertenecían a sus padres, a sus abuelos, que acogían a sus hijos y nietos, todos esos se encuentran en un hogar. Resignados y conscientes de que, incluso afectados por enfermedades cancerígenas debidas a la radioactividad, no tienen ya mucho tiempo para vivir. Esos se resignan, y regresan.
Saben que entonces no van a dejar esas tierras a su familia...
La mayoría de los agricultores, conscientes de todo esto, saben muy bien que después de su generación esto se terminará. Los jóvenes no volverán.
¿Qué les pueden transmitir a las generaciones futuras?
Los jóvenes tienen miedo de sufrir la contaminación y las familias con niños no quieren regresar. Entonces los pueblos, aunque ya eran pequeños —6.000 personas vivían en Iitate antes del accidente, 400 ahora — , están constituidos en su mayoría por una población de personas de más de 65 años que, una vez muertos, no tendrán a nadie detrás de ellos. Hasegawa Kenichi era granjero; eligió volver con su madre de más de 80 años enferma de alzheimer para no seguir viviendo en una barraca prefabricada. Él es totalmente consciente de que su pueblo y su casa están completamente contaminados. Pero se resignó. Es bastante trágico.
¿Cómo gestionar esta contradicción central entre la urgencia securitaria de la central y la protección de los trabajadores entregados a su exposición?
En realidad, no les protegen. La eficacia económica es prioritaria. Los trabajadores que están en las zonas de radiación fuerte, las zonas con riesgos, no son los empleados oficiales de Tepco [multinacional japonesa y, antes de su nacionalización, el más grande productor privado de electricidad a nivel mundial]: se recurre a subcontratados. De la misma en forma, en Francia hay empleados “oficiales” que no van —salvo en casos excepcionales — a los lugares peligrosos. En Japón, hay diez niveles de externalización. Tepco pide a una sociedad general que gestione la totalidad de los niveles. Y, al final, la empresa que se encuentra en el último nivel no tiene ningún contacto con Tepco. La gestión y el control de la salud de los trabajadores que trabajan actualmente en Fukushima Daiichi — ¡6.000 personas, todos los días! — no son en modo alguno racionales ni convincentes. Nadie se hace cargo de ello.
¿Son apoyados por organizaciones sindicales?
Los sindicatos oficiales vinculados con Tepco son completamente pronucleares, como aquí, en Francia. El sindicalismo existe poco en empresas de menos de 50 personas. Sí hay una asociación de apoyo a los trabajadores nucleares (se trata de hecho de varias asociaciones reagrupadas para formar una asociación sólida, la Asociación de Apoyo para evitar la Radiación Profesional ) que se pone en contacto con ellos y les proporciona una libreta para documentar su carrera, en el que ellos deben informar sobre los puestos que han ocupado, durante cuánto tiempo, por qué lugares han pasado, cuántas dosis recibidas, etc.
Esta libreta es útil para archivar su estado de salud. Normalmente las autoridades japonesas tienen que proporcionársela a todos los trabajadores, incluso a aquellos que no trabajarán más de diez días: es útil a largo plazo. Sabemos que ciertos cánceres se declaran tras 30 años; después de Hiroshima, se declararon cánceres vinculados con las radiaciones después de medio siglo.
¿No hay exámenes médicos obligatorios?
La asociación propone esta libreta informativa porque los patronos de las pequeñas empresas subcontratadas piden a los trabajadores temporales que no revelen las dosis reales recibidas. Los empleados lo saben, y también saben que si informan de la cifra de dosis reales no podrán trabajar al día siguiente, ya que se ha sobrepasado su límite de radiación. La exposición va a depender de las zonas a las que se les envíe. Si uno es enviado a una zona muy contaminada, podrá trabajar seguidamente sólo una hora, incluso diez minutos al día; otros, que hacen trabajos de descontaminación en los pueblos, pueden trabajar más tiempo. Deben hacer interrupciones más o menos controladas. Aquellos que necesitan dinero, como los trabajadores por jornal, camuflan y maquillan las cifras. Habéis debido oír hablar de los mafiosos japoneses, los yakuzas, que buscan trabajadores precarios dispuestos a morir…
¿Esos trabajadores se declaran “dispuestos a morir”?
No, pero saben que es un riesgo que corren. Son trabajadores precarios que se amontonan en determinados barrios populares y buscan trabajo todos los días. Esta gente está enferma físicamente; los enviados de los subcontratistas, los yakuzas, proponen mucho dinero contra el hecho de estar “dispuestos a morir”.
¿La opinión pública japonesa está correctamente informada de la suerte de los trabajadores de la industria nuclear?
Oficialmente hablando, los japoneses para nada están informados; eso permanece como una zona invisible, salvo para los militantes, los investigadores y aquellos que se interesan por sí mismos por estos problemas. El resto de la población no está al corriente. Pero estallan escándalos en ocasiones porque concierne de la misma forma a los yakuzas y a los contratados ilegales, sin nóminas oficiales, etc. Esto queda en el orden de noticia de sucesos, como se da todos los días: pasa y nos olvidamos.
¿Una noticia de sucesos y nunca un problema económico y estructural?
Así es.
¿A cuánto ascienden los salarios que se ofrecen a los trabajadores?
No está claro. La empresa que contrata percibe un margen salarial: al final de los diez niveles, el margen percibido se vuelve importante y el salario apenas toca el salario mínimo. El Estado había prometido una subvención especial para los trabajadores de la industria nuclear pero este dinero ha sido totalmente absorbido por las empresas. Es ilegal. Una prima que dependía del lugar donde trabajaba la persona (700 u 800 euros al mes).
¿El Estado japonés se ha servido entonces del dinero de los impuestos para engordar a las empresas subcontratistas y pagar mal a los individuos?
Sí.
¿Sin movimiento de contestación?
¡Es como en Francia! La gran mayoría de la gente ha sido tomada como rehén de esta idea preconcebida de que, sin lo nuclear, nuestra vida y nuestra civilización moderna ya no funcionará, que no habrá energía suficiente para los hospitales, los colegios…
Japón había reaccionado cerrando, por un tiempo, todas las centrales…
Antes de eso, Japón estaba cubierto por la energía nuclear en un 35%. Estamos lejos del 75% de Francia. Es más fácil de convertirlo en electricidad convencional, combustible, carbón, energía hidráulica…
¿Qué vínculos económicos existen entre la ingeniería francesa y japonesa?
Japón tenía desde el principio de los años 70 un convenio de cooperación con Francia. Se intercambian los conocimientos, principalmente en lo que se refiere a los reactores. Los japoneses trabajan mucho más con la ingeniería estadounidense pero el lobby industrial nuclear francés ha comenzado a estar más presente, sobre todo en la cuestión del reprocesamiento. Hay una fábrica de reprocesamiento en Japón, la de Rokkasho, que es enteramente de tecnología francesa. Es por eso que Areva [multinacional francesa de la energía nuclear] estaba presente: para intercambiar tecnologías. Hay un fuerte vínculo actualmente porque Japón quiere conquistar la potencialidad de la industria nuclear militar para ser elegido miembro del Consejo de Seguridad. ¡Sin cabezas nucleares, no hay nada que hacer! Los miembros del club están vinculados a lo nuclear, son vínculos fuertes.
Actualmente, ASTRID es un nuevo proyecto de cuarta generación de reactores; es la continuación de Superfénix. Es una invención franco-japonesa. Los japoneses tenían un reactor generador de prototipo Monju que fracasó –como Superfénix [reactor que formaba parte de una tecnología de reprocesamiento o reciclaje de partículas, y que fue abandonada por inviabilidad económica, N. del E.]–, pero quieren seguir invirtiendo.
Superfénix supuestamente iba a reciclar la energía nuclear empobrecida utilizada por las centrales principales para recrear la energía…
Fabrican combustibles Mox mezclando plutonio y después reciclan cada vez ese plutonio para volver a fabricar Mox y volver a meterlo en el reactor. Ese era el plan sobre la mesa. ¡Pero no funciona! En Francia, es también un problema ya que Superfénix ya no funciona. Ya no hay necesidad de hacer una retirada. La razón de ser de la fábrica de La Hague está en cuestión. ¿Qué hacer, entonces? Para el lobby industrial nuclear, hay que avanzar en esta dirección diciendo que el plutonio no está, en el fondo, destinado a uso militar ¡sino que será utilizado para la paz! La energía nuclear civil y la militar son las dos caras de la misma moneda: no hay diferencia, es una continuidad. El primer reactor nuclear inventado para hacer bombas atómicas francesas fue desarrollado, no democráticamente, sobre el uso civil de todas las centrales nucleares. Luego los franceses experimentaron el tipo estadounidense, para volver a su propia tecnología. A pesar de las diferencias técnicas entre la energía nuclear militar y civil, descansan sobre el mismo principio: la fisión está controlada en una central mientras que voluntariamente se deja sobrepasar un volumen significativo en una bomba atómica.
Se habla de un elemento químico más accesible que el uranio, el torio, como de una posible “energía nuclear propia” y más ética. ¿Qué es?
Se dice que con el torio habría menos contaminación. ¡Pero siempre queda un residuo y no hay solución para el residuo del torio! Es como en Bure [localidad del noreste francés que alberga un almacén de residuos, N. del E.], donde se entierran los residuos a 500 metros bajo el suelo. Pero imaginemos que los túneles se quiebran, que haya explosiones (como fue el caso en Estados Unidos hace 60 años, y no se habla de ello) que generen gran contaminación… La cuestión de los residuos nucleares sigue siendo la más importante porque está sin solucionar. ¡Japón es un país tan sísmico que no hay ubicación sólida para esconder tales residuos! No es como en Finlandia. Y si el magma de nuestro planeta se mueve… Por el momento, no teniendo realmente solución, la más razonable sigue siendo almacenar en la superficie y vigilar.
En 2015, se contaron 700.000 toneladas de residuos nucleares alrededor de la central de Fukushima Daiichi…
Nos encontramos en una situación muy precaria. En los tres primeros reactores de Fukushima Daiichi, hay piscinas en lo alto de los edificios. Es una construcción de estilo estadounidense: no crearon una estructura adaptada a un país como Japón. Tras el seísmo, el sellado de las piscinas se debilitó. Y hay 1.500 bloques de combustibles que están almacenados y con los que no se sabe qué hacer. Debería haberse cavado un agujero y meterlos en el suelo, en un lugar seguro, pero el accidente de Fukushima generó una radioactividad tan fuerte que todavía no se tiene un robot capaz de efectuar estas tareas, ¡ni por asomo! Los trabajadores no pueden ir a estas zonas: no se puede hacer nada. En caso de nuevo seísmo en este lugar, habrá que, como decía Naoto Kan [primer ministro japonés en el momento del accidente], evacuar a las poblaciones de la región de Fukushima y de la de Tokyo. ¿Cómo se haría, técnica y económicamente?
No obstante, se anuncia otro seísmo en los próximos 20 años…
Realmente vivimos en la locura… No hablamos de ello, de otro modo estaríamos en pánico. En Fukushima Daiichi, la radiactividad sigue difundiéndose porque no hay contención. Lo que se consiguió en Chernobyl lo fue en detrimento de ¿cuántos trabajadores muertos? Entre 500.000 y 800.000 personas trabajaron y murieron o cayeron gravemente enfermos por cimentar. Y seamos claros: ¡es gracias a ellos que Europa se salvó! Pero era la época de la Unión Soviética, que podía ordenar al pueblo que viniera a “ayudar”. En un país liberal y capitalista como Japón, ¿cómo creéis que se podría contratar a 800.000 personas para hacer un sarcófago alrededor de tres reactores?
¿Sería deseable?
No se puede exigir eso…
¿Hay estudios efectuados sobre la fauna y la flora alrededor de Fukushima?
“El riesgo cero no existe”, se escucha entre todos los funcionarios de las organizaciones internacionales. Hay científicos que han aportado pruebas de malformaciones en los genes de plantas, de mariposas, de animales, así como en Chernobyl, donde existen estudios exhaustivos. Deberían ser reconocidos internacionalmente pero el lobby nuclear domina el debate y afirma que no hay víctimas de la radioactividad. Es el discurso que se escucha en Japón.
Usted está implicado en la organización del Foro social antinuclear: es en efecto bastante raro que estén reunidos en el mismo lugar diferentes actores sobre estas cuestiones…
En la opinión general de la población francesa y japonesa, se dice que es una cuestión puramente científica y técnica, un asunto de cambio de rumbo energético. Pero, reitero, la cuestión de la energía nuclear es inseparable de la cuestión militar y civil. Hay que comprender realmente la energía nuclear en su globalidad. Tan pronto como hay un accidente importante, hay consecuencias enormes sobre la salud, la economía, la política y la sociedad: hay que comprender el conjunto de los fenómenos. Para debatir sobre este conjunto, no es suficiente hacer sólo una conferencia antinuclear para hablar por un lado de la seguridad nuclear y por otro de los residuos. Hay que hablar de la totalidad de los problemas. La estructura del Foro social mundial permite abordar todas estas cuestiones científicas, sociales, económicas y políticas: tiende a crear una red internacional para globalizar la contestación de las poblaciones ciudadanas, de los militantes y de los científicos para decir que es inaceptable continuar con la energía nuclear.

Traducción: Eduardo Pérez
El primer Foro mundial antinuclear se celebró en Tokyo en 2016. El periodista japonés Kolin Kobayashi, residente en París y corresponsal para Days Japan, se implicó en él desde el principio. Nos encontramos con él en una cafetería del centro de París, que acogió su tercera edición en noviembre de 2017 y reunió a oradores y militantes de Rusia, España, Níger, las dos Américas y por supuesto Japón. El Foro concluía entonces en Bure, en el departamento de Mosa (Francia). Además de alertar sobre los peligros intrínsecos de lo nuclear, Kobayashi aspira a sacar a la luz a los trabajadores expuestos en un país donde se prevén importantes seísmos, aunque se continúa contando las víctimas “colaterales” del accidente nuclear de Fukushima en 2011. “No hablamos de ello; de otro modo, estaríamos en pánico”.

Fuente: Revista Ballast - Imagenes: ‪webtudo.net‬

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