El sabotaje del Nord Stream destapa la cara de las guerras que lleva al colapso climático
La mayor fuga de metano de la historia, según determinan recientes estudios, tuvo lugar en contexto bélico de Rusia y Ucrania. Los expertos defienden que para proteger el medio ambiente es necesaria la paz: “En la guerra, las leyes medioambientales son lo de menos", lamenta Ismael Morales, responsable de Política Climática de Fundación Renovables. Si bien la preocupación primordial es el bienestar de las vidas humanas, el sabotaje del Nord Stream en 2022 muestra la manera en la que las estrategias bélicas y los conflictos internacionales contribuyen también la crisis climática. Así lo demuestran los estudios publicados el miércoles pasado, los cuales determinan que la destrucción de esta red de gaseoductos produjo la mayor fuga de metano de la historia.
Adhik Arrilucea
"Desde un punto de vista científico, se suele decir que cualquier guerra ahora mismo también es una guerra contra el clima", expresa a este diario Agnès Delage, catedrática de ciencias sociales en la Universidad de Aix-Marsella y miembro de Rebelión Científica. Las emisiones de carbono causadas por la guerra de Rusia en Ucrania rondan las "175 millones de toneladas, y eso sin contar todos los demás daños y el delirante peligro que significa una guerra entre centrales nucleares", alerta.
El sabotaje del Nord Stream también tuvo lugar en el contexto de esta guerra y provocó, según los últimos estudios, la emisión de 465.000 toneladas de metano, un gas 84 veces más potente que el dióxido de carbono en su contribución a la crisis climática. Este hidrocarburo "retiene más el calor del sol y en un plazo de 20 a 30 años tiene un potencial calorífico mucho mayor que el CO2", explica Morales a Público.
El desastre del Nord Stream equivale a ocho millones de coches estadounidenses durante un año
Estas emisiones "son lo último que necesitamos en un contexto de crisis climática", declara a este medio Itziar Irakulis, coautora del estudio publicado en Nature e investigadora en la Universitat Politècnica de València. "Sería el equivalente a lo que emiten de CO2 ocho millones de coches estadounidenses durante un año entero".
El inicio de la guerra de Rusia sobre Ucrania trajo a Europa una acuciante crisis energética, marco en el que tuvieron lugar el exorbitante encarecimiento de las facturas de la luz en los hogares. Esta realidad consolidó la necesidad de desarrollar una transición energética. Pero no se trata solo de una cuestión de soberanía, sino también de la amenaza que el desarrollo de los conflictos bélicos supone para el medio ambiente.
El sabotaje a los gaseoductos consolida la necesidad de desarrollar una transición energética
"Europa lograba gas barato desde Rusia gracias a Alemania", recuerda Morales. El de la Fundación Renovables incide en que un tercio de la energía que utiliza el continente proviene del gas natural. "Nuestra matriz energética pone de relieve un problema que es estructural", subraya. Se trata de una vulnerabilidad que sirve como blanco para la articulación de acciones políticas que con un impacto silencioso sobre el medio ambiente.
En el conflicto de Rusia y Ucrania, "las fuentes de energía tradicionales, como los combustibles fósiles y el gas, se han convertido en armas con fines militares", afirma a este medio Filomena Annunziata, investigadora de Política Mediterránea en el think tank italiano ECCO Climate.
La política de guerra "crea un ciclo de retroalimentación entre daño ambiental y humanitario en plena crisis climática global", advierte Delage. "Ya no se pueden separar guerras y crisis climática", sentencia.
El ecocidio de Israel sobre Gaza
El genocidio que el Gobierno israelí perpetra sobre Gaza también tiene una 'cara B': el ecocidio, tal y como advertía en octubre un estudio internacional que analizaba el impacto medioambiental de la ofensiva sionista sobre el suelo palestino. Un ecocidio consiste en "el ataque y la destrucción del medio ambiente, a menudo por medios militares", como ya describió entonces a este diario Mark Griffiths, geógrafo de la Universidad de Newcastle.
En general, cualquier conflicto armado "degrada el medio ambiente, aumenta las emisiones de carbono de las operaciones militares y desvía los recursos de la acción climática al gasto en defensa, lo que acentúa aún más la explotación de unos recursos medioambientales ya sometidos a una gran presión", explica Filomena Annunziata.
El ecocidio palestino ha provocado el agotamiento de las tierras agrícolas
En el caso del ecocidio sobre Gaza, el intenso bombardeo sionista ha destruido infraestructuras críticas, incluidos los sistemas de alcantarillado, aguas residuales y gestión de residuos sólidos, lo que ha provocado el agotamiento de las tierras agrícolas y un descenso significativo de la fertilidad del suelo.
La investigadora de ECCO coincide en que "un llamamiento a la paz está estrechamente vinculado a la consecución de los objetivos climáticos". Además, añade que "los esfuerzos internacionales en pro de la estabilidad sientan las bases para mejorar la resiliencia a largo plazo de las poblaciones vulnerables".
Por su parte, Morales enfatiza que "la paz es la base para desarrollar políticas medioambientales". El de Fundación Renovables considera que "la guerra destruye las negociaciones", sentencia. A este respecto, Delage concluye: "Como especie, no tenemos otra opción que la paz para construir nuestra supervivencia frente a la crisis climática.
Adhik Arrilucea: Graduado en Periodismo y Humanidades y máster en Teoría y Crítica de la Cultura por la Universidad Carlos III. Con experiencia en información científica e institucional, ha colaborado con diferentes medios y pasado por la redacción de la Agencia SINC. Sus intereses abarcan desde los derechos climáticos hasta las artes y la literatura.
Fuente: https://www.publico.es/sociedad/m-ambiente/sabotaje-nord-stream-destapa-cara-guerras-lleva-colapso-climatico.html - Imagen de portada: Unos soldados ucranianos preparan un ataque contra el Ejército ruso, a 26 de noviembre de 2023. Madeleine Kelly / ZUMA Press Wire / DPA