Tocar y alimentar animales salvajes: un peligroso reclamo turístico

La muerte de una joven española mientras bañaba a una elefanta en Tailandia recuerda el riesgo de las interacciones directas con visitantes y cuidadores. No es un caso anecdótico, avisan los expertos: “En ningún otro zoológico los animales están tan cerca como en el zoológico para niños de Rapperswil. Según la especie, uno puede tomar, acariciar, alimentar o montar a los animales, lo que transforma a este zoológico en un lugar de paseo ideal para familias y escuelas. El zoológico para niños es un lugar de paseo perfecto para familias, abuelos con sus nietos y visitas escolares”.

Cristina García Casado

Reclamos como este, de un popular zoo de Suiza conocido por sus rutas infantiles en elefante, pasan desapercibidos, asumidos dentro de la normalidad, hasta que ocurren sucesos como la muerte de una joven turista española a principios de año mientras bañaba a una elefanta en Tailandia.
El ataque que sufrió Blanca Ojanguren, en un centro que ahora se sabe que operaba sin licencia del Gobierno tailandés, ha tenido un gran impacto mediático, pero los expertos aseguran que, en términos globales, este no es un caso anecdótico. “En líneas generales, los incidentes con animales salvajes son algo que se repite mucho. Si uno empieza a investigar, es algo que pasa constantemente. Es una bomba de tiempo. Que no tengamos registros graves en un periodo no significa que no pueda suceder. Es una situación muy riesgosa, entender qué pasa por la cabeza de un elefante es muy difícil, son muy complejos”, explica a Climática Tom Sciolla, director del Santuario Equidad de la fundación ambientalista Franz Weber y con amplia experiencia en el trabajo con elefantes y otros animales salvajes.
La imagen no tan lejana de niños subiéndose al elefante del circo ambulante ha desaparecido en España, pero en Suiza siguen siendo populares los paseos en los que varios menores se suben en elefantes que caminan unos detrás de otros, algo que multiplica las potenciales situaciones de riesgo. “A veces no hay que irse a países como Tailandia para ver estas escenas. El peligro por una caída ya es considerable, pero además el elefante tiene la capacidad física de darse la vuelta y agarrar con su trompa a la persona que tiene arriba, eso es algo que ha pasado muchísimo”, recuerda el experto.
Aunque al principio se habló de que la elefanta le clavó un colmillo a la joven española, la causa oficial de la muerte no ha sido determinada y las averiguaciones preliminares apuntan a que falleció tras una caída y tras golpearla con su trompa. “No es tan normal que lastimen usando sus colmillos. La violencia es una de sus últimas elecciones, pero dado el caso lo que suelen hacer es tirar a la persona, ponerla en el piso y apretarla muy fuerte con la frente, con todo su gran peso”, indica Sciolla.
Ambientalistas exigen prohibir la interacción con animales salvajes
Tras el suceso mortal en Tailandia, la Fundación Franz Weber ha pedido al Gobierno español que prohíba los tocamientos de animales, los ‘toca, toca’, actividades que se suelen promocionar como “experiencias extra” o con el reclamo de una fotografía de recuerdo (también con sobrecoste). “En parques como Cabárceno (Cantabria), los visitantes pueden tocar a diferentes especies sin problema alguno”, denuncia la entidad. Ya en 2021, la Coalición InfoZOOS (ANDA y FAADA) solicitó al Gobierno que pidiera a las comunidades autónomas, en las que recae por ejemplo la competencia de las inspecciones, exigir que los zoos no ofrezcan actividades que impliquen el contacto directo y la interacción entre animales salvajes y público visitante.
Uno de los argumentos de estas organizaciones es que estas prácticas vulneran la Ley de Zoos (Ley 31/2003), que exige a estos centros tener un componente pedagógico, porque trasladan la idea errónea de que los animales salvajes quieren ser acariciados y abrazados por las personas. “Los animales silvestres tienen un lenguaje propio distinto al del ser humano. Cuando más interacción haya con ellos, va a haber más posibilidad de que haya algún tipo de daño. Y a mayor tamaño,  y cuando se trata de animales depredadores, mayor será la posibilidad de que ese daño sea grave”, apunta Sciolla.
Aunque los ambientalistas denuncian este tipo de prácticas en todo el mundo, Asia se ha convertido en el gran destino turístico para interactuar con animales salvajes, como los tigres. Incluso en el escenario en el que no suceda nada violento, o con animales salvajes más pequeños, siempre está el peligro sanitario: “Se tejen las bases para producir un puente en el que crucen al ser humano patógenos de la vida silvestre”.
La Fundación Franz Weber pide no sólo prohibir la interacción directa con los visitantes, sino también revisar los protocolos de los cuidadores, para reducirla al máximo posible. Y recuerda que también se han documentado casos de ataques graves a estos trabajadores. Por ejemplo, quieren que se suprima el hacer espectáculo de la alimentación de los animales, otra práctica que se usa para ofrecer al visitante una cercanía mayor con ellos, al tirarles el alimento por la zona donde está el público.
Según exponen, los animales salvajes no sólo no necesitan este contacto físico con los humanos, sino que les resulta muy estresante. Cuando una persona invade su espacio, no saben interpretar sus intenciones y pueden percibir las interacciones como una amenaza, lo cual representa un riesgo para la persona y un sufrimiento para los animales, ante la impotencia de no poder escapar ni tampoco defenderse.

Fuente: https://climatica.coop/tocar-y-alimentar-animales-salvajes-un-peligroso-reclamo-turistico/ - Imagen de portada: Foto: Zoológico Knie, en Suiza.

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