Están locos estos romanos: una historia de contaminación (con aires muy actuales)
La contaminación por plomo causada por la minería durante los años de máximo apogeo del Imperio Romano pudo haber reducido en dos o tres puntos el cociente intelectual medio de la población de Europa en aquel momento: A mediados del siglo pasado, el científico estadounidense Clair Patterson empezó a llevar una máscara antigás por la calle y a envolverse en plástico para trabajar. Instaló sistemas de limpieza y purificadores de aire en su laboratorio de la Universidad de Chicago y a contar a todo el que quisiese escucharle que vivían rodeados de contaminación.
Tania Alonso
Y así era: en su investigación para calcular la edad del planeta Tierra, Patterson había descubierto que las rocas de la superficie terrestre estaban llenas de plomo y que la contaminación por este metal pesado había aumentado más de un 300% desde el siglo XVIII.
La causa principal estaba en la gasolina con plomo. Patterson se enfrentó a la industria petrolera, respaldado por estudios médicos que probaron que la exposición a este metal causa trastornos psicológicos y merma las facultades mentales de las personas. Y, a pesar del poder de su adversario, ganó la batalla: Estados Unidos prohibió la gasolina con plomo en la década de los 80 y el resto de los países fueron haciéndolo después.
40 años más tarde, los niveles de contaminación por plomo se han reducido de forma significativa en la superficie de la Tierra. Sin embargo, el hielo guarda registros que permiten recordarlo e, incluso, ir más atrás: un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford ha utilizado testigos de hielo (muestras cilíndricas que se extraen para estudiar las características del hielo acumulado a lo largo de la historia) para analizar el impacto de este metal durante el Imperio Romano.
Sus conclusiones señalan que a lo largo del periodo en el que los romanos minaron con más intensidad las tierras de su imperio se liberaron 500 kilotoneladas de plomo a la atmósfera. Una cantidad suficiente para haber reducido el cociente intelectual medio de la población europea en dos o tres puntos y que nos muestra cómo la contaminación a gran escala derivada de las actividades humanas lleva siglos siendo una realidad.
“La contaminación por plomo de la época romana es el primer gran ejemplo de contaminación humana a gran escala en el mundo y en la historia, ya que no afectó solamente a las personas cercanas a las minas, sino a las de toda Europa”, explica a Climática el doctor Joseph McConnell, investigador del Desert Research Institute de Nevada y autor principal del estudio publicado en la revista PNAS.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores tomaron testigos de hielo de Groenlandia y el Ártico ruso. Este hielo contenía plomo liberado a la atmósfera por la minería romana en el sur de Europa, sobre todo en España y Francia, lo que evidencia que esta contaminación llegó a afectar a todo el continente.
De la galena a la reducción del coeficiente intelectual
Durante el Imperio, los romanos obtenían la plata necesaria para hacer sus monedas (y muchos otros objetos valiosos) de la galena, un mineral compuesto en gran medida por plomo. Para obtener plata es necesario fundirlo, lo que provoca que el plomo se libere a la atmósfera. “El plomo tiene un punto de ebullición muy bajo, por lo que, al fundir la galena, parte del plomo pasaba al aire. Una pequeña fracción voló al Ártico, donde se depositó en el hielo para que nosotros pudiéramos medirlo 2.000 años después”, explica McConnell.
Además de estar en el aire que se respiraba, los romanos utilizaban el plomo para hacer bienes de uso diario, como tuberías de agua, medicinas y cosméticos. De acuerdo con la Organización Meteorológica de la Salud (OMS), la exposición por plomo a través de objetos como estos puede afectar a diversos sistemas del organismo. Es especialmente nocivo para los niños, porque pueden absorber entre cuatro y cinco veces más cantidades de este metal que los adultos, y para las mujeres en edad fértil.
Tal y como detalla la OMS, el plomo afecta, sobre todo, al desarrollo cerebral, altera el comportamiento y reduce el cociente intelectual. En exposiciones muy altas, puede afectar al cerebro y al sistema nervioso central, lo que puede provocar coma e incluso la muerte.
Para concluir que la contaminación por plomo durante el Imperio Romano pudo reducir el coeficiente intelectual de la población hasta 2 o 3 puntos, los investigadores hicieron uso de modelos atmosféricos y de epidemiología. “Una vez identificamos la contaminación depositada en el hielo, el siguiente paso era tratar de determinar qué cantidad de emisiones provenientes de los sitios de minería romana, principalmente en España y también en Francia, serían necesarias para que llegase tanta contaminación al Ártico”, explica McConnell.
“Calculamos que se lanzaron aproximadamente cuatro kilotoneladas de plomo por año y analizamos cómo se habrían distribuido en toda Europa. Con esto obtuvimos una estimación de la contaminación por plomo en el aire, como si estuviéramos midiendo la contaminación en la actualidad”, añade el investigador.
“El siguiente punto, el realmente novedoso en la investigación, fue utilizar todos estos datos para calcular cómo aumentaron los niveles de plomo en la sangre de los niños y vincularlos a cambios en el coeficiente intelectual y el deterioro cognitivo”, concluye McConell.
El sistema de tomar testigos de hielo para analizar la contaminación acumulada año tras año (contando las diferentes capas, como si se tratasen de anillos de un árbol) es el mismo que se utiliza para registrar los cambios climáticos a lo largo de la historia. Cambios como el actual, de causas antropogénicas, que está derritiendo grandes masas de hielo que nos permiten conocer mejor nuestro pasado.
“Los lugares en donde recolectamos los testigos de hielo de esta investigación están a bastante altitud, en lugares muy fríos, por lo que el cambio climático tendría que aumentar mucho para que desaparezcan. Pero también recolectamos testigos de hielo alpinos, en glaciares que están desapareciendo rápidamente. Y con ellos, los registros del pasado”, reflexiona McConnell.
Estos registros nos permiten constatar que, siglos después de que los romanos liberasen grandes cantidades de metales con su minería, otros periodos de la historia volvieron a llenar la atmósfera de plomo. Por ejemplo, a través de la quema de gasolina. Aunque en este caso la contaminación no se quedó en Europa, sino que dio la vuelta al mundo.
Fuente: https://climatica.coop/estan-locos-estos-romanos-contaminacion-plomo/ - Imagen de portada: Ruinas de la antigua ciudad de Roma. Foto: Anastasiya Badun/Unsplash.