Argentina: Viva Traslasierra, una red para conectar la producción de alimentos sanos con las mesas del valle
Dos vecinos de Villa de las Rosas, Córdoba, crearon una red de comercialización de alimentos agroecológicos y orgánicos para el Valle de Traslasierra. Con prioridad en lo local, pero con frutas y verduras de otras regiones, son el puente entre productores de alimentos sin venenos y unas 500 familias, a través de 15 nodos. “La gente quiere conocer el origen de los alimentos y saber que son de un productor local”, valoran.
Por Laura Hintze
Desde Córdoba
Es viernes por la mañana y en el Valle de Traslasierra, Córdoba, se pone en marcha una logística que sus propios responsables denominan “de psicópatas”. Una serie de fletes llega a Villa de las Rosas, unos cuantos kilos, a veces toneladas, de fruta y verdura orgánica y agroecológica. Organizan los pedidos en esa base operativa y sigue camino a 15 puntos de distribución ubicados en todo el valle y en la localidad de Los Reartes, del otro lado de la montaña. El cronograma, sin embargo, empezó dos días atrás, cuando otra serie de camiones unió el norte, cuyo y el sur del país con la localidad del noroeste cordobés. Todo ese alimento libre de venenos tiene un único destino: la cocina de las familias que viven en el valle. El itinerario se ejecuta una y otra vez desde hace seis años. Se llama Viva Traslasierra y es una red de consumo colaborativo y comunitario.
La clave de Viva es que ofrece una compra mayorista quincenal y anticipada de alimentos agroecológicos, de estación y producidos en todo el país. La única excepción es la prioridad a los productores locales, si hay tomates en Traslasierra, por ejemplo, no se traen de Jujuy. La lista de productos se envía viernes de por medio y se retira una semana después en cada nodo. Los alimentos se ofrecen de a cajones y el mínimo que puede comprar cada familia es un cuarto de cajón. La oferta es enorme: según la época del año, puede haber hasta 80 variedades de frutas y verduras.
Una red viva, una red federal de frutas y verduras de la agricultura familiar
Las bananas viajan prácticamente todo el año desde las Yungas de Jujuy al Valle de Traslasierra. El productor se llama Roberto Blanco y en verano suma mangos, papayas y choclos blancos y amarillos. El mismo productor usa un sistema de injertos en plantas autóctonas y telas antiheladas, lo que permite que en invierno lleguen al valle tomates, cherrys, berenjenas, zapallitos y zucchinis, limitados en su producción por el frío.
Los cítricos provienen de Tucumán. También las paltas y mangos en verano y otoño. Y a veces le suman plátanos, mandioca, lichi y tomates de árbol. El trabajo en la provincia del norte es con Lucho Olea, que organiza a varios pequeños productores y les facilita el contacto con la empacadora y el transporte.
La variedad que llega de Mendoza es enorme. En verano, tomates, pepinos, berenjena, zucchinis, choclos, arvejas, ajo, cebolla y verdeo. Todos de pequeños productores familiares. En invierno es el turno de las hojas verdes y papitas andinas del proyecto Quipu, y, en primavera, los espárragos de Armando Castillo.
“La producción local tiene un valor que va más allá del precio del alimento. El verdadero problema suele estar en los intermediarios y los modelos de comercialización, no en los productores. En Viva, dentro de lo posible, no nos interesaría entrar en comercio con países más allá del territorio argentino, por más que los precios sean más bajos, y nuestra clientela comparte esta visión. Para nosotros es importante mantener una escala humana. Con nuestro modelo de preventa, logramos costos logísticos muy bajos, que nos permiten ofrecer precios accesibles mientras seguimos comprando a productores locales”, sostienen los responsables de Viva Traslasierra.
Viva nació en 2018 de la charla de dos vecinos, Iova Friedrich y Gabriel Kaufmann. Los dos venían arrastrando la inquietud de no conseguir alimentos de producción agroecológica ni orgánicos donde viven, en Villa de Las Rosas, y por esos días un productor mendocino le propuso a Iova vender su producción en la zona. Ella tomó la propuesta enseguida y le pidió una mano a su vecino para armar un excel que organice los pedidos. Apenas se enteró del plan, Gabriel flasheó. “Le dije ‘esto va a explotar, tiene un potencial bárbaro’”, cuenta en diálogo con Tierra Viva.
La primera compra que hicieron fue de 300 kilos de alimento agroecológico y orgánico. Fue a una empresa mendocina que se llama Reparto Alegría, que reúne a productores de Mendoza y Río Negro. A los seis meses, los pedidos alcanzaban las 15 toneladas. “El sistema que armamos nos permite llegar a volúmenes altos y a márgenes de ganancia bajos, así podemos ofrecer productos de muy buena calidad a precios súper competitivos. Pudimos vender manzanas orgánicas al mismo precio de una manzana convencional. Lo que vendíamos acá, en Buenos Aires costaba el triple. Eso generó que seamos como una flor en el desierto, porque resolvimos varias cosas, que nos volvieron únicos en el mercado y todo el mundo quería nuestros productos”, explica Gabriel.
Que Viva funcione de manera quincenal, mayorista y como preventa, trae algunas condiciones. Primero, la variedad que permite la anticipación en la compra. A veces, las listas tienen cuatro tipos de manzanas o peras para elegir, casi todas certificadas orgánicas de Río Negro, de grandes productores que se dedican sobre todo a la exportación y que dejan a Viva los remanentes que no fueron exportados. Desde hace un año, sin embargo, se sumaron peras y manzanas de pequeños productores agroecológicos de fincas de altura de Mendoza, que venden la fruta a granel.
La otra condición es que se mantenga diseñado para familias. “No somos buenos para abastecer dietéticas o verdulerías porque funcionamos cada dos semanas. La idea es que esto vaya del productor a las casas, con apenas un intermediario que somos nosotros”, explica Iova. Todo lo que llega al galpón de Viva está vendido. Es un alimento súper fresco y así se mantiene. Cada viernes, después de cargar los fletes correspondientes, el galpón se barre y queda vacío: no hay ni una naranja ni un limón extra. No se stockean, salvo excepciones: frutos secos, por ejemplo, o algún producto de almacén que de a poco se fueron incorporando.
Quiero ser tu point, una red de nodos en el Valle de Traslasierra
El boom de Viva llegó en 2020. La pandemia del Coronavirus, el confinamiento, y la toma de conciencia sobre la importancia de una alimentación saludable hicieron que los pedidos crezcan casi al desborde. Y ahí nacieron los Viva Point, o nodos de distribución. Hasta ese momento, el reparto de pedidos se hacía a cada familia en el galpón de una dietética en la localidad de Las Tapias, a escasos kilómetros de la casa de Iova y Gabriel. Ahora, los camiones descargan en un galpón que se alquila, dos veces por mes, en Villa de Las Rosas y de ahí, sale la fracción a cada nodo.
La mayoría de los nodos son casas de familias ubicados en distintas localidades del valle que organizan a las familias de su zona. Se encargan de enviar la lista de productos por WhatsApp, recibir los pedidos y los viernes por la tarde organizar la entrega. Los pedidos viajan a catorce localidades: Mina Clavero, Nono, Las Rabonas, Los Hornillos, Los Pozos, Villa de Las Rosas, San Javier, Yacanto, Travesía, Luyaba, Luyaba Sur, Las Chacras Sur, Los Reartes (Valle de Calamuchita), Merlo (San Luis). Son en total unas 500 compras quincenales que se hacen a través de Viva, que representan la venta de más de 20 toneladas de alimento agroecológico y nacional por mes.
Gabriel se ocupó de armar una web para organizar las ventas: desde esa página, cada familia se anota en el nodo más cercano para recibir la información a su celular. La plataforma no sólo sirve para que el comprador elija el producto y la cantidad. También le permite a cada punto Viva sumar alimentos de su zona —el dulce o el queso que hacen los vecinos, por ejemplo— y ofrecer productos que no cuentan con escala suficiente para abastecer a toda la red.
Durante ese boom de Viva, la red llegó a tener unas mil familias involucradas en la compra y venta de productos, y vendió también al Valle de Punilla. “Era un quilombo, inabarcable”, recuerda Gabriel. “Por suerte, ahora, hay otras alternativas de redes de comercialización y estamos felices por no ser tan grandes, porque ya en algún momento era demasiado para nosotros. Estábamos muy al límite. Siempre elegimos no crecer más, decir, bueno, tenemos este techo", sincera a escala local.
Iova y Gabriel saben que trabajando semanalmente podrían haber crecido entre cinco o seis veces más, haber vendido a cabañas, locales, hoteles y restaurantes de la zona, haber conseguido galpón propio, empleados y hasta camiones. Pero no. “No queríamos ser esclavos de nuestra propia empresa. Siempre quisimos tener lo mínimo”, sostienen. En este momento, Viva solo tiene lo indispensable: el alquiler del galpón y la garantía de que sus creadores puedan vivir de esto.
Después del boom, llegó la crisis. No es una novedad decir que el gobierno de Javier Milei impactó de manera negativa en estos proyectos: Viva está teniendo las entregas más pequeñas de la historia. La gente ya no puede hacer compras mayoristas cada quince días, a veces siquiera en un mes. Se vive al día, y a la vez, crecen los proyectos de organización vecinal, las ferias, la compra directa a productores, el intento de salvarse comunitariamente.
Todo influye en la caída de las ventas. Iova y Gabriel, sin embargo, no lo ven como una competencia y hasta tienen una mirada optimista. “Las redes de venta directa del productor al consumidor están creciendo porque la gente está buscando una conexión más cercana con su alimentación. No es solo por precios o calidad, sino por la confianza que genera conocer el origen de los alimentos y saber que estás apoyando a productores locales que trabajan de manera sustentable”, confía Gabriel.
Si la condición es la salud, el alimento es sano
Viva Traslasierra tiene como condición principal que todos los alimentos que se vendan tienen que ser agroecológicos u orgánicos, libres de agrotóxicos. La razón más importante es la obvia: la salud de los consumidores, productores y del medio ambiente. La otra razón es hacer lo posible para que lo orgánico deje de ser exclusivo. “Queremos que el alimento que no está fumigado esté al alcance de cualquier persona que esté eligiendo comer sano, que no sea algo elitista que solo podés comprarlo en las súper dietéticas, sino que sea el mismo precio o incluso menos idealmente, que cualquier verdulería”, explica Iova.
Al comercializar tanto productos orgánicos —certificados, principalmente para exportación— y agroecológicos, modelo de la agricultura familiar que apuesta a la abastecimiento local sin certificaciones, el sello no es una condición para ingresar a la red. Como ocurre con el Sistema Participativo de Garantía, que propone la agroecología, Iova y Gabriel hacen hincapié en la confianza y el diálogo que sostienen diariamente con los productores con los que trabajan. Así como Gabriel se ocupa de las partes técnicas, Iova habla y visita productores en Jujuy, Mendoza, Tucumán y Traslasierra.
“Buscamos realmente establecer el vínculo directo con el productor. Un vínculo basado en la confianza para ver cómo viven, cómo trabajan, desde qué lugar. Es importante conocer realmente a los productores para estar tranquilos de que ellos trabajan sin veneno, sin agroquímicos, desde una convicción profunda. Y que si llega a haber un problema, que lo hablemos, que esté esa confianza, esa transparencia”, cuenta.
Las alarmas sobre la producción aparecen cuando la verdura o la fruta llega perfecta —“cuando parece Barbie”, dicen Iova y Gabriel entre risas— o cuando los productores no abren las puertas de su producción para conocer el lugar. En los seis años de funcionamiento de Viva, la red tuvo que cortar lazos con unos pocos productores que no fueron claros en su trabajo o con quienes comprobaron que usaron agroquímicos para eliminar plagas o “curar” la producción.
“La confianza es la clave de todo esto, esa es la certificación. Si un producto viene mal, se puede charlar, ver cuál fue el problema y dónde se generó. Buscamos construir un vínculo. No es que hoy te compro a vos y mañana le compro a otro porque es más barato, ¿no?”, dice Iova. Otra máxima de Viva Traslasierra es priorizar la producción local, los alimentos sanos cultivados en el valle.
“Le damos prioridad a lo local y también le cargamos menos margen de ganancia porque queremos que se venda más”, suma Gabriel. La política de Viva en ese sentido es que la producción de Traslasierra, que es a escala más pequeña, deje menos margen de ganancia para la comercializadora, y sea una mercadería que pueda competir con productores más grandes.
Hay otro detalle no menor. Ellos saben que el productor quiere estar en el campo. “Ellos quieren estar laburando ahí, no estar vendiendo en ferias o teniendo que ocuparse de la venta, el cobro, el reparto. Por eso en ellos vemos agradecimientos: nosotros hacemos ese trabajo de venta y logística, y esas familias están en la tierra, produciendo”.
Facundo es un productor de hortalizas de Villa de las Rosas. Lleva cuatro años trabajando su huerta agroecológica y, desde el principio, estuvo conectado con Viva. Su pertenencia a la red fue intermitente, pero ya lleva dos años ininterrumpidos. Los beneficios, dice y enumera, son vastos: reducción de costos, expansión, logística, fortalecimiento de redes humanas. Facundo sabe que el trabajo en la huerta tiene que ser sistemático y ordenado y que formar parte de este tipo de redes colabora a eso. Pero también sabe que va más allá de las facilidades laborales e individuales. “Ser parte de un proyecto así es muy significativo, porque la salida es colectiva”, apuesta.
Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/viva-traslasierra-una-red-para-conectar-la-produccion-de-alimentos-sanos-con-las-mesas-del-valle/ - Imágenes: Fotos: Viva Traslasierra