La vida depende de los océanos




A menudo se dice que sabemos de Marte y de la Luna lo mismo que sabemos de nuestros océanos, hecho que debería ser causa de gran inquietud considerando que un 71 por ciento de la Tierra es océano. Deberíamos estar haciendo al menos más por proteger a nuestros océanos de los negativos efectos derivados de las actividades humanas aun sí no comprendemos del todo aquello que sucede debajo de éstos.
Una cosa que sabemos es que los océanos están cambiando y los cambios no son para mejor. Durante siglos hemos creído que los océanos eran estables, sin embargo, las corrientes oceánicas, los niveles de oxígeno, la acidez y la temperatura están cambiando de una manera que no hemos visto nunca antes. Aquellas teorías que una vez se sostuvieron han dejado de ser válidas.
De siempre hemos supuesto que lo océanos nos proporcionarían una interminable cantidad de alimento. Hemos confiado en nuestros océanos como medio de transporte, de recreo y como fuente de numerosos recursos. Los océanos proporcionan casi la mitad del oxígeno que respiramos.
El colapso de los stocks de bacalao del Atlántico en Canadá fue sólo una de las muchas advertencias que deberíamos haber tenido en cuenta. De igual modo, han desaparecido muchos de los stocks de salmón de la costa oeste y muchos están regresando en un número cada vez más bajo. Incluso la supervivencia de la base de la cadena alimenticia marina, el plancton, está viéndose igualmente amenazada.
Algunas de las amenazas a nuestros océanos son mas fáciles de precisar que otras. Masas de basura plástica que se arremolinan en los océanos, una de ellas en el Pacífico Norte que se estima más grande que el tamaño de Québec, son pruebas irrefutables de nuestra sociedad de desecho. En los océanos de todo el planeta están apareciendo 'zonas muertas', áreas oceánicas que carecen de oxígeno debido a un exceso de nitrógeno procedente de los campos de cultivo.
Muchos stocks de peces están disminuyendo debido en parte a nuestro apetito por el pescado, situación que estimula más el desarrollo de la acuacultura añadiendo más presión a los océanos y a los peces salvajes.
Como máxima amenaza para la salud de los océanos hemos de enfrentarnos al calentamiento global. Sabemos que el calentamiento global está haciendo los océanos cada vez más ácidos y esto es una preocupante tendencia.
Al igual ocurre con nuestra atmósfera, demasiado carbono provoca peligrosos efectos. El dióxido de carbono es necesario para la fotosíntesis, proceso en el cual las plantas crecen y desarrollan, sin embargo cuando quemamos combustibles fósiles o deforestamos bosques, emitimos a la atmósfera un exceso de dióxido de carbono, alterando con ello el equilibrio y creando un manto que atrapa el calor en toda la Tierra, contribuyendo al calentamiento global.
Los océanos absorben dióxido de carbono, manteniendo parte de este en la atmósfera, pero si bien los océanos ayudan a ralentizar el ritmo del calentamiento global, éstos están absorbiendo demasiado dióxido de carbono provocando una alteración en el equilibrio del ph del océano. El incremento de la acidez disuelve el carbonato de calcio, afectando a muchas formas de vida que confían en el calcio para su  estructura y entre las que se incluyen corales, crustáceos y varias especies de plancton.
La ciencia confirma que nuestras arcaicas teorías ya no son válidas y que nos hallamos en una situación de progresivo peligro. Como consecuencia, es preciso que veamos  nuestros océanos de una forma completamente nueva. No podemos seguir explotando los recursos del océano en base a falsos supuestos. Precisamos conocer más sobre lo que está ocurriendo y esto significa invertir en la ciencia para que nos ayude a explicar las interacciones entre las condiciones de cambio de los océanos y las especies que de ellos dependen.
Precisamos una nueva forma de gestionar nuestros océanos en el rostro de la incertidumbre y el elevado peligro con el que se enfrenta la vida marina. Una iniciativa que considere una ciencia nueva y evolucionada y la evidencia de lo que le está ocurriendo al ecosistema marino debería ser un buen comienzo. Este proceso debe basarse en un enfoque precautorio que reconozca la creciente incertidumbre y el hecho de que nuestros océanos seguirán cambiando a medida que el calentamiento global y otros factores inducidos por el hombre sigan afectándoles.
No podemos confiar únicamente en nuestros gobiernos para proteger la salud de nuestros océanos. La industria, las organizaciones no gubernamentales,  primeras naciones, comunidades costeras y gobiernos deben unirse a todos los niveles para planificar y monitorizar los esfuerzos de conservación basados en la ciencia y en el conocimiento de la comunidad local.
Después de todo, una cosa que hemos aprendido sobre Marte y la Luna es que no podemos trasladarnos allí si destruimos nuestro hogar en este precioso y generoso planeta, en parte, porque no tienen océanos. Descuidar la salud de nuestros océanos, donde empezó toda vida conocida, es un riesgo que no podemos permitir que ocurra.
Fuente Dr. David Suzuki
oceansentry.org

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