Chile: La resistencia mapuche contra las hidroeléctricas

Los habitantes de la comuna de Kurarewe, al sur de Chile, llevan desde 2009 defendiendo la tierra y el agua de los ataques extractivistas impulsados por el gobierno chileno. La vida, el agua, las tierras, la cultura… son bienes no negociables para el pueblo mapuche por muchas promesas de trabajo o desarrollo que se les ofrezca.
 
Kurarewe es una comuna de la región de La Araucanía, en el sur de Chile, territorio extenso donde reside la mayor parte de población mapuche en la actualidad. Su nombre se debe a una composición en mapudungun (lengua mapuche) y quiere decir “altar o lugar de piedras”. Se encuentra a los pies de la cordillera de los Andes, rodeada de varios volcanes, de bosques de araucaria y coihués y atravesada por el río Trankura.
Es una comuna rural de casi unos 8.000 habitantes y está compuesta por varias zonas centrales donde se concentran el comercio, el ocio, las instituciones y la enseñanza. Alrededor de ellas están las comunidades mapuche, o lof, donde residen las familias mapuche y trabajan la agricultura, ganadería, artesanía, el turismo comunitario y la gastronomía, entre otras actividades. La mayor parte de la población es mapuche, pero también habita población no mapuche y otro porcentaje menor extranjero.
Las comunidades mapuche en esta zona han respetado y cuidado sus bosques, su fauna, y sus aguas. Su cosmovisión entiende que los seres humanos no están en la tierra para explotar la naturaleza: somos parte de la tierra y como tal debemos vivir en armonía con ella. En cada árbol, montaña, río, volcán, fuego, tierra (entre otros elementos), hay un ngen, un espíritu, al que se respeta, se le ruega y agradece con las diferentes expresiones culturales mapuche.
Estos ngen, como generadores de vida y energía, conviven en equilibrio con las prácticas tradicionales culturales y económicas mapuche. La puesta en valor de la gastronomía o el turismo comunitario son actividades económicas recientes que buscan crear economías locales, respetuosas con la cultura mapuche y que además, sirva de intercambio de conocimientos entre culturas.
Una conocida cocinera y lideresa mapuche de Kurarewe, Anita Epulef, explicaba la relación entre todos esos elementos: “La cocina mapuche no es un antojo, no es una moda, es una forma de vivir. Y si tú no te involucras de esa manera no tiene futuro, porque cocina mapuche es preocuparse por las semillas”. Para ella, la cocina también quiere decir “preocuparse por las aguas, el bosque nativo, los niños, las mujeres, las luchas, el idioma”, afirma.
Si bien es cierto que también se dan algunas situaciones familiares de empobrecimiento, debido sobre todo al asistencialismo del Estado, Kurarewe es una comuna rica en cultura, rica en bosques, en agua y tierras. Esta riqueza se ha convertido en el principal objetivo de las compañías hidroeléctricas.
Desde hace unos años, los diferentes gobiernos chilenos han propiciado una falsa idea de crisis energética en Chile. Este argumento no se sostiene puesto que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) de Chile, del total de la energía este país, sólo un 15% es consumida por la población.
El proyecto de desarrollo neoliberal chileno se basa en un triángulo de proyectos productivos y energéticos: la minería, las empresas forestales (plantaciones de monocultivo de pino y eucaliptus) y las hidroeléctricas.
Solamente en la región de La Araucanía ya hay catorce proyectos hidroeléctricos aprobados y cincuenta y tres más pendientes de aprobación. Precisamente por la buena conservación de los bosques, ríos y esteros, Kurarewe está en el punto de mira de las empresas hidroeléctricas. Hace unos años, la chilena GTD Negocios S.A., asociada a la empresa española Grupo Enhol, se fijó insistentemente en el naciente del río Trankura para instalar la central hidroeléctrica Añihuarraqui, un proyecto que afectaría a la principal fuente de abastecimiento de las familias que viven en Trankura.
La lucha del lof Trankura
La central hidroeléctrica Añihuarraqui se pretende instalar en el río Pichi Trankura, que desemboca en el río Trankura. No sólo interviene un estero o un río, sino que la casa de máquinas así como las líneas de transmisión eléctrica materializadas en hormigón estarían interviniendo los cerros Punowemanke y Peñewe (cerros sagrados para la comunidad mapuche), pasarían por un cementerio mapuche e impactarían de frente con el lugar ceremonial mapuche de la comunidad Camilo Coñuequir Lloftunekul. Este lugar ceremonial o nguillatuwe data de hace 180 años, convirtiéndose así en uno de los más antiguos que se conservan en la región y que están activos culturalmente.
En julio de 2015, tras nueve años de diálogos y lucha pacífica y administrativa contra la imposición de este proyecto, la hidroeléctrica fue aprobada por el gobierno tras dar los pasos legales, incluida la consulta indígena, a la que obliga el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Hasta aquí los hechos contados por la empresa y el Estado chileno.
Sin embargo, las comunidades mapuche y sus expertos defensores hablan de fraude en la consulta y de traición por parte de algunos representantes gubernamentales e intendentes, calificando todo este proceso como una farsa que buscaba dividir a las comunidades a través de sobornos económicos para finalmente poder llevar a cabo el proyecto hidroeléctrico.
El resultado de la consulta indígena fue de rechazo absoluto al proyecto. El werken (o vocero) de Trankura, Simón Crisóstomo Loncopán, declaraba en una entrevista televisiva, tras la aprobación del proyecto: “En realidad nosotros no vamos a aceptar ninguna hidroeléctrica que se encuentre en territorio mapuche. Nosotros no vamos a tolerar que comunidades se vean afectadas por esto, porque no traen desarrollo”, asegura el vocero mapuche. Y continúa: “Ellos vienen con la palabra progreso anclada en el pecho y así no es. El progreso que traen ellos son siete meses de trabajo, asistencialismo básico, mejoramiento de casa, ese es el desarrollo que traen ellos pero para nosotros eso no es, eso es asistencialismo”.
Antes de la construcción de la hidroeléctrica, los efectos negativos de este proyecto eran ya patentes tanto en el plano social, como en el cultural y medioambiental. En lo social, aceptar entrar en negociaciones con la empresa supuso una ruptura del tejido social comunitario y familiar. Ha habido tensiones y desconfianzas entre las comu- nidades, ya que la empresa proponía compensar a los comuneros que aceptasen el proyecto con 500.000 pesos (unos 700 euros) y descuentos en la factura de la luz. Fue difícil, pero la comunidad de Camilo Coñuequir Lloftunekul sigue firme en su oposición.
En cuanto a los efectos medioambientales, el impacto en el territorio de una empresa de estas características es irreversible. El río, el bosque nativo, la flora y la fauna, todo se verá alterado. Además, las líneas de transmisión tendrán un impacto paisajístico, y por tanto turístico, en la región.
Si bien en época de invierno el río lleva mucha agua, en las épocas más calurosas del año, el caudal casi desaparece, una situación que empeora cada año por efecto del cambio climático. Marisol Coñuequir, apicultora y cosmetóloga mapuche, comentaba a este respecto: “A raíz del cambio climático nosotros tenemos problemas serios de agua en las temporadas de verano, otoño, entonces ¿cómo nosotros vamos a permitir que vengan, se instalen, una sola empresa y generen una cantidad enorme de dinero a merced, digamos, del pueblo mapuche? Y nosotros con escasez de agua para abastecernos de agua de consumo, agua para darle de beber a los animales, para generar cultivos”.
En lo cultural, pese a que la empresa se apoya en el argumento de que la hidroeléctrica no transformará los lugares ceremoniales mapuche pues quedará instalada, según los parámetros de la empresa, lejos del nguillatuwe, los que habitan el territorio creen que las infraestructuras de la hidroeléctrica estarán muy cerca de las casas de la comunidad y del lugar ceremonial.
El agua para la cultura mapuche no es sólo un bien de consumo, el agua es generadora de vida, tiene un espíritu, el Ngen Ko, al que ruegan cuando hay sequía o al que agradecen la cosecha. Además, el cerro donde quedaría emplazada la central no se trata de un espacio tangible o medible, como pudieran ser los cerros medidos en metros, sino de un espacio sagrado que conlleva la sincronía de la vida: bosques, ríos, fauna, espíritus y humanos convergiendo en un lugar ancestral.
Es también considerable la afectación económica, pues si bien no es el principal motivo de oposición, sí influye en la capacidad de la propia comunidad para elegir su propio modelo de desarrollo.
En Kurarewe se ha ido levantando una economía, sobre todo por parte de las mujeres, que aprovecha la situación estratégica en que se encuentra esta comuna, el entorno natural que les brinda un paisaje único y la cultura como elemento definitorio y distintivo de la zona. Así han surgido diferentes emprendimientos gastronómicos, turístico-comunitarios, artesanales, cosméticos, etc. Por tanto, los proyectos hidroeléctricos en esta comuna, atentan directamente con la idea de desarrollo económico y social del pueblo mapuche. Cualquier emprendimiento depende del agua, desde el turista que viene a ver los ríos hasta la oveja que le dará lana a la artesana.
El impulso de las mujeres
A la cabeza de esta lucha contra la hidroeléctrica están las mujeres de Kurarewe. Una lucha que no se reduce a manifestaciones en las calles, sino que ha supuesto la creación de espacios de conversación y encuentros sobre lo que quieren ser, la revitalización de la cultura mapuche pewenche (pewen=araucaria) a través de las rogativas, la cocina, la protección y puesta en valor de las semillas, las actividades culturales en familia y en comunidad. A ello se añade la lucha política por proteger el entorno que les brinda la vida.
Con megáfono y pancarta en mano, acompañadas de sus instrumentos musicales, sus indumentarias tradicionales y su carisma, se han ido recorriendo junto a sus hijos, hermanas, hermanos, abuelas y abuelos, amigas y amigos, las calles de la comuna, de la capital de la provincia, Temuco, y de Santiago. La fuerza de estas mujeres y de la juventud en general, con el apoyo y valorización del kimün (conocimiento) de sus mayores, está creando la resistencia al sistema neoliberal chileno, está creando el modo de vida que precisan. No sólo resisten, sino que insisten en sus propuestas culturales y económicas que son hechos y que las definen, los definen, por mucho que el estado chileno y las empresas privadas no quieran admitirlo.
Las cenizas del volcán Calbuco, que erupcionó en 2015, dejaron muchos animales muertos y tierras improductivas ese año, sin embargo, tras varios años de carencia de piñones, las araucarias regalarán kilos y kilos de ngiliu (piñones). Todo tiene un ciclo, la naturaleza se regula sola, y hay que protegerla de los humanos que la atacan.
En una de las rogativas celebradas por la comuna, en pleno verano y con los esteros casi secos, una mujer mapuche decía: “Yo quiero tomármelo como una respuesta de la ñuke mapu (madre tierra), no llueve, se están secando los ríos para que estas empre- sas vean que no se puede enriquecer a costa de ellos, de nosotros”. Sin embargo, los llaman terroristas por defenderla, los tachan de ir “en contra del progreso” por no aceptar proyectos que destruyan bosques y ríos, y no se dan cuenta que nos están salvando a todas, que esa tierra, ese bosque, ese río que defienden, lo están defendiendo también por el vecino chileno, por todas nosotras, y por ti.

Fuente: http://ecologistasenaccion.org/article34738.html   - Imagenes:  Manifestación en defensa del agua y los territorios en 2016. Foto: Nerea Santana Medina. - Familia Coñuerquir Panguilef. Foto: Nerea Santana Medina.

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