Cambio climático y pobreza
Autor: María José Atiénzar
Los cambios en las estaciones destrozan las cosechas y provocan la expansión del hambre, pero éste es sólo uno de los múltiples peajes que el cambio climático cobra a los países más pobres. Así lo expresa el informe Evidencia que duele: el cambio climático, la gente y la pobreza de Oxfam Internacional (IO).
El mundo se sobrecalienta y las poblaciones más vulnerables sufren las consecuencias. El cambio climático agudiza la pobreza y frena el desarrollo: hambre, agricultura, salud, trabajo, agua, desastres y desplazamientos de personas. Si no se actúa de inmediato, asegura el informe de IO, se perderán 50 años de logros que han conseguido los países empobrecidos. Las personas en situación de pobreza que viven en áreas costeras y en grandes deltas, y también los agricultores, son los que corren más riesgo por las inundaciones y sequías. Cada año mueren en el mundo unas 300.000 personas por efectos relacionados con el cambio climático. Se calcula que 26 millones de personas ya se han visto obligadas a abandonar sus hogares. De no modificarse las tendencias, para cuando llegue 2050, las consecuencias sociales y ecológicas del calentamiento global afectarán directamente a más de 660 millones de personas. Algunas de esas consecuencias pueden ser la subida del nivel del mar, el estrés térmico, más sequías e inundaciones extremas. Además de incrementarse el riesgo de epidemias, la contaminación del agua y la pérdida de cultivos. Buena parte de la comunidad científica desconfía de que los políticos lleguen a los acuerdos necesarios para reducir emisiones contaminantes y por ello no creen que el mundo pueda limitar el calentamiento global. Hace doce años, Estados Unidos no suscribió el protocolo de Kioto y Bush no puso en marcha políticas de cambio climático. Como consecuencia, las emisiones crecieron y ahora emiten un 14% más que en 1990. Europa emite un 8% menos que en 1990 y alcanzará reducciones del 20%. La prioridad de China e India es luchar contra la pobreza y crecer económicamente, pero están siendo activas en la búsqueda de mayor eficiencia energética. Las ONG pueden ayudar a la gente a adaptarse al cambio climático, pero los medios de vida, la comida, el agua, y la salud de millones de personas están en riesgo si no hay un compromiso serio. El G8 se ha comprometido a reducir a la mitad las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero de aquí a 2050, y las de los países industrializados en un 80% respecto a 1990. Pero en la pasada reunión en L’Aquila (Italia) no se ha adoptado ningún compromiso a medio plazo, como pedían los países emergentes. Y aunque el presidente estadounidense Barack Obama lo consideró ‘un consenso histórico’, para el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, los resultados son insuficientes. Es preciso un acuerdo global y que los países industrializados reduzcan, para 2020, sus emisiones al menos en un 40% respecto a los niveles de 1990. En la próxima cumbre de Copenhague, dentro de seis meses, los países deberían acordar un protocolo que sustituya al de Kioto. Yvo de Boer, secretario de la convención de la ONU contra el calentamiento baraja diferentes propuestas para ese complejo pacto internacional. El próximo protocolo debería precisar cuánto tiene que reducir sus emisiones cada país desarrollado; cómo China e India y los grandes países emergentes van a limitar el aumento de sus emisiones y también explicar cuál va a ser la financiación y cómo se va a gestionar. “El 80% de las emisiones de CO2 tiene que ver con la energía; si cambiamos el sistema energético podemos reducir las emisiones hasta ese porcentaje. El transporte supone un 24%; si conseguimos pasar con un coste razonable a motores eléctricos o células de combustible, también lo podríamos reducir. En la actualidad se están experimentando biocombustibles para aviones. Y por otro lado, es necesario ponerle precio a la emisión del CO2”. Son medidas difíciles de adoptar porque afectan a los sectores económicos y grandes empresas de los países, pero las cuestiones globales requieren respuestas globales y compromisos concretos. Y como dice Daniel Pauly, biólogo de la Universidad de Kiel (Alemania) “el calentamiento global representa una oportunidad para rehabilitar el planeta y parar la destrucción”.
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Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias