Glaciares en decadencia




Por Marcela Valente
BUENOS AIRES, sep (IPS) - Asociada en el imaginario colectivo a la Amazonia, la selva tropical más grande del mundo, América del Sur también alberga a lo largo de su costado oeste desde Ecuador hasta Argentina enormes glaciares que están en proceso acelerado de deshielo debido al recalentamiento global.
En agosto desapareció el glaciar Chacaltaya en la cordillera de los Andes, en Bolivia, que tenía 18.000 años de existencia. Los expertos esperaban el deshielo para 2015, pero se adelantó y ahora lo que fue una pista de esquí, valorada por ser la más alta del mundo al llegar a 5.300 metros sobre el nivel del mar, es ahora una pendiente de roca y algunas placas de hielo aisladas. 

En Ecuador, un alud se precipitó este año en la base del glaciar Cayambe y mató a tres turistas y a un guía de alta montaña. Poco antes, en mayo, un inédito aluvión ocasionó graves daños en la zona de Pampa Linda, en el sur argentino, en la base del cerro Tronador, por efecto del colapso del glaciar del Monte Tronador. 

Son movimientos aislados que confirman la tendencia al colapso, señalan expertos. 

"Los glaciares de Ecuador, Perú y Bolivia tienen los días contados", advirtió a IPS Juan Carlos Villalonga, director del capítulo argentino de la organización no gubernamental Greenpeace. El retroceso también afecta a los hielos de la zona de Cuyo, al oeste de Argentina, y a los más vastos de la Patagonia tanto en Argentina como en Chile, en el sudoeste de América del Sur, dijo. 

Para Greenpeace, este proceso tiene que llamar la atención de los líderes mundiales que se reunirán en diciembre en Copenhague, en la XV Cumbre Mundial de Cambio Climático. Para la entidad, hace falta un mayor compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera. 

En diálogo con IPS, el glaciólogo Ricardo Villalba, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) explicó que la retracción de las enormes masas de hielo "es un proceso global que se inicia en 1850 y se acelera a partir de 1970". 

Sin embargo, advirtió que ese proceso "no es parejo". "En Ecuador o Bolivia, donde los glaciares son más pequeños, es fácil que colapsen más rápidamente", indicó. En cambio, en Argentina hay algunos en retroceso "impresionante" y otros que se mantienen, dependiendo de la temperatura y las precipitaciones. 

No obstante, en promedio, dijo, hay un retroceso de entre 10 y 20 por ciento en los glaciares de la Patagonia en los últimos 20 años. "De mantenerse esa tendencia, estos hielos desaparecerán entre 60 y 70 años", adelantó. 

En un estudio titulado "Cambio Climático: Futuro negro para los glaciares", Greenpeace alertó en agosto sobre la aceleración del deshielo en América del Sur. El informe recuerda que el IPCC (siglas en inglés del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático) vaticinó esta tendencia en 2007. 

Según el IPCC, el promedio de la temperatura global en los últimos 100 años aumentó 0,74 grados y la cubierta de hielos permanentes y nieve decreció a escala global. También señala que de los últimos 12 años, 11 fueron los más calurosos desde 1850 y que se prevé que el aumento va a seguir en este siglo. 

"Uno de los efectos esperados del cambio climático es la desaparición masiva de hielos permanentes de la superficie de la Tierra, tanto en casquetes polares como en los diversos cuerpos de hielo sobre los continentes", subraya Greenpeace. Este fenómeno tendrá severas consecuencias, agrega. 

En primer lugar, provocará el aumento del nivel del mar y sus efectos en forzadas migraciones y en las pérdidas de infraestructura costera. También habrá una merma de superficie reflectante que hará que aumente el cambio climático por la radiación solar que absorberá la superficie terrestre. 

Pero por sobre todas las cosas, el deshielo de los glaciares implica la pérdida de inmensas reservas de agua dulce para el consumo humano, y también para las cuencas hidrográficas que contribuyen a la generación de energía hidroeléctrica. Estas pérdidas afectarán particularmente a la zona andina sudamericana. 

"En América del Sur existe una variedad sorprendente de glaciares a lo largo de la cordillera de los Andes y los más extensos están en la Patagonia", reporta Greenpeace. El informe señala que en Ecuador "es inminente su desaparición", y destaca la importancia en ese país al precisar que 50 por ciento del agua que utiliza Quito proviene del deshielo de los glaciares. 

El estudio confirma lo ya señalado en 2008 por el Banco Mundial en su investigación titulada "El impacto del Cambio Climático en América Latina". 

"El 70 por ciento de los glaciares tropicales del mundo está en las elevadas cumbres de la cordillera de los Andes, en Ecuador, Perú y Bolivia", según la entidad. 

Y señala que sólo en Perú, donde millones de personas se abastecen de agua de deshielo, se perdió 22 por ciento de la superficie de los glaciares en poco más de 30 años. El Quelcaya perdió 20 por ciento de su volumen desde 1963. "Retrocedió más rápido en el último siglo que en los anteriores 500 años", anota Greenpeace. 

"El retroceso se incrementó a 30 metros por año durante la década de los ‘90", remarca en alusión a ese glaciar que abastece de agua a Lima. 

En Argentina, en la zona de Cuyo, con vastos glaciares, "la situación es muy crítica". El agua es un recurso muy escaso allí. En la occidental provincia de Mendoza, sólo tres por ciento del territorio es oasis, el resto es desierto y depende fuertemente de la provisión de agua de deshielo. 

En la Patagonia, hay unos 20.000 kilómetros cuadrados de glaciares entre Argentina y Chile. Están los Campos de Hielo Sur en ambos países, que abarcan 13.000 kilómetros cuadrados, los Campos de Hielo Norte en Chile, de 4.200 kilómetros cuadrados, y la cordillera Darwin también compartida por ambos países, con otros 2.500 kilómetros cuadrados. 

"Muchos de los mayores glaciares en estos campos han experimentado un severo adelgazamiento y un serio retroceso de varios kilómetros" con excepción de dos de ellos, el Perito Moreno en Argentina y el Pio XI en Chile, que se mantienen estables o incluso avanzan, dice Greenpeace. 

Para Villalba, la subsistencia de estos frágiles ecosistemas se relaciona con el balance que logran entre la nieve que cae y la temperatura que debe mantenerse baja para que no colapsen. En este sentido, el experto señaló que el retroceso reciente está relacionado principalmente con el aumento de la temperatura. 

"El glaciar Upsala, por ejemplo, está en un proceso de retracción impresionante", advirtió el glaciólogo. Este campo de hielo desemboca en el Lago Argentino, en la austral provincia de Santa Cruz, y ese contacto con el agua lo expone a una erosión más acelerada. Algo similar ocurre con el Viedma en la misma provincia. 

"Mientras se sigan emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera, este proceso se va a intensificar, por eso estamos llamando a reducir el uso de combustibles fósiles y a pensar en energías alternativas", manifestó.

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Ley de Glaciares: diferencia entre la normativa vetada por Cristina y el proyecto Filmus


Por Gustavo Macayo *

Sin duda que la diferencia sustancial entre la Ley Original vetada por la Presidenta y el nuevo proyecto Filmus es la relativa al inventario de actividades que estén en ejecución al comenzar a aplicarse la ley. Dice el nuevo proyecto Filmus: "En caso de generarse impacto significativo sobre los mismos, las autoridades competentes ordenarán las medidas pertinentes para que dichas actividades se adecuen a la presente ley." (Nótese que la autoridad competente en materia minera sería la Dirección de Minería de la Nación)

La ley Original vetada rezaba: "En caso de verificarse impacto significativo sobre glaciares o ambiente periglacial se ordenará el cese o traslado de la actividad y las medidas de protección, limpieza y restauración que correspondan." (No da intervención a ninguna otra autoridad; debe entenderse que lo haría el área de Medio Ambiente de la Nación o específicamente el órgano de protección de glaciares)

Como es evidente, el veto presidencial le da tiempo a Barrick:

1) para comenzar la explotación de los proyectos que ya tiene encaminados antes de que entre en vigencia la ley;

2) para que una vez en vigencia la ley, se puedan adecuar los proyectos a la ley de glaciares, y de ninguna manera ordenar el cese o traslado de los mismos.

Por supuesto, todos sabemos que los proyectos de Barrick no se pueden adecuar a la ley de glaciares, pero teniendo en cuenta que ellos están dispuestos a, incluso, trasladar los glaciares, podemos pensar en cualquier otra solución descabellada por el estilo.

El resto de los cambios en la nueva ley es relativamente poco significativo, son sólo matices para justificar el veto.

Me parece que lo más prudente es continuar con la defensa del proyecto original aprobado por unanimidad y vetado por el Ejecutivo. En caso de que no funcione correctamente, dentro de dos o tres años se puede revisar y mejorar, pero ya con otra composición en el Congreso.

* Esquel

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