Los peces merecen tanta protección como los rinocerontes y los tigres
¿Cuándo una especie en peligro de extinción no está en peligro de extinción? Por lo visto cuando esta especie vive en el mar. La conferencia de Naciones Unidas sobre el comercio de la fauna salvaje que finalizó ayer en Doha, Qatar, acabó rechazando todas las propuestas de protección para las criaturas marinas a pesar de la continuada matanza en los océanos.
Tras el encuentro de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), el tigre, el rinoceronte y el elefante están mejor protegidos, sin embargo el tiburón martillo, el atún rojo y otras especies marinas deberían estar temblando de terror. En lo que se refiere a las especies marinas, el mundo ha decidido que la evidencia científica de extinción inminente no es razón suficiente para defenderlos de la sobreexplotación.
El conflicto entre el comercio y la conservación no es nada nuevo, pero está bien arraigado aquello que si permites que el comercio de la fauna salvaje siga extendiéndose pronto no quedará nada que vender. Esa es la razón por la cual Naciones Unidas estableció en un primer momento la CITES.
Entonces, ¿por qué los peces reciben este trato cruel? ¿Es porque damos menos importancia a aquellas vidas tan distintas de nosotros? ¿Sus ojos inexpresivos nos hacen ser insensibles como piedras? ¿Es una extensión de ese mito oportunista de que los peces no sienten dolor?
Pero la verdad es mucho más aterradora. Todos los dedos acusatorios apuntan directamente a Japón. El elevado precio del atún rojo ha llevado a este país, donde un único especímen puede llegar a venderse por 110.000 euros, a orquestrar una campaña a gran escala contra las propuestas de prohibir el comercio de la especie, enviando misiones diplomáticas con el fin de intimidar a los países en vías en desarrollo para que acuerden con él que la acción de pescar no debe ponerse en peligro.
Esta forma de pensar se basa en la ignorancia. Durante tiempo los océanos nos han parecido infinitos en su capacidad de producir estas riquezas y nuestra incapacidad de escudriñar en sus profundidades ha ocultado cualquier señal que indica que esto ya no es así. Hoy la ciencia deja caer el velo sacando a la luz la magnitud de esta aniquilación. Esta es la ciencia que Japón y sus aliados han preferido no ver.
Desafortunadamente para la vida en el mar, la campaña de Japón ha levantado olas más allá del atún rojo. Los tiburones están en graves problemas debido al apetito de China por elaborar una sopa con sus aletas. Resultado de ello es que cada año se matan cerca de 73 millones de tiburones teniendo en cuenta que los tiburones tienen reproducciones tardías. Aún así, lejos de favorecer una prohibición, los países votaron incluso en contra de una monitorización más básica de su comercio.
El coral rojo desaparece del Mar Mediterráneo y es esquilmado en el Océano Pacífico, sin embargo las propuestas para controlar su comercio también fueron rechazadas.
Los peces no reconocen fronteras ni límites, pero un país, Japón, mediante el uso cínico de su fuerza política está robando al mundo un recurso que es de todos.
(Fuente: oceansentry.org)