Un mundo sin transnacionales
Por Gustavo Duch Guillot
Hace hoy 14 años, 250 dirigentes de La Vía Campesina, en representación de unas 80 organizaciones de todo el planeta, celebraban su segunda asamblea, en Tlaxcala (México), cuando recibieron noticias de Brasil. En el Estado amazónico de Pará, en Eldorado dos Carajás, más de 1.500 mujeres y hombres del MST (Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra) tomaron y bloquearon la carretera principal para exigir a los gobiernos federal y estatal que adoptaran medidas urgentes a favor de la reforma agraria (en un país donde el 2% de los propietarios es dueño de más de la mitad de la tierra fértil del país, mientras más de 100.000 familias duermen bajo carpas negras en campamentos de ocupación de tierras). Sobre las cuatro de la tarde, 155 miembros de la Policía Estatal Militar atacaron sin piedad. Asesinaron a 19 personas, 69 resultaron heridas y, de ellas, tres murieron unos días más tarde.
Catorce años después, la matanza orquestada por los grandes propietarios de la región con el consentimiento del Estado sigue sin respuesta. Los disparos en Pará retumbaron en la reunión de Tlaxcala y, desde entonces, cada 17 de abril miles de campesinos y campesinas, y muchas otras personas que apoyan al mundo rural, organizan acciones y eventos para recordar la situación de opresión y marginación que parece que les tiene asignado el sistema capitalista.
Como explica La Vía Campesina en su convocatoria de este año –y pone el ejemplo de Honduras, donde varias personas del Movimiento Unificado de Campesinos del Aguán han sido asesinadas también por su defensa de la tierra que les permite cultivar sus alimentos–, la represión sobre las organizaciones campesinas no cesa y se repiten, idénticos, muchos 17 de abril por todo el mundo. Pero al abuso del terrateniente se ha sumado el poder hegemónico de las empresas transnacionales sobre toda la cadena alimentaria. Controlan los mercados de las semillas, de los agrotóxicos, de los fertilizantes, del agua, de la genética animal y también, como una nueva tendencia, se están haciendo –muchas veces de la mano de terceros países– con el control de mucha tierra productiva. Monsanto, Cargill, Carrefour, Archer Daniels Midland, Nestlé, Syngenta, entre otras, son los nombres que La Vía Campesina cita como Señores de una agricultura globalizada responsable del tránsito de millones de agricultores y agricultoras de sus campos a los suburbios de las ciudades, de la autosuficiencia a engrosar las bolsas de la pobreza, mientras –con sus modelos intensivos– ahondan en la herida sobre la salud del planeta.
Así, La Vía Campesina y sus aliados centran todas sus acciones y reivindicaciones en señalar el inmenso daño que estas corporaciones ocasionan, rompiendo de paso el mito que suele situar en competencia a la agricultura de los países ricos con la agricultura de los países del Sur. Para reforzar las energías en la ofensiva contra las transnacionales y a favor de ‘un mundo sin monsantos’, La Vía Campesina recuerda algunas acciones que demuestran que las cosas se pueden cambiar y apunta hacia otras que se deben cambiar.
Frente al avance de los transgénicos como tecnología de dominación del campesinado y de pérdida de biodiversidad para la naturaleza, La Vía Campesina destaca cómo la presión de la sociedad civil de la India consiguió detener el pasado enero la aprobación de una berenjena transgénica de la que es copropietaria Monsanto. O cómo la ocupación que hicieron en 2006 de la sede de investigación de Syngenta en Brasil para alertar de que en Paraná esta transnacional estaba sembrando ilegalmente varias hectáreas de cultivos transgénicos ha llevado a finales del 2009 a conseguir que esos terrenos se hayan reconvertido en un centro para la enseñanza y la investigación de la agroecología. En Europa, junto a las reivindicaciones contra el reciente decreto de aprobación de nuevas variedades transgénicas, se están coordinando muchas actividades para desvelar el poder que sobre nuestra agricultura ejercen los grandes supermercados. Los datos que desvelan son muy significativos, a la vez que preocupantes: en este momento, los grandes supermercados han absorbido el 80% del mercado minorista en Europa. En Reino Unido, por ejemplo, una de cada siete libras que se gasta en el comercio se desembolsa en una sola gran superficie, en Tesco, que, como sus compañeros de pódium, aprovecha la desregulación del comercio internacional para comprar sus mercancías en los mercados mundiales a precios más bajos, ocultando en el precio de las etiquetas los costes sociales y ambientales. “Cuando un producto llega al mercado –explica Susan George–, ha perdido toda la memoria de los abusos de los cuales es la consecuencia, tanto en el plano humano como en el de la naturaleza”.
Con esta realidad, sin acceso a los recursos naturales, sin atención política, las opciones pasan por la movilización, y esa es seguramente una de las características insignia de La Vía Campesina desde su creación en 1993. Como la misma organización explica, barridos por el huracán de la globalización, sintieron la necesidad de recuperar con una voz propia y única su espacio de participación social. Sus propuestas, bajo la premisa de que la alimentación es un derecho, no una mercancía para las transnacionales, dibujan un paisaje posible, justo y hermoso.
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Gustavo Duch Guillot Diario Público
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