“El taoísmo es la autorregulación del mundo interior, y la ecología es la autorregulación del medioambiente"




"Una vez que la persona está entera, solamente entonces puede ver el desequilibrio del mundo exterior".

El eco-antipoeta surgió en la década del 70, cuando los unos y los otros en Chile estaban muy preocupados de buscar culpables del desastre político que nos llevó al colapso de la democracia. En la década del 90, no tuvo dudas para ser uno de los doce "apóstoles" que formaron el núcleo de Defensores del Bosque Chileno.
Hoy, celebramos sus 90 años, con la alegría de quienes somos sus rendidos admiradores desde siempre. Parra fue el poeta que necesitábamos: el filósofo más lúcido, el hombre visionario, el que interpretó e interpreta hasta ahora a los rebeldes, a los que no somos ni socialistas ni capitalistas, sino todo lo contrario: ecologistas.
Ahora se integra a nuestra campaña para salvar el alerce y, desde su casa en Las Cruces, nos pide toda la información disponible. A los 90 años, "cero problema", como dijo, está listo para actuar en defensa de los bosques; con esa fuerza que los inmortales no pierden.
Primer Encuentro
En septiembre de 1982, lo entrevisté en una antigua casa de adobe que tenía por entonces en Conchalí, que había sido del cuidador del fundo, hacía más de 80 años. Fui con uno de mis cuatro hijos, con Flavio, que tenía 9 años y ya sabía quién era este hombre genial. Hoy recuerda ese día, la caminata por el campo, y no tiene dudas cuando dice que es el hombre más interesante del país; el único como para "sacarse el sombrero".
Somos muchos, en Chile y en todo el mundo, viejos, jóvenes y niños, los que respiramos-"conspiramos"-el mismo aire del antipoeta para poder vivir en una sociedad que él calificaba en aquel momento de "inconsciente e ignorante" desde el punto de vista de la ecología.
No debe de haber cambiado mucho su visión.
Habían pasado casi veinte años de la explosión de la antipoesía cuando decidió que no había tiempo ni espacio para otra cosa que no fuera la ecopolítica.
Ecopolítica
"Sonó la antipoesía/ ya no es una fuerza creadora/ Hay que volver a partir de cero/ Se quedó en lo que era, la pobre/ En una rebeldía sin causa/ la rebeldía por la rebeldía", escribía por esos días. Partía a un Festival Internacional de Poesía en Morelia, Méjico, donde más que de poesía iba a hablar de derechos humanos y, entre ellos, el derecho a respirar, "derecho que no se puede ejercer en Santiago de Chile", decía en un Santiago de hace 22 años, tan irrespirable como ahora.
Fue en esa época cuando lanzó uno de sus primeros eco-artefactos, por boca de don Inocencio Conchalí, que es tuerto pero que, según su creador, "se las sabe todas y ve lo que quiere ver":
"El error consistió en creer
que la tierra era nuestra
cuando la verdad de las cosas
es que nosotros somos de la tierra".
Se autodefinió como poeta ecológico y su cátedra en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile ese año se llamó "La Variable Ecológica".
Salía de un largo período de silencio autoimpuesto y la razón, dijo, fue el descubrimiento del método ecológico.
El Método Ecológico
"De lo contrario, yo no tendría pitos que tocar en este país. El método ecológico es una crítica al sistema, pero desde un ángulo nuevo, que no está contaminado todavía con los ideologismos; de manera que es muy posible que incluso se simpatice con este planteamiento. Y en cierto sentido, eso ya ha ocurrido".
"Todo lo que yo hago es de orden ecológico. Antes me interesaba la actividad antipoética. Pensaba que ese método me servía para sobrevivir, pero en el supuesto que el planeta era infinito. Una casa donde cada uno puede vivir como quiera. Así se pensó en una época, pero no es así. Era una sobrevivencia mental, porque con eso yo podía defenderme de la contaminación mental. Pero resulta que por muy sobreviviente que fuera en mi espíritu, mi cuerpo está amenazado de desaparecer. Además, uno tiene conciencia de especie; conciencia de la tribu. Uno quiere que la tribu continúe".
A los 68 años que tenía entonces, alguien le preguntó qué podía decir de la vejez y se remitió a una respuesta de Bertrand Russel, uno de sus filósofos más admirados:
"La vejez es una edad como cualquier otra para luchar por una causa justa". Y esa causa es la ecología.
"A mí me parece que no hay otra. Es la problemática de nuestro tiempo: el colapso del planeta".
El Tao y la Ecología
"Pero para llegar a la ecología –dijo- hay que pasar por el taoísmo". Según él, taoísmo y ecología son dos aspectos de un mismo problema.
"El taoísmo es la autorregulación del mundo interior, y la ecología es la autorregulación del medioambiente. Antes de llegar a la ecología, tiene que haber un despertar individual: el taoísmo. Una vez que la persona está entera, solamente entonces puede ver el desequilibrio del mundo exterior".
¿Cómo se llega a eso?, le pregunté.
Parece que en un estado de desesperación extrema.
Un día se encontró con el Tao e incluso estudió chino para comprenderlo mejor. "El Tao no es una religión", advierte. "Además, el taoísmo sostiene que el que sabe no habla. Y que el que habla, no sabe".
Dios y la muerte han sido constantes en su poesía. "Cuesta bastante trabajo creer/ En un Dios que deja a sus creaturas/ Abandonadas a su propia suerte/ A merced de las olas de la vejez/ Y de las enfermedades/ Para no decir nada de la muerte".
Cuando le pregunté por su idea de Dios, respondió el profesor de Mecánica Racional que ha sido:
"Yo no me meto en este tipo de conversaciones. Me parecen muy complejas y muy resbaladizas. Porque si yo enfoco eso con el criterio científico al que estoy muy acostumbrado, lo primero que me pregunto es qué es eso de si Dios existe. Hay unos que dicen que sí, unos que dicen que no, otros que dicen que tal vez, de manera que en eso me quedo yo. ¿Cómo se obtiene una conclusión? ¿Con qué método? No es materia de análisis".
Antipoeta siempre, en su casa de Las Cruces hay, entre otros artefactos parrianos, un crucifijo sin el Cristo, y en su lugar un letrero que dice: "voy y vuelvo". En cuanto a sus relaciones con la religión, las explicita en un par de estrofas del poema "Lo que el difunto dijo de sí mismo":
"Atravesé la cordillera a pie
disfrazado de fraile capuchino
transformando ratones en palomas...
Además profanaba los altares
Hasta que me pillaron in fraganti.
Moraleja, cuidado con el clero".
Enfrentado a la idea de la muerte, cuando aún no cumplía 70 años, decía que estaba preparado para morir... pero también para seguir viviendo.
Inmortal, Nicanor Parra.
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