Zorita: el primer desguace de un reactor atómico español




Arranca la fase crítica del desmantelamiento de la central de José Cabrera, la del troceado de los elementos que encerraron combustible nuclear durante 40 años

En Zorita, han pasado un año en el que no han hecho más que "medir, medir y medir", como explica Manuel Rodríguez Silva, responsable del equipo que desmantelará esta central nuclear, que llegó a necesitar de hasta diez torres de refrigeración para que dejara de calentar las aguas del Tajo. Desacoplada de la red eléctrica en el año 2006, la misión principal de los tres centenares de operarios que trabajan en esta planta guadalajareña ha sido prepararse para los trabajos que emprenderán en los próximos días: por primera vez en España, se va a desguazar un reactor de uso civil, un reactor que estuvo suministrando energía eléctrica a la red durante 258.075 horas a lo largo de 38 años.

Como explica Rodríguez Silva, en Zorita lo primero es medir y volver a medir la radiación de todos y cada uno de los materiales que constituyen la instalación energética, para poder darlos por limpiados y después desmantelarla sin riesgos, con la intención de dejar el terreno "tal y como estaba antes de que se levantara la central". Ese es el trabajo encomendado al director del desmantelamiento por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), la compañía pública encargada de la gestión de los residuos radiactivos en España, y que será titular de la planta mientras duren estos trabajos. En 2016, cuando haya desaparecido por completo el hormigón de esos terrenos de la localidad de Almonacid de Zorita, el lugar volverá a manos de su dueño, Gas Natural.

José Cabrera, nombre oficial de la central como homenaje a un científico y empresario del sector energético español abuelo de la exministra de Educación, Mercedes Cabrera, ya no tiene combustible atómico en su interior. Ese es el requisito previo que debe cumplir el propietario de una planta atómica para que Enresa pueda tomar las riendas de su desmantelamiento.

Tras la parada de la central, la empresa construyó a 200 metros del edificio del reactor un almacén temporal indi-vidualizado (ATI), donde se depositaron las barras de uranio que se encontraban almacenadas en la piscina de combustible gastado. Una docena de contenedores cilíndricos de casi cuatro metros de altura y 3,4 metros de diámetro de color gris, con 377 elementos de combustible atómico, que reciben al visitante a la central junto a la carretera.

El trabajo más complejo

Estos días, los operarios de Enresa ultiman los preparativos para poder comenzar el desguace de las partes más sensibles del reactor, ya vacío, pero que mantuvieron durante cuatro décadas contacto directo con el uranio, como sucede con la vasija, el elemento más peligroso de los que permanecen allí. Constituye el trabajo "más complejo" y la fase más "crucial" de todo el proceso, según Rodríguez. Se han tirado tabiques y se ha retirado la maquinaria del edificio de turbinas adyacente para convertirlo en un taller de operaciones en el que manipular, encapsular y asegurar los elementos contaminados quevayan saliendo del reactor.

La labor que se está realizando en estos momentos es la impermeabilización de todo el edificio del reactor para poder inundarlo con garantías. "Se inunda porque el agua es el mejor elemento para aislar de la radiactividad a los trabajadores", explica Rodríguez Silva. De este modo, la delicada operación de despiezar la vasija del reactor y el circuito primario se realizará con maquinaria capaz de realizar sumergida ese trabajo de precisión.

Para facilitar su almacenamiento, Enresa troceará esa cápsula de acero bajo el agua con una sierra de diente de diamante que ha sido probada en Suecia por la empresa fabricante en condiciones similares a las que encontrará en Guadalajara. El manejo de esta sierra se realizará desde arriba, sobre las aguas, en una pasarela en la que se ubicará la veintena de operarios que participarán directamente en estos trabajos críticos.

La semana pasada llegó a Zorita la cesta de blindaje que se usará, también desde las alturas, para ir capturando cada uno de los pedazos que se vayan cortando. De ahí pasarán por un conducto creado expresamente hacia el antiguo edificio de turbinas, donde serán encapsulados en cubos de hormigón que, después de secarse, se depositarán en el exterior en el ATI.

La segmentación y extracción de los componentes del reactor se prolongará durante 26 meses y costará 11 millones de euros, de los 170 millones que se gastará en todo el proceso, según el cálculo de Enresa, que data de 2003. Del total, 35 millones corresponden a la construcción del almacén temporal. Mientras, en otros paíse,s el principal problema para el desmantelamiento de las nucleares es el de la financiación, Enresa cuenta en España con el Fondo para la Gestión de Residuos Radiactivos, un dinero (unos 3.000 millones de euros) reu-nido hasta 2006 por medio de la factura de la luz de todos los españoles y, desde entonces, gracias a un cánon que pagan las eléctricas.

En estos momentos, en los distintos trabajos que se llevan a cabo en la central de José Cabrera participan casi 300 trabajadores de 44 empresas distintas, 13 de las cuales son contratistas de ejecución. Según Rodríguez, dentro de un año se alcanzará un pico de 350 trabajadores participando al mismo tiempo en el desmantelamiento de la planta y todas sus instalaciones, cuyos materiales, 100.000 toneladas, se reciclarán o servirán para rellenar como arena los cimientos vacíos.

En total, en el ATI de Zorita se quedarán unas 40 toneladas de todo el material que se recoja del reactor, por ser demasiado peligroso para enviarlo al almacén de El Cabril (Córdoba), el único para residuos radiactivos de baja y media actividad que hay en España (gestionado también por Enresa). Más adelante, cuando se construya un almacén temporal centralizado (ATC), se derivarán hasta allí todos los residuos depositados en el ATI, incluidas cien toneladas del combustible gastado.

Mientras tanto, supone una ubicación "demasiado vulnerable" , según el portavoz de energía nuclear de Ecologistas en Acción, Francisco Castejón. Para este físico nuclear, se trata de "un almacén al aire libre que deja bastante que desear desde el punto de vista de protección radiológica".



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