Enemigos públicos.


Escrito por Mariló Hidalgo 


Nos hallamos inmersos en una guerra global permanente manejada por unos pocos, donde los conflictos parecen no tener fin ni límite y los enemigos van cambiando de nombre ¿Un mundo cada vez más seguro? José Manuel Lechado, experto en cultura islámica aporta una visión crítica del actual escenario. 


Es Licenciado en Filología Árabe e Islam y ha centrado la mayor parte de su labor investigadora en la problemática de la globalización, un tema que aborda desde perspectivas críticas, nada convencionales. Está convencido de que la cesión que estamos haciendo hoy en día de todos nuestros derechos y libertades, es una irresponsabilidad que pagaremos muy cara y no en un futuro, sino en este presente. Sus títulos más destacados son "Globalización y gobernanzas: ¿una amenaza para la democracia?" y "La globalización del miedo".

-En 2006 denunciabas en tu libro "Globalización del miedo" (Espejo de Tinta) que en nombre de la lucha antiterrorista los gobiernos habían acumulado el poder y no se limitaban a anular derechos, sino que aplicando el credo neoliberal habían colocado al mercado por encima de todo. ¿Qué balance haces cinco años después?
-Aunque traté de cerrar La Globalización del miedo con una nota optimista, de esperanza, los acontecimientos han seguido el triste camino que cabía esperar: la especulación y el ansia de riquezas de un puñado de personas con poder, combinadas con la pasividad de la mayoría, han propiciado la inevitable crisis económica a gran escala que, por supuesto, afecta a los pobres, no a los ricos. Una crisis que sirve como pretexto para continuar (más bien para rematar) el proceso de acumulación de poder y de liquidación de los servicios públicos en beneficio de los ricos. La crisis, lejos de servir como oportunidad de cambio, no ha hecho más que exacerbar el mal funcionamiento de la civilización actual. Algo que nos llevará antes o después al colapso en nombre de los sacrosantos mercados.
-En aquellos momentos se hablaba del "Eje del Mal" y Sadam Husein, hoy se habla de Osama Ben Laden como el enemigo público número uno que para beneficio de todos acaba de ser abatido.
¿El miedo sigue siendo el mejor instrumento para "vender seguridad"?
-El miedo siempre ha sido y será el mejor instrumento para convencer a la opinión pública de que necesita seguridad. Personalmente, cuando viajo en el Metro o en el tren, o voy por la calle, y lo veo todo lleno de uniformados con armas de fuego y perros de presa no me siento más seguro, sino todo lo contrario: se está dando mucho poder tanto a la policía (incluso facultades “parajudiciales”, lo que es el colmo) como a esas milicias privadas que se hacen llamar “compañías de seguridad”. La pregunta es: ¿seguridad de quién? De los ricos, por supuesto. 

"La crisis, lejos de servir como oportunidad de cambio, no ha hecho más que exacerbar el mal funcionamiento de la civilización actual".
-Nos dicen que el mundo es más seguro después de la muerte de Ben Laden cuando la actual crisis económica y sus responsables están causando más víctimas y daños colaterales que Al-Qaida en toda su historia. En cambio, estos individuos son intocables.
Una buena estrategia de distracción, ¿no?
-El Estado, tal y como se viene concibiendo en los últimos cinco mil años, ha hecho, hace y hará más daño que cualquier organización terrorista, incluida Al-Qaida. Uno de los problemas fundamentales es que si bien evoluciona la tecnología, los medios de producción, etc., las relaciones sociales y la política apenas han cambiado desde los comienzos de la civilización. La sociedad actual es casi idéntica a lo de siempre: un pequeñísimo grupo de poderosos vive a costa del trabajo de la mayoría, a la que explota sin misericordia. Antes eran cadenas y látigos, ahora la idolatría del trabajo y la sociedad de consumo, pero la esencia es la misma.
El asesinato de Osama ben Laden es en efecto un ejercicio de distracción, pero también una maniobra para prestigiar a Barack Obama ante su opinión pública. Como indicaba en La Globalización del miedo, el fundamentalismo islámico ha sido un enemigo de circunstancias generado por la desaparición de la URSS, válido sólo hasta que apareciera un rival más presentable (y de verdad peligroso) para justificar el dispendio militar de los Estados Unidos, Europa, etc. Ese enemigo va a ser, de momento, China, y en un futuro a medio plazo quizá La India, Brasil y, por supuesto, una Rusia recuperada de su crisis imperial particular. 
Lo del Eje del Mal, Al-Qaida y Ben Laden, si no fuera por las víctimas (escasas pese a todo si recordamos el supuesto escenario apocalíptico de la War on Terror) parecería una broma. Como ya he comentado en algún sitio, Osama ben Laden parecía un “malo” de los tebeos de Tintín, muy poco sólido en comparación con la maldad arquetípica y tan sugerente de la URSS y su KGB. La prueba es que, tras el breve y violento zarpazo del 11-S, además del 11-M y alguna otra acción esporádica, Al-Qaida prácticamente ha pasado a mejor vida desde hace mucho tiempo. Por no hablar de su líder, que políticamente llevaba muerto desde hacía años. 
Y por supuesto, el mundo no es más seguro porque haya muerto un tipo. Otro habrá que le sustituya. Los realmente peligrosos son los gobernantes que tenemos, vendidos a los deseos de los consejos de administración de las grandes empresas que dominan, para mal, el cotarro.
-Las protestas sociales en el Magreb y Oriente Próximo, que ahora sirven de inspiración al resto del mundo, ¿son algo excepcional en la cultura árabe?
-En realidad no tanto. El mundo árabe ya ha vivido otras explosiones revolucionarias. Una tuvo lugar durante el siglo XIX y fue reprimida mediante la brutal ocupación europea, sobre todo por parte de Francia y el Reino Unido, que no tuvieron miramientos. Otra sucedió a mediados del siglo XX, en pleno proceso de descolonización. El contexto de la Guerra Fría perjudicó a este estallido nacional a gran escala en el mundo no sólo árabe, sino islámico en general. El resultado fue que el dominio franco-británico fue sustituido por la injerencia estadounidense y soviética, aderezada además con la presencia de un nuevo peón beligerante: el Estado de Israel que, por la cuenta que le trae, procura echar abajo cualquier proceso de renacimiento en el mundo árabe.

"El asesinato de Osama ben Laden es un ejercicio de distracción, pero también una maniobra para prestigiar a Barack Obama ante su opinión pública".

-El pueblo árabe es un universo complejo, plural, pero en cambio tiene fuertes elementos de identidad común. ¿Cómo influye esto en los actuales movimientos?
-Influye en el sentido de que un componente principal de los movimientos árabes desde el siglo XIX hasta hoy es precisamente el sentido nacional entendido como comunidad cultural, no tanto como solar. El idioma, la historia, la religión, las costumbres, etc., están muy arraigadas en el pueblo árabe, que tiene entre sus aspiraciones una unión transnacional que sus dirigentes, corruptos y brutales, procuran impedir a toda costa para satisfacer los intereses de sus amos occidentales. 
Sin embargo, el movimiento actual no es sólo nacional, sino democrático y popular, y carece de contenido religioso (un indicador más de cómo Al-Qaida y sus franquicias fueron sobredimensionadas por los intereses de la propaganda occidental a principios del siglo XXI). Lo que ocurre, sencillamente, es que los árabes están hartos de gobernantes incompetentes y criminales, y también de la intromisión occidental, del saqueo de sus recursos y de que en las películas occidentales los árabes sean siempre los malos. 
La aspiración general de las revueltas actuales es ante todo democrática, pero se encuentra muy lejos de ser un movimiento común y organizado: en cada país presenta aspectos característicos, porque si bien hay elementos de unión, también es verdad que cada región del mundo árabe tiene peculiaridades propias, a veces muy profundas. No es lo mismo el Yemen, tribal y bastante pobre, que Tunicia o Egipto, que son sociedades urbanas.
-Los jóvenes -que son casi dos tercios del total de la población- han sido un elemento decisivo a la hora de tomar la palabra y hacerse oír. ¿Cómo son esos jóvenes?
-Han sido decisivos sobre todo por eso: porque son muchos. Pero no son movimientos juveniles. Se ha banalizado un tanto la situación, sobre todo en Egipto, indicando que es fruto del boca a boca por las redes sociales, etc., pero esto no es exacto, entre otras cosas porque el acceso a Internet no es fácil en la mayor parte de los países árabes (por cuestiones tanto de represión como económicas). De hecho la rebelión venía incubándose desde mucho tiempo atrás, y en el proceso hay de todo: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, gente del campo y de la ciudad… 
La juventud árabe, hablando en general, aspira a un futuro diferente al de sus padres. Quieren vivir en países democráticos, pacíficos y soberanos. Desean gobiernos limpios, no las covachas de ladrones que padecen ahora. Y desean que Occidente deje de meterse en sus asuntos, de robar sus recursos e impedir su despegue. 
Ahora bien, pienso que no deberían conformarse, como ocurrió en España, con un simple lavado de cara. Deberían exigir responsabilidades económicas y criminales a los que se han beneficiado de dictaduras, monarquías corruptas, etc. En definitiva, llegar hasta el final, no quedarse a medias, en una democracia de boquilla en la que el poder y el dinero siguen en manos de los mismos. El modelo español de 1978 debería ser para los árabes de 2011 el ejemplo a NO seguir.

"La juventud árabe, hablando en general, aspira a un futuro diferente al de sus padres. Quieren vivir en países democráticos, pacíficos y soberanos. Desean gobiernos limpios, no las covachas de ladrones que padecen ahora".

-Algunos ven en estos movimientos la antesala de un 'nuevo' orden mundial. ¿Cuál es tu opinión?
-Tengo la sospecha, y espero equivocarme, de que esto no es la antesala de nada. Los movimientos que no sean reconducidos y domesticados serán aplastados con toda violencia, incluso con ayuda de Occidente si es necesario. Ya Rodríguez Zapatero se apresuró a viajar a Tunicia para vender la marca “Transición a la Española” que asegura la continuidad de los sistemas, sin juicios ni auditoría de los crímenes, robos y desmanes de las dictaduras.
En el futuro a corto y medio plazo creo que nos espera más de lo mismo a todos: explotación, desigualdad, misería, violencia… Y visto que todo sigue igual tras la crisis de 2008, el nuevo crack, que será más grave, es sólo cuestión de tiempo. Esto no es una previsión aventurada: la crisis forma parte de la dinámica del capitalismo. Es inevitable. 
Sospecho que a la humanidad, mientras siga por el camino de los mercados, el consumo, la productividad y la idolatría del trabajo, le espera un futuro más bien oscuro y triste. Y esto es ser optimista, porque en realidad es más que probable que la locura capitalista y consumista nos esté llevando a un escenario sin futuro alguno, ni bueno ni malo.
-El poder está ahora en la calle pero, ¿por cuánto tiempo?
-No creo que el poder esté en la calle. Lo que está en la calle es la contestación. En Túnez y sobre todo en Egipto el ejército ha reforzado la represión con nuevos bríos. Contando, además, con la esperanza de imponer el modelo de punto final a la española, que asegura impunidad a los criminales de la dictadura, como ocurrió aquí a partir de 1975. 
En otros lugares del mundo árabe, como Yemen, Siria o Marruecos, las protestas siguen en pie frente a diversos grados de represión. En las dictaduras feudales de la península Arábiga, con ese infame artefacto que es Arabia Saudí a la cabeza, la represión, aunque no se cuenta en las noticias, es salvaje. Y hay países, como Argelia, de los que no se sabe nada. 
La duración del proceso es impredecible, aunque creo que depende en gran medida de cómo se desarrollen los acontecimientos en Libia y Siria, si los rebeldes tienen éxito o no, etc. Hay un claro efecto de contagio, pero no sólo se contagia el ánimo, sino también el desaliento. 
En general Estados Unidos y sus lacayos europeos harán todo lo posible para que la revolución árabe no sea tal, sino un simple lavado de cara. En ese sentido les conviene que la cosa dure cuanto menos mejor. Es un equilibrio delicado: por un lado las guerras civiles debilitan el espíritu revolucionario y permiten hacer muy buenos negocios. Pero por otra parte la inestabilidad creciente puede llevar a un desastre, sobre todo si lo que está en juego es la sangre que mueve la máquina de la civilización occidental, es decir, el petróleo.

"La guerra civil libia es muy sospechosa, como lo es el extraño apoyo de la OTAN a los rebeldes. En realidad da la sensación, desde el principio, de que se quiere partir el país en dos".
-Hablemos de la situación de Libia. Detrás del "bombardeo humanitario" de la coalición se encuentran poderosos intereses económicos por parte de Europa y EEUU. ¿Es la lucha por el petróleo la que va a definir el futuro de este país?
-Obviamente, sobre todo ahora que las dos partes controlan cada una su propio grifo de petróleo y lo venden a la baja al primero que llega. La guerra civil libia es muy sospechosa, como lo es el extraño apoyo de la OTAN a los rebeldes. En realidad da la sensación, desde el principio, de que se quiere partir el país en dos. De momento las dos Libias (o para más exactitud, Cirenaica y Tripolitania) se han convertido en un buen negocio: se les puede comprar petróleo barato y se les pueden vender armas a los dos bandos. 
Y digo que es una guerra sospechosa por varias razones. La primera, porque sigue sin estar muy claro quién está detrás de los “rebeldes”. ¿Quién forma el gobierno y, sobre todo, quién lo ha elegido? ¿Quién manda las tropas? La cosa huele más a guerra tribal al socaire de las revueltas de Túnez y Argelia que a verdadera revolución. Por otra parte la OTAN fustiga al ejército de Gadaffi sin acabar con él, al tiempo que el “fuego amigo”, curiosamente, machaca a los rebeldes cada vez que superan cierta línea de demarcación en el golfo de Sirte. Me da la impresión, como he dicho antes, de que se trata de dividir el país en dos o al menos lograr que la guerra dure todo lo posible. Hay mucho dinero en juego.
Cabe señalar, de paso, la patética, incapacidad de la OTAN y de los Estados Unidos, a pesar del dineral que derrochan en soldaditos, generalotes y juguetes caros para tenerles contentos. Mientras la ocupación de Afganistán e Iraq se sostiene a duras penas, cada nuevo frente abierto llena de zozobra a los geniales estrategas europeos y estadounidenses. Recordemos que estamos hablando de países como Libia, Afganistán o el propio Iraq de Saddam que, pese a lo que dijera la propaganda, tenían y tienen ejércitos de opereta, sólo adecuados para el ejercicio de la represión interna.
-Estas revueltas también han dejado en evidencia la doble vara de medir de occidente, que por un lado defiende la democracia y la libertad y, por otro, apoya tácita o formalmente a los responsables de los regímenes autocráticos árabes que ahora están cayendo. 
La credibilidad de Occidente cada vez está más por los suelos...
-Occidente no defiende ni la libertad ni la democracia. Los políticos occidentales, sobre todo los sinvergüenzas de la Unión Europea, se llenan la boca con esas palabras, pero lo único que quieren es dinero y conservar sus privilegios. 
Creo que el error es que hemos llegado a creer que vivimos en un mundo regido por leyes positivas, en el que el Derecho es la norma que maraca las relaciones entre personas y países. Pero no es así ni nunca lo ha sido. En la actualidad todo es lo de siempre: el que tiene el mejor ejército hace lo que le da la gana y no se molesta en dar explicaciones. 

"La única esperanza de cambio está en una revolución planetaria a gran escala, no sólo en los países árabes".
-Como por ejemplo...
-Los ejemplos son innumerables, pero vamos a poner el más reciente: el asesinato de Ben Laden. Un grupo de corsarios armados hasta los dientes se introduce ilegalmente en territorio soberano de otro país, asalta una vivienda privada a sangre y fuego, asesina a un individuo, roba su cadáver y, según cuentan, lo tiran al océano. Mientras ocurre, un puñado de políticos, los que han extendido la patente de corso, ve en directo la juerga macabra por televisión, y luego todo un pueblo sediento de venganza se lanza a una orgía de celebraciones por el asesinato de un pirado. 
Es una escena poco alentadora y en la que sobran conceptos como justicia, democracia, soberanía… Esta es la realidad en la que estamos: unos pocos mandan y se esfuerzan por seguir mandando. El resto, trabaja y pena bajo una severa explotación destinada a mantener los privilegios de esa casta de canallas con nombres y apellidos: grandes banqueros y empresarios, presidentes de gobierno y ministros, generales, sacerdotes… La oligarquía de siempre. Lo único que ha cambiado es el decorado tecnológico, pero la esencia es la misma, por desgracia. 
-¿Alguna posibilidad de cambio real en el horizonte?
-La única esperanza de cambio está en una revolución planetaria a gran escala, no sólo en los países árabes, aunque desde luego el movimiento árabe actual demuestra, por lo menos, que el pueblo si quiere, puede. Y esto lo tienen muy en cuenta los poderosos, que no están por la labor de que se vuelvan a erigir guillotinas en su honor. 
No me da la sensación de que la deseable revolución mundial sea el futuro a corto plazo (ojalá me equivocara, porque creo que es la única esperanza de supervivencia para nuestra especie). Si alguien espera que la sociedad democrática burguesa cambie por sí misma el mundo a mejor, que espere sentado. Los ricos nunca han dado nada gratis, ha habido que arrebatarles cada pequeño cambio, cada pequeña mejora, a sangre y fuego. La cesión que estamos haciendo hoy en día de todos nuestros derechos y libertades es una irresponsabilidad que vamos a pagar cara. Y no ya las generaciones venideras, sino nosotros mismos.

"La cesión que estamos haciendo hoy en día de todos nuestros derechos y libertades es una irresponsabilidad que vamos a pagar cara".

-¿Qué valoración haces del movimiento ciudadano Democracia Real ¡Ya!?
-El movimiento Democracia Real Ya no es un fenómeno nuevo. Se ha dado más veces, siempre que la gente ha acabado harta de las mentiras y manipulaciones de los políticos profesionales. Ejemplos antiguos: la revolución de Asturias; el levantamiento popular de 1936 frente al golpe de Estado fascista y también frente a la pasividad inicial del gobierno republicano. Ejemplos más modernos: el movimiento de objeción de conciencia, las Comisiones Anti-OTAN, las manifestaciones contra la guerra de Iraq o el movimiento del 14-M en 2004.
Este tipo de fenómenos son alentadores en la medida en que implican una respuesta popular y al menos avisan de que la sociedad no está completamente dormida. 
Pero los ricos y poderosos nunca han dado nada, ni lo van a dar, por las buenas. Y esta vez no va a ser diferente. Así pues, aparte del valor simbólico, no creo que este movimiento, al menos a corto plazo, vaya a conseguir gran cosa. Espero, una vez más, ser mal profeta y equivocarme.
En lo que estoy seguro de no equivocarme es en el aprovechamiento que sin duda van a intentar hacer del movimiento tanto el PSOE como IU. Es de justicia subrayar que ninguno de estos dos partidos pesebristas tiene nada que ver con este movimiento ni, dicho sea de paso, con nada que signifique realmente izquierda y contestación social. 

Fuente: revistafusión.com

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