Para tener en cuenta



A medida que el colapso de las estructuras cristalizadas del mundo de las finanzas, de la educación, de la religión, entre otras, muestra las grietas irreversibles de un desplome anunciado, un creciente empoderamiento ciudadano toma su lugar, con una cuota de sentido común, justicia y reivindicación ambiental y social.

Iván Santandreu

Desde hace años, escribo en esta sección sobre el momento presente: el fin de las estructuras cristalizadas, que no dejan pasar la luz y la energía de los cambios necesarios para la evolución de la raza humana.
El fin de ciertas estructuras es algo evidente. Una vez que termine de derrumbarse el sistema financiero internacional, que sea evidente que en educación se sigue “sin avanzar”, que ya nadie tolere el daño ambiental de las grandes empresas, que sea insostenible un sistema de salud caro e inefectivo, que la ineptitud –cuando no abierta corrupción- de funcionarios y autoridades sea ya intolerable, ¿qué hará la sociedad empoderada?, ¿qué haremos cuándo las estructuras e instituciones estén definitivamente en el suelo?
No lo sé.
Simplemente, creo que en buena hora el empoderamiento social, con figuras y grupos de la sociedad civil que antes no existían o nadie consideraba, llama a reflexionar sobre la calidad de las relaciones humanas entre nosotros, todos los ciudadanos, para hacer sostenible el cambio.
Anestesiados, cuando no aturdidos por el consumismo y el individualismo de un modelo de sociedad abiertamente fracasado, no sabemos realmente relacionarnos entre nosotros. Hemos perdido la verdadera conexión con nuestros padres, abuelos, hijos y vecinos.  Hemos perdido también el sentido de relación con el agua, la tierra y las estrellas.
Y no me refiero a compartir una cena, un asado o las vacaciones. Me refiero a contar los unos con los otros en momentos de crisis y de necesidad; a trabajar en forma creativa y colaborativa cuando la ocasión lo requiera. Me refiero a saber confiar y a dar confianza hacia los otros; a saber callar los errores y defectos para no generar una crítica destructiva e inútil.
El saber relacionarse armónicamente con la naturaleza, para tener formas amigables de producción y de abastecimiento de alimento, agua y vestido es algo que se ha perdido en una vorágine de artificialidad y consumismo inconsciente.
Probablemente, debamos recuperar el antiguo arte de la sencillez, la honestidad, el silencio, la sinceridad y la entrega al prójimo, incluida la naturaleza, sin pedir nada a cambio.
Los tiempos que vienen podrían requerir habilidades que no están disponibles actualmente y que sería muy bueno tener en cuenta.

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