El decrecimiento ecosocialista




Enric Llopis 

Uno de los grandes mentores de la teoría del decrecimiento, Serge Latouche, se expresa con rotundidad: “Vivimos en los tiempos de la desesperación, de la austeridad y del rigor total, pero en el marco de una sociedad del crecimiento sin crecimiento económico; y esta es la peor de las pesadillas; porque ni siquiera se generan puestos de trabajo, como sí ocurría en el periodo de “los 30 gloriosos” tras la Segunda Guerra Mundial; aunque no se respetara el medio ambiente y se diera un uso ilimitado del petróleo, al menos la gente podía alimentarse y se le garantizaba una cierta capacidad de autonomía; no es esta la alternativa que propone el decrecimiento, pero al menos resultaba más interesante que la opción absurda, injusta y monstruosa del rigor económico”.
Economista, filósofo, profesor emérito de Economía de la Universidad de Orsay y uno de los grandes teóricos del decrecimiento, Latouche es autor de los libros “Por una sociedad en decrecimiento” (2003), “La hora del decrecimiento” (2010) y los más recientes “Salir de la sociedad de consumo: voces y vías del decrecimiento” y “¿Hacia dónde va el mundo?”, junto a Ives Cochet, Susan George y Jean-Pierre Dupuy.
Al igual que rechaza la austeridad, explica, “el decrecimiento también se opone al crecimiento y a la reactivación económica, que no resulta posible ni deseable; es cierto que los trabajadores han de encontrar un puesto de trabajo, pero esto no puede hacerse -por ejemplo, en España- reactivando la máquina de construir viviendas; además, ni siquiera se generaría empleo con tasas de crecimiento del PIB del 2%; haría falta un 4%; y ello sin contar con problemas como la huella ecológica; este año, el 15 de agosto, superamos la capacidad de consumo por persona calculada para respetar los límites del planeta; y cada año se adelanta la fecha. Harían falta tres planetas para soportar el consumo de españoles y franceses; más aún en el caso del norteamericano medio; por lo demás, el crecimiento consumista genera frustración e infelicidad”.
Trabajar menos para vivir mejor
¿Qué es el decrecimiento? Según Latouche puede definirse como ecosocialista, “como un proyecto de prosperidad sin crecimiento, o bien de abundancia frugal”. Según algunos antropólogos, explica el autor de “Por una sociedad en decrecimiento”, las sociedades de cazadores y recolectores “eran las más cercanas a la abundancia, precisamente porque es la frugalidad el requisito necesario para esta abundancia; no tenían apenas necesidades y, por eso, les era suficiente con dos o tres horas diarias de caza o pesca”. Asimismo, el proyecto de decrecimiento ha de adaptarse a las singularidades de cada país. Latouche recuerda cómo en un gran templo Zen japonés se afirma que sólo podrá alcanzar la felicidad quien sepa controlar sus necesidades: “Esta sabiduría –presente en la cultura amerindia, africana o griega- nos ha acompañado a lo largo de la historia, y es necesario recuperarla hoy”.
Ahora bien, ¿es el decrecimiento la solución a la crisis? ¿Cómo caracterizar la crisis actual? A juicio de Latouche, “vivimos una crisis global, de la que no se puede salir poniendo parches; algo similar a lo que ocurrió con la caída del imperio romano; a la crisis de las deudas soberanas, la más inmediata, se agregan otras más profundas: la crisis social, cuya génesis radica en la década de los 80, con la “contrarreforma neoliberal”; la crisis ecológica, plasmada en el primer informe del Club de Roma en la década de los 70; y otra cultural, una de cuyas expresiones fue Mayo del 68”.
Hoy, frente a los mercados financieros, hace falta “cambiar los valores”, según Latouhe. “Acabar con la competencia salvaje, la guerra de todos contra todos, y de todos contra la naturaleza”. Terminar con unos principios filosóficos muy arraigados en occidente, que proceden de Bacon y Descartes, quien afirmaba que “la naturaleza es como una prostituta a la que cabe avasallar”.
Ell filósofo y economista francés ha apostado por romper con el euro y optar entre alternativas como dejar de pagar las deudas (“una opción más radical”) o elaborar auditorías ciudadanas, siguiendo el modelo impulsado por el presidente Correa en Ecuador. También ha defendido la desmundialización, idea que penetró en los debates de las últimas presidenciales francesas. Latouche aboga por un proteccionismo “ambiental, social y fiscal” que se oponga a los criterios de la OMC. Relocalizar y producir lo necesario, considerar la creación de monedas de intercambio locales, la reconversión ecológica de la agricultura, desmantelar las centrales nucleares y reducir el tiempo de trabajo.
El decrecimiento plantea “trabajar menos para vivir mejor”. Es en este punto donde, según Latouche, “el decrecimiento adquiere todo su sentido utópico”. El ocio, la vida contemplativa, la siesta saludable (una institución destruida por la globalización), el sentido lúdico de la vida y las buenas relaciones. Una utopía radical frente a la tiranía de los mercados.

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