Argentina / El Futuro Imposible: un documental con soluciones colectivas para un mañana mejor

La serie animada invita a repasar temas complejos con una mirada esperanzadora frente a la injusticia y el cambio climático. Desde la agroecología a la democracia participativa, los diez capítulos buscan concientizar y poner en movimiento al espectador. Se puede ver en YouTube y cuenta con una guía pedagógica para trabajar en las aulas. "Para crear un futuro distinto tenemos que poder imaginarlo", proponen.

Por Marcelo Acevedo

"El Futuro Imposible", obra audiovisual argentina producida por Piensa Patagonia y dirigida por Martín Haas y Antonio Balseiro, al presentarse como "una serie documental animada sobre los problemas y soluciones que definen nuestro futuro" se intuye casi como una anomalía en la cultura audiovisual, que desde fines de la década del 80 retrató el fin del capitalismo como un mundo apocalíptico. En particular, el documental es fiel a la potencia de esas dos palabras que de cierta forma parecen romper con la idea del realismo capitalista: "futuro" y "soluciones posibles".
El documental Los mundos de Ursula K. Le Guin (Arwen Curry, 2018) incluye un fragmento del discurso que la escritora norteamericana brindó en New York, en noviembre de 2014, al recibir el National Book Award: "Vivimos en el capitalismo; su poder parece ineludible, pero también lo parecía el derecho divino de los reyes. Cualquier poder humano puede ser resistido y transformado por seres humanos. La resistencia y el cambio muchas veces comienzan en el arte y, muchas veces, en nuestro arte: el arte de las palabras”.
Con estas palabras Le Guin no sólo le sugirió a su audiencia que el capitalismo puede ser desafiado e incluso reemplazado, sino que además se opuso, directamente, a las ideas detrás de aquel slogan de la ex primera ministra del Reino Unido Margaret Tatcher que rezaba: There is no alternative (no hay alternativa) al capitalismo. O que es el único sistema político y económico viable y que cualquier otra alternativa conduce directamente al fracaso y a la destrucción.

El filósofo y crítico cultural Mark Fisher definió este estado mental o sensación generalizada como "realismo capitalista": la imposibilidad de imaginar alternativas coherentes al sistema hegemónico, un estancamiento ideológico sumado a una parálisis de la imaginación que impide pensar futuros distintos o soñar mundos donde el capitalismo extractivista no sea la única vía de progreso. Y si no se pueden imaginar futuros mejores: llegan la desesperanza, la angustia y la apatía.
Esta impotencia reflexiva llevó a una crisis de la imaginación que desde principios de la década del 80 estimuló a la cultura popular a crear una cantidad enorme de obras en las cuales el fin del sistema actual, inevitablemente, conduce a la sociedad directo al apocalipsis, a la guerra hobbesiana, donde el hombre es el lobo del hombre y donde la batalla individual por la supervivencia, muchas veces, se produce en un escenario post-apocalíptico, una infinita tierra baldía. Por supuesto que hay excepciones: Los desposeídos (1974) de Ursula K. Le Guin, el ensayo Utopía no es una isla. Catálogo de mundos mejores (2021) de la escritora española Layla Martinez  o esa etiqueta de la ciencia ficción conocida como hopepunk. Pero, al final, no son más que eso: excepciones. Entre otras excepciones se ubica El Futuro Imposible.
"Un horizonte que valga la pena perseguir"
El proyecto comenzó a tomar forma en 2011, cuando Haas participó en un curso de diseño de ecoaldeas de Gaia Education: “Fue un punto de inflexión, descubrimos que había muchísimas soluciones para nuestros problemas ecológicos, económicos y sociales, y que existía una red internacional que trabaja todos los días para construir un futuro mejor”, recuerda Haas. “Creemos que podemos encender una chispa, aunque sea un destello fugaz de otro futuro improbable pero posible, un horizonte que valga la pena perseguir”.
Esta certeza de que se puede pensar un futuro distinto es la columna vertebral que sostiene los diez capítulos de El Futuro Imposible, cuyo escenario central es un fogón al aire libre donde un grupo de amigos, reunidos alrededor del fuego, discuten ideas, contraponen posturas, debaten ideologías y proponen soluciones posibles para temas complejos y actuales: la crisis de la imaginación, el colapso ecológico, el cambio climático, el diseño regenerativo, las comunidades locales, el sistema económico, la alimentación, la inteligencia artificial, la democracia de código abierto o la colaboración interespecie.

Haas cuenta que la serie "se trata de la visión del futuro de nuestra sociedad, que de una manera u otra nos guía para construir la realidad. Hoy nos toca enfrentar el cambio climático y una crisis económica global. Si damos por sentado que el mundo va a ser apocalíptico, eso es lo que haremos. De la misma manera, para crear un futuro distinto tenemos que poder imaginarlo. Con la serie buscamos dar ideas y referencias de múltiples ámbitos que ayuden a construir esa imagen alternativa del futuro, y a que esta sea la semilla del cambio".
Lo que sugieren los creadores a los espectadores es no tener la "obligación" de elegir entre el colapso económico o el colapso ecológico, sino que existen otras alternativas que se exponen de forma entretenida, amena y didáctica en cada uno de los capítulos. "Lo importante es que si imaginamos un futuro posible y mejor, entonces no estamos perdidos", alienta Haas.ador.

Un documental de acceso libre y para trabajar en el aula  
El Futuro Imposible es un proyecto colectivo que cuenta con las voces de Verónica Llinás, Martín Piroyansky, Julieta Zylberberg, Agustina Muñoz, María Soldi, Max Suen, Pablo Agustín Toscano, Esteban Bigliardi, Sebastián Schor y Malena Villa. Los diez capítulos están disponibles de manera gratuita en Youtube. “Queríamos que todo el mundo pudiera ver la serie gratis y tener el mayor impacto posible. Estamos haciendo activismo. Son temas que nos importan mucho y queremos aportar a mejorar el lugar donde vivimos”, asegura Martín Domínguez, director de Piensa Patagonia y uno de los productores ejecutivos.
“Por el momento, la serie está libre en Argentina y ahora estamos viendo de abrirla al resto de Latinoamérica. Además, desarrollamos una guía pedagógica para docentes, para que puedan trabajar con estudiantes los contenidos de cada uno de los capítulos de la serie”. El material educativo está disponible en descarga gratuita para docentes e instituciones en la web www.elfuturoimposible.org
Tanto el trabajo con el guion como el proceso de investigación les demandaron varios años, y contaron con el asesoramiento del biólogo Daniel Wahl, autor del libro Diseñando Culturas Regenerativas. Si bien en un principio la idea era producir un largometraje, la pandemia retrasó el proyecto, hasta que a finales de 2021 decidieron que el formato serie documental era la manera más adecuada de difundir sus ideas. Desde el inicio sí estuvieron convencidos de que la mejor forma de llevar adelante era cruzar el arte con la ciencia y el compromiso ambiental, algo que les permitiera contar una historia que no solo fuera una advertencia, sino que también inspire a actuar y ponga al espectador en movimiento.

Dibujos animados contra el colapso
Cada uno de los capítulos de la serie está animado con una técnica particular conocida como rotoscopía, que consiste en calcar y colorear fotograma por fotograma de imágenes reales —es decir, con actores de carne y hueso— para crear una animación con una estética muy particular, que sus creadores llaman “mutante” porque tiene reglas que se redefinen cuando distintas personas las interpretan a su modo.
La estética de El Futuro Imposible es parte esencial de su identidad: “La animación no era una opción a evaluar, sino un lenguaje natural. Llevábamos décadas trabajando en animación, rotoscopía y otras técnicas, la pregunta no era si íbamos a usarla, sino qué podíamos hacer con ella que el mundo necesitara escuchar, qué podíamos aportar a la causa”, cuenta Haas.
“Usamos fondos reales, en foto o video, fusionados con personajes ilustrados y animados para que la imagen conserve las texturas y matices de lo real, desde la violencia de una explosión en una mina a cielo abierto hasta la calma fértil de un huerto en permacultura. Queremos que el espectador no vea un símbolo, sino un mundo concreto y palpable, que lo que observe no sea solo animación, sino documento, memoria y posibilidad”, agrega uno de los directores.  
En su manifiesto —que puede leerse en la página web— el colectivo exhorta a abandonar de una vez por todas las “narrativas obsoletas del siglo XX” y adoptar otro tipo de historias, nuevas, alternativas, donde ecología y desarrollo no sean conceptos reñidos, y la producción de alimentos junto a la generación de empleo sirvan para regenerar los ecosistemas.
Aseguran que no son fatalistas ni ingenuos y que actúan con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad. Para este colectivo de artistas y militantes rendirse no es una opción, y entienden que "la salida es colectiva". "Hay una historia en la que revertimos el cambio climático, eliminamos el hambre en el mundo y reducimos la desigualdad. Es una tarea gigantesca, monumental y muy compleja, pero no imposible", convocan.
El logo de la película lleva impresa la frase "Dibujos animados contra el colapso, animadorxs por un futuro mejor”. Quizá no sea obligación de los artistas proponer alternativas al realismo capitalista, especular futuros mejores o imaginar ficciones que concienticen sobre el colapso inminente, pero cuando esto sucede se siente como un shock de optimismo, un impulso esperanzador. Porque como dijo Ursula K. Le Guin: “La resistencia y el cambio muchas veces comienzan en el arte”.

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/el-futuro-imposible-un-documental-con-soluciones-colectivas-para-un-manana-mejor/ - Imagenes: Foto: El Futuro Imposible

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